Le conocí de día, estábamos
sentados ambos en la misma aula, sin embargo, ninguno de los dos había reparado
en el otro. La profesora nos confundía con monólogos antiguos. Sin la menor
provocación, me miró y, para ello, tuvo que doblar su espalda y con ello su
cabeza quedó frente a la mía. Parecía un lobo, una animal salvaje y como tal,
se sentía incómodo encerrado. Me extendió una invitación impresa en cartulina
blanca, similar a una invitación que imaginé en el proyecto de mi primera
novela. La invitación que narré intentaba, de modo elegante, provocar a un
oscuro encuentro; la que ahora recibía, no difería mucho, me pareció sobria,
parca e increíblemente atractiva. Durante un par de días la ansiedad me
carcomía, deseaba encaminarme hacia la “grieta” que significó Escarnio. Puede
sonar perverso llamar “grieta” a una revista literaria, sin embargo, eso
representaba para mí; el misterio que jamás llegué a aprehender. Aquella tarde,
mientras esperaba que comenzara el evento, conversé con el animalito que me había
dado la invitación, charlamos brevemente sobre Bukowski. Tiempo después me dijo
que, probablemente, éramos los únicos que habíamos leído más de cinco libros
del autor; asentí cuando lo dijo. La presentación no me pareció particularmente
interesante, pero estuve atenta todo el tiempo, aprendiendo de él,
observándolo. Aquel primer encuentro no marcó nada, fue una presentación de
muchas, de hecho, no la mejor de todas. Mientras regresaba a mi rutina, no
pensé en la posibilidad de volver a reunirme con el animalito, hasta que en
verano, le vi presentar (eran tres presentando) la revista con máscaras que me
parecieron de “jocker”: según creí entender, lo hacían para que la revista no
fuera asociada a ningún rostro, querían que se sostuviera por sí misma. La publicación
sorpresiva de uno de mis textos me dejó perpleja, luego pensé que la iniciativa
de publicar uno de mis textos correspondía a un reconocimiento y gusto por lo
que yo escribía, algo similar (pero muy lejano) a cuando un editor se presenta
para comprarte algún texto. Tomé como personal el desafío de participar en la
revista, por primera vez acepté la propuesta de un grupo de desconocidos; me
habían devuelto mi curiosidad y las ganas de hacer algo. ¿Era porque el
animalito parecía un chico perdido? ¿por qué era menor que yo? Hasta ese
momento, sólo había recibido invitaciones de grupos de personas mayores
(demasiado adultos), ninguno se había preocupado de leerme antes de invitarme,
nadie había emitido jamás un comentario tan completo acerca de mis escritos. Era
gratificante escuchar, todo el tiempo, críticas acerca de tus textos. Entonces
no lo sabía, pero debí intuirlo, porque tenía la sensación de incomodidad cada
vez que le veía. Disfruté como nunca antes la compañía de desconocidos, me
nutrí escuchando historias, memorizando nombres de autores, intentando aportar
con mis humildes experiencias literarias. Debo decir y, a la vez, confesar, que
al desearlo, lo condené a la desdicha. Les provoqué a que se juntara conmigo,
le obligué a leer mis textos, le conminé a que cada palabra leída pasara a
conversarse conmigo. De a poco y sin darse cuenta, comenzó a envenenarse.
Quizás fui impertinente al involucrarme, pero aquello significó un gran avance
en mis textos, cada mes debía tener un cuento para entregar con puntualidad. En
todo momento me lo tomé en serio, desde los textos más simples hasta las
encuadernaciones, pasando por las editoriales que escribí, el cuidado en la
edición y la diagramación de la revista; no fue de un día para otro que lo hice
bien, esto ha sido un largo camino de errores y aciertos. Uno de los grandes
logros que alcancé, fue conseguir seguridad al escribir, estar segura de que lo
escrito eran buenos textos. Otro logro importante fue ganar experiencia
encuadernando los números especiales de la revista, ahora guio y trabajo en mi
propio taller de encuadernación y reparación de libros; esto sin la ayuda de
nadie, todo el trabajo lo hago yo. El asunto es que la confianza que gané, sólo
tenía lugar en la misma revista… al renunciar el animalito, rompió el pequeño
círculo de humo que creía “seguro”. Asumiendo que yo seguiría en la revista,
aún después de su renuncia, comprendí que él no confiaba en que yo era capaz de
hacer algo sola, quizás pensaba que era tonta como las mujeres que había
conocido; tarada para hacer cosas por sí misma. Creo que la tormenta se desató
luego, provocó que el cariño que le tenía fuera menguando, la lucha de
trincheras es estúpida. Me sentí como una doble espía, ayudando a las partes
mutiladas, intentando llevar y traer información. Este año, me sentí preparada
para llevar a cabo un proyecto sola, lo he logrado con éxito, aún no me he
rendido y creo que vendrán tiempo mejores. Cuando tienes lo que has deseado,
cuando lo haces con la regularidad que nadie puede permitirse, cuando inviertes
todo tu tiempo en avanzar; es capaz cualquiera de sentirse muy bien. Cuando
eres la única protagonista de algo que ideaste tú misma, es la ocupación más
importante del mundo. No puede desaparecer algo que construí para mí, nadie lo
puede fulminar con sus caprichos. El animalito se volvió pendenciero y malintencionado;
me movía a su aire, jamás miraba sobre su hombro. Descubrí también que era
terriblemente vulgar, bruto. Cuando fui premiada lo único que recuerdo es la insistente
idea de que él debió ganar. Lo único que escuché cuando le pedí una lectura,
fue media hora de comentarios livianísimos, como quien habla del clima, supongo
que ese tiempo merecía mi libro, gracias. Hasta septiembre, el mes en que
cumplí 26 años, pasé muchos momentos buenos con el animalito, pero cada vez me
convenzo más, lo diré y lo volveré a pensar, él cree que ninguno de los que
están a su alrededor es lo suficientemente bueno; eso explica el hecho de que
desee marcharse a cualquier costo, eso también explica que insulte a todo aquel
que se le cruce en el camino. A mí me ha ofendido de muchas formas. Me gritó
desde la calle que cometía un error, respondiendo a un “gracias” que se me
escapó un segundo antes. No me arrepiento de haber invertido una semana en mi
libro, tus reclamos y jodiendas fueron pésimas formas de decir “me importa una
wea lo que hagas”. Durante años -sí, años-, disfruté de aquello que parecía un
caballero, un sujeto instruido y un excelso lector. Las cosas malas que le
provoqué fueron innumerables fallos a su cariño, pero todo lo enmendé
cuidadosamente, lo sané haciendo cosas que no quería, muchas otras visitando
lugares que no me acomodaban, otras veces soporté el cansancio y el tedio que
pude haber evitado. No digo que soy una chica perfecta, pero, dentro de lo
posible, ha compensado lo que consideré errores, incluso me he sacrificado por
reparar cosas que no consideré errores, sólo para complacer al animalito.
Ironicamente, esa confianza que gané a lo largo del tiempo, me hizo tan fuerte
que ayer no lloré, luché hasta el final y pude incluso burlarme de quien nos
había hecho daño. Lo que hago está lejos de ser perfecto o un gran trabajo –como
haces tú o crees hacerlo-, pero ser egoísta, para mí, no es un error. No voy a
decir, cuando mueras, que eras una buena persona; me limitaré a agradecerte por
lo que me diste sin esperar nada de vuelta, cosas que ahora creo, son pocas.
Este Réquiem es para agradecerte el interés en mis escritos, tus buenos y malos
comentarios. Agradecer que estuvieras pendiente de mí cuando, antes, tenía
miedo de los “viejitos” que me molestaban a veces. Te reclamo lo vulgar que
fuiste conmigo, siempre has sabido que no vengo del mismo lugar que tú; tus
códigos y bromas no me parecen acertados ni graciosos. Ni estando enojado, se
justifica la mierda que te diste el lujo de escribir. En los primeros años,
todos nuestros encuentros fueron preciosos, ricos. Los últimos tiempos fueron
desdichados encuentros tensos, enfados justificados y la preocupación de que
ambos nos debíamos algo. Mis depresiones son estacionales, me permiten regular
el ánimo y proponerme nuevos objetivos, saltar las barreras que antes me
limitaban; casi he sobrepasado todas, por lo menos, las que conozco. Me dolió
que olvidaras responder a mis cartas, supongo que sabes lo que significan para
mí. No tiene sentido acabar esto sin desearte suerte: a donde decidas caminar,
pisotea a quien se interponga. Muchas gracias por todo. Muchas gracias por
todo.
*Este texto
posee una contraparte, un segundo texto que le complementa y se intercala con
este: hasta el momento no tiene fecha de publicación.