Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

3 de octubre de 2017

Me mandé una de las grandes.

Hace algunos días -creo que más de una semana-, mordí a alguien. Me he sentido fatal todo este tiempo, he querido hablar con alguien para contarle, pero no se ha dado la oportunidad. Te preguntarás por qué quiero hablar, si está hecho y no hay nada que puedas hacer al respecto; deseé que alguien me dijera "Pía, lo que hiciste está mal, lo sabes, lo sé. Yo hubiera solucionado así o así el problema, quizás hubiera actuado igual que tú." Como te habrás dado cuenta, no busco empatía, comprensión o nada de nada; busco que alguien me escuche.
Dos o tres veces me he visto en la obligación de hacer daño: morder, patear y golpear con puños, cuando no fui escuchada, cuando intentaron hacerme algo sin mi consentimiento y acabaron saliéndose con la suya -las tres, en ese orden-. Cuando actué así, no sentí culpa, sino rabia, demasiada como para detenerme a pensar en lo que hacía o sus consecuencias. Aquellos animales (no son personas, son bestias) que actuaron porque se les antojó hacerlo, sin pensar en si yo quería o no, sin preguntar o respetar mis negativas, merecían ese trato violento; fue el único modo de quitármelos de encima porque nadie más me ayudó o me apoyó cuando sucedió.
Ahora siento que hice mal, siento que fue algo terrible. 

14 de septiembre de 2017

Prefiero dejar de sentir.

El lunes pasado, en Los Viajeros del Mary Celeste, comentábamos sobre la construcción de personajes dentro de un cuento: siempre decimos (y estamos de acuerdo) con que debemos saber el cómo y para qué hacer un personaje, brindarle vida y credibilidad; además de otros detalles que son importantes, pero no vienen al caso. 

Actualmente estoy trabajando en tres proyectos literarios propios: 
El primero -si bien no es el principal, es el que lleva más "vuelo"- y publicado bajo seudónimo, se trata del libro "Petricor"; desde que me decidí a escribirlo y comencé con el mismo, estaba planificado como una trilogía. Por el momento tengo publicado "Diarios Químicos" y estoy trabajando en "The Celestial Toymaker", además de acabar de "cuadrar" la trama de una tercera parte. En un par de fragmentos de "Diarios Químicos" aparece un muchacho de cabello muy largo, es una parte bastante triste y fue escrita con una mano muy temblorosa, sentía que estaba sola y que debía incluir un fragmento dedicado a esa persona de pelo largo. 
El segundo -detenido hace más de dos años- y también planeado como una trilogía, se llama "Carta". Con quien tuve el tiempo e interés de explicar un poco de qué trataba y cómo había sido el proceso de escribirlo, sabrán que califico esta publicación como una experiencia bastante fuerte, potente y devastadora; me dejó agotada y fue doloroso escribirlo, incluso leerlo me provoca cierto rechazo, me comporto reticente cuando hablo de aquello. En la primera parte -publicada- hay tres personajes que están todo el tiempo dañándose, odiándose, tanto al otro como a sí mismos. Uno de ellos también tiene el pelo muy largo. 
El tercero es una exploración en un género distinto, el referencial (que agrupa los géneros: biografías, autobiografías, diarios íntimos, cartas y memorias). Me decidí por escribir sobre mis experiencias literarias desde el 2004 a la fecha, poniendo énfasis en el maltrato a autores jóvenes de parte de autores conocidos en la ciudad, la hostilidad del mundo literario hacia los autores emergentes y nuevos proyectos, la violencia y el acoso hacia las mujeres, entre otros temas; en el libro escribo hechos y los complemento con opiniones, reflexiones y juicios al respecto. Me pareció relevante darle espacio a quienes me acompañaron literariamente en algún momento y quienes aún lo hacen; si me conoces, será evidente que el tema "Revista Escarnio" esté presente. Mi historia con la revista está narrada en tres partes no consecutivas: "Hijo de la ignominia", "La incómoda discordia" y "Me pego un tiro", cada una dedicada a los tres editores más conocidos de la misma, incluyéndome. El segundo, practicamente en su totalidad, agradece a una persona, un joven de pelo largo. 

Ahora te preguntarás a qué viene todo esto, aquí está la respuesta. Yo estoy muy conciente de que no fui fundadora de Revista Escarnio, también sé que mis textos jamás fueron los mejores (evaluando mis textos y comparándolos con las publicaciones de autores locales y consagrados), también sé que las revistas que diagramé no fueron las más bellas, ni las que tenían menos errores; pero debo decir que fui la única que se ocupó de la encuadernación de la misma y fui la mejor mientras lo hacía. No es secreto que en febrero renuncié a la revista, tampoco es secreto que ahora trabajo completamente sola en Taller Me pego un tiro. No estoy en labor de negar lo que ya pasó. 

Hace más o menos un mes, el único editor original que queda en Escarnio, negó que mi trabajo con la revista fuera un proyecto conjunto, pues yo no la había fundado; al otro día entendí que jamás fui un "par creador" de este editor, sino una subordinada que se encargaba de las cosas que daban "lata" (impresiones, encuadernación, mail, facebook, blog, etc.). 
Hace más o menos tres días, a pesar de decirle que él era mencionado o habían referencias de él en muchos de mis textos; dijo no sentirse identificado, negó que fuera él. He pensado bastante, me he dado vueltas en la conversación y puedo descartar fácilmente su aparición en "Diarios Químicos" y "Carta", pues todo está permeado de opiniones, es poco claro e incluso ficticio; aunque debo decir que su mención en "Aguas pesadas" es bastante fiel a la realidad, les dejo el texto en bruto (sin correcciones, el mismo texto que él leyó): 

"II – LA INCÓMODA DISCORDIA
En septiembre de 2009 conocí a uno de los tres editores originales de la revista (al que me refiero extensamente en el texto “I – Hijo de la ignominia”), hasta el verano del año siguiente conocí a los otros dos y uno más, uno que nunca se consideró editor, pero a quien se agradecerá siempre el préstamo de su habitación y un computador para editar los primeros números de la revista, y la desinteresada “liberación” de decenas de libros (desde esos años, hasta el día de hoy).
El segundo editor que conocí fue el que primero abandonó el proyecto, según recuerdo no participó en más de tres ediciones.
El tercero era un muchacho joven, salido apenas del colegio; me fue esquivo algunos meses, me pareció arisco y malhumorado, demasiado serio para su edad. Este muchacho ha sido el único editor que ha acompañado a la revista durante sus sesenta y dos ediciones, a lo largo de siete años.
En un comienzo y a causa de los pocos recursos con que contaban los editores originales, les pareció buena idea pedir ayuda a la municipalidad de la ciudad por medio de algunos interesados en la literatura; ayuda que les fue entregada oportunamente. Jamás creas que las revistas literarias de nuestra ciudad no han recibido ayuda de parte de la municipalidad, autores (ya sean pasajes, ayuda financiera, etc.) y proyectos (con insumos y fotocopias); exceptuando las revistas del circuito universitario, quienes han amalgamado los modos de obtener recursos y financiar sus proyectos, entre apoyo de sus preceptores, venta a estudiantes más jóvenes y de sus bolsillos. Menciono este punto porque es común que en tiempos de feria del libro, se critique duramente la instancia, incluso se boicoteen algunas presentaciones o se increpe a ciertos autores, criticando su presencia en la misma feria; “vendidos”, “conformistas”, “¿no les molesta tener pendones de la municipalidad en sus presentaciones?”, “¿van a participar todos los años en esta instancia?”, “¿van a seguir eternamente sacando la revista?”.
Me han herido de muchos modos, siempre aprovechando una inocencia propia de la juventud, confiada y ciega fui engañada, me mintieron y hablaron pestes de mí; me he retirado a mi hogar, a trabajar en la literatura, en mi carrera de narradora y el único ser humano que desde el principio ha estado a mi lado, confiando en mis capacidades y criticando mis desaciertos ha sido este muchacho delgado, el único editor original que queda.
Se me hace terriblemente difícil escribir sobre él, pues fuera del apoyo que me brindado, se ha transformado en un maravilloso compañero en la literatura; reconozco en esta parte que me es imposible hablar desde el recuerdo. Es el encargado de exactamente la mitad del trabajo editorial en la revista, encargándose de la selección de textos poéticos para la misma, escribiendo editoriales que representan lo que ambos pensamos sobre la edición en particular, aportando ideas que con mi experiencia encuadernando podemos llevar a buenos resultados.
Le conocí joven e indeciso, le conocí leyendo y perdido en tiempos remotos, aprendiendo solo, llenando tres cuadernos que luego se reducían a dos o tres poemas. Si bien la disciplina rutinaria no es su fuerte, dedica cada momento de su vida a la literatura. Cuando alguien le pregunta a qué se dedica, con orgullo dice: “yo me dedico sólo a escribir”, al ver los rostros inquisidores desvía la mirada y continúa en su lectura. Mantengo por lo menos metro y medio de libros apilados, todos dejados en mi casa por este lector obsesivo.
Cuando gané un concurso editorial, me felicitó sin más. Cada vez que envío algún cuento, me desea suerte y me dice “no importa” cuando no he resultado seleccionada (cosa que sucede siempre).
Me pregunta cada lunes si iré a juntarme con “Los Viajeros”, siempre respondo afirmativamente. A veces regreso a casa sin haber visto a nadie, por la tarde comparte conmigo un té y me dice que la próxima semana aparecerán.
Ya no me regala libros, pues sabe lo que pienso al respecto –un autor que me regala un libro, pensando que hará bien a mi literatura, me guía según sus gustos, sin respetar mi crecimiento personal, mi instinto y mi ritmo−, sabe bien que recomendándome un cuento basta, ya lo leeré y aprenderé cuando esté lista, cuando lo necesitara.
Escucha cada idea que se me ocurre y tiene el valor que requiere decir “no creo que funcione”, no es complaciente conmigo porque soy mujer. Ha sido siempre respetuoso, su decisión de apoyarme o discutir mis ideas se basa en que cree que yo soy igual a él, somos pares creadores, igual de importantes y sabe que juntos como editores podemos ir más allá que cada uno por su cuenta.
Cada vez que decido publicar un plaquette, me desea lo mejor. Siempre es honesto, sea buena o mala su opinión al respecto del texto, pues sabe que lo publicaré de todos modos.
Permitió que me ocultara durante media hora o más, bajo la mesa de exhibición un día de la feria del libro, me avergonzaba que alguien se burlara de mi estado deplorable, llorando de impotencia porque habían intentado robarnos. Lloré de nuevo al año siguiente, me quedé bajo la mesa otra vez, durante más de una hora; antes había descargado mi rabia contra un poeta absurdo, mentiroso, tonto y flojo, lloré iracunda y este muchacho dejó que mitigara cualquier mal sentimiento, encargándose de todo, diciéndome que fumara un cigarro si eso me hacía sentir mejor.
Podría escribir páginas y páginas sobre este muchacho, pero acabaré este capítulo diciendo: Este muchacho que ha continuado defendiendo con dientes y puños la revista, ha sido un ejemplo para mí de constancia −a lo largo de toda la historia de la revista−."
Quien le conozca, sabrá que todo esto es cierto; o lo fue, hasta el año pasado, hasta el punto en que yo estaba segura de conocerlo bien. Pensé bastante en esto y alcanzo a identificar algunas ideas que creo pertinente expresar. 
1.- Negar esta parte, la descripción de él que escribí en un libro que he calificado dentro del género referencial, más específico en el género de memorias; me convierte en una mentirosa, convierte mi narración en una absurda maraña de mierda. 
2.- Si esto no se corresponde con la realidad, si no describe a esta persona; no tiene que ver con las ganas intencionales de mentir, sino por el hecho de que jamás le conocí lo suficiente como para describirlo de modo satisfactorio, de un modo en que él se sintiera identificado. 
3.- Si lo que escribí sí corresponde a la realidad, la persona descrita no quiere reconocer que tengo razón, que la descripción es acertada. 
4.- No será la primera ni la última vez que alguien dice algo sólo para vengarse, cuando las personas se sienten felices siempre dicen "está bien lo que haces", mientras que si están enojadas dirán "todo lo que haces está mal". 
5.- Cree que lo que digo es insuficiente para el verdadero mérito que tiene, lo que escribo no le hace justicia. 
¿Alguna le parece acertada? no se me ocurren más. 

Ayer (donde se mencionó todo este tema) y a propósito de un mensaje que escribí en facebook, comenzó con una frase que yo terminé con un "...porque siempre estuviste solo", me miró y me dijo que sí, que siempre había estado solo. Mucho después de esto, le dije: "¿Te das cuenta de lo que acabas de decir? Si dices, crees, piensas que siempre estuviste solo, me has reducido a nada". Respondió con un "No seas melodramática". Me pregunto qué significa entonces su sentencia de que siempre estuvo solo. ¿Acaso me imaginé todo? ¿acaso no vino a mi casa? ¿no se quedó jamás aquí? ¿no le apoyé? ¿no le "cubrí"? ¿no colaboré con sus proyectos? ¿no fui subordinada en la revista? ¿no trabajé con él? Lamento que, aún cuando he renunciado a todos los proyectos que amaba, él sienta la necesidad de negar que yo estuve a su lado en algún momento.  

Con esta entrada, prefiero dejar de sentir.  

1 de septiembre de 2017

Cuando la amapola yace mustia.

La noche que pasó, desperté varias veces. Algunas por situaciones aterradoras en mis sueños y otras por mi gato que exige que despierte y le atienda. Estoy pasando por algo bastante malo, me he visto en la necesidad de romper mi corazón, lanzanlo a una caja con cientos de cartas y quemarlo. Es normal vivir tristeza cuando sientes que te abandonan, aunque más de alguien pensará que seis meses es exagerado para seguir en la misma situación. Me dijeron algunas palabras bastante hirientes, frases que iban envueltas en hastío u odio -no lo sé-. Por bastante tiempo me he visto atrapada por el silencio, mentir para que las personas no perciban mi tristeza y no agobiarlas con mi ánimo; el "agobio" es algo que puedo leer bastante bien en el rostro de las personas que conozco. Confié en que una persona (que conozco hace bastantes años) pudiera escucharme, sin intenciones de que "resolviera" mis problemas -sé bien que no tienen solución, sin embargo, hablar hace bastante bien-, luego de cientos de palabras que se cruzaron entre nosotros, luego de abrir totalmente mi corazón y describir con detalle cada sentimiento, cada pena, cada dolor; me ha dicho algunas cosas que me han acabado por destrozar. Al terminar de conversar, decidí acabar -de una vez por todas- con todo lo que teníamos en común, renuncié a muchas cosas que amé, boté muchas cosas que adoraba y me desharé de otras tantas que ya no me corresponde tener. Hasta el momento en que me dijeron esas cosas terribles, pensaba que otros también serían crueles conmigo, que todos reaccionarían con hastío; no, me soprendió un rotundo no. Un muchacho (que yo y unos amigos identificamos con un gato), no dijo nada al decirle "me iré caminando contigo", tampoco me dijo nada cuando le dije que había peleado con alguien, que por eso me sentía triste. Me dijo "¿me invitas un té?" y llegamos a mi casa, le ofrecí un té y él habló mucho, me hizo saber que un proyecto que tenía en mente estaba avanzando, que se estaba involucrando más y más con sus intereses actuales. Yo hablé poco, escuchaba e intentaba aportar en algo -aunque no es un tema del que sepa mucho-, llegamos a la casa alrededor de las 22:00, se fue a las 1:40 am. Me dejó una sensación de calor en el interior, me sentía aliviada, querida, necesaria. No importó que me sintiera triste, porque llenó cada lugar vacío con su compañía; no fue necesario preguntarme y obligarme a decir algo, simplemente acompañar.
Una vez, hace bastante años, me sucedió algo similar. Decidí ir a ver a alguien a quien extrañaba mucho, me urgía verlo y conversar con él, aunque sabía que pelearíamos. Lo vi, pero estaba ocupado con un grupo de personas. Me senté algunos metros más allá, fumé un cigarro mientras esperaba. En un estado casi de hipnosis, metida dentro de mi cabeza, pensando de un modo extraño, llegué a decirme: "Ey, en algún tiempo él se acercaría apenas te viera, él dejaría todo por ti, él se interesaría por lo que tenías que decirle. Ahora no, ahora eres un animalito al que no se debe poner atención, estás triste y te sobrepasa todo, sientes rabia y sanarte incluye jamás volver a necesitarlo". Me subí a mi bicicleta y pedalee a casa, lento, lento, bajando por diez o veinte cuandras. Me tomó bastante deshacerme de ese sentimiento de vacío, han pasado tres años o quizás más, me ha llamado tres veces. Las primeras dos para "mandarme a reparar un libro", a lo que respondí "llámame más tarde" -la primera llamada- y "no tengo tiempo para reparar libros, tengo mucho trabajo" -la segunda llamada-; él respondió: "no creí que después de tanto tiempo siguieras enojada". Una tercera llamada -este año nuevo-, al preguntar yo quien hablaba y escuchar que se identificaba, le colgué sin más, no volvió a llamar. Agradezco que jamás me lo volví a encontrar de frente en la calle y que sea fácil disuadirlo de marcharse cuando lo veo en la feria del libro. Al comprender que yo era innecesaria, desistí.
Ahora, con todas esas malas expresiones, con tanto odio de por medio, con el hastío marcando su rostro; sentí que tampoco era necesaria. Me prometí no volver jamás, con el tiempo no contestaré sus llamadas, renunciaré a todos nuestros proyectos comunes (ya dejé la mayoría, sólo queda uno), dejaré de hablarle y agradeceré no volver a encontrármelo de frente en la calle. Matarlo en mi cabeza, pensar que ya no existe.

20 de julio de 2017

Radio Zigma

Hace ya dos semanas, estoy participando de Proyecto Radio Zigma, colaborando con un programa dedicado a la literatura: "Los Viajeros del Mary Celeste". Les dejo la plataforma en donde puedes escuchar online el programa o descargarlo como podcast.

Radio Zigma en Mixcloud: plataforma en donde puedes encontrar los programas de Radio Zigma.
Fanpage: para seguirnos, mantenerte informado y dejar comentarios.
Correo: contacto.radiozigma@gmail.com

13 de abril de 2017

Si me has visto...

Si me has visto y has conversado conmigo durante estos últimos dos meses, quizás te ha llamado la atención que me vea triste, que exprese ideas pesimistas y que he perdido considerable interés en todo lo que me rodea. Ya me había sentido así, hace siete u ocho años. Sé bien lo que se siente escuchar cosas que no son reales, tener ganas de lanzarse por una ventana y no tener ganas de nada más. Todo esto comenzó a finales de diciembre, se volvió demasiado importante a mediados de enero, explotó durante la feria del libro. Ahora ha bajado a niveles pequeños, pero bastante nocivos. No he sentido la necesidad de salir, lo hago porque debo hacerlo. No he sentido necesidad de avanzar en algo, lo hago porque me comprometí a hacerlo. Ocupo mi día en terminar todo lo que tengo a medias, quiero desahacerme de las cosas que me recuerdan que hubieron tiempos mejores. Quizás si me esté aislando, como me dijo un amigo un día lunes ¿importa en realidad? Si me ves despeinada y con chaquetas grandes es porque me siento triste. Me han salido muchas canas nuevas y se me ven. He estado durmiendo de modos extraños, muchas más horas, mucho menos horas o nada de nada. Siento que debo comer azúcar, cucharadas de azúcar. Me atrinchero en casa y no importa. 

4 de marzo de 2017

Cuando la música estalla en tu corazón - Parte I [Antecedentes de intervenciones colaborativas con músicos]

Al parecer, soy de las pocas personas a las cuales la música no le provoca nada en particular; no puedo citar grupos favoritos, no puedo recordar los nombres de los temas ni citar nada al respecto. Me gusta mucho mucho la música disco, siento que me hace feliz. Me gusta silbar "Carmen", puedo hacerlo bastante bien. Nada más puedo decir al respecto.
El año pasado y creo que casi por azar, recibí una invitación de parte de Michel Leroy -músico local- a una lectura colaborativa. Fui al evento y vi algo que no conocía, sentí un poco de temor. No recuerdo la razón exacta de ir y declinar leer, me devolví a casa unas horas después. El siguiente fin de semana fui, esta vez a leer. Al parecer, un par de días antes había enviado a Michel algunos textos, él los leyó y los comentó positivamente. Se acercaba la hora de leer. El cuento se llama "Pesimismo" (Aquí puedes escuchar la presentación), todo funcionó a la perfección ¡me sentí muy extraña! Salí un poco acalorada, acelerada y excitada; agradecí a Michel por la oportunidad. Volvimos a "unir fuerzas" un par de veces más. Siempre fue satisfactorio, siempre fue una experiencia fuerte.
No tengo explicación para la situación en sí: imagina, una chica que escribe narrativa y que no sabe mucho de música, leyendo en simultáneo con un chico que lleva mucho tiempo haciendo música ¡con excelentes resultados! Me cuesta un montón reconocer las razones, buscarlas en mi cabeza e intentar explicarlas. Todo esto pasó a lo largo del 2016.

Hay un antecedente, tampoco puedo explicar bien el cómo sucedió. Jorge Chávez -artista visual local- me pidió un texto para una presentación, una performance con actores, música en vivo, humo, luces y data. Ahí sí sentí mucho miedo. No había estado en un escenario con tantas personas interesadas viéndonos. El resultado fue "aterrador" de la mejor forma que se puede imaginar: solemnidad, un texto a ocho manos, silencio y expectación. Los aplausos me dejaron un poco mareada, feliz y atenta a una nueva sensación. (Aquí puedes ver la presentación). Esto sucedió durante el verano del 2015.

Un tercer paso -ya más definitivo- fue el que dimos (como editores de Revista Escarnio) con la presentación de dos performances músico-literarias: "El sur del relámpago. Literatura sobre la Antártida" (2016) y "Tenri" (2017). Pedimos apoyo a Felipe Cortés -músico y narrador local- para la composición e interpretación en vivo de algunos temas para una lectura dramatizada, él nos presentó a cuatro chicos con los cuales sentía afinidad al improvisar; así nace "Augusto ya no está a la moda" (grupo que no existía previo a las performance, conformado por: Roberto Aguirre, Mauricio Rojas, Carlos Wong, Rigoberto Orrego, Moira Vargas y Felipe Cortés. No tengo idea de las razones, pero estar con estos muchachos llenos de energía e ideas, me hace sentir feliz, cómoda, querida. (Puedes ver aquí la presentación "El sur del relámpago").

*Esta entrada es la primera parte de dos.

24 de febrero de 2017

Deja de tratarme como si fueramos buenos amigos

Pocas veces he sentido que otra persona me comprende, apoya, se compadece de mí, se preocupa y además escribe; todo junto y sin ninguna clase de intención solapada. Hace más o menos un mes, decidió que ya no me visitaría con tanta frecuencia, además que priorizaría sus proyectos personales. Abandonó un proyecto que manteníamos juntos desde hace ya muchos años. Durante meses fue irrespetuoso con mi labor de encuadernadora y, hasta cierto punto, fue abusivo con algunos pedidos que requerían más de dos días de anticipación. Cuando entendí que finalmente renunciaría, cuando me lo dijo por fin; me sentí destrozada. Un vacío tremendo se abrió dentro de mí y me ha costado casi un mes cerrarlo. Una de las cosas que me ofenden terriblemente es que las personas que me trataron bien mientras trabajaba con ellos, se vuelvan brutos cuando ya no hay proyectos en común. Por "bruto" no me refiero a golpes o insultos; sencillamente que se vuelven insensibles cuando hablan conmigo. Me inquieta que no sonrían ni que sean capaces de expresar nada más que hastío en el rostro, que les diga "me duele esto y aquello" y lo único que atinen a decir es "siempre estás deprimida, todo te duele siempre"; mientras en el pasado intentaban, por lo menos, darme un dulce para que me sintiera mejor. La preocupación y el cariño -cuando vienen de mí- con frecuencia no son palabras ni regalos; son atenciones que sólo dedico a las personas a las cuales quiero. Cocinar galletitas con caritas felices y "salsa secreta", preparar Birdolina, ir a algún lugar especial que sólo conocen algunos, invitar a las personas a mi casa a compartir un té: ese es el tipo de cariño que me gusta entregar. Me cuesta un montón estar sola, aunque me gusta -hasta cierto punto-; ahora que fue todo repentino, me ha dañado mucho, siento que me abandonaron. ¿Qué más podría decir?... me gustaría que dejáramos de vernos, también que dejara de llamar y actuar como si fuéramos buenos amigos; no me gusta que al despedirse (por teléfono y en persona) me diga "cuídate, que te vaya bien".