Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

28 de febrero de 2021

¿Tengo piojitos o no tengo piojitos?

La primera vez que se me presentó la oportunidad de ir a hacerme el examen del VIH, gratis, cerca de casa; pues decidí irme como una hora antes para poder entrar y salir rápido.

Por casualidad me encontré con esas kermeses de escuela básica, llena de buenas intenciones y cabros chicos dando jugo a los papás que intentaban vender alguna que otra cosita para poder reunir fondos. Tú sabes que este tipo de ferias con tres o cuatro locales amparados bajo toldos prestados venden puras cosas caseras: baratas y hechas a la rápida. Puedes irte a llenar la guata de choripanes a medio cocinar con pan tibio, completos crujientes de tanto estar calentándose a las brasas con mayo caliente que ha estado al sol desde que comenzó la feria, queques con recetas del taller de economía doméstica que desbordan aceite, alfajores con poco manjar y demasiado coco, pebre con pasta de ají y más cebolla que tomate, vasitos de bebida desperdigados por todos lados y heladeras llenas de agua fría. Me encanta y nadie te juzga, porque vas con dos lucas y comes de todo, te deshaces de lo que ellos te venden porque hay que hacerlo no más, es por los niños y el colegio, es por la profe que te contagia su emoción artificial: ¿a quién porras le interesa pasar un sábado al sol, perdiendo valioso tiempo que podrías estar invirtiendo en ver las series de moda, entre apoderados que odias y pequeños gritones que no son tuyos? 

Ahí estaba yo, sentada a la sombra, con una cajetilla de cigarros a la mitad y comiendo algo mientras decidía qué comería a continuación. A las 11:00 puse mi pie en el parque, a las 11:10 ya estaba comiéndome un choripán y a las 12:00 comenzarían a tomar los exámenes. 

Me provoca cierto asco eso de las kermeses porque jamás disfruté una después de los 10 años, cuando estuve en el primer colegio de mi infancia. Hasta los diez años y eso que mi familia era súper restrictiva sobre los juegos que podía probar y los que no, las cosas que podía comer y las que no; evidentemente jamás me dejaban ir a jugar sola por ahí aunque la kermese se hacía dentro del colegio (en un patio totalmente cercado por las aulas); nadie podría hacer nada sin ser visto por otros. Me acuerdo de haber ido un par de horas, siempre con ellos e hipervigilada. Ya de adulta, las kermeses que me gustaban eran la verbena serenense y las pampillas, aunque eran de proporciones cósmicas cuando las comparabas a las del colegio; las mismas características, pero aumentadas en todo sentido. Dejé de ir cuando dejé de tener dinero a disposición para gastar y era más importante fumar que ir a comer cosas aleatorias porque "me tincaba" probarlas.  

Como en ese tiempo era más obsesiva con la puntualidad, apenas comenzaron los atisbos de movimiento para el examen (llegada de un furgón municipal, bajada de toldos, armado de módulo, disposición de información impresa, despliegue de funcionarios, etc.) anoté la hora en que todo comenzó y terminó de prepararse... 13:45. Ese choripán me quedó de almuerzo y otros muchos dulces horneados de postre. Pa variar, una chica -que venía pasando alegremente- llegó al mesón antes que yo y pasó primero a hacerse el examen: so jodida y maldita afortunada. 

Poco recuerdo de cuándo o cómo me tocó, pero mientras esperaba me encontré con una amiga de carrete.    
    -Oye, hola ¿venís a hacerte el examen?
    -Sí pu, aquí estoy esperando.
    -Oye ¿y no te da cosita?
    -¿Por qué me daría cosa?
    -Porque sí po amiga, debería darte cosita... ¡presión social! ¡presión social!

Yo quería irme a mi casa porque me aburría, llevaba ahí como tres horas y más encima me estaba entrando el hambre (otra vez). Al rato me llamaron a una sala, me dieron el resultado, me regalaron condones femeninos (en mi vida jamás los había visto o tocado "de verdad") y le pedí más a la señorita. Me llevé toda la info impresa de la mesa y me fui a la casa a comer. 

A los días fui a comer con mi familia y, mientras esperaba que sirvieran, comenté a mi madrecita que me había hecho el "examen de piojitos"... mi hermana paró la oreja y ella sí entendió. "Mamá, no tengo piojitos".  

25 de febrero de 2021

Viajes y viejos. No viajes y no viejos [Parte II]

El primer encierro total me pilló de sorpresa, ese día martes vinieron dos amigos y ellos me comunicaron que el miércoles se venía la cuarentena; caí en pánico. No sabía bien qué iba a hacer o cómo debía hacer para preparar mejor el encierro. Por fortuna mi familia me pasó dinero y, muy a regañadientes, lo acepté; no es que no lo quisiera porque tuviera dinero, lo necesitaba precisamente porque no tenía ni un peso. No me preocupa la comida (nunca falta comida en la casa), tampoco la incapacidad de poder cocinarla (siempre se puede, de algún modo); sabrás y (comprenderás) que lo único que me tenía preocupada era la falta de "eso", pero no lo escribiré en esta entrada porque no quiero alumbrarme más.

Hace algunos años vino a La Serena un poeta del sur, estuvo acá tres meses haciendo un taller de poesía financiado por el fondart; estuve muy cerca de él y lo veía harto porque su asistente era mi compañero de trabajo, terminé involucrándome en algo que no me era muy cómodo ni útil: ir a su taller de poesía, sacar las copias/guías de cada sesión y, claro, salir con poetas porque casi siempre terminábamos yendo a algún lado después del taller. No podría decir que aprendí mucho, ya que todo lo que se planteaba en el taller lo tenía integrado desde que me comencé a relacionar con poetas locales; consideraba útiles esos conocimientos en tanto los clasificaba de "cultura literaria", pero en la práctica me sirvieron poco; no fue una pérdida de tiempo, pero tampoco fue la gran oportunidad de nada (confeccioné las libretas que se regalaron en la finalización del taller, pero de ahí no me salió más pega asociada a ese taller). 

En alguna ocasión fuimos al CCHerrera, recuerdo vagamente estar conversando con el tallerista afuera del local (de seguro yo había salido a fumar) y yo le contaba que me hubiera gustado tener la edad de Nury -una poeta local, amiga nuestra- y vivir en esta época, digamos haber tenido la oportunidad de conocer todo esto, pero teniendo ya mis buenas décadas encima; algo así como ser un Burroughs entre los beats (no estoy comparándonos, sino ejemplificando la diferencia de edad). 

A veces, pienso que mi pasar literario de esos años hubiera sido mucho más soportable y grato de haber tenido yo muchas más décadas encima; no sé bien cómo diantres llegué a esa conclusión, pero la idea se me presenta con frecuencia. Quizás es la solución que se me ocurrió para imaginarme un pasar menos accidentado, menos sufrido, menos dañino (en esos años): noches en que no me embriagaba, noches en que nadie fue grosero conmigo, noches en que no sentí amor o ira, noches en que nadie esperaría nada de mí. Estar ahí, trasnochar en buena, irme del lugar en buena, decir un par de weás sin pensar en la culpa. Claro, existir con mayor edad en este tiempo y vivir lo mismo que me tocó vivir a los veinte, sería trampa; saltarse un montón de asuntos que se supone debes vivir para aprender y ampliar tu criterio, para crecer y formar a esa persona que tiene muchas décadas encima. 

Me gusta la forma en que mis amigas "mayores de edad" me oyen en serio, quisiera tener esa capacidad de escuchar sin que mis propios pensamientos interfieran constantemente con ese mensaje: les he contado weás cuáticas, cosas muy feas y, de estas amigas, obtengo justo lo que necesito: que me escuchen sin juzgarme, que no intenten hacerme cambiar de opinión, que me entiendan (aunque no les guste) y que me brinden un lugar seguro para existir de un modo en que uno no existe comúnmente. Quisiera tener esa capacidad, esa paciencia pa escuchar weás que quizás no tienen mucho sentido -pero que uno siente como tragedias porque es, quizás, la primera vez que las vives-. 

No me hubiera molestado "nacer vieja" o existir pasándome por alto la mierda de haber existido "joven" (adolescente, veinteañera, treinteañera), no sé si algún día lo que aborrezco de mi vida me sirva para obtener paciencia, valor y templanza. Quizás ni lleguemos a viejos, con un amigo casi siempre salimos con algo así: "con lo destrozados que estamos, es poco probable que vivamos hasta viejos".          

Crecer, madurar, envejecer. Se supone que también se traduce en lo que eres mentalmente: creces, maduras y envejeces. Las ideas se cuajan, el carácter se añeja, la personalidad se endurece, nos pulimos en lo que hacemos. Tomamos mejores decisiones, no porque sea absolutamente la mejor, sino porque sabemos más al momento de tomarlas y estamos mejor preparados para el éxito o el fracaso. Ahora, con un éxito me regodeo en orgullo (algo incontrolable y estúpido); ahora, con un fracaso me regodeo en la miseria (algo incontrolable y estúpido); ¿será que algún día pueda tomar las cosas como son realmente, no sobredimensionar consecuencias y vivir de un mejor modo para mí y para otros? 

20 de febrero de 2021

Es porque eres mujer

Mientras más pasa el tiempo, más escucho la expresión: "es porque eres mujer". Desde el 2018 (contexto: tomas feministas) casi todo tiene que ver con que ahora sí importa mucho que me vea como una mujer.  Entiendo a qué se refiere, pero no responde mis preguntas y tampoco me satisface ese tipo de respuesta. 
Yendo bien atrás (2010 a 2012) conocí a varios escritores y algunos tenían un trato diferenciado cuando yo estaba ahí, lo noté cuando comencé a juntarme sola con esos escritores; antes no lo había notado y, además, lo había achacado a mi falta de conocimientos sobre literatura (ellos sabían mucho, yo muy poco; entonces yo era alguien que iba a escuchar y aprender, pero ellos transmitían la información activamente en las conversaciones). Cuando comencé a juntarme sola con algún que otro escritor que me invitaba, primero tuve que reunir valor y luego tuve que mantener cierta actitud de alerta ("a la defensiva"); si comúnmente y, en medio de un grupo, no era yo el centro de interés (no escribía poesía y, en realidad, escribía muy poco; no sabía mucho de los escritores que ellos leían; no sabía mucho de literatura local; no me gustaba darle a la cháchara literaria; no me gustaba hablar de mis cuentos; no tenía planes, de ningún tipo, a futuro; etc.) y tampoco me habían manifestado un interés por lo poco que hacía (aprender a encuadernar, ayudar a editar y escribir cuentos) ¿por qué diantres querría alguien juntarse conmigo? tampoco tenía una relación de amistad con ellos, ni compromisos por admiración, trabajos colaborativos o algo siquiera que justificara esos encuentros. Claro que iba con actitud defensiva: a las chicas/niñas se les enseña a ser desconfiadas. Yo misma aprendí que recibir "piropos" a los 12 años te hace sentir asquerosa, ya había tenido malas experiencias con hombres adultos que piensan que cualquier mujer de 18 a 20 años "cae redondita", ya me habían agarrado el trasero a la fuerza, ya me habían besuqueado a la fuerza, ya me habían insultado diciéndome "frígida", ya me habían tocado las piernas "por casualidad", ya más de alguien se había excusado diciendo "no me acuerdo, estaba curao"... sí, todo eso era porque me veo como una mujer. Ahí caí en cuenta, pensando en todo eso y, en simultáneo, decidiendo tomar siempre una "actitud defensiva", ahí recién me vi en la NECESIDAD de achacar las actitudes de los otros a mi aspecto: mi aspecto de mujer. A los otros chicos que andaban conmigo no los acosaban sexualmente, nadie les hacía referencia a aspectos íntimos o sexuales, nadie los insultaba diciéndoles "picha floja" o "no se te para", nadie intentaba embriagarlos para que fueran más dóciles y se "dejaran hacer", nadie los menospreciaba instantáneamente por tener pene. 

Ya te conté de mi tarea de filosofía: tenía 17, me gustaba hacer las tareas de ese ramo y listo. Yo estuve como dos horas redactando un par de planas a letra gigante y dejé que un compañero de curso me copiara, le pedí que no la copiara igual porque ambos saldríamos perdiendo. Él se sacó un siete y yo una nota menor (no recuerdo bien qué nota); luego de saber ambas notas y, por curiosidad, le pedí al compañero que me pasara su cuaderno y revisé la copia: todo estaba tal cual, palabra por palabra, punto por punto. ¿Por qué chucha si teníamos el mismo texto, él tenía un siete y yo no? Lo único que se me ocurrió que nos diferenciaba, pues ambos éramos alumnos mediocres y poco interesados en parecer ejemplares o interesados, era lo que jamás se me había pasado por la cabeza, esa diferencia: hombre y mujer. Yo reclamé y me enojé mucho con el profesor, aunque a ambos nos pusieran un uno por weones. 

Creo que no me topé con cuestiones o interrogantes de género hasta muy muy adulta, porque naturalmente no se me ocurre la idea de "es porque eres mujer" (debo forzar la idea para siquiera pensarla y, luego, masticarla para reflexionar al respecto; en fin, me cuesta mucho) y, cuando escucho algo así, siempre viene de alguna chica realmente convencida de que todo lo que te pasa es porque eres mujer ¿o es que ellas sí ven esos trazos invisibles que te condenan a recibir un trato "especial" -distinto- porque eres mujer?    
 
Alguna otra vez, ya más grande, me llamaba a atención que un sujeto -un cronista- saludara a los chicos con afecto (¿o era un trato simétrico?) y a mí apenas me miraba, mientras hacía un gesto leve con la cabeza -el famoso "kiubo"-. En esas oportunidades -que en nos lo encontrábamos en la calle-, siempre era igual y alguna vez lo conversé con los chicos, ellos me dijeron que ese sujeto era misógino: o sea, el problema se lo achacaron a él, calificándolo como alguien que odia a las mujeres porque sí; no era mi culpa, no era -en específico- porque yo era mujer. Ese tipo de respuesta tampoco me satisface, porque creo que si se escribe, eso es lo que debiera importar (más allá de tu género, más allá de tu aspecto o tu edad). Ya, ellos no me dijeron "es porque eres mujer", pero fue algo que daba a entender lo mismo, pero sin achacarlo directamente a algo que no escogí ser. 

Un par de veces me quedé pensando en eso que tanto me incomodaba: pensando para mí, pensando para sentirme tranquila, para sentir que mi género no tenía nada que ver con mis logros y mis fracasos, pensando en que esa sentencia había estado interrumpiendo mis labores y se había vuelto más incómodo. 

Siento pánico cuando la gente -los hombres- deja de verme como una igual, cuando me tratan según mi aspecto, viendo sólo lo que me diferencia de ellos, lo que sobresale o se ve distinto; mucho más pánico cuando alguno de esos hombres me dice "me gustas" porque la respuesta siempre es "a mí no me gustas", me agobia pensar en que ya jamás me volverán a tratar igual y, al final, prefiero alejarme y alejarlos. Es porque soy mujer, es porque -en ese momento- lo que hago vale menos que mi aspecto y deja de existir todo alrededor. Algunas veces igual me han pasado cosas desagradables porque sí, porque tengo el aspecto que tengo. No sé si debiera meter acá los insultos que sólo se les dice a las mujeres a cambio de la indiferencia, a cambio de no ceder al contacto sexual, a cambio de comer y beber sin dar el consentimiento sexual que se espera cuando pagas por la comida y bebida de una mujer; sé que estoy siendo súper específica, esto me pasó con gente (escritores hombres) hace bastante tiempo.  

La última vez que sentí algo desagradable -porque soy mujer- fue con un chico que aparentaba ser amigo y fingía comportarse de modo amigable y atento con lo que yo hacía (no por como y quien era yo), pero acabó siendo muy desagradable de algún modo extraño. Un día x se enojó, yo intuí su mal ánimo, pero realmente no me eché la culpa (yo no había hecho nada fuera de lo común) y tampoco le di tantas vueltas; tampoco es que lo conociera tanto. Después me dijo que había sentido celos porque yo y un amigo estábamos comentando sobre lo lindo que era otro chico que había pasado por la calle; el sujeto sintió celos porque yo estaba diciendo que otro chico -que no era él- era muy lindo y guapo. Sé que no tiene sentido y a mí me pareció muy desubicado, incluso desquiciado ¿por qué alguien que no es nada mío siente celos? ¿qué poder tenía sobre mí como para que yo fuera causa de una emoción tan re weona, en ese momento, bajo esas circunstancias? muy absurdo todo. Después me dijo que yo le gustaba y, vale, algo tuvo sentido: iba a acompañarme, iba a las ferias, hablaba conmigo y era amable porque yo le gustaba... y él juraba de guata que el sentimiento era mutuo. Error. Que alguien sienta celos, es señal de que debo correr lo más lejos que pueda; que alguien guste de mí como una mujer es signo de correr lo más lejos que pueda. Para mí, que alguien base su trato y sus gustos en que soy mujer significa ¡corre! ¡corre! ¡corre! Lo bueno es que la gente que se acerca demasiado -en poco tiempo- es aquella con la que menos tengo una relación valiosa y en serio de amigos, es fácil evitarlos hasta que se aburren -después de haberlos rechazado-. A estas alturas de la entrada, ya estoy divagando; lo siento. 

17 de febrero de 2021

Blogueando

Cuando me fotografían siento pena porque arruino las fotos lindas, con personas que desean estar ahí (como en las fotos familiares) y en momentos que desean conservar. Yendo muy atrás -y recordando una conversación reciente- no me hice un Fotolog cuando estuvieron de moda, pero sí que me gustaba sapiar una cuenta en que subían fotos de los profes del colegio con una pésima edición de Paint; todo eso era gracioso y nuevo para mí, toda una vitrina para ver a los pocos que contaban -en ese momento- con cámara digital. En la biblio del colegio me hice mi primer blog (2005), porque la encargada me dejaba saltarme las clases (incluso me escondía) en la biblioteca y, además, me prestaba el computador a cambio de que le arreglara la impresora. En esos años, en las noticias salían notas sobre la incipiente moda de los blogueros, entrevistaban al que llamaron "el bloguero chileno más joven" (tenía cinco años), sin embargo, a las plataformas de blog (Blogger, Wordpress o Livejournal) se las comía Fotolog, MSN Space y el propio MSN. Tampoco recuerdo bien cómo llegué a esto del blog, pero me hice uno ese 2005 y era taaaaan "darks" que al año siguiente lo cerré definitivamente; no recuerdo si mi intención fue abandonar la plataforma de blog definitivamente o si no supe configurarlo/enchularlo "mejor" y acabé cerrando ese para abrir otro. 

En 2007, con un computador propio y acceso a internet (por la u), no tardé en abrirme un nuevo blog e invertí un montón de tiempo en personalizarlo y sacarle el máximo provecho... Me gusta meterle mano a todo lo que puedo cuando tengo algo nuevo (un compu, un cel, una plataforma, etc.), en ese tiempo la plataforma de Blogger contaba con pocas opciones a nivel usuario, todo debía hacerse editando o modificando el código htlm y aprendí un montón de cosas que ahora me parece imposible haberlas aprendido, dadas mis pocas habilidades tecnológicas y, considerando a su vez, mi amor por lo análogo. En las primeras entradas de este mismo blog hay un montón de "relatos" de estados anímicos, textos muy vagos sobre lo que me sucedía mientras me debatía entre continuar estudiando -en la u- porque debía hacerlo o, en definitiva, abandonar porque no me sentía capaz de continuar de modo exitoso, decidirme a afrontar el fracaso y hablarlo con mi familia. De ahí salieron varios párrafos o cuentos completos, ya que me parecía interesante imprimirle realidad a algo ficticio: darle un tono emocional -que me era imposible replicar, en esos años, cuando escribía por gusto- para brindarle notoriedad a un relato inventado -mi "especialidad" y en donde me siento cómoda siempre ha sido la ficción-. Sólo un año después, me vi en la necesidad de dividir el blog: no me sentía bien publicando textos personales y cuentos en el mismo espacio; necesitaba que las personas leyeran una u otra cosa entendiendo que había una intención distinta detrás. En 2009 ya comencé a escribir "en serio" y ese espacio/blog para publicar cuentos se transformó en una plataforma ideal para registrar, organizar, publicar, poner a prueba, dejar un registro fiable (desde mi propia mano), personalizar y continuar.

En 2013 abro otro blog, el del proyecto/taller editorial; de igual modo, nace por necesidad. De ahí en más, fui administradora de siete o más plataformas (entre blogs y rrss); en algún momento dejé lo que no era mío -como corresponde a quien no pertenece a una iniciativa- y mantuve los espacios que más amo: mis tres blogs.

En 2015 tuve la oportunidad de conocer a un bloguero (por casualidad, en un taller de encuadernación) y, algunos meses después, murió definitivamente mi deseo secreto de que mi blog llegara a ser algo más que "una weá que sólo conocen algunos y que se lee mucho menos"; en serio, hasta conocerlo, albergaba el deseo de que mi blog me convirtiera en una persona pública (weno, "personaje" público) o que, por último, sobrepasara la media de visitas de cuando comenzó (cuando empezó, este blog tenía dos o tres visitas por entrada). Ahora me provoca un poco de risa, ese deseo era una de las pocas cosas que de verdad quería -en esos años-; aún no me imaginaba que podía llegar a ser publicada o, incluso, que llegaría a algún lado con la encuadernación; había abandonado la u porque ya había aceptado mi fracaso y, en la práctica, no tenía nada entre manos, ningún deseo, ningún proyecto, ningún objetivo, ningún "norte".

No te voy a mentir, cada registro de lectura en cada entrada de este blog me provoca sensaciones placenteras -¿cómo no? si lo que uno busca al escribir en internet es ser leído-. Siento que si bien tener –y mantener- un blog no responde a un objetivo específico, me ha servido para mantener el ejercicio de la escritura y la memoria: ambos son puntos importantes para escribir “en serio”, de buen modo, integrando lo que has aprendido y poniendo a prueba lo que estás aprendiendo.

Al publicar en este blog, no tengo la intención de que estos textos salgan de acá (digamos, ser publicados en papel) porque realmente no tiene mucho sentido; considero que no tienen un punto claro, algo que les brinde lo que deseo que sí tengan los cuentos que escribo, ese “algo” que me cuesta cada vez más obtener. Esto es parte de mi historia, de lo que hago, de lo que soy y estoy viviendo; no tiene un significado ni representa una utilidad.  



PD: Una curiosidad: si abres este link, verás algunos aspectos antiguos de este blog (en la esquina superior derecha hay una flecha en azul, puedes ver varias capturas a lo largo de muchos años).

16 de febrero de 2021

Viajes y viejos. No viajes y no viejos [Parte I]

En algún lugar leí que quienes más se han visto aquejados de padecimientos mentales (no se asusten, me refiero a depresión, stress y ansiedad) han sido población adulto joven -acotados a personas entre los 18 a 40 años-; que ese grupo había sufrido más con el encierro. Las personas de mayor edad, que ya salen de este grupo, aguantaron mejor el encierro porque son personas más pacientes y, de algún modo, les molesta menos estar fuera de casa.*
*Nota: como mi memoria no es muy precisa, puede que estos datos no sean exactos, pero comencemos con esa premisa para hacerlo más sencillo.   

A propósito de esos datos, decía que quienes se habían recuperado más rápido era este mismo grupo, comenzaron a recuperarse o a dejar de sentirse mal apenas se "soltaron" un poco las restricciones: este grupo comenzó a salir, incluso viajar, retomar algunas actividades que eran muy frecuentes para ellos y han mantenido ese comportamiento (aunque no tan abiertamente, "pa callao" muchas veces). Por otro lado, las personas adultas están viviendo una continuación del encierro: salir muy poco, no dejar las medidas de cuidado que les recomiendan, olvidarse de viajar -a menos que se esté muy seguro de poder trasladarse- y, ahora mismo, esperar a que te toque la vacuna (claramente, no todos se quieren vacunar). 

En algún momento del mes pasado, hablando con mi padre, salió el tema de viajar: yo le dije que no me gustaba viajar, él me lanzó de vuelta un "¿como que no te gusta viajar? ¿y cuando te fuiste a Argentina?". Ay... muchas veces uno hace cosas que -en el momento- desea, pero no quiere decir que te gusten para siempre o la experiencia puntual sea excelente y quieras repetirla. Con el tiempo me he dado cuenta que no me gusta salir de mi casa y que mientras más lejos de casa esté, menos me agrada la idea de salir. En comodidad no me gusta y en precariedad tampoco, digamos, en ningún caso me gusta viajar: cuando viajo con todo gratis (viajes familiares), cuando viajo de mi bolsillo (ferias) e intermedios en que pago algo, pero no todo (talleres y encuentros literarios). Le contaba esto a un amigo y le decía que era cómodo viajar con mi familia porque yo no ponía ni un peso, pero aún así no me gustaba viajar (a ningún lado); él me decía que era re-fome viajar en familia porque no podías hacer nada... ¿qué querrías hacer que tu familia no te permita hacer?, me pregunté. Luego me imaginé que las personas adultas que viajan en familia desean carretear, salir de noche, recorrer otros lugares, conocer gente o hacer lo que el gusto les dicte: nah, no me dan ganas de hacer nada de eso. Valoro mucho pasar tiempo de ocio con mi hermana, pasar tiempo de calidad con mis padres, comer algo nuevo, ver plantas distintas que no he podido ver si no es en libros y poder llevar conmigo el oficio más barato del mundo (basta con una libreta y un lápiz): fuera de eso, pues no me provoca hacer mucho fuera de casa, en otra ciudad, en otro lugar, en donde sea que esté lejos de mi casa. 

Viajar "sola" (con una persona más) tampoco me resulta agradable en su totalidad, pero es tanto más grato si se ajusta un horario muy estricto para cumplir con las actividades agendadas y que la persona me procure cierta seguridad (en esta ciudad me siento segura sola, pero en otras ciudades me siento un poco desprotegida y me cuesta hacer migas con personas de intereses afines -como en las ferias del libro o en los encuentros-). No tengo idea de qué mecanismos ocultos operan cuando viajo, pero se pone a funcionar un reloj terrible dentro de mí: despertar alrededor de las 7:00 am, ducharme, arreglarme en silencio, tomar un bolsito/cartera que arreglé el día anterior y verificar el contenido, beber una taza de té, preparar un termo de litro y medio con más té, fumar y escribir una postal o una entrada de diario de vida, hacer todo a la perfección durante el día con horario de reloj y margen de segundos (excepto ausentarme para fumar, porque es algo que no cambia), estar muerta a las 21:00 y no ser capaz de beber alcohol o hacerlo tan moderadamente que ni se nota. Entenderás que es complicado que alguien más me siga el paso a ese ritmo tan extraño y adquirido ¿por imitación? no lo sé, mis padres también son así de obsesivos con los horarios en los viajes: "el día se aprovecha", "levantarse temprano te permite hacer mucho más", "no vinimos de vacaciones para hacer nada", "hay que hacer todo esto hoy". Todo es automático ("modo viaje"), se activa en cuanto estoy en otro lugar y en casa no soy así, me cuesta incluso levantarme temprano, aunque hago en el día todo lo que planeo hacer.     

Viajar realmente sola (sola, sola), me provoca mucha ansiedad y siempre espero no tener que pedir ayuda de ningún tipo, razón por la cual sólo llevo lo que puedo cargar y me preparo para cualquier eventualidad. Me relaciono poco con otras personas, lo mínimo diría, ya que me cuesta mantenerme neutral si algo me molesta: muchas veces recuerdo haber intentado ser amable y livianita, no me sale y, evidentemente, me han respondido de modo tan desagradable que me arrepiento todo el tiempo de haber hablado. Digamos que voy a la segura, hablo con personas que ya conozco y limito ese encuentro a expresar interés, de regreso no espero que me pregunten nada muy "profundo"; prefiero hablar de las cosas que hago ¡libros! -aunque sean fomes- o me integro alegremente con alguna historia de talleres.    

Hace algunos años perdí al único compañero de ferias que tenía y tuve que aprender a bajarle un poco a la neurosis, tuve que obligarme a pedir ayuda (aunque me disgusta aceptar que NO PUEDO SOLA) y, haciendo un ejercicio muy masoquista, aceptar que soy un "desastre funcional"... funciono bien en apariencia, estoy bien en apariencia y hago ciertas cosas bien en apariencia; en contraparte, me cuesta mantener un comportamiento constante y sostenido, me cuesta mantener un equilibrio sano en tiempos que exigen mucho de mí, me vuelco al cigarro y al café de modo indiscriminado, pierdo con facilidad el control sobre los puntos más fuertes de mi carácter, soy grosera y comienzo a hablar más grave que de costumbre (voz de cantante de country). 

Afortunadamente no sufrí de "bichofobia" en este tiempo, no le tengo manía a los gérmenes u obsesiones malsanas con el cuidado/aseo personal; en este sentido, no fue doloroso porque no dejé de ver a las personas con las que tengo una relación cercana, solo se restringió y cambió la dinámica. Tampoco me pegó tan fuerte eso de la soledad porque estoy más bien acostumbrada a estar sola, además de poder echar mano de las rrss y eso sí lo agradezco, a muchos no los he visto en más de un año, pero tengo la posibilidad de mirarlos a través de las redes y mensajearles de vez en cuando. Me sentí afortunada de que me permitan vivir en un lugar agradable y suficientemente cómodo para mí y Birdo; incluso con un espacio excesivo para una persona, pero que me brindó la posiblidad de ocuparme de algo fuera de mis labores frecuentes, un lugar seguro y lindo para resguarme mientras pasa todo esto. 

No me mata el no poder salir (me molesta no salir de noche/madrugada), no me mata la tele ni las noticias fatalistas (me gusta mantenerme llena de info, aunque sea inútil), no me mata no poder salir tanto como antes (tampoco salía tanto) o que las ferias casi desaparecieran (me hizo bien que no hubiera feria del libro veraniega este año); me mata el no poder ver a las personas que quiero y no he podido ver hasta ahora. 

¿Qué tienen que ver los "viejos"?: esta entrada continuará. 

13 de febrero de 2021

Amada

No soy de hablar del amor, digamos, del amor que se puede sentir por personas que no son cercanas por defecto (familia principalmente) y esto sí es paranoia mía: tengo la idea de que cuando uno comparte con otros sobre parejas o amantes les das la facultad de juzgarte, comentar, ser comidilla, opinar, despotricar; les das permiso y no les puedes reclamar después. El miedo que siento tiene que ver con mi respeto por la intimidad propia y la ajena, pero no lo explica completamente. Me da repelús cuando escucho a alguien decir "con tal persona hice tal cosa", describiendo actos sexuales implícitos que debían ser íntimos, pero que pasan al plano público en el momento que alguien los narra y nombra a los participantes y, especialmente, porque lo he oído de personas que apenas conozco, en espacios públicos, en evidente estado de embriaguez o volás de pito. Aclaro: hablar de sexo no me produce vergüenza. Es la situación, la connotación, el ambiente; podemos hablar de esto siempre que confíes en mí, siempre que creas en mí, siempre que esto no se convierta en un show o equivalga a la humillación de quien no está presente. Lo sé, es paranoia mía o especulación, temores infundados, manías vanas; y no deja de aterrarme.

Hacía mucho tiempo que no sentía un gesto de amor íntimo (no en un contexto sexual, sino en el ámbito casero) en que realmente me sintiera amada por lo que soy y no por lo que hago o tengo. Lo que valoro es que varios gestos así se han repetido durante harto tiempo y adoro ser sorprendida por esos actos adorables que me remecen el corazón, en que siento el cuerpo acelerado y el rostro se me acalora porque me sonrojo, tengo que mirar a otro lado (o al gato) o hacer otra cosa porque me avegüenza -no en mala-. Ahora que lo escribo, tampoco había sentido vergüenza hacía mucho tiempo, digamos, esa vergüenza que no proviene de tu propia torpeza -como cuando te tropiezas o te caes en bicicleta-. 

Siento que el amor me ha salvado de muchas cosas "feas" y ahora mismo me está salvando de algo que conozco, pero que se ha hecho más grande y difícil de sobrellevar. Quisiera que ese amor se extendiera más allá de mi propio consumo en tiempos complejos, que me fuera más fácil retribuir, devolver o recompensar ese tipo de amor; tengo la suerte, eso sí, de tener a alguien y considero que tener muchas características comunes es una ventaja para mantener una relación que se mueve entre el amor y la tranquilidad. Me siento amada y eso basta por ahora. 

11 de febrero de 2021

La sangre tira

En los últimos meses me he visto en la situación desagradable de ser cuestionada por mi padre, pasa frecuentemente, pero ahora se ha hecho más y más molesto. Estas cuestiones tienen que ver con el lenguaje, con las palabras para darse a entender, con eufemismos malsonantes y groserías. 

Si me conoces, sabes que puedo expresar un registro amplio en tanto a palabras y modos de expresión, algunas veces escogida y, otras, impulsadas por las emociones; creo que es un súperpoder adquirido el poder expresarme de muchas maneras, con muchos matices y dirigiendo de modo efectivo las ideas que me interesa comunicar; claro, eso limitado a las expresiones, porque de lo que se dice "saber comunicar efectiva y eficazmente", nada, casi siempre me voy por las ramas y caigo en el sinsentido (especialmente en ideas complejas). De esto último, medio que me di cuenta y medio que me lo hicieron notar, no fue hasta que me metí en el podcast que, para mí y otros, se hizo patente. La experiencia podcast (con alrededor de 25 capítulos), me permitió expresar ideas que me eran interesantes, pero tiene poco de información y mucho de emociones; me es inevitable involucrar la ira o el amor cuando hablo de algo que me gusta, se intensifica con la memoria experiencial y ahí quedo, dándome vueltas estúpidas con esas cosas que me costó incorporar como conocimientos prácticos; aunque, en gran medida, aquellas experiencias emocionales se acaban transformando en conocimientos prácticos y son útiles en la medida que avanzo en mis labores (y pasa además, irremediablemente, el tiempo). 

Hace unos cinco años recuperé una relación cercana con mi familia, volvimos a vivir en la misma ciudad y voy con frecuencia a la casa familiar; después de cada comida, se habla (y mucho). A mí me agrada quedarme conversando, porque me ponen al tanto de lo que ha sucedido y puedo también ponerlos al tanto de lo que hago. Me gusta, en particular, ser parte de ese rito post-comida, porque -pase el tiempo que pase- esa conversación se produce de igual modo. No, no siempre es agradable, a veces son retos o estupideces, a veces son pelambres y otras son "cuentos" (digamos, temas aleatorios que olvidas apenas te levantas de la mesa); muchas otras son conversaciones intensas y responden al código único que desarrolla cada dinámica familiar; otras se producen únicamente para "alivianar" el momento; en otras se habla de lo que se cree o no, de lo que se escucha y de lo que se decidirá. Siento que, a pesar de todo, ese momento se ha convertido en un punto esencial para nosotros.
Mis padres (ambos) me han preguntado por mi modo "grosero" de expresarme, les he explicado en varias oportunidad que, cuando me da rabia, me exalto y me dejo llevar por esa rabia (soy una persona iracunda, lo sé); me exalto con facilidad si el asunto me involucra y, además, debo opinar, casi a la fuerza. Mi madre dice que ella jamás dice garabatos, que jamás los dijo mientras nos crió y es casi cierto; los dice, pero es muy poco frecuente y jamás relacionado a una mala emoción; después de todo, si una palabra se ocupa es porque -de algún modo, justificado o no- es necesario para ti usarla. Mi padre usa mis groserias e imprecisiones ("la weaíta", por ejemplo) para molestarme; bueno, he llegado a la conclusión de que es para molestarme porque no he identificado otros motivos, él no se excusa como mi madre diciendo "yo jamás uso garabatos" (y tampoco es cierto, usa muchas malas palabras todo el tiempo), tampoco dice "me molesta que hables así" o "no deberías hacerlo" (porque, claro, él también se expresa de ese modo); creo que el asunto es que no se da cuenta o pone más atención a lo que yo digo versus lo que dice él. 
Personalmente no me molesta que las personas usen muletillas (palabras que no tienen sentido o derechamente groserías), tampoco que no se expresen con precisión porque basta preguntar para aclararlo; de todos modos hay muy pocas personas que no dice malas palabras, hay que ser muy distraido para no notarlo. Además, en todo orden de cosas y personas, nadie se "salva" de usar palabras malsonantes o eufemismos, echar mano de groserías, utilizar insultos, olvidar el nombre de algo, no saber qué palabra usar o ignorar la palabra que define aquello. 
Acá el problema y la molestia es porque me expreso del mismo modo que mi padre (calcado), pero mi padre desaprueba mi modo de expresarme verbalmente -sin tener motivos claros para hacerlo-. Si bien me habían preguntado y yo había respondido (lo mismo, varias veces); desde hace algunas semanas he estado poniendo más atención a las palabras que usa mi padre, el comportamiento en las conversaciones, las muletillas y las malas palabras: son las mismas que uso yo, bajo igual contexto, con la misma frecuencia y no es lo único. Lo que me cuesta entender, es por qué molestarse y, en consecuencia, molestarme por algo en que nos parecemos mucho.

9 de febrero de 2021

Apodos

Mi nombre es corto, creo que de los nombres más cortos que puedes encontrar en nuestro idioma. Cuando cursaba mis primeros años escolares, deseaba un apodo o tener la posibilidad de tener otro nombre, algo que denotara -quizás- alguna característica agradable o un rasgo particular, pero durante mucho tiempo no tuve ningún apodo; si bien no recuerdo tampoco los apodos de los otros compañeritos de la misma clase, recuerdo vagamente que la mayoría los tenía. Dejé de desear un apodo cuando me di cuenta que, en mi caso, no tenía sentido: no puedes contraer más mi nombre y tampoco me llamarían de otro modo porque mi nombre no estaba "de moda" (o sea, no habían muchas "Pías" como para tener la necesidad de distinguirlas por un nombre distinto al propio). Lo que pasó conmigo no pasó con mis hermanos, ambos llevan nombres ultra largos y populares: Sebastián ("Tatito", "Seba", "Sebita", "Tatín" y, en el colegio, porque había muchos "Sebastianes", le llamaban por su apellido) y Francisca ("Pancha", "Panchita", "Ponchi", "Fran" la llaman algunas personas fuera de la familia y en su  curso también hubo alcance de nombres, pero no sé bien cómo se resolvió). 
Me llevo por poco con mi hermano, año y medio creo, nos tratábamos por el nombre y yo le decía Seba. No me llevo bien con mi hermano, antes era enojo y ahora es ignorarlo no más porque siento que por un lado no se puede hablar con él y por el otro, me pregunto si hablar con él serviría de algo -o sea, encuentro inútil tratar de entablar una relación amable con él-. Yo le tengo un apodo que cambia de un insulto a un diminutivo del mismo insulto, me cuesta decirle "Seba" o llamarlo por su nombre porque este hombre adulto no es el hermano que yo conocía y quería mucho (hasta que nació la Pancha, porque desde ahí yo por mi lado y ellos por el otro).
Me llevo por nueve años con mi hermana y, desde que llegó a la casa, la llamábamos "Pancha"; mi mamá nos retaba y nos decía que era feo decirle "Pancha" a una guagua, que sonaba mal y que no teníamos que acostumbrarla a ese apodo; al final pocas veces la llamamos Francisca, es que de verdad es largo y le brinda un carácter de persona mayor o suena muy duro, como decirle "Señora Francisca" a un chica de 23 con pinta de niña de 12 -es verdad, se ve muy chica-. Yo la llamo de muchos modos, todos los apodos hacen referencia a animalitos o cositas que me recuerdan a ella, nombres en diminutivo y colores pastel, adorables gatitos o algo esponjoso; y no sólo por su personalidad y carácter, sino porque tiene un trato súper amable y es muy cariñosa, risueña y "livianita de sangre".  

Cuando ya había nacido mi hermana, pensaba que el nombre de mi mamá era "nombre de señora" (mujer adulta), no podía imaginarme a una niña siendo llamada "Paula". Al revés, tampoco me imaginaba que mi nombre pudiera ser usado cuando yo fuera grande porque siempre me sonó a nombre de niña y no he conocido a ninguna Pía mayor que yo -en edad-. En media, recién, conocí a dos chicas más (entre cinco cursos del mismo nivel) que llevaban el mismo nombre, tampoco me las imagino de adultas siendo llamadas "Pía", tampoco me imagino que les digan "Señora Pía" porque suena entre raro y chistoso.
En el último colegio en que estuve, adquirí algunas variantes de mi nombre (casi apodos, digamos) y ya llevaba tantos años sin apodo y entendiendo que era innecesario poseer uno que ya no me gustó que mi nombre fuera reemplazado por algo tan ¿feo?... no sé, sonaban feos o extraños, quizás era porque no estaban motivamos por el cariño, sino por el carácter. Me di cuenta también que no me gusta mi segundo nombre -aunque no lo encuentro feo-, no lo uso y tampoco me gusta que la gente lo sepa porque muchas veces lo dicen para provocarme o irritarme; del mismo modo en que me webean diciéndome "poeta". En ambas oportunidades me da la misma clase de repelús. 

Ya muchos años después, conocí a algunas personas que usaban su segundo nombre o usaban un seudónimo completo y fue asombroso descubrirlo, pues no te lo cuentan al tiro, sino que lo terminas descubriendo de alguna u otra forma. Algo que también me sorprende y me agobia un poco es cuando la gente se cambia el nombre de un modo radical porque siempre he tenido problemas para retener nombres y, cuando cambian, me mata equivocarme y siento que puede resultar ofensivo de alguna forma, aunque nunca ha sido esa mi intención... lo siento si la embarré, alguna vez, con alguien: no estoy ignorando ese nombre que eligieron, estoy reacomodando en la memoria la imagen que tengo y el nuevo nombre que acabo de aprender.

Cuando comencé a leer más, también me di cuenta de que muchos autores eran "anónimos" o usaban un nombre totalmente distinto al que usaban comúnmente, algunos otros habían adquirido ese nuevo nombre para la vida e incluso algunos que escribieron con varios seudónimos durante su vida. En principio, pensaba que era absurdo hacerlo porque no entendía las razones y tampoco atendí a la realidad de quien escogía hacerlo; también chocaba con mi idea de que tu nombre, aunque no te guste, está asociado a una persona (padres, familia, carga emocional, asuntos legales, etc.) y sería complejo cambiarlo; alguna que otra idea sobre la imposibilidad de seguir la trayectoria literaria de alguien si usaba seudónimos u otro nombre o nombres;  me preguntaba también quién porras se desapegaría de una buena obra por usar otro nombre; no sé, pensaba muchas cosas. 
Muchas veces me han dado ganas de renunciar a escribir (digamos "hacerme a un lado") y no he podido porque, en la práctica, continúo escribiendo -pero no con la intención de publicar- y eso es hacer trampa... nah, no es hacer trampa, pero se siente extraño escribir, pero olvidarte del deseo de publicar. En algunos otros momentos, también me ha dado por publicar con seudónimo y responde a algo bien sencillo: necesitaba hacerlo (escribir), pero ese texto no seguía la línea que llevaba hasta ese momento, me sentía incómoda poniendo mi nombre cuando aquello no parecía "de Pía". 

¿Por qué tienes el nombre que tienes? ¿por qué usas el nombre que usas? ¿qué tanto tiene que ver con tu cuerpo, con tus pensamientos, con lo que haces?

5 de febrero de 2021

Para L:

Ey, me sorprendió tanto saber que estabas acá que, de inmediato, quise coordinar una cita. Fue rápido, a pesar de que debía ver a muchas personas y me estaba agobiando porque es ahora o nunca -por el jodido retroceso a "fase 2"-; digamos, esta vez no quería quedarme con pendientes porque en el encierro me arrepentiría (como la primera vez que nos encerraron). 
A nadie le gusta eso de verse u oírse a través de una pantalla (videollamadas o videoreuniones), yo lo integré como algo obligado -más por Los Viajeros, que por decisión propia-, sé que muchos tuvieron que medio obligarse y medio acostumbrarse, acabé haciéndolo aunque todxs sabemos que agota y no quedas con esa sensación de calidez que obtienes de un encuentro "real". 
He estado viendo mucho a mis dos amigas que tienen más edad (ahora que lo escribo, me doy cuenta de que es difícil escribirlo de tal modo que las caracterice, pero que no las alumbre) porque salen poco o nada, a ellas las extraño mucho porque conversamos de todo y siempre me dan una perspectiva distinta -y muchas veces, asombrosa-; siento que con ellas es particularmente importante un esfuercito para verse porque, claro, el encierro tiene repercusiones distintas para ellas. ¿Por qué lo mencioné? porque el resto de mis amigxs hablan sobre los embates anímicos, pero su carácter no parece haber cambiado, incluso los gestos parecen iguales a los que manifestaban hasta los primeros meses del 2020: con altos y bajos, pero siempre alegres y graciosos, cariñosos y amables ¡lindxs! los chicos, les chiques y las chicas (es muy extraño escribirlo, aún en estos tiempo, pero deseo caracterizarlos como corresponde). Claro, vi algunos detalles distintos en ellos, tan pequeños a veces y que los ponen en evidencia, su forma de hablar de ciertos temas y pequeños cambios o rasgos que a algunos les endurece el rostro, pero continúan ahí... un día me vi comparando cabelleras canosas y me sentí muy feliz -risitas-. 
A ti, en particular, hacía mucho que no te venía y tampoco te escuchaba, me regalaste un gesto tan bello, tan cálido, tan hermoso; me quedé quieta un momento y, aunque de seguro te pareció que yo estaba muy re-tiesa, realmente sentí mucho cariño e intenté devolverlo en igual medida. De vez en cuando me quedo patidifusa con gestos así, pienso mucho en que hago las cosas "normales y corrientes" como para ser tan querida o, incluso, para merecer gestos así; no sé, de esas paranoias mías en que si me reconozco poco expresiva, la gente lo entendería como indiferencia y lo que se lee es "esa es muy re seria". 
Me gusta hablar contigo, mucho más juntarnos y parlotear hasta que "se cierre el sucucho". 
Hablando de gestos, gracias. 
Me alegro de haber mantenido contacto contigo, pensando en que nos conocimos hace muchos años. Me siento bien sabiendo que continúas escribiendo y mantienes la iniciativa en proyectos relacionacionados con la literatura, siento mucha felicidad cuando pienso en que puedo saber -de primera mano- en qué andas y qué estás haciendo, esa felicidad robada por logros ajenos, pero los logros de alguien por quien siento mucho cariño. 
Más que el gesto -al comienzo de nuestro encuentro-, me impresionó sentir que estás más relajada, tu ánimo es mucho más liviano y te percibí más contenta; como que te hizo muy bien tomar esa decisión. Me alegro por ti, por encontrar el valor de dejar algo que te estaba haciendo mal y estar dispuesta a encontrar un camino distinto; no sé si se lo puedo achacar al "valor", evidentemente responde a muchas cosas, pero lo pongo de un modo sencillo para no dar más detalles. 
Esto, como leíste, se trata de impresiones, de esas que son tan importantes como la primera porque te dejan una imagen fuerte y persistente en la memoria, algo que puedes usar para definir a una persona o comentar lo feliz que te sientes por esa persona. 
Ah! aquí la "red de cuervos" (los pajaritos de otros, son mis cuervos informativos), no me habían contado sobre la publicación y me encantó saberlo de ti; espero que eso salga sin contratiempos. 
Me encanta reunirme contigo, más cuando hacía rato que no nos veíamos. 
Sabemos que los tiempos que corren son muy extraños, andamos súper perdidos y podríamos esperar un ánimo peor; creo que la vía es mantener esas amistades y contactos, aunque cueste un poco o sea difícil, quizás una conversación o unas horas compartiendo parece algo cotidiano y "normal", pero es un momento valioso que aprecio mucho. 
Espero que se repitan estos momentos, son parte importante en mi vida.