Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

4 de marzo de 2021

Soy pésima para las crisis existenciales de las buenas personas

Ya he dicho que soy práctica -o eso recuerdo, pero en una de esas no lo he escrito acá-, por lo mismo soy un poco o muy bruta en algunas oportunidades, dependiendo de la situación y la persona.

Recordando y yendo un poco lejos en los años, un día alguien se acercó a la cabaña (donde vivo) a pasar una tarde/noche de lo que parecía una retiro necesario, asumo que tomó la invitación que, a veces, hago: "Si lo necesitas, ven a pasar un rato acá; total no hay nadie y yo no molesto. No necesitas hablarme". Noté a esta persona muy agobiada, casi al borde del colapso y me recordé a mis veinte desesperada visitando a extraños para que me empastillaran porque estaba al borde del mismo colapso (pero yo no tenía a quién chucha recurrir en esos años). Ni pregunté. No por insensible, sino porque si alguien no me quiere contar algo, pues no obligo a nadie; me sirve y tranquiliza que usen la cabaña para respirar en un lugar seguro. Prefiero el silencio con té a que alguien pase el desamparo en la calle o en bares asquerosos, solx, vomitando la miseria interior sintiendo que no tiene a nadie a quien recurrir. 

Pucha, quisiera decir que no tiene que ver conmigo, pero me alumbré en el párrafo anterior y va más profundo: cuando era más joven y estaba sola acá -sin amigxs- anhelaba un lugar en que pudiera ir y sentirme resguardada para calmarme, para dormir en paz y saber que nada me pasaría mientras durmiera o llorara o gritara o me desahogara. Pasé mis crisis universitarias en piezas pequeñísimas y sola, a veces en casas ajenas muerta de miedo y en alerta constante porque igual la pasé mal por confiar en la gente incorrecta. Cuando por fin pude vivir en una casa, después de dos años sola, pensé que permitiría la entrada a la casa a gente que necesitara un momento para despejarse (no por siempre, pero sí en tanto no molestara a mi hermano -en ese entonces vivía junto a mi hermano-); pero eso no fue posible hasta que, de verdad, comencé a vivir sola acá en la cabaña. Yo sé que vivo en una situación bien particular, es raro que alguien de mi edad tenga un lugar para vivir solo y es gracias a mi familia que me permite vivir acá -en ningún caso es por mi esfuerzo o porque me lo gané-. Acá he compartido lo que tengo con amigxs, con gente que quiero (o he querido) y, finalmente, puedo usarla de vez en cuando para albergar a alguien que se siente miserable. Por el lugar, pues bien; por mí, pues soy alguien horrible.

Algunos días después o pudieron ser semanas, me encontré a esa persona y me contó lo que le había sucedido: yo, en mi brutalidad, no sabía qué decir ni hacer. Me incomodé y comencé a pensar -automáticamente- en cosas que había leído al respecto, intentando buscar algo práctico para decir, intentando encontrar algún dato o hecho útil que pudiera ayudar... nada, soy estúpida para esos asuntos tan fuertes. Claro, alguna que otra weá incomodó a la persona y respondió y yo me sentí terriblemente mal; intenté decir algo "para bien" y la embarré, me la devolvieron y me dije: "eres tan estúpida, no hables más weás". 

Algunos días antes que terminara el 2020, mi hermana me contó que un amigo andaba "pa la cagá" y me preocupé. Con ese amigo ya habíamos compartido ideas preocupantes y uno sabe que esas cosas no se toman a la ligera porque ves tu propio rostro en ellos, sabes lo serio que es para ellos porque para ti lo es también. Me costó dos horas sacarme el pánico de la cabeza y dejar de pensar en datos útiles de libros, meterme en la cabeza que la idea era "contener" y "acompañar" antes de comenzar a parlotear estupideces teóricas o prácticas sobre algo que ni siquiera sabía con certeza. Iba a otro lugar, iba vestida para una cita y me disculpé apropiadamente con quien dejé plantado; de ahí,me fui a la casa de una amiga cercana a calmar mi nerviosismo y terminar de convencerme de que no ayudaría si me comportaba de modo torpe y estúpido; de ahí -una hora y algo después-, fui a la casa del amigo "pa la cagá". Digamos que ayudó harto que no estuviera solo en casa ya que, al llegar y verlo, sentí unas ganas inmensas de cachetearlo; no porque se lo mereciera, sino porque yo misma estaba tan nerviosa que fue lo único que se me pasó por la cabeza al verlo. Yo me tragué todo pensamiento absurdo y dominé toda mi brutalidad porque había "público" y yo aún no sabía bien de la situación, por lo que decir algo fuera de lugar podría ser peligroso y contraproducente: iba a intentar ayudar, no a cagarla más y menos con la familia parando la oreja. Hablé tonteras sacadas de cualquier lugar aleatorio, para escucharlo responder de vuelta y nada más; no pude hacer nada útil, pero tampoco metí más la pata; no lo ayudé, pero tampoco lo perjudiqué. Vale, no hice nada más que ir a verlo, pero siento que valió el gesto porque tampoco tenía nada más que ofrecer que mi (muy propia) brutalidad. A veces, solo ver a alguien es necesario para esa persona, pero no tienes cómo saberlo hasta que te dice "me sirvió que me vinieras a ver". 

Hace unos meses, un chico que vive cerca y que me visita mucho, me viene contando un drama que no comenzó como tal. Ahora, digamos que estalló por todos lados porque la weá se volvió súper turbia y, para mi gusto, era muy evitable; claro, no soy yo, esa opinión mía le vale un carajo. Me provocó tanta rabia en un momento que me desbordé en practicidad, tanta, que noté que me fui un poco para el lado detestable de todo amigo: el insensible de mierda (pero no malintencionado, ojito). Me tenía enferma porque cada cosa mala, a mi parecer, podría haber sido evitada a tiempo y no, en este caso se pasó todo a catástrofe con una rapidez que sorprende. Ahí yo metí toda la pata hasta el fondo, con intenciones de sacarle todos los demonios internos, porque me hartó que fuera capaz de concatenar muchos malos pasos. Con todos los años que lo conozco, ambos y mutuamente, nos hemos sacado de agujeros, zanjas y ataúdes; no nos buscamos, sino que nos hemos pillado en una mala y actuamos como nos dicta la razón (más que la emoción, creo). Compartimos pocas ideas/creencias comunes, pero congeniamos a un buen nivel porque -más menos- entendemos de lo que habla el otro y tenemos harto tiempo para escucharnos. Ahí, cuando pierdo la paciencia, ya deja de importarme el ser bruta, porque se me interpone la idea de que lo único que sirve es, precisamente, la brutalidad; nada de sensibilidad, nada de bondad, nada de misericordia ni piedad. Y no es que deje de importarme, sino que ya he quemado la paciencia y la razón no es la vía, para fatalidad de ambos, me he quedado sin recursos para ayudar de modo constructivo (si es que dar los datos útiles que he leído sirve de algo). 

Creo que el problema -más que la brutalidad- es caer fácilmente en pánico; pocas veces me cuentan cosas fuertes e, inevitablemente, siento miedo y pánico, no sé qué hacer, no sé qué decir y no tengo las palabras para provocar/invocar lo que deseo para esas personas. Quisiera decir algo exacto, algo preciso y sincero, algo que les ayude en serio, algo que les pueda hacer sentir mejor (aunque sea una sensación pasajera); no pretendo arreglar algo definitivamente, sé que ninguna palabra arregla "por arte de magia" los problemas. Quisiera conocer alguna frase, palabra, expresión o alguna cita alentadora, qusiera poseer optimismo o creencias suficientes para transmitir algo benigno siquiera -a veces, solo a veces-.

No hay comentarios: