Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

23 de noviembre de 2012

Sobre el quiebre irreversible


No me proponía jamás contar lo de aquel mal intento de arreglo, me provoca mucho dolor, siempre llevaré aquello como algo en lo que tuve directa culpa, una tristeza que se extiende a través de los meses como una terrible enfermedad infecciosa; puede ser que a la mirada de un extraño, a la visión de un lector o la de un curioso, esto no sea tan grave, entiendo también que puedo estar dándole una importancia que no tiene, lo comprendo y no tienes que seguir leyendo.

Defiendo bastante, con fuerza y terquedad, mi opción de publicar en una revista literaria, pienso que haber participado activamente en Revista Literaria Escarnio me dio confianza para adentrarme en el “manoseado” mundillo literario. Actualmente no participo como editora en ninguna revista literaria, tampoco me interesa adherirme a ninguna existente, pienso que cada una de las que circulan actualmente (hasta noviembre de 2012) tienen detalles que no me agradan, funcionan gracias a la buena voluntad de terceros, su caos editorial es insoportable, incluso los textos locales seleccionados para su publicación dejan bastante que desear (por supuesto no me refiero a todos ellos), los textos de escritores consagrados son muy conocidos y no demandan mayor esfuerzo conseguirlos, el poco cuidado con la disposición de los textos dentro del espacio disponible, las constantes erratas.

Hace algunos meses atrás, mientras preparábamos el N°32 de Escarnio, aquel número formato libro que hace tiempo deseábamos, me encontré con un montón de problemas personales que acabaron con mermar la calidad de los textos que envié, en total seis textos, repartidos entre “novedades”, “añejos” y “refritos”: Visiones del ojo púrpura, Todo está bien tras la puerta roja, Misivas impertinentes, Sobre la escritura amatoria con gatos, Carta y un fragmento de La solitaria flor del fumadero; no justificaré mis errores, ni mis desaciertos en estos textos, sin embargo, reconoceré que fue difícil reunir diez planas con textos, comenzaba a asomarse en mi cabeza el indeseable gusanillo de la inseguridad.

Junto con resolver todos los problemas anexos al contenido del documento, nos vimos enfrentados a la grandiosa tarea de reunir los insumos para publicar la revista en formato papel. Comenzamos discutiendo sobre materiales que no teníamos (decidimos que, por tercera vez, pediríamos ayuda a la municipalidad)  y, como siempre, lo que recibimos era una versión barata y distorsionada de lo que pedimos. No importa, lo importante es sacarla –me dije. Los materiales llegaban de a poco, el documento era un atroz cuerpo mutilado, mi culpa por cierto, yo era la encargada de hacerlo, ordenarlo, corregirlo y escribir la editorial; pude hacerlo con muchas dificultades, se retrasó un par de semanas, pedí ayuda, no la recibí en su debido tiempo, tengo también la culpa, provoqué una pelea por la que recibí un alto nivel de hostilidad. Teníamos una forma de multiplicar el contenido, por fortuna.

Junto con las dificultades, teníamos un compromiso en Santiago, con un par de personas del mundillo; había fecha límite para terminar el mayor número de copias posible. A menudo suspiraba mientras cortaba las revistas, odio tener presión sobre mi frágil espalda, para mi suerte soy rápida en estas cosas manuales, en dos días terminé de encuadernar 30 ejemplares de la revista, a un par de horas de viajar a Santiago.

No recuerdo con exactitud el motivo o el hecho que desencadenó la definitiva renuncia de Fernando a la revista, al parecer fue algo que tenía mucho tiempo creciendo en algún recóndito lugar de su cerebro. En apariencia todo funcionaba bien, digamos que a todos importaba que la revista “saliera” fuera como fuera, no nos veíamos ni para decidir qué textos saldrían, a qué autores publicaríamos, en algún momento del 2011 cada uno se hacía cargo de un número de la revista, a solas se decidía la portada, los autores, la editorial, las imágenes. Recuerdo que mi deber dentro de la revista siempre ha sido la parte virtual, hacerme cargo del blog, mail y facebook de la revista, responder correos ordenarlos, actualizar páginas con información. Además de las tareas anexas de los especiales, como la encuadernación.

Me duele que Fernando hable de Escarnio como el jodido tumor que te acabas de operar porque te estaba haciendo la vida imposible. Me obligué a abandonar la revista, no podía quedarme en donde jamás debí estar; como prueba de mi pésimo aporte a la revista, ni Daniel ni Fernando necesitaban ya mi ayuda para editar sus propias revistas, me convierto en el bulto que ningún abuelo quiere en su espalda. Comienza el mal camino hacia mi deprimente vida actual. 

Desde el N°32 de Escarnio (correspondiente al mes de julio de 2012) y por parte de Daniel, no hubo movimiento de la revista en dos meses, luego, la tímida reaparición con un especial de Mario Santiago Papasquiaro, con pocos números. Hasta hace un par de semanas no había noticias de la revista, para reaparecer con tres números consecutivos en espacio de una semana, al parecer hay copias suficientes.

Por otra parte, Fernando acaba de sacar el primer número de Revista Delictual Cíclope, teniendo materiales suficientes 
para multiplicarla a gusto. Personalmente pienso que cae en errores predecibles, de novatos.

He publicado en ambas revistas, con seudónimo. He ayudado con algunos fugaces aportes. Espero que sigan existiendo ambas revistas. Ahora escribo tristemente para mi blog, creo que lo retomaré definitivamente, mientras decido cual será mi próximo paso. La vida de los hombres consiste en salir de las tinieblas y permanecer algún tiempo alrededor de la luz de una vela, para luego volver cada uno a sus propias tinieblas y desaparecer en ellas (Oé).

29 de octubre de 2012

Doom

Bajé rápido en la bicicleta, me quedaban pocos minutos para llegar al centro, la hora se me pasó pensando frente a la pantalla apagada del computador. Pensé en usar googles para evitar que mis ojos lagrimearan, usé lentes de sol, mis ojos estaban rojos a pocas cuadras de mi casa. Me vestí normal, cómoda y urbana, reconociendo en mi suéter cierto aire hippie, eso iba a propósito. No llevé sostén, jamás lo ocupo, me molesta, nunca me acostumbré a usarlo como se debe -eso es lo que me dijeron. En la bicicleta jamás me detengo a mirar la siguiente calle perpendicular, escucho si viene un automóvil, lo que reduce mis posibilidades a la mitad, no podría escuchar un peatón o evitar una colisión con otra bicicleta; es lo de menos, mi amor por la vida humana acaba de desaparecer. Siento al aire frío en mis pezones, a través de los pequeños agujeros del punto en el suéter. Beso el aire, me duele el pecho, no me detengo. La mayor parte del camino es pendiente abajo, no tengo que pedalear, lo hago de todos modos, velocidad. Puedo perder fácilmente el control del manubrio, desde el choque está suelto, suena como la tuerca vieja del auto viejo que alguien chocó hace diez años. En el centro casi quedo reducida a hilos de sangre, una micro de izquierda a derecha y una camioneta de derecha a izquierda, colapso de una bicicleta en medio, casi. Pedaleo las últimas cuadras hasta la plaza de armas, pienso en que no tengo ganas de ir con el tránsito, bajo esquivando personas estúpidas y conductores asustados, mi bicicleta puede dañar el espejo retrovisor de sus preciosos vehículos. Entrando en la plaza, esquivando burbujas de jabón, alcanzo a escuchar un "hola", veo a un sujeto que conocí la noche anterior tirado en el pasto, regreso a saludarlo, me dice que mi bicicleta es muy vintage (creo que es el único "piropo" que ha recibido mi vehículo desde que lo adquirí). Espero unos momentos, me fumo un par de cigarros con la bicicleta al lado (¡uy, en bicicleta y fumando!), decido irme, decido caminar un tramo. Una chica de baja estatura se para frente a mí, no puedo irme porque la arrollaría, me pregunta si soy Pía Ahumada, le digo que sí con el rostro de alguien que no entiende el idioma en que le hablan. Me pide que me quite los lentes de sol, le pregunto por qué debo hacerlo, me dice "es que se está comentando", me asesina su explicación, me quito los lentes un momento, se va casi trotando con una sonrisa en la cara.  

5 de octubre de 2012

A mano, a máquina, en computador

Conversaba un día, el asunto comenzó con una simple pregunta "¿cómo escribes?"... por mi parte no entendí la pregunta, él entendió y me aclaró el asunto: me preguntaba qué prefería para escribir, si lo hacía a mano, en máquina de escribir o en computador. Yo sabía que él escribía a mano, incansablemente; desde que le conozco me llamó la atención el callo que tiene en el dedo medio, en la mano derecha [pequeños detalles que dicen mucho de una persona]. Dudé un poco si ser sincera o mentir, pensé que debía ser ambigua en mi respuesta, le dije que dependía de lo que tuviera a mano. No me gusta escribir a mano, siento que no puedo coordinar mi cabeza -mis ideas, el fluir de mi pensamiento- en simultáneo con el proceso motor de escribir; se me hace difícil, lento, muchas veces al intentar escribir más rápido, no tengo control de mi letra y luego no entiendo lo que dice, soy un estúpido y torpe desastre. Cuando escribo en el computador no me siento torpe, con poca frecuencia se me olvida lo que quería escribir, puedo plantear mejor mis ideas y exponerlas claras, además de corregir un texto completo sin ver aquellas molestas evidencias de mis errores, me gusta también que todas las letras que tengo al frente sean del mismo tamaño [pequeñas manías]. La máquina de escribir es uno de los inventos que más me gustan, el intrincado origen del teclado. Mi abuela me regaló una máquina de escribir cuando yo tenía seis o siete años, era una máquina actual -para la época-, liviana, muy baja, con el exterior plástico en color blanco y negro, era un máquina de escribir Olivetti  (modelo Venezia). En aquel tiempo no tomé mucho en cuenta el regalo, me parecía doloroso intentar escribir, incómodo, demasiado lento. Mi madre se encargó de descubrir casi todas las funciones "ocultas", ella me las enseñó. Con la llegada del computador a mi casa, muchos años después, me familiaricé con el teclado y retomé los intentos de escribir en mi máquina, me dolieron los dedos, sin embargo, no dejé de intentarlo. Sin notarlo, ya podía teclear en el computador mirando la pantalla. En mi primer año de universidad, no tenía computador, no tenía el ejercicio de escribir a mano y mi máquina de escribir esperaba en un rincón de la lúgubre habitación. Ahí, sola, me acostumbré por fin a escribir al ritmo de mis pensamientos, con errores al principio, pero no me preocupaba, siempre tenía ánimos de volver a escribir aquellas primeras cartas que escribí en mi máquina de escribir. Recientemente, retomé mis cartas a máquina, además de algunos borradores de textos; me siento feliz de ser una de las pocas personas que disfrutan escribiendo en máquina.       

30 de septiembre de 2012

Sobreviví al disturbio [Parte XIII]


Esperé unos minutos en la estación, luego decidí regresar. Creo que me demoré demasiado en volver, fumé mucho, pensé mucho, creo que había sobrepasado por mucho mi límite del día. Al llegar tenía hambre, la señorita preparaba desayuno, volví a comer. El último acompañante comía junto a mí, me preguntaba sobre mi estado de ánimo, le sonreí. Esperamos pacientemente el almuerzo, comimos, apenas compartimos unas palabras. Luego, en el patio, crucé algunas palabras con el anfitrión, estuvimos en desacuerdo en algunos puntos, no importó demasiado. Llegaba la hora de irme, ambos serenenses dejamos la casa, tomamos un colectivo hasta la estación del metro y bajamos a buscar el bus indicado. Me compré una última cajetilla de cigarros, me fumé algunos. Subí al bus y estaba muy triste, lloré hasta que salió el bus de Santiago. El último acompañante se quedó solo, no se quejó ni un segundo. Llegué a La Serena por la noche, dormí todo el camino. Me acosté y dormí muchas más horas de las normales, desperté triste. Seguí triste el resto de la semana, el resto del mes, recuerdo los hechos y no me siento satisfecha, siento dolor, no puedo escribir las misivas correspondientes, estoy triste.
[Y final].

15 de septiembre de 2012

Sobreviví al disturbio [Parte XII]

Llegué a verlo, mucho tiempo después, se había quedado ensimismado, pensando en todo a la vez, caminando alrededor de muchas cuadras -suspiro- fumaba, no ponía atención a nada. Yo miraba mucho el cuadro de fondo en el escenario, la última cena con estrellas de Hollywood: El gordo y el flaco, Elvis Presley, Clark Gable, Robert Mitchum, Charlie Chaplin, Marilyn Monroe, James Dean, Humphrey Bogart, Fred Astaire, Cary Grant, Groucho Marx y Marlon Brando. Acabamos la cerveza, los cigarros, las últimas energías. Llegamos a casa rápido, me dejaron un sillón cama pequeño, a los pies de la cama del anfitrión y su novia, los muchachos durmieron en una habitación bastante alejada, me hubiese encantado conversar aquella madrugada con ellos. Desperté con los primeros ruidos del nuevo día, el celular me avisó de la hora, los padres de nuestro anfitrión se levantaban para irse a trabajar -personas buenas, personas honradas, personas comunes. Me levanté, me encontré con el muchachito (se iba de Santiago a las 10:00). Tomamos desayuno, hablé mucho con él, bastante. Lo acompañe a la estación de metro, caminamos bastante, conversamos. Nos despedimos. Escribí un mensaje que dejé caer cerca de las vías del metro, uno quedó inalcanzable (el importante llegó a sus manos). 

13 de septiembre de 2012

Sobreviví al disturbio [Parte XI]

Nos subimos a un taxi, intenté memorizar el camino de algún modo, imposible; me es desagradable no saber regresar cuando quiera, cuando me de la gana ¡demonios! Dejé mis cosas en la habitación que me indicaron, junto a las cosas de los dos acompañantes serenenses que quedaban, intenté hacer contacto visual con cada uno, pero estábamos cansados de estar juntos, sobrepasados por las presencias de las otros, supongo que cada uno era una persona triste en un lugar triste. La novia, la chica de los fideos, preparó lo que había comprado, chorizos, pan, mayonesa. No recuerdo qué bebimos, no tengo idea del por qué. Comí, tenía hambre, pero al acabar el primer pan ya estaba más que satisfecha, no era ni una tercera parte de lo que como siempre, había algo que me molestaba. En aquella casa había dos pequeños perros, café con negro, más pequeños que un gato; ambos me simpatizaron, aliviaron un poco la ansiedad que sentía. Tristeza. Nuestro anfitrión nos invitó a visitar un bar cercano a su casa, un lugar agradable, sin muchas personas, objetos del cine, fotografías. Uno de ellos se quedó sentado en un banco, dos cuadras atrás, no volví a verlo hasta mucho después. Conversamos, nos reímos, bebimos, fumamos. Ah, el intenso sopor melancólico, la pena, la angustia, el cansancio, el cansancio.

11 de septiembre de 2012

Sobreviví al disturbio [Parte X]

Nos bajamos, llamamos para que nos recogieran. Esperamos bastante rato, olvidé llamar un par de estaciones antes, no tenía la cabeza conectada con mi razón, fui muy tonta. Mi enojo se traducía en fumar cada dos minutos, consiguiendo "fuego" (había perdido los tres encendedores que llevé a Santiago). Me senté muy cerca de la calle, quería que algo me despertara de ese letargo de enojo que mantenía mis ojos a medio abrir y mi cabeza cansada. Un par de autos pasaron, un par de buses del TranSantiago, movieron el pavimento, mis muslos temblaron, el viento y humo del tubo de escape me alborotaron los cabellos sucios; no disfruté de aquello, aunque suele animarme que los autos pasen muy cerca de mi cuerpo acuclillado sobre el borde de la acera -alguien me habla de que está preocupado, le contesto con evasivas-, quiero largarme rápido. La novia de nuestro anfitrión nos pasa a buscar, ella está en la boletería. Saludamos, caminamos un par de cuadras, entramos a un supermercado. Uno de ellos se adelanta, va pegado a la muchacha, quizás le sugiere ciertos alimentos, quizás la actualiza de los hechos. Me quedo atrás, miro cosas y me quedo perdida en las etiquetas de los precios, me preocupa que hagan una "vaquita", no tengo dinero. Cuando hacen la fila, y mientras pagan, me llaman desde mi hogar en Calama, mi mamá me contacta con mi padre, me pregunta un poco enfadado sobre mi paradero, le digo que estoy en Santiago. Me pregunta la razón de mi viaje -pensando que yo asistiría a un evento ajeno- le digo que fue una presentación de nuestro trabajo, le oigo animado, bastante interesado, feliz (¿realmente estaba feliz?). Se acaba la conversación, quiero caminar, quiero disimular mi molestia.

Sobreviví al disturbio [Parte IX]

Salí en busca del desesperado, creí que se iría sin más, que abandonaría el lugar común como tantas otras veces. No le vi afuera, le pregunté a un caballero de cabellos canos si lo había visto, "salió". No supe en qué momento, ni por qué, pero aquel hombre tomaba mis manos, me dijo que posiblemente tendría problemas en las articulaciones cuando tuviera más edad, me entristecí un poco. Llegó el desesperado, regresó sin poder comunicarse con la mujer de negro, estaba enfadado, pasaba a mi lado como si yo fuese un gato apestado. Nos costó bastante salir de aquella casa, no es que quisiera irme, pero todo el mundo se quejaba de estupideces y nadie atinó a largarse temprano. Llamé a uno de nuestros anfitriones -el que se fue a casa con su novia para volver más tarde-, me dieron indicaciones que compartí a medias, no quería que cada uno se fuera por su cuenta, no estaba segura de si volvería a verlos si se largaban. Uno se adelantaba, otro se quedaba mirando una enredadera en el camino, yo procuraba que ambos estuvieran dentro de mi campo de visión, afortunadamente era la que estaba menos perdida. Metro, una indicación errónea y otra correcta, llamados, miradas fatales, tirones de equipaje, "chuchadas"... mi cara estaba roja por la rabia, porque sabía que en algún momento de descuido saldría corriendo, obligándome a escoger entre seguir lo planeado o quedarme a la deriva; la seguridad de una cama por la noche o la incomodidad de nuestras presencias iracundas. Agradezco que uno de ellos conservara la paciencia, la parsimonia, que se dejara guiar por mi voz y confiara en mí, que permitiera mi arranque de ira en silencio.

10 de septiembre de 2012

Sobreviví al disturbio [Parte VIII]

Al salir, antes de subir al metro, quedamos en asistir a un evento; se suponía que yo los esperaría, ellos irían a por mí. Llamé tres veces preguntando, nadie se animó a salir de la casa. Decidí "aprovechar" que estaba sola y escogí una plaza (como cuatro veces la plaza de armas de La Serena). Había un lugar plano, con muchas piedras redondas de un tamaño considerable, muchas personas se acercaban a mirar, comenzaba a acercarme y vi que muchos chorros de agua salieron del suelo, era entretenido, algunas jóvenes sacando fotografías, niños y niñas esquivando el agua, todavía me dolía la cabeza; recorrí un poco el parque, me devolví al metro, supongo que las personas se extrañaron de ver a una mujer de aspecto enfermo rondando su amado metro... dormí apoyada en las limpias paredes de la boletería, me desperté con el cuello chueco, regresé al parque, me quedé dormida de cara al sol, dos horas estuve roncando y pasando la cogorza, decidí volver para recuperar mis cosas. Subí al metro, me quedé dormida -otra vez. Caminé y me parecieron eternas las calles, los demás veían televisión ¡qué fastidio!. Habían comido, me alegró; por lo menos estaban todos bien recuperados. Me preparé un té, ni lo comencé a beber cuando tuve que pararme porque vi a alguien a punto de largarse a la "chucha" (no estoy siendo grosera, en serio se iría a perder quien sabe donde), incluso anunció que llamaría de vuelta a la mujer de negro del día anterior -oh.

Sobreviví al disturbio [Parte VII]

La muchacha a mi lado acabó por cansarse, se levantó enojadísima y comenzó a reclamar por el calor que hacía, que ya no podía estar acostada. Yo tenía mi ropa puesta, mi parca verde y un par de mantas encima, no tenía calor; vivo con manos y pies fríos. Soñé algo que se repitió muchas veces, entre pequeñas imágenes de la realidad, la habitación saturada de aire caliente, con la música a un volumen monstruoso. Creo que el sueño era una especie de repetición erótica-festiva de mi día, especialmente del local, con mi odio y celos, con la emoción de la experiencia y la alegría de tener a mis colegas serenenses cerca (no encontré otra palabra mejor, aunque muchos se quejarán). En algún momento quise levantarme, pero me dolía todo y la cabeza se me reventaba. Escuché a alguien decir "ya, chao, me voy". No tengo idea a qué hora me levanté, ni cómo me bajé de la cama, ni como llegué al baño, miré mi rostro enrojecido en el espejo, me mojé la cara y el pelo, inspiré hondo, busqué cigarrillos en mi bolsillo. Desayuné un vaso con coca-cola y un par de cigarrillos, mi cabeza era un puto volcán arrojando flujo piroclástico; esos dolores me ponen de mala. Escuché que el amigo "estado comatoso" quería irse, pero no tenía idea del cómo, pensé que podía cambiar la hora de mi pasaje y acompañarlo al terminal, aprovechar de conversar un rato con él y respirar fuera de ese ambiente tan masculino. Caminamos, yo recordaba la ruta -afortunadamente-, llegamos al metro, viajamos bastante. Felizmente pudo tomar un bus a su ciudad, me dejó tranquila acompañarlo y poder entablar un pequeño lazo con él, esa tarde, bajo esas circunstancias. 

9 de septiembre de 2012

Sobreviví al disturbio [Parte VI]

Me avisaron que uno de mis acompañantes serenenses se encontraba en estado comatoso (pensé que había muerto o algo así)... no era para tanto muchacho -siempre me río cuando recuerdo eso de "tu amigo está en estado comatoso". Al rato llegó el padre del dueño de casa, eran dobles con unos cuantos años de diferencia, no creí que podían existir tantas coincidencias entre un padre y su hijo, en fin. Seguí fumando, sentí la cabeza cargada, como si alguien me hubiese pateado con una bota. ¡¿Escuché que alguien se iba a dormir?! me fui detrás del primero que se largó a la habitación, me moría de cansancio, en serio. Dormí sobre una cama pequeña, con la nariz pegada a la pared, el cuerpo sobre el brazo izquierdo... ay, el dolor era horrible, sin embargo, no podía quejarme de nada, había bebido, fumado, hablado, escuchado, puteado (risas). A mi lado durmió la señorita de los fideos, a su lado (el borde de la cama) su novio, en un colchón, al lado de la cama, durmieron tres personas más; la habitación estaba "a tope" de gente, no podías entrar -o salir- sin tropezarte con algún pie ebrio y palpitante. Dormí poco, mi cabeza no colaboró en el descanso de mi cuerpo -fuck. Siempre he tenido el sueño liviano, con cada sonido más fuerte de lo común para gente durmiendo, me despertaba e intentaba moverme un poco, no sé, para volver a sentir mis piernas.

8 de septiembre de 2012

Sobreviví al disturbio [Parte V]

Gran parte de la borrachera se me pasó en el camino, estaba lúcida para memorizar el camino -teniendo en cuenta que era bastante largo. Al llegar me sirvieron vino, sin preguntarme antes, sin mediar ninguna palabra. Fingí que bebía, dije cosas que quizás no debí; creo que es tarde para retratarme, sin embargo, lo escribo (soy idiota). Me dolía la cabeza, creo que era el mismo dolor que tenía cuando llegué a Santiago, esa lejana madrugada, el día anterior; era el cansancio pateando el lado izquierdo de mi cabeza, rogando que durmiera o, por último, que descansara sentada. Fumaba como carretonero, creo que fumaba para no dejar que mi cerebro se durmiera estando yo de pie. Detrás de mí, en un sillón bastante amplio dormían mis acompañantes -digo, mis acompañantes serenenses- se veía que a todos nos hacía falta esa siesta perfecta. Me agarré a indirectas con una muchacha (creo que al día siguiente alguien me dijo que era la novia de uno de nuestros anfitriones), le dije que los fideos se le pasarían, ella dijo que acababa de verlos y estaban duros -el suave tacto de un fideo retorcido con su mano me dio la razón. No quería comer, en serio, no era por los fideos o porque ella los hubiese preparado, era porque tenía el estómago lleno de alcohol y humo, no tolero comer mientras bebo. Mi cabeza reía, la muchacha se sintió bastante ofendida, creo que le debo una disculpa "de las buenas", algún día, cuando la vea y podamos conversar de mujer a mujer (aunque no buscaré esa conversación).

6 de septiembre de 2012

Sobreviví al disturbio [Parte IV]

Había marihuana -quizás para algunos no sea tan obvio-, algunos se quedaron atrás, algunos intentaban liar pitos, uno lo logró, a los demás no les interesó. Ahí perdí el incómodo rastro de aquella mujer de negro, ahí recién sentí que podía ser yo misma, reír por cosas estúpidas, maldecir porque me daba la gana, fumar como se debe (no estoy bromeando). Ey ¿cómo se supone que tres extranjeros viajan sobre el transporte público en Santiago?, diciendo permiso y evitando contacto visual -creo que es el mejor consejo "extraliterario" que me han dado-. Me golpeé por los constantes frenazos del conductor, creí merecer ese viaje largo y tortuoso, incluso creí que me dolería al rato, sin embargo no lo recordé hasta horas después. Bajé junto a unas siete personas que habían subido diciendo "permiso", me sentí un poco culpable, no por escaquearme el pago, sino por desaprovechar mi primer viaje en el nunca bien ponderado TranSantiago (un momento ¿se escribe así?). Comí papas que alguien pagó con lo que sobró del "copete", me confiaron una cajetilla de cigarros Hilton grises, caminé fijándome en cada calle por la que caminamos, no quería verme totalmente perdida en un lugar que jamás había pisado. Llegamos a la casa de un amigo un tanto hiperactivo y pude, al fin, bajar un poco la guardia.

5 de septiembre de 2012

Sobreviví al disturbio [Parte III]

Por nerviosismo al leer y luego unos celos incontenibles, me comporté del modo egoísta, ni mirando a mis conocidos, ni preocupada por lo que hacían, ni lo que decían. Me sentía triste, las personas que conocía hablaban con la famosa mujer, ella parecía ¿molesta? ¿incómoda?, no lo sé, uh. Debo decir que mis funciones motoras no estaban coordinadas, había bebido demás, tenía miedo al principio porque estaba muy resfriada, temía ahogarme, toser más de lo que podía controlar, luego mi miedo era desaparecer entre los desconocidos, que las personas dejaran de notar que estaba allí. Conversé con cuanta persona se me cruzó en el camino, repartiendo revistas que encontré en una bolsa amarilla -bolsa que estaba en el piso, me dio mucha rabia, me las apropié-, tomé vino (a pesar de que me sienta fatal con cerveza) y seguí conversando con desconocidos. Conocí a dos personas que me gustaría volver a ver, simpáticos y extrovertidos muchachos [risas]. Cuando uno desconecta el cerebro de la pelvis, es fácil desviar atenciones propias de "calentones".

4 de septiembre de 2012

Sobreviví al disturbio [Parte II]

Casi perdí mi saco de dormir en los casilleros de la biblioteca, lo recuperé. Comí una sopaipilla de un carrito, con mostaza plástica y pebre pasado de ají. Esperé un momento a dos viajeros, llegados en horas distintas, les indiqué el camino al local, supuse que no necesitaban más indicaciones. En medio del Chancho Seis no habían muchas personas, solo nuestro anfitrión, sentado fumando, creo que estaba preocupados por nuestra llegada, no conoce lo que podemos llegar a hacer. Pregunté a alguien si era necesario llamar a la Maga -una "maga" mayor, una de tantas- invitándola, para agradecerle la estadía inmediatamente anterior en Santiago, me dijeron que no era necesario; más tarde llegó, alguien le avisó, ella venía a ver lo que Escarnio podía hacer, curiosear, conversar, ¿con las esperanzas de follar? no era la ocasión, no habían ganas. La irrupción de aquella mujer tan extraña me perturbó, especialmente cuando observaba la mesa desde la barra, intentando inmiscuirse en nuestros pensamientos para luego escribir algún texto jactándose de alguna aventura medio inventada. Conversé luego con un muchacho, le dije que el hombre siente pertenencia hacia las personas, mientras las mujeres sienten pertenencia por un territorio; mi territorio, en ese momento, era la mesa, mi vaso de cerveza, mi mochila, mis revistas, las personas que me acompañaban.   

3 de septiembre de 2012

Sobreviví al disturbio [Parte I]

Viajé a Santiago, todo se vino encima muy rápido, no supe cuando compré mi pasaje ni cuando viajé; recuerdo que había lluvia. Llegué a las seis de mañana, todo estaba cerrado, compré un té, me demoré mucho en tomarlo, me gusta muy cargado, en taza grande, sin azúcar y tibio "tirando a caliente". En el terminal -el mismo al que llegamos hace dos años, con motivo del viaje de la "Nave Pentágono" a Rancagua- no podía verse nada a más de diez metros de distancia, no pude ver la iglesia, ni nada más por la niebla densa y la lluvia que a esa hora comenzaba a tomar fuerza.
Por un motivo en particular -perfectamente identificado- me sentía triste. A pesar del paraguas, me mojé. Caminé por Santiago, recorrí las librerías, los lugares que conocía, vi más cines porno de los que recordaba (me encantó el nombre "Nilo-Mayo"). Me perdí también, dos o tres veces. Me comí un completo en el centro, me comí una sopa china en el Mall chino y me comí un queque de miel con dulces blancos en el subterráneo de una galería.
Llegué caminando desde el centro a Quinta Normal, lugar de reunión -íbamos al Chancho Seis-, por primera vez entré a la Biblioteca de Santiago, me dio envidia que tuvieran tres copias de un libro que no pude comprar... ¡estaban tan maltrechos!.

7 de julio de 2012

My dear "Aguerrida Naca"

Recibí tu mail, estoy muy feliz de que me escribieras, el proceso del atentado literario no es simple y dista mucho del común, y a veces vulgar, acto de rayar las paredes. Espero no te moleste que publique aquí tu mail y las observaciones posteriores de mi parte. Muchas gracias por escribirme.

Para: danae.saturnia@gmail.com
De: aguerrida_naca@live.com
Asunto: Au revoir La Serena - Atentado Literario

Mi estimada Pía: Le escribo como una buena amiga que le ha visto desde lejos y, por supuesto, que lee sus textos; me han gustado sus textos, conozco a Escarnio y me parece que están haciendo un buen trabajo. No piense que, como muchos, me contacto con usted para que publique un trabajo deficiente en su revista, me reconozco lectora sin aspiraciones de ser escritora, seríamos demasiados (como dicen por ahí).

Biblioteca pública: "Las bibliotecarias están intelectualmente incapacitadas para ayudarte".
Librería Macondo: "SALC es un órgano putrefacto".
Universidad de La Serena (Campus Andrés Bello): "La cátedra no te hace escritor. Abandona".
Biblioteca Universidad de La Serena: "Roba un libro"

5:12 A.M.

Revise usted estas proclamas literarias de descontento general, le regalo esto a Escarnio. Un saludo.

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Recibí el mail a eso de las seis de la madrugada, según mi correo. A las siete de la tarde salí a recorrer los lugares que Aguerrida Naca indica, la proclama de la biblioteca pública fue borrada inmediatamente, solo podía verse la pintura exterior impecable. En la Recova, en el exterior de la librería no se veían rastros de pintura spray, la proclama fue quitada de inmediato. En la universidad se conservaban, no sé si al día están. Muchas gracias Aguerrida Naca.

21 de mayo de 2012

Abandonado

El 20 de mayo abren Chuquicamata, una vez al año todos esos viejos regresan a visitar la ciudad en que vivieron más de 20 años, más de 40 algunos... personas felices. La casa en donde viví está enterrada bajo tierra, además del hospital en que nací, además de las calles que recorrí ebria por primera vez [sonrisa]. Por si las moscas, me largué a las calles menos transitadas, intentando descubrir algún tesoro olvidado, mis pies me llevaron a algunas casas, un club de rayuela, una iglesia, todo abandonado. Estornudaba mucho, los calendarios más viejos que encontré eran de 2002, todo estaba tan lleno de polvo que ni pasando los dedos encima se podía adivinar la imagen oculta. Un pequeño escenario, abajo había un carrito de supermercado, un baúl abierto, todos los documentos desperdigados, nada de valor. Polvo y pisadas, una almohada vestida con una camisa de hombre. Me imagino que en el cementerio aún quedan cuerpos, me imagino que algunos tesoros del hospital se quedaron allí, me pregunto si es verdad que los guardias venden los muebles que sacan de las casas abandonadas. [¿Continuará?].

16 de mayo de 2012

Almuerzo

Hay una señora boliviana que ayuda a cuidar a mi abuela. Hoy, mientras almorzaba, dijo: ...al final, se juzga, los bebés que has matado y todo eso. Yo quedé un poco descolocada, no pensé que ella hablara abiertamente de esos temas, me pregunté si ella había escuchado hablar algo a mi abuela, quizás sí, la señora habla sin filtro, ella habla de cosas que solo ella sabía.

13 de mayo de 2012

Atardecer

Estaba pensando en escribirte, me dan ganas de escribirte una carta en papel. Me fijé en que me cuesta hilar ideas, recordarlas hasta que puedo escribirlas, me siento un poco molesta por aquello. Ya sé, más o menos, el día de mi regreso, espero que no sea tarde. Celebraremos los cumpleaños que me perdí, no creo que sea tarde para eso, nunca es tarde para compartir cigarrillos liados a mano, tabaco en pipa, cerveza, alcohol [sonrisa], cri du chat, summertime; lo espero con ansias.

Tensión

Por los tesoros que encontré, me di cuenta que lo único que poseen mis padres de mí son las fotografías de cuando era muy niña, porque de grande, no permití que me fotografiaran, perdieron la oportunidad de capturar mi imagen tal cual la querían por años.

12 de mayo de 2012

Solitario

Recordé, de un golpe, lo que era vivir con mis padres; no es agradable, nunca es agradable. Tengo deseos de largarme ¿regresaré?... digamos que podría quedarme mucho tiempo y solo se mediría en postres engullidos, nada qué recordar, escabullirse por la noche a fumar. No me motivaba el café de allá, el de acá tampoco. Extraño a mi gato.

10 de mayo de 2012

Encuentros

Mi madre piensa que está en sus manos enseñarme algo, enseñarme a hacer algo, lo comenta con sus amigas, por teléfono, alcancé a escuchar que no quería dejar que me marchara. Dijo "ella quiere escribir, nada más", eso es malo. Ah. 

8 de mayo de 2012

Palillos

Estaba pensando en revolver mi bebida con un palillo, uno de esos para tejer pequeños chalequitos de lana, como los que teje mi madre para su nieto que conoce poco, un obeso mocosito que jamás pasará una navidad con ella. No tiene sentido que discutamos sobre los sueños, los deseos navideños que mi madre suele pedir, hacerse cargo de asuntos en los que no puedes intervenir no vale la pena, ya llevas demasiados deseos muertos sobre la espalda, esos que, al pasar el tiempo comienzan a incomodarle, los expresa en forma de preguntas que incomoda, hieren, enojan. Estando triste no puedes hacer mucho, a veces repito "... a mí nada me interesa, nada necesito, nada me atrae", si fuese cierto, quizás no estaría tan triste.

26 de abril de 2012

Resolviendo entuertos II

Sé que viste mis mensajes, sé que ya están rotos. Las letras son elementos que la gente no quiere ver en sus calles, no entiendo por qué. Las esquinas presencian mi tristeza, el invierno es viento y lluvia, locura. Pienso que es una buena época para hacer cosas, escribir, aprender, mirar al cielo y maldecir. Debí decirte la frase que tanto me repetiste, debí saber que era el momento adecuado para gritarte y golpear tu rostro con la palma de mi mano extendida, esa mano grande de dedos desviados. Leía "Pigmeo", cuando acabé quería golpear al malnacido de Palahniuk [sonrisa], quizá algún día pueda resolver mis asuntos, robándole uno de sus famosos patitos de goma. ¿Murciélagos? en Chuquicamata también había y jamás los vi.

19 de abril de 2012

Sorteo catarina


¿Sabes? estuve a punto de ser aplastada por un automóvil que retrocedía, me aplastó contra el portón de madera que intentaba abrir infructuosamente. A pesar de lo cerca que estuvo de dañarme –sentí el apretón en los brazos y costillas-, no sucedió nada grave. Aunque me asusté y permanecí asustada hasta horas después del incidente, no es algo de qué preocuparse. No se me pasó por la mente una recopilación mal hecha de los eventos que marcaron mi vida desde mi nacimiento, siempre pensé que esa estupidez provenía de gente que alcanzaba a anhelar algo de su vida antes de su muerte, gente con demasiado tiempo para morir. Un suspiro de alivio vino acompañado por un golpeteo en la ventana trasera polarizada, unos golpecitos con los nudillos de la mano derecha. Mi madre se bajó del automóvil y me preguntó si estaba bien, mi padre se preguntaba qué sucedía (como si él no hubiese estado manejando el dichoso vehículo). Mi corazón latió rápido, más a prisa que cuando tengo un orgasmo, más deprisa que cuando dejo que mi bicicleta se deslice sin frenos en una bajada.  Y como dicen por ahí “en conclusión, esta había sido una lotería rara, rara”.

22 de febrero de 2012

Resolviendo entuertos I

No tenía idea, estaba bien. Las personas se movían muy rápido, las palabras me excitaron, las tuyas, las primeras que se pronunciaron en voz alta, con rabia, alentadas por el alcohol y no sé qué otro estimulante. He leído comentarios que jamás debieron escribirse, he escuchado pequeños susurros que tampoco quise oír. Tengo que estar siempre conversando con las personas, pidiendo explicaciones, expresando mi ira mediante movimientos serpenteantes, cambiar, intercambiar, recibir, callar. ¿Has mirado las calles? ¿las paradas de autobús?, ahí estuve intentando encontrarte. [Suspiro].

31 de enero de 2012

Gato gris

Escuché un maullido bajito y desesperado de un pequeño gato, intenté localizar el origen del maullido, comencé a mirar dentro de los jardines cercanos, bajé la vista hasta donde podían escucharse los maullidos, al ver al gato, uno muy pequeño y gris, me sentí como una madre a la que han arrancado un cachorro desde su pecho. ¿Qué hacer?, el gato maullaba y parecía paralizado por el hambre, sí, esos eran maullidos de hambre, decidí que un gato más no sería tanto problema, pensé que tendría que saltar una reja para rescatarlo y lo hice. El gato resultó mucho más huraño de lo que había pensado, él estaba tan confundido como yo, escapaba cada vez que intenté tomarlo, un bufido acojonante -para un animal tan pequeño- y salía corriendo a lugar seguro mientras yo intentaba tomarlo sin éxito. No había caso, aquel gato había sido arrancado de las tetas salvajes de una gata callejera, su madrecita le había enseñado a odiar a los humanos, por lo que sería un gato callejero más, allá él con sus complejos, saltando a un jardín infantil de rejas infranqueables. Ya crecerás robando comida a niños que querrán cogerte.