Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

9 de febrero de 2021

Apodos

Mi nombre es corto, creo que de los nombres más cortos que puedes encontrar en nuestro idioma. Cuando cursaba mis primeros años escolares, deseaba un apodo o tener la posibilidad de tener otro nombre, algo que denotara -quizás- alguna característica agradable o un rasgo particular, pero durante mucho tiempo no tuve ningún apodo; si bien no recuerdo tampoco los apodos de los otros compañeritos de la misma clase, recuerdo vagamente que la mayoría los tenía. Dejé de desear un apodo cuando me di cuenta que, en mi caso, no tenía sentido: no puedes contraer más mi nombre y tampoco me llamarían de otro modo porque mi nombre no estaba "de moda" (o sea, no habían muchas "Pías" como para tener la necesidad de distinguirlas por un nombre distinto al propio). Lo que pasó conmigo no pasó con mis hermanos, ambos llevan nombres ultra largos y populares: Sebastián ("Tatito", "Seba", "Sebita", "Tatín" y, en el colegio, porque había muchos "Sebastianes", le llamaban por su apellido) y Francisca ("Pancha", "Panchita", "Ponchi", "Fran" la llaman algunas personas fuera de la familia y en su  curso también hubo alcance de nombres, pero no sé bien cómo se resolvió). 
Me llevo por poco con mi hermano, año y medio creo, nos tratábamos por el nombre y yo le decía Seba. No me llevo bien con mi hermano, antes era enojo y ahora es ignorarlo no más porque siento que por un lado no se puede hablar con él y por el otro, me pregunto si hablar con él serviría de algo -o sea, encuentro inútil tratar de entablar una relación amable con él-. Yo le tengo un apodo que cambia de un insulto a un diminutivo del mismo insulto, me cuesta decirle "Seba" o llamarlo por su nombre porque este hombre adulto no es el hermano que yo conocía y quería mucho (hasta que nació la Pancha, porque desde ahí yo por mi lado y ellos por el otro).
Me llevo por nueve años con mi hermana y, desde que llegó a la casa, la llamábamos "Pancha"; mi mamá nos retaba y nos decía que era feo decirle "Pancha" a una guagua, que sonaba mal y que no teníamos que acostumbrarla a ese apodo; al final pocas veces la llamamos Francisca, es que de verdad es largo y le brinda un carácter de persona mayor o suena muy duro, como decirle "Señora Francisca" a un chica de 23 con pinta de niña de 12 -es verdad, se ve muy chica-. Yo la llamo de muchos modos, todos los apodos hacen referencia a animalitos o cositas que me recuerdan a ella, nombres en diminutivo y colores pastel, adorables gatitos o algo esponjoso; y no sólo por su personalidad y carácter, sino porque tiene un trato súper amable y es muy cariñosa, risueña y "livianita de sangre".  

Cuando ya había nacido mi hermana, pensaba que el nombre de mi mamá era "nombre de señora" (mujer adulta), no podía imaginarme a una niña siendo llamada "Paula". Al revés, tampoco me imaginaba que mi nombre pudiera ser usado cuando yo fuera grande porque siempre me sonó a nombre de niña y no he conocido a ninguna Pía mayor que yo -en edad-. En media, recién, conocí a dos chicas más (entre cinco cursos del mismo nivel) que llevaban el mismo nombre, tampoco me las imagino de adultas siendo llamadas "Pía", tampoco me imagino que les digan "Señora Pía" porque suena entre raro y chistoso.
En el último colegio en que estuve, adquirí algunas variantes de mi nombre (casi apodos, digamos) y ya llevaba tantos años sin apodo y entendiendo que era innecesario poseer uno que ya no me gustó que mi nombre fuera reemplazado por algo tan ¿feo?... no sé, sonaban feos o extraños, quizás era porque no estaban motivamos por el cariño, sino por el carácter. Me di cuenta también que no me gusta mi segundo nombre -aunque no lo encuentro feo-, no lo uso y tampoco me gusta que la gente lo sepa porque muchas veces lo dicen para provocarme o irritarme; del mismo modo en que me webean diciéndome "poeta". En ambas oportunidades me da la misma clase de repelús. 

Ya muchos años después, conocí a algunas personas que usaban su segundo nombre o usaban un seudónimo completo y fue asombroso descubrirlo, pues no te lo cuentan al tiro, sino que lo terminas descubriendo de alguna u otra forma. Algo que también me sorprende y me agobia un poco es cuando la gente se cambia el nombre de un modo radical porque siempre he tenido problemas para retener nombres y, cuando cambian, me mata equivocarme y siento que puede resultar ofensivo de alguna forma, aunque nunca ha sido esa mi intención... lo siento si la embarré, alguna vez, con alguien: no estoy ignorando ese nombre que eligieron, estoy reacomodando en la memoria la imagen que tengo y el nuevo nombre que acabo de aprender.

Cuando comencé a leer más, también me di cuenta de que muchos autores eran "anónimos" o usaban un nombre totalmente distinto al que usaban comúnmente, algunos otros habían adquirido ese nuevo nombre para la vida e incluso algunos que escribieron con varios seudónimos durante su vida. En principio, pensaba que era absurdo hacerlo porque no entendía las razones y tampoco atendí a la realidad de quien escogía hacerlo; también chocaba con mi idea de que tu nombre, aunque no te guste, está asociado a una persona (padres, familia, carga emocional, asuntos legales, etc.) y sería complejo cambiarlo; alguna que otra idea sobre la imposibilidad de seguir la trayectoria literaria de alguien si usaba seudónimos u otro nombre o nombres;  me preguntaba también quién porras se desapegaría de una buena obra por usar otro nombre; no sé, pensaba muchas cosas. 
Muchas veces me han dado ganas de renunciar a escribir (digamos "hacerme a un lado") y no he podido porque, en la práctica, continúo escribiendo -pero no con la intención de publicar- y eso es hacer trampa... nah, no es hacer trampa, pero se siente extraño escribir, pero olvidarte del deseo de publicar. En algunos otros momentos, también me ha dado por publicar con seudónimo y responde a algo bien sencillo: necesitaba hacerlo (escribir), pero ese texto no seguía la línea que llevaba hasta ese momento, me sentía incómoda poniendo mi nombre cuando aquello no parecía "de Pía". 

¿Por qué tienes el nombre que tienes? ¿por qué usas el nombre que usas? ¿qué tanto tiene que ver con tu cuerpo, con tus pensamientos, con lo que haces?

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