Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

24 de octubre de 2013

Réquiem [A quien corresponda]

   Le conocí de día, estábamos sentados ambos en la misma aula, sin embargo, ninguno de los dos había reparado en el otro. La profesora nos confundía con monólogos antiguos. Sin la menor provocación, me miró y, para ello, tuvo que doblar su espalda y con ello su cabeza quedó frente a la mía. Parecía un lobo, una animal salvaje y como tal, se sentía incómodo encerrado. Me extendió una invitación impresa en cartulina blanca, similar a una invitación que imaginé en el proyecto de mi primera novela. La invitación que narré intentaba, de modo elegante, provocar a un oscuro encuentro; la que ahora recibía, no difería mucho, me pareció sobria, parca e increíblemente atractiva. Durante un par de días la ansiedad me carcomía, deseaba encaminarme hacia la “grieta” que significó Escarnio. Puede sonar perverso llamar “grieta” a una revista literaria, sin embargo, eso representaba para mí; el misterio que jamás llegué a aprehender. Aquella tarde, mientras esperaba que comenzara el evento, conversé con el animalito que me había dado la invitación, charlamos brevemente sobre Bukowski. Tiempo después me dijo que, probablemente, éramos los únicos que habíamos leído más de cinco libros del autor; asentí cuando lo dijo. La presentación no me pareció particularmente interesante, pero estuve atenta todo el tiempo, aprendiendo de él, observándolo. Aquel primer encuentro no marcó nada, fue una presentación de muchas, de hecho, no la mejor de todas. Mientras regresaba a mi rutina, no pensé en la posibilidad de volver a reunirme con el animalito, hasta que en verano, le vi presentar (eran tres presentando) la revista con máscaras que me parecieron de “jocker”: según creí entender, lo hacían para que la revista no fuera asociada a ningún rostro, querían que se sostuviera por sí misma. La publicación sorpresiva de uno de mis textos me dejó perpleja, luego pensé que la iniciativa de publicar uno de mis textos correspondía a un reconocimiento y gusto por lo que yo escribía, algo similar (pero muy lejano) a cuando un editor se presenta para comprarte algún texto. Tomé como personal el desafío de participar en la revista, por primera vez acepté la propuesta de un grupo de desconocidos; me habían devuelto mi curiosidad y las ganas de hacer algo. ¿Era porque el animalito parecía un chico perdido? ¿por qué era menor que yo? Hasta ese momento, sólo había recibido invitaciones de grupos de personas mayores (demasiado adultos), ninguno se había preocupado de leerme antes de invitarme, nadie había emitido jamás un comentario tan completo acerca de mis escritos. Era gratificante escuchar, todo el tiempo, críticas acerca de tus textos. Entonces no lo sabía, pero debí intuirlo, porque tenía la sensación de incomodidad cada vez que le veía. Disfruté como nunca antes la compañía de desconocidos, me nutrí escuchando historias, memorizando nombres de autores, intentando aportar con mis humildes experiencias literarias. Debo decir y, a la vez, confesar, que al desearlo, lo condené a la desdicha. Les provoqué a que se juntara conmigo, le obligué a leer mis textos, le conminé a que cada palabra leída pasara a conversarse conmigo. De a poco y sin darse cuenta, comenzó a envenenarse. Quizás fui impertinente al involucrarme, pero aquello significó un gran avance en mis textos, cada mes debía tener un cuento para entregar con puntualidad. En todo momento me lo tomé en serio, desde los textos más simples hasta las encuadernaciones, pasando por las editoriales que escribí, el cuidado en la edición y la diagramación de la revista; no fue de un día para otro que lo hice bien, esto ha sido un largo camino de errores y aciertos. Uno de los grandes logros que alcancé, fue conseguir seguridad al escribir, estar segura de que lo escrito eran buenos textos. Otro logro importante fue ganar experiencia encuadernando los números especiales de la revista, ahora guio y trabajo en mi propio taller de encuadernación y reparación de libros; esto sin la ayuda de nadie, todo el trabajo lo hago yo. El asunto es que la confianza que gané, sólo tenía lugar en la misma revista… al renunciar el animalito, rompió el pequeño círculo de humo que creía “seguro”. Asumiendo que yo seguiría en la revista, aún después de su renuncia, comprendí que él no confiaba en que yo era capaz de hacer algo sola, quizás pensaba que era tonta como las mujeres que había conocido; tarada para hacer cosas por sí misma. Creo que la tormenta se desató luego, provocó que el cariño que le tenía fuera menguando, la lucha de trincheras es estúpida. Me sentí como una doble espía, ayudando a las partes mutiladas, intentando llevar y traer información. Este año, me sentí preparada para llevar a cabo un proyecto sola, lo he logrado con éxito, aún no me he rendido y creo que vendrán tiempo mejores. Cuando tienes lo que has deseado, cuando lo haces con la regularidad que nadie puede permitirse, cuando inviertes todo tu tiempo en avanzar; es capaz cualquiera de sentirse muy bien. Cuando eres la única protagonista de algo que ideaste tú misma, es la ocupación más importante del mundo. No puede desaparecer algo que construí para mí, nadie lo puede fulminar con sus caprichos. El animalito se volvió pendenciero y malintencionado; me movía a su aire, jamás miraba sobre su hombro. Descubrí también que era terriblemente vulgar, bruto. Cuando fui premiada lo único que recuerdo es la insistente idea de que él debió ganar. Lo único que escuché cuando le pedí una lectura, fue media hora de comentarios livianísimos, como quien habla del clima, supongo que ese tiempo merecía mi libro, gracias. Hasta septiembre, el mes en que cumplí 26 años, pasé muchos momentos buenos con el animalito, pero cada vez me convenzo más, lo diré y lo volveré a pensar, él cree que ninguno de los que están a su alrededor es lo suficientemente bueno; eso explica el hecho de que desee marcharse a cualquier costo, eso también explica que insulte a todo aquel que se le cruce en el camino. A mí me ha ofendido de muchas formas. Me gritó desde la calle que cometía un error, respondiendo a un “gracias” que se me escapó un segundo antes. No me arrepiento de haber invertido una semana en mi libro, tus reclamos y jodiendas fueron pésimas formas de decir “me importa una wea lo que hagas”. Durante años -sí, años-, disfruté de aquello que parecía un caballero, un sujeto instruido y un excelso lector. Las cosas malas que le provoqué fueron innumerables fallos a su cariño, pero todo lo enmendé cuidadosamente, lo sané haciendo cosas que no quería, muchas otras visitando lugares que no me acomodaban, otras veces soporté el cansancio y el tedio que pude haber evitado. No digo que soy una chica perfecta, pero, dentro de lo posible, ha compensado lo que consideré errores, incluso me he sacrificado por reparar cosas que no consideré errores, sólo para complacer al animalito. Ironicamente, esa confianza que gané a lo largo del tiempo, me hizo tan fuerte que ayer no lloré, luché hasta el final y pude incluso burlarme de quien nos había hecho daño. Lo que hago está lejos de ser perfecto o un gran trabajo –como haces tú o crees hacerlo-, pero ser egoísta, para mí, no es un error. No voy a decir, cuando mueras, que eras una buena persona; me limitaré a agradecerte por lo que me diste sin esperar nada de vuelta, cosas que ahora creo, son pocas. Este Réquiem es para agradecerte el interés en mis escritos, tus buenos y malos comentarios. Agradecer que estuvieras pendiente de mí cuando, antes, tenía miedo de los “viejitos” que me molestaban a veces. Te reclamo lo vulgar que fuiste conmigo, siempre has sabido que no vengo del mismo lugar que tú; tus códigos y bromas no me parecen acertados ni graciosos. Ni estando enojado, se justifica la mierda que te diste el lujo de escribir. En los primeros años, todos nuestros encuentros fueron preciosos, ricos. Los últimos tiempos fueron desdichados encuentros tensos, enfados justificados y la preocupación de que ambos nos debíamos algo. Mis depresiones son estacionales, me permiten regular el ánimo y proponerme nuevos objetivos, saltar las barreras que antes me limitaban; casi he sobrepasado todas, por lo menos, las que conozco. Me dolió que olvidaras responder a mis cartas, supongo que sabes lo que significan para mí. No tiene sentido acabar esto sin desearte suerte: a donde decidas caminar, pisotea a quien se interponga. Muchas gracias por todo. Muchas gracias por todo. 

*Este texto posee una contraparte, un segundo texto que le complementa y se intercala con este: hasta el momento no tiene fecha de publicación.

11 de octubre de 2013

Pequeñas palabras que provocan carcajadas

Primer acto:

-¿Podría decirme el precio de este rastrillo?
-Para usted, barato.

Segundo acto:

-¿De qué sabor es la sustancia?
-Tiene sabor a sustancia
-Pero ¿qué sabor tiene la sustancia?
-Tiene sabor a sustancia ¿conoce la sustancia?
-Deme guagüitas

Tercer acto:

-Ayer nos ofrecieron detergente, hoy nos ofrecen desodorante ¿nos "verán" hediondos?
-[Risas] mañana nos ofrecerán shampoo.