Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

12 de septiembre de 2016

Música para camaleones

Acabo de abrir un regalo que me dejó mi hermana, el libro "Música para camaleones" de Truman Capote. Conocí al autor en Biblioteca Viva, durante el lento transcurrir de un año absurdo. Grité "Conchetumare"... Música para camaleones... salí a encender un cigarro y comencé a leerlo de inmediato -como es digno del autor-. La madrugada de ayer domingo, decidí permancer despierta y acabar el pedido de diez ejemplares de una novela japonesa, confeccionada a mano con "Wa toji" (técnica "Yotsume Toji"), encuadernación japonesa recta cosida. Decidí quedarme porque era un desafío nuevo, jamás había encuadernado un libro de texto de 170 páginas, además debía entregarlo el día lunes y el mismo domingo no podría utilizar el taller. Advertí a mi familia que no había dormido y me comporté como se debe: intenté parecer interesada y comunicativa, mostré el libro terminado y me senté con ellos a pesar de que comenzaba a vencerme el sueño. 
Hace algunos meses se me infectó el pie y tuve que ir al médico, la razón de una infección podía ser un padecimiento tipo diabetes o una baja de defensas provocada por alguna depresión; no quise confesar que desde hace años padezco de periodos prolongados de tristeza -hace mucho que decidí no hablar de esto, desde que me dijeron que me lo inventaba y me "quejaba de llena"-, mentí diciendo que me encontraba bien de ánimo. Me obligaron a confesar cuántos cigarros me fumaba a diario, también mentí. Me enviaron a la nutricionista y también al kinesiólogo. 
El domingo, mientras comíamos, me preguntaron sobre el kinesiólogo, expresé que no quería ir. Es terrible sentir que necesitas de un montón de especialistas para "remendar" tu cuerpo. No quiero ir porque la forma de mi cuerpo no cambiará con ejercicios; mi espalda está encorvada por mi perpetuo sentir melancólico. Mis padres se enojaron porque no hablé mucho durante el almuerzo y comí poco. Más tarde me retaron por "ser como las weas": no conversar ni agradecer, ni sonreir, ni hacer caso. Pasé la tarde llorando e implorando diez minutos de calle para fumar. Durante la hora del té escuché "¿hasta qué hora te quedaste despierta haciendo esto (por la comida)? ¿y para qué? ¿para qué?". Me sentí como el cáncer de John, invadiendo una casa y una familia, algo que crece descontroladamente y que nadie quiere. Sacaron una torta del refrigerador con las velas ya puestas, al colocarla en la mesa le quitaron las velas sin encenderlas jamás. Salí con mi taza vacía, aguantando un sentimiento atroz, lloré un poco y gemí intentando no hacerlo evidente. Volví a sentarme a la mesa e intenté razonar con mi madre, fue difícil. Esperan de mí algo que no soy. Mi padre se paseaba y agregaba de vez en cuando "a mí no me interesa lo que hagai, pero piensa en tu mamá"; lo único que escucho de él cuando se presenta una situación incómoda, en que vuelvo a convertirme en un monstruo que rechaza el cariño, que no da la bienvenida a sus padres y que apenas habla porque se quedó trabajando por la noche para, al otro día, no ocupar la mesa en que come la familia. 
Hoy me siento como el cáncer de John, melancólica y jorobada, estallando en lágrimas y gemidos dolorosos cada vez que el gato me pregunta si estoy bien. Espero que "Música para camaleones" me regrese las ganas de hacer algo, cualquier cosa que no tenga que ver con recordar que soy un cáncer.

19 de abril de 2016

Vanidad

Piensa en la palabra "vanidad", ahora lee el significado de la palabra que nos provee la RAE:

vanidad Del lat. vanĭtas, -ātis. 
1. f. Cualidad de vano. 
2. f. Arrogancia, presunción, envanecimiento. 
3. f. Caducidad de las cosas de este mundo. 
4. f. Palabra inútil o vana e insustancial. 
5. f. Vana representación, ilusión o ficción de la fantasía.

Estaba yo un día en la Feria del Libro, imagina un montón de gente que conoces, pero con la cual no puedes conversar porque se esfuman, siguiendo a grupos que van a por un pito o una chelita cada media hora. Converso con alguien a quien he visto y conversado un par de veces. Ha sido tema de conversación su evidente obesidad, peleas e ensultos por la falta de preocupación por su salud y bla bla bla. Llega un punto en que me dice: "no me preocupaba estar gorda, no estaba ni ahí, pero cuando se me empezaron a caer las cejas, fui a verme." Casi me caigo de espaldas. Una palabra para ese momento "vanidad". Desde ese momento, todo lo que me habían dicho de ella, lo que había conocido y sabía sobre su vida, cayó en picado hasta disolverse en el olvido. Jamás volví a verla con los mismos ojos. Como última idea al vuelo, me dije: por último, si alguien muere, que muera en su ley. Ya sea obeso, fumeta canceroso o putero. Si ser obeso no importa ¿por qué importaría que se te cayeran las cejas?

18 de abril de 2016

Carrie - El caso del vestido de graduación

Me topé un día con la película "Carrie", la última adaptación que hicieron; no la había visto ni leí el libro, aunque sabía bien de qué iba (¿quién no?). Decidí verla porque recién había comenzado. Cuando llegaba ese momento en que va a un local comercial a comprar su vestido de graduación, viendo la vitrina y luego, escogiendo una tela preciosa, comencé a recordar mi propio vestido de graduación o la idea que tenía de cómo tenía que verse mi vestido, pues jamás lo tuve ni fui a la dichosa fiesta. Busqué una imagen en internet de Yūko Ichihara, la loquilla de la tienda de deseos del anime "XXXHolic", particulamente el vestido que lleva en la siguiente imagen: 


El primer obstáculo -que me apenó bastante- fue escuchar de boca de mi madre: ese vestido es súper difícil de hacer, no parece ni vestido. Mi respuesta fue: ...pero mamá, no lo quiero tal cual, ni sombrero ni sombrilla, ni tanta tela ni medias caladas, quiero algo que se le parezca; mientras pensaba "quiero algo bonito y único, armadito y coqueto. No esas weás que venden en las tiendas". A la semana había convencido a mi madrecita de comprar la tela y los botones dorados (que yo pagué) y de comenzar a confeccionar el vestido. No había llegado a encontrar la tela negra cuando llegó mi padre y dijo que aquel vestido era ridículo, no permitiendo que mi madre comenzara a confeccionarlo y prohibiendo que yo asistiera a la fiesta. La tela era preciosa, color crudo, transparente, vaporosa y con mariposas bordadas; acabó siendo una falda pantalón estilo indio que hacía juego con la blusa de mangas transparentes y drapeado en el frente. Aquel soso traje lo usé en la cena con compañeros de clase y todos los padres de éstos. Los botones dorados metálicos con un escudo en el centro, acabaron dando color a una chaqueta de cotelé negro: mi madre la hizo y me la envió en 2006, hace un mes la botó a la basura porque el negro se había teñido de rojo de tan vieja que estaba. El traje aún lo tengo, le guardo cierto cariño. Odié mucho tiempo todo lo relacionado con mis años de colegio, incluído por supuesto el jodido chasco del vestido; me dolió no tener ese único vestido, me importó nada no ir a la absurda fiesta.      

3 de abril de 2016

De vez en cuando, la vida no es más que un Mary Celeste.

Con mucha satisfacción escribo este mensaje para "Los Viajeros del Mary Celeste", pequeño grupo de narradores entusiastas que se han reunido durante un año, haciendo de las tardes del día lunes un fascinante encuentro con la narrativa, el intercambio de ideas y el desarrollo de estupendos textos. Espero este año escribamos cientos de cuentos, el viento está a nuestro favor.