Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

27 de mayo de 2020

Dar la espalda [Parte I]

Sé bien que se cometen errores en cualquier cosa que uno decida hacer ¿cómo ignorarlo? Metí la pata cuando comencé a decir "me mandaron a estudiar", porque reconocía ante otros que yo no había tenido el valor de decirle a mi familia: "no estoy convencida de querer irme a estudiar a otra ciudad, aunque me enviaron a un colegio que me preparada adecuadamente para la vida universitaria". Siempre supe que mi familia hizo lo imposible para que entrara al "mejor colegio", me hicieron dar cinco pruebas de admisión y entré recién en séptimo básico; en la última vez me pusieron un profesor particular y mi mamá lloró cuando fui honesta al salir de la primera prueba: ahí me preguntó cómo me había ido y yo le dije que nos habían dado instrucciones, además de tiempo acotado. Le conté que había hecho lo que sabía y que quizás no había contestado todo bien. Ella lloró, creo. Ese recuerdo, en particular lo tengo así en la mente, pero no recuerdo bien la imagen; quizás sólo se enfadó o algo. Recuerdo también que caminamos desde el colegio a la casa (el colegio quedaba en la salida sur de la ciudad y nosotros vivíamos "arriba", al otro extremo, casi llegando al límite norte). En la segunda prueba tampoco sentí que me había ido bien, pero mentí; le dije "me fue bien". 
En séptimo básico entré al colegio soñado de mi familia. En séptimo básico comencé a usar unos binoculares (amarillos) de juguete para ver la pizarra. Ese mismo año, mientras le sostenía la puerta a una amiga mientras estaba en el baño, una chica de un curso mayor me miró con cara de desaprobación y me preguntó qué hacía un niño (yo) en el baño; tenía el pelo cortísimo y mi cuerpo no era de una mujer, ese año recién comenzaría a notarse mi "desarrollo". También ese año participé en una obra -una que estaba ambientada en el Jardín del Edén-, el grupo en que estaba era de puras niñas, todas tenían papel de hombre, excepto la que hacía de "Eva". Yo fui Adán y era la única que realmente me veía como un chico. Ese año fue la primera vez que me "escapé de casa" (pedí permiso para ir a un lugar y fui de todos modos aunque no me dieron permiso) y me subí al auto de un extraño, todo en una tarde; fue la primera vez que mi padre me pegó "un volador"; jamás volví a escaparme de casa ni a salir sin permiso.
En octavo básico comencé a usar lentes. En octavo se me perdió el libro de clases, me encargaron entregarlo a otra profesora y yo lo enganché descuidadamente en mi bolso; sólo noté que faltaba cuando la profe que debía recibir el libro, lo pidió; un profesor de otro curso lo había encontrado y no lo entregó, sino que esperó a que todo empeorara para decir "yo lo encontré en el patio". Ese año recibí una flor y una tarjeta en "San Chuquitín" (una festividad inventada en que se emulaba San Valentín); podías comprar una rosa y una tarjeta, entregarla a quienes organizaban y ellos se encargaban de entregarla a los o las destinatarias; cuando el mensajero entró por la puerta, yo miré con odio a las chicas populares -las que estaban más desarrolladas y que ya se maquillaban- imaginando que ellas recibirían algo; casi me muero cuando dijeron mi nombre y me entregaron una rosa, una tarjetita y un regalito; yo iba en octavo y el chico que había enviado las cositas estaba en tercero medio. Cuando iba en octavo básico la profesora jefa le pidió a una compañera de curso que le perforara la oreja, yo vi la sangre correr en esa oreja y ahora me pregunto por qué una adulta confiaría en una niña; en ese entonces no me lo cuestioné; mi único agujero en el cartílago de la oreja me lo hice a los 20, tampoco confiaba en mí misma cuando lo hice. En octavo básico, durante el viaje de fin de año a Iquique, sentí por primera vez ganas de "no existir"; nadie se juntó conmigo durante el viaje, me comí una lata de champiñones sentada en un muelle mirando al mar, nadie me vio comerlos. Ese año, creo, fue la primera vez que fui a un carrete; era la primera vez que me daba pánico mirarme en el espejo, quise robarle un scooter al dueño de casa y lanzarme calle abajo para saber si me moriría al caer, me preguntaba cuántos litros de sangre necesitaba perder para morirme; me detuvieron antes de lanzarme, no tuve el valor de correr una cuadra y lanzarme calle abajo. Ese año fue la primera vez que me quedé fuera de casa, dormí a los pies de la cama de una amiga, hecha bola como un gato; descubrí que sentía una incomodidad terrible al quedarme en casas ajenas; hasta hoy me cuesta quedarme fuera e intento evitarlo lo más que puedo. 
Cuando iba en primero medio jugaba a "los espiner" (los antiguos, esos que tenían una flecha y un disco aserrado, venían en las papas fritas y tenían imágenes de superhéroes) con dos amigos repitentes. La profe de química nos hizo armar hidrocarburos con plasticina y yo me negué por odiar la plasticina; como ya sabía sobre lo que nos hizo armar, al explicárselo, ella me dijo que se lo explicara a algunos de mis compañeros y después seguí jugando a los espiners en clase. En ese tiempo leí un libro de hipnosis y conocía la Teoría del Péndulo de Chevreul, me moría de ganas de hipnotizar a alguien; nos pidieron hacer una entrevista y conseguí que un amigo se dejara hipnotizar para "entrevistar a su subconsciente"; lo hicimos en su casa y me contó que él era una especie de militar y había una mujer ahí con él; no lo grabé porque me dio miedo; cuando lo desperté le dolía la cabeza y, según él, no recordaba nada de nada; no entregué la tarea porque de verdad sentí miedo; no volví a intentarlo en dos o tres años. Ese año los que llegaban primero a la sala tenían la manía de jugar a "quemar papel"; cuando llegaba la hora de comenzar la clase, ellos escondían esos papeles debajo de la tarima; un día se les quedó prendido alguno y comenzó a salir humo desde debajo de los pies de la profesora; a ellos los culparon de pirómanos y perdimos una clase completa; mientras esperábamos afuera, yo estaba sentada en una baranda en el segundo piso y un compañero de curso me empujó hacia atrás al tiempo que agarraba mis brazos para devolverme a la posición que ocupaba en un primer momento -me dio un jodido susto de muerte-. Ese año se suicidó un muchacho en el sector de básica (ambos sectores estaban separados por una reja); la profesora que nos tocaba a primera hora había visto el cuerpo, lo había juzgado como un muñeco y pasó de largo sin avisar a nadie, ya tarde se dio cuenta de que era un cuerpo muerto colgado; ella vio un muñeco azul; pasamos tres o cuatro horas encerrados en la sala mientras la profesora declaraba (supongo); después supimos que el muchacho era de otro colegio, que iba en media y que se había intentado suicidar hace poco; tenía el brazo partido y con yeso porque se había intentado colgar en la gruta y se había cortado la cuerda. Ese año también encontré un pájaro muerto, estaba tieso, era un canario o un lorito, no lo recuerdo bien; debió morir de frío en el desierto; a veces no es bueno escapar de la jaula. Ese año vendí resúmenes del libro "La edad prohibida" de Torcuato Luca de Tena; muy pocos en un curso de 40 leyeron el libro. En primero medio mis amigos jalaron "sal de fruta" (la pidieron para un experimento de química), me faltó valor para probarlo, pero me reí mucho ese día. Para ese entonces, la ciudad en donde estaba el colegio iba a desaparecer, se estaban haciendo los últimos preparativos "para cambiarse".   
En segundo medio me ofrecí para limpiar el laboratorio de química con una amiga, no pudimos resistir la tentación de ver el frasco con el feto (uno de, a lo menos, ocho meses); fue la última vez que pudimos ver ese feto. Era entretenido que mi profesora de química me pasara, sin preguntar, un montón de polvito de color morado brillante (permanganato de potasio); leí un libro en que decía que podías hacer explosivos con eso, pero después me di cuenta que el libro mentía, aún conservo un poco de ese permanganato de potasio. Un amigo se mordió un dedo hasta romperse la piel, sólo para ver su sangre en un microscopio; olvidó poner su sangre en un portaobjetos, depositó una gran gota de sangre directamente sobre la lamparilla y la profesora terminó limpiando la sangre con su bata blanca de laboratorio, nos retó a ambos. En segundo medio estuve en un bus que chocó de cola contra una casa, afortunadamente iba con mi hermana (que iba en primero básico), una compañerita del curso de mi hermana y el vecino (que iba en tercero o cuarto básico); los llevé a los tres de vuelta a casa y los entregué a cada mamá; como tres horas después me dio un shock y me puse a llorar; mi amigo repitente me consoló. En segundo medio, el primer día de clases me tocó en otra ciudad; cuando mi familia se cambió de casa a mediados de mayo, salí de una casa, fui al colegio en otra ciudad y regresé a una casa nueva en una ciudad distinta; mi familia no nos dejó faltar a clase, ese día se cambiaron de casa en un tris trás. En segundo medio pensaba mucho en morir, pero no en formas de hacerlo, sino en la idea de que no quería existir; desde ahí hasta que terminé el colegio se hizo más frecuente y más profunda esa idea. 
En tercero medio mi profe jefe le dijo a mi familia que, al parecer, yo estaba deprimida y que temía que me suicidara; mi familia me retó y no me preguntó siquiera si era verdad; si me hubieran preguntado, yo habría mentido sólo para mantener su atención lejos de mí. Ese año perdí a mi amigo repitente y lo volví a ver sólo una vez más, pero sentí celos de que abrazara con tanto cariño a otra compañera y a mí no. Ese año leí mucho, me hice amiga de la bibliotecaria y dejaba que hiciera la cimarra dentro de la biblioteca. Ese año mi papá me metió a un preuniversitario dentro del mismo colegio; llegaba a las 20:30 a mi casa y siempre arrastraba los pies. Ese años conocí a Aristóteles España y pensé que escribir no era una fantasía tan absurda. Hice un test de intereses para saber qué chucha iba a estudiar en la universidad, porque hasta ese entonces no sabía qué chucha quería hacer; me salió agronomía y la cosa más estúpida que he hecho fue hacerle caso a ese profesor; no quería orientarme, quería que yo fuera a la universidad como todos los otros que saldrían un año después; yo le hice caso sin saber lo que quería e ignoré mis propios gustos e intereses; yo omití mi propio juicio, yo me olvidé de mí e hice lo que querían que hiciera. Me odié por muchos años por esa decisión; no tuve el valor de decir: "siento miedo, no sé lo que deseo hacer de mi vida, siento miedo, necesito más tiempo para decidir". En tercero medio pensaba mucho en dejar de existir, pero tampoco en los modos de hacerlo, sino en lo que sentiría (si es que se sentía algo) si dejara de existir. Lloré mucho ese año. 
En cuarto medio todo eran pruebas y mierdas de ensayos de psu; no recuerdo mucho más. Creo que le dañé la mano a un weón x apretando sus dedos con la tapa de una pequeña hielera (laboratorio de química). Una profesora de química derritió una lado de su anillo de compromiso intentando demostrarnos que el oro era un buen conductor de electricidad. Creo que abrimos un cráneo de cabra y fue la primera vez que vi parásitos grandes.; creo que ahí comenzó el asco que le tengo al hedor del formol. Una chica de tercero medio se burló de mí en un carrete, me ofreció copete y me dijo que era jugo de cereza; un compañero de curso me tiró una colilla encendida directamente a la chaqueta, no pensé que me despreciaba tanto como para hacer algo así; hice un escándalo de borracha de mierda; confirmé mi pánico a los espejos; esa noche me quedé en esa casa y les hablé a mis amigas que yo veía mucha película casi porno española en el chv. Una compañera de curso, que debió quererme mucho, agarró a la muchacha que se había reído de mí: tomó del cuello a la chica cherry y la empujó al suelo, le vi las calzas porque su falda se levantó hasta más arriba de su cintura. Salí de cuarto e hice algunos libros para despedirme de algunas amigas; una de ellas estrelló el libro con un pedazo de torta, no fue a propósito; sentí pena y rabia, pero le dije que no se preocupara. A pesar de no haber participado activamente de ningún club o academia (tiempo libre), recibí dos regalos: uno de la biblioteca y otro de artes; un libro y un juego de lápices guays. Casi me vomito con la primera psu que di, me largué a ver una película después de eso; desapareciendo por más de tres horas. Mi única marca concreta en ese lugar es mi nombre en muchos libros de la biblioteca, última página, registro de préstamos. 

En verano se rieron de mí cuando estaba presentando.

Con un nudo grueso en el estómago, decidí participar en un conversatorio en la Feria del Libro de La Serena 2020. Me costó harto decidir y me costó mucho más juntar valor para subirme al escenario. Siempre pido una presentación extra (hay una que es obligada y gratis, para pagar el uso del módulo), esta vez aparte de la "gratis", participé en otra y pedí una para mí. En la mía no sabía qué mierda iba a hacer, la pedí casi por inercia; porque quería despedirme y no podía dejar pasar ese escenario: la costumbre, el fin de la trilogía (2016, 2017 y 2019) y luego el vacío, algo en que puedo convocar a mis amigos; no sé la razón exacta, pero estoy segura de que es una mezcla de todas y hay mucho más por ahí oculto. La primera, por pésima suerte, fue de la Red Feminista del Libro. Nada, yo en blanco, con atacazos de incertidumbre y haciéndome joder a punta de cigarros y café. Nada, yo en nada, esperando que todo se acabara pronto y dejar de ver a todo el mundo: a los escritores que odio, a esos que me dan náuseas, a esos a quienes temo, a esos que no espero ver, a esos que me joden el puto verano. No quería ni estar en la feria, pero no tuve el valor de decidirme a tiempo y decir "no, maldita sea, no quiero, no quiero hacerlo este año"; la decisión no sólo implica que yo diga "no", he estado tantos años que ese "no" significa perder mucho y no estaba preparada, aunque me sentía mal no quería perder eso y tampoco asumir todo lo que vendría si renunciaba. En fin. El conversatorio de la Red fue algo que poco pudimos coordinar, yo no moví un dedo y fui estúpida para negarme, terminé diciendo que sí, que yo iba, que blablabla (si nadie me detuvo es porque tuve suerte, mi torpeza e indecisión se notaban a leguas). Temblando me subí y me costó un montón mantener la atención sobre lo que hablaban las otras dos mujeres a mi lado, aunque yo sabía bien por dónde iba la presentación. Me costaba mucho hilar ideas, me costaba un montón hablar sin tropezarme en mis palabras, me sentía terrible ahí arruinando la presentación; quería huir. Bueno, todo pasa rápido realmente. Las presentaciones suelen ser de menos de una hora y se pasa rápido cuando la responsabilidad de hablar recae en otros, para mí suele ser "meter la cuchara" de vez en cuando, ser graciosa y parecer espontánea, eso esperaba. Nah, maldita sea. Me dio más vueltas el estómago revuelto y casi me revienta la cara cuando, en primera fila, alguien pregunta y atrás muchos aplauden. Lo sentí como un puto ataque personal y después corroboré que no fue así, era producto de mis nervios; amplifiqué esa pregunta y la imaginé como una lanza... estúpida de mí. Yo respondí a las tres preguntas, me parece, no lo sé, todo es nebuloso y no puedo recordar con detalles. Pasaron las tres preguntas y salí corriendo de ahí, fue pésimo. 

Ahora, esto pudo no haber sido una weá tan terrible y no la recordaría del todo si no se hubieran reído de mí mientras hablaba en el escenario. La misma mujer de la primera fila que hizo la primera pregunta, le hizo un comentario a la otra que estaba a su lado y se rieron juntas: yo justo la estaba mirando y creo que me puse roja y comencé a perder el poco vuelo que había agarrado mientras hablaban las otras mujeres que presentaban. Algo evidente es el nervio antes de la presentación, algo menos obvio y esperado es perder los estribos porque alguien se ríe de ti en tu cara mientras estás presentando. Creo que me fui a la chucha de ahí en más, no puedo decir que estaba bien ese día (ya te lo conté), pero me sentía capaz de seguir el hilo y, por último, hablar algo. ¿Qué tenía de gracioso lo que estaba hablando? ¿en serio se tenían que reír de mí en ese momento? ¿por qué un miembro mujer de la Red Feminista del Libro de la Región de Coquimbo se reía de otro miembro mujer de la Red Feminista del Libro que estaba presentando en ese momento? Te cuento. A raíz de mi fobia, del miedo que siento por la mierda que tuve vivir con los que se hacen llamar "poetas", casi siempre digo: "yo la pasé mal", "los escritores jóvenes...", "a mí me pasó que..." Aún me pesan esas cosas, todavía me duelen algunas, todavía recuerdo algunas y siento tristeza, siento rabia porque fui cobarde, porque sentí y siento miedo, porque muchas veces no hice nada y cuando decidí que debía hacer algo fui bruta y violenta y, finalmente, tuve que marginarme y perdí algunas cosas también. Me recupero, apuesto por agruparme con algunas mujeres que no son de mi generación. Presento en verano, aunque no me siento bien. Se ríen se mí. En la mesa post presentación (que no recuerdo si fue el mismo día más tarde u otro día), esa que se reía decía en la mesa que le había causado gracia que me refiriera a mí como "joven" o que me sintiera de ese grupo. Que le había comentado a la mujer a su lado que "ella (yo) no es tan joven". Le quería meter unos piñazos, la quería insultar y decir que se metiera el discurso feminista por la raja, que se olvidara para siempre de la palabra sororidad y que se abstuviera para siempre de hablar en mi presencia... no, lo que se me pasó por la cabeza fue mucho más real y a mí me dolió, a mí me marcó y a mí me sigue dando vueltas en la cabeza, a mí no me ha abandonado ese recuerdo tan de mierda. ¿Quieres saber? ¿quieres saber por qué me jode tanto? Yo tenía 24 y me retrasé muchas horas antes de ir a una reunión con los editores de Escarnio, habíamos quedado en ir a casa de un poeta a pedirle un pendrive con archivos porque teníamos una edición "hermana" (se sacaría una edición especial con el mismo contenido, pero con el estilo propio de cada revista), el sujeto no había querido pasarnos los archivos y nosotros tuvimos que decidir ir a su casa a buscarlo. Como yo llegué horas atrasada (no recuerdo por qué), les dije que lo compensaría yendo sola a la casa del poeta a recoger el pendrive. ERROR. Caminé desde el centro hasta unas cuadras antes de Cuatro Esquinas por calle Cisternas, conocía el lugar. En esa casa había una habitación/taller en donde era frecuente que este sujeto invitara a sus amigos, ahí estaban los papeles, las impresiones, el computador, weás para hacer su revista y una cama. Este sujeto estaba bebiendo vino y se negaba a pasarme el jodido pendrive, me ofreció vino y me siguió ofreciendo. Yo no debía estar ahí porque el archivo podía enviarse perfectamente por mail. Yo no debía estar sola ahí porque se suponía que yo iría con los otros dos editores. Yo no debía estar bebiendo porque no quería, pero en ese momento era importante no verme como una niña y por eso bebí. Yo no debía estar ahí porque me daba mala espina este weón, aunque en ese momento trabajábamos con él. ¿Sabes por qué me jode tanto? ¿sabes por qué me molesta tanto? Me ofreció vino y llegó un momento en que intentó empujarme a la cama ¡empujarme! Le exigí el puto pendrive y salí corriendo de ahí, no recuerdo si lloré al salir o más allá, mientras recorría calle Cisternas caminando hacia el norte. En algún lado se detuvo un motociclista y le pedí que, por favor, me llevara (le ofrecí hasta cuatro lucas); no habían colectivos pasando por esa calle y me sentía tan mal, como que no iba a alcanzar a llegar a mi casa; el motociclista se negó todo el tiempo, me dijo que no tenía otro casco. Ya amigo, gracias (después pensé que el amigo quizás estaba muerto de miedo de que yo le hablara en esas condiciones); demás que puedo arrastrarme hasta mi casa. Sentía frustración, ira, vergüenza. Me hice hartas preguntas ¿yo había sido sugerente? ¿había insinuado que deseaba sexo? ¿había hecho -sin saberlo- algún gesto incitador? ¿había cometido algún error en pedir el pendrive? No, no, no, no no no, nononono. Nada porque justamente no quería nada más que el pendrive.

 ¿Sabes por qué me molesta? ¿sabes? Esa mujer no sabe por qué me duele tanto y por qué me niego a dejar de hablar de "los jóvenes" o "los chicos", esa mujer no sabe que aún pienso en eso y me da asco, esa mujer no se imagina lo que me marcó y lo que me dolió y lo que lloré. Esa mujer no sabe la fobia que siento al pensar que a alguno de mis amigxs le pase algo similar sólo por desear ser escritores. Al escucharla contar como chiste por qué se había reído de mí en la presentación, no tuve ganas de insultarla ni de agarrarla a puñetazos, no tuve ganas de callarla, ni de decirle que jamás volviera a usar la palabra sororidad, ni que dejara de estar en un grupo de mujeres feministas; tuve ganas de decirle que no se riera, que no sabía lo que yo había pasado en la casa de su hermano.      

Decidí marginarme voluntariamente y no he renunciado, pero me hace falta poco para mandar todo a la mierda. Me estoy volviendo a caer en un pozo bien profundo y ya dejé hartas cosas la última vez que me pasó. ¿Qué hacer?      

23 de mayo de 2020

¿Para qué te voy a mentir?

Me imagino que igual, de repente, ves concursos literarios en las redes sociales y piensas: ey, demás que tengo algo para mandar (porque escribir algo... los plazos son cortos y todos suponen que los que escriben tienen cincuenta páginas de algo escrito o tienen veinte cuentos para escoger el adecuado). No recibo ni un peso por escribir, la prioridad la dicta el estómago y no me alimento de la satisfacción que siento cuando termino un texto: usted cambie "el estómago" por "los cigarros". De diez concursos, uno que otro me llaman la atención y, además de compartirlo entre mis pares cuentistas, comienza a seducirme la idea de "enviar algo". Tengo harto cuento, pero los que se pueden enviar (porque caben en las bases) son muchos menos; escribir uno para el concurso no está dentro de mis posibilidades (lo que considero mejor logrados, se han escrito en más de un mes); seleccionar alguno y hacerlo encajar a la fuerza en el tema, me revienta; muchas veces piden registro o documentos que cuestan dinero que, sabiamente, prefiero fumarme antes de desperdiciar en un concurso que no ganaré; los temas que abordo no son algo prioritario, necesario, contingente o actual; me sobran razones por las cuales acabo decidiendo no enviar ni una weá a ningún concurso. 

Esta aversión a los concursos no la sentí siempre, cuando yo era una década más joven me encantaba "probar suerte" (porque eso es un concurso, una jodida lotería) y me gasté un montón de dinero -que me pude haber fumado- en anillados, fotocopias, impresiones, declaraciones ante notario, sobres, copiado de archivo en cd, envíos por correo e internet de ciber. No quiero calcular cuánta plata se me fue en varios intentos absurdos, jamás gané ningún concurso (excepto el Manuel Concha, Fondo Editorial Municipal de La Serena; en ese tiempo había sólo publicación y no dinero; tampoco viene una buena reputación cuando te ganas ese concurso). Hace algunas semanas leí un artículo de un grupo de mujeres escritoras feministas, sí, bueno, ellas están organizadas y tienen poder económico para hacer algo y no andar mendigando monedas para un proyecto. Lo leí completo y, pues, nada; no es un lugar en donde me gustaría estar. De hecho me estoy cuestionando -ahora mismo- si continuar en algún que otro grupo que se está formando acá en La Serena. En el verano alguien dijo algo que sabía, pero que no tenía forma de poner en palabras: "nosotros no creemos ni en nosotros mismo y vamos a andar creyendo en [...]" (me reservo la otra parte de lo que dijo, pues da para otra entrada en el blog). "Nosotros no creemos ni en nosotros mismos", ahí me voy a enfocar. El artículo en sí tiene poco que ver con esta entrada, pero los comentarios a propósito del artículo sí tienen mucho que ver. Recuerdo que había cuatro comentarios, todos de hombres, recuerdo sólo dos: uno estaba ofreciendo servicios editoriales a las mujeres del artículo y otro comentaba algo así "¿no han considerado que si nadie las publica, ustedes no sean buenas escritoras?". Recuerdo que le saqué captura de pantalla a los comentarios y publiqué el artículo en redes sociales y, como la mayoría de las veces, nadie puso un comentario a propósito. Hay varias cosas que pensé, algunas se me cruzaron con cosas que había oído de algunos autores y otras simplemente las he pesando. ¿Qué quiero? ¿qué quiero conseguir? Al parecer la idea de ser un creador (acá me referiré sólo al oficio de escribir) viene de la mano con la idea de que, para obtener algo, debes pasar por una faceta de exposición pública importante: estar en todo, salir en todo, organizar de todo, ir a todo, que te inviten, que te consideren, que te ofrezcan de todo. Yo pensaba que era natural que si creabas algo, pues debías también presentar tu trabajo y estar en todo evento relacionado con lo que haces; no es así, son las reminiscencias de una creencia bien arraigada. Si escribes, no tienes que ser un personaje público: las vías para que tu creación sea conocida no tienen que ver con qué tan "público" o "anónimo" seas, tiene que ver con la calidad de tu obra y cómo la mueves. ¿Qué quería? ¿qué deseaba conseguir? Cuando estaba comenzando a escribir en serio (2009), mi gran objetivo era estar en donde estaban los escritores conocidos, me importaba poco que esos escritores conocidos fueran pésimos escritores o pésimas personas: yo quería estar ahí porque los escritores de verdad estaban ahí, la gente los conocía, la gente los iba a escuchar, la gente se sabía sus nombres y leía sus libros. De un modo casual, pasé a ser considerada y no por mí ni mis cuentos, sino porque era parte de una revista con editores con buenos contactos: yo nací en otro lugar, crecí en otro lugar y llegué a La Serena a los dieciocho. No sabía de los circuitos literarios de acá, tampoco sabía bien quién o qué escribía cada uno, me tomó alrededor de dos años conocer lo mínimo y tampoco hubiera llegado tan lejos de no conocer a los editores de la revista; ellos me presentaron a muchas personas que ellos conocían -poetas principalmente-. Siempre de los siempres (sé que suena fatal) yo era la última que conocía a tal o cual escritor, la última en conocer los bares, las casas, los antros, las historias de este mundillo pantanoso. Con el tiempo me pasó mucho que comencé a notar muchas actitudes que me molestaron. Lo más básico fue que nadie me meaba... de verdad, nadie me pescaba: nadie leía lo que yo escribía, nadie me comentaba a menos que yo preguntara primero, nadie me invitaba a mí (fui invitada por un tercero, generalmente un editor de la revista), hay algunos que no me saludaban aunque me conocían (el "gato serenense" es uno de esos), la gente tenía una actitud distinta cuando estaba con los editores y cuando yo estaba sola. ¿Acaso era porque yo no escribía poesía? ¿era yo muy estúpida para estar al nivel de sus conversaciones? ¿acaso mi poca capacidad de retención y memorización les era nefasta? ¿acaso era tarada por ir a meterme donde no me habían invitado? Mientras nadie me meaba, yo los leía; conocí las editoriales, conocí los autores, conocí los libros. Mientras nadie me meaba, me dañaba repitiéndome mil y una vez: "eres estúpida", "no eres buena", "escribes como la mierda", "jamás vas a ser una escritora", "no eres capaz de hacer un buen cuento", "no eres más que la acompañante", "te tratan distinto porque escribes mal". Nah, no era nada de eso (y yo me pasé rollos muchos años): era porque yo no era una poeta con la cual pelear o unir fuerzas. Yo era una cuentista con necesidad de juntarse con cuentistas en las mismas condiciones que yo: comenzando, entrenando, aprendiendo, levantándome y cayéndome. No puedo decir que no me dañó que nadie me pescara, me dañó harto de hecho; acá sigo escribiendo de weás que pasaron hace décadas, pero aún siento que lo tengo fresco porque sufrí mucho con eso. 

Después de mucho tiempo y de mucho autocastigo, aprendí que le tengo una fobia tremenda a que alguno de mis amigos (que escribe) pase por lo que yo pasé, tanta fobia y miedo que muchas veces los protejo demasiado. Después de mucho llorar y llorar, aprendí que la literatura no tiene que servirte, sino que tú tienes que servir a la literatura: no le pidas nada, dale algo (una obra, un poema, un cuento, una novela, etc.). Si soy buena en algo o no, si acabo siendo buena o no, si de verdad me convierto en una verdadera escritora será por mí y para mí, con el propósito de darle algo a la literatura; no pido nada más. ¿He considerado que si nadie me reconoce como escritora soy mala? pues todo el tiempo, nada es suficiente, nada es relevante, ninguna historia escrita es genial: me falta tanto, tanto, tanto, algunas veces me duele harto no haber podido escribir algo realmente bueno hasta ahora (llevo once años escribiendo en serio y son puras weás). 

Gracias por leer, esto está en mi cabeza y quería dejarlo acá. Gracias por leer, porque aunque digo "nadie", sé que hay muchxs que me leen. Gracias porque sabes que el camino no ha terminado y seguirá doliendo. Gracias por confiar en mí. Quizás algún día envíe algo a un concurso con la alegría con que solía hacerlo: enviarlo porque sí.

20 de mayo de 2020

Me siento pequeña y es molesto.

Hace años, me di cuenta de que padezco dos tipos de dolor de cabeza: la cogorza ("caña") -el típico malestar provocado por beber mucho alcohol- y un dolor de cabeza por cansancio -me da en un sólo lado de la cabeza-. Hace rato que no bebo alcohol o bebo muy poco (un vaso de vino, como mucho), ya que me produce tristeza el día después, me siento deprimida y continúa esa sensación aunque ya no padezca la cogorza. El dolor de cabeza por cansancio me da cuando llevo mucho tiempo sin dormir y una vez me dio porque doné sangre y realicé muchas actividades durante el día; supongo que fue por eso. Esos son dolores que conozco y que puedo perfectamente identificar la causa, además de saber a la perfección lo que debo hacer para aliviarlo.

Hace unas semanas atrás, me levanté un día con un lado de la cabeza con una molestia insistente: me levantaba rápido y me molestaba más, me molestaba la luz, me molestaba estar recién levantada y que ya me doliera la cabeza (yo había dormido normal y se suponía que no estaba cansada, tampoco había bebido la noche anterior). Vale, ese dolor de cabeza se me pasa durmiendo -aunque cuesta dormirse con dolor de cabeza-, pero recién me había levantado y no iba a tomar una siesta; decidí esperar hasta la noche y, mientras pasaban las horas, se hacía más molesto el dolor. Llegada la noche dormí y descansé bien, pero al otro día seguía con el mismo tipo de dolor de cabeza, pero en el otro lado. ¿Qué onda? si bien no era una molestia incapacitante, era incómodo estar despierta. Ya iban dos días con la molestia cambiando de lugar de la cabeza y me tenía enferma. Voy a casa de mi familia, me zampo dos platos de fideos con carne y verduras; me pongo a pensar en un programa de tv que vi hace rato... era ese programa donde alguien experimentaba por veintiocho días algo ("ser alcohólico", "ser anoréxica", "ser millonario", etc.); vi el de la chica que no comía y ella relataba que le dolía la cabeza ¿por eso me dolía la cabeza? Pensé en qué había comido en esos días, intenté recordar con detalle cada cosa que había comido en esos días y me di cuenta que no recordaba haber preparado comidas por, al menos, cinco días; además de haber comido muy poco durante los últimos dos días. Me bebí muchas tazas con té y café, un pelín de cocho disuelto en mucha agua; un dulce (creo); muchos cigarros; y no podía recordar más. ¿Había comido los días previos y no lo recordaba, o no había comido? por más que intenté recordarlo, no pude. Pensando en eso y en el dolor de cabeza -que aún tenía después de comer dos platos de fideos-, le pregunté a mi madrecita si "no comer" podía provocar dolores de cabeza y me dijo que DEBÍA comer; que DEBÍA desayunar, almorzar y tomar once. Ya, dale, no sentía hambre y por eso no preparaba nada para comer; tengo la costumbre de comer cuando siento hambre, no cuando se DEBE comer. A menudo me da hambre cuando veo la comida y no siento hambre si no veo comida preparada. ¿Había comido esos días que no podía recordar? ¿era eso la causa del dolor de cabeza? Una vez alguien me dijo que yo tenía una "buena relación con la comida", me explicó que yo no me veía como alguien que mitigara la ansiedad con comida o que comiera en exceso o que me dieran atacazos de hambre o que tuviera desórdenes alimenticios: mido 1,65 cm. y, generalmente, peso 60 kg.; todo dentro de lo médicamente "normal". 

En noviembre del 2018 pesaba 53 kilos, yo sólo percibía que me sentía pequeña y, aunque ya sabía que pesaba menos, jamás pensé que había bajado de 60 a 53 kilos; experimenté un susto de muerte con una amiga y eso me quitó completamente el apetito por meses, razón por la cual llegué a pesar 53 kilos. Durante ese tiempo yo comía, pero mucho menos que antes y jamás me dolió la cabeza por eso. A medida que pasaba el 2019 llegué a pesar 57 kilos y desde el año pasado no había bajado ni subido un gramo, según yo comía lo mismo; pero llegado el Estallido, volví a perder el apetito. Las primeras semanas de la emergencia por epidemia, apenas establecieron "estado de emergencia" (léase toque de queda desde las 22:00 a las 05:00), se me volvió a quitar el apetito; según yo estaba comiendo y todo bien, pero cuando me dolió la cabeza de modo tan insistente me di cuenta que no era así. Hace algunos días supe que pesaba 55 kilos, me sentía pequeña, pero tampoco sabía que había bajado esos dos kilos en cuarenta días. Continúo sintiendo poco apetito, pero no he dejado de fumar. Continúo sin preparar almuerzo, pero bebo mucho té y café. Continúo pensando en cómo le hago para conseguir cigarros, pero no me preocupa -para nada- preparar algo para comer. No podría concebir un día sin beber té o café y fumar; pero puedo imaginarme un día sin comer. ¿Es esto "normal" (le pasa a mucha gente)? ¿es esto algo que pasa a menudo? ¿esto será algo que me seguirá pasando a medida que cumpla más años? Lo único que tienen mucho potencial para molestarme, es sentirme pequeña para siempre.

17 de mayo de 2020

Chicas que escapan y chicos que insultan

En alguna oportunidad me sentí en confianza con alguien, tan en confianza que le conté algunas cosas (con harto detalle) porque sentí que podía contarle aquellas cosas que cuando me pasaron no comenté a nadie porque sabía que podían ocasionarme problemas y, en ese entonces, no me sentía capaz de afrontar los problemas que me traería. Ahora mismo me importa poco, creo que puedo hablar de eso sin sentirme extraña o fuera de lugar. Me acordé de esto porque hace algunos días revisaba mi video-diario (2007) y escuché -y vi- a la persona con que viví aquello que le conté a esta otra persona ¿se entiende? Yo conocí a alguien en 2007, le conté a otra persona de mi confianza (2010 quizás) algo sobre esa persona que conocí el 2007 y, viendo el video-diario, me acordé. No quiero mencionar a nadie porque, nah, esto es un jodido blog abierto. 
A mí me gustaba alguien en 2007 y llegamos a ser amigas, supongo... digo "supongo" porque, a pesar de que hacíamos cosas que hacen las amigas, ella se largó de un día para otro después de pedirme 30 lucas para su pololo con paperas, irse con él a Santiago y reaparecer meses después porque le habían puesto los cachos. Yo la quería, la quería tanto que me sobrepasé con algunas cosas: no fue algo violento de mi parte, sino que me tomé algunas atribuciones que no me correspondían y quizás se me fue la mano con algunas otras (gritarle que la amaba desde un lado a otro de la calle, después de haberme bebido tres terremotos; mirarla con deseo más que con cariño -de amiga-; hablar de ella como si yo tuviera alguna oportunidad -ella era demasiado heterosexual como para siquiera mirarme-; darle jugo en muchos sentidos -webiarla hasta el cansancio sólo para oírla reír o que me dijera "córtala"-: cosas así). Sufrí harto cuando se fue: aunque yo sabía bien que jamás me "pescaría", por lo menos podía verla todo el tiempo (estábamos en la misma carrera) y era lindo. Me gustó casi al momento porque parecía tener claro lo que quería, tan claro que yo aún recuerdo la historia que me contó y se me quedó en la cabeza porque yo no estaba ni pizca de convencida de lo que estaba haciendo; ella había peleado un año con su familia porque deseaba estudiar y a mí me habían "mandado" a estudiar. Vivíamos a unas cuadras de distancia y casi que nos topábamos en cualquier lado los primeros meses; comenzamos a conversar y terminamos siendo amigas. Conocí la pieza en que vivía (la tengo en mi video-diario) y su voz me sigue pareciendo linda; no tengo su rostro porque esquivaba constantemente la cámara. Me agradaba hacerla enojar o webiarla y, sin saberlo en ese entonces, caí en esa dinámica estúpida de roles: yo replicando un errado rol del chico malo y cayendo de trasero en la dinámica del dicho "quien te quiere te aporrea"... no recuerdo haber sido mala con ella (lo más cuático que hice fue pedirle permiso para bajarle un poco el cierre de la blusa que llevaba, en una disco, con no más de siete personas en todo el lugar), la webiaba harto eso sí y me gustaba que se enojara porque no era como si se enojara, no se veía ruda enojada. Mirándola a ella y a otra amiga, aprendí que para algunas mujeres lo único importante en un antro era "ligar": invitar a extraños a la mesa, bailar con esos extraños, conversar, pedirles cigarros y quién sabe qué más (no estaba lo suficientemente sobria para darme cuenta si pasaba algo más), además de tener la costumbre de volver sola a casa (independiente del estado en que estuviera). Me rompieron el corazón ellas y su dinámica rara, cuando me dejaron con un weón x desconocido, en la pieza de este weón x desconocido, pensando que yo me iba a follar a este weón x desconocido... cuando pude espabilar un poco salí de ahí corriendo, espantada, sola y con el corazón roto ¡pero esa es otra historia! Cuando ella desapareció con el loco que tenía de pololo, en algún lugar de Santiago, supimos que su familia la andaba buscando. Cuando apareció nuevamente, después de que le pusieron los cachos en Santiago, ella tuvo que volver con su familia y me dio una rabia de los tres mil demonios. Ella me había contado una historia digna de programa de tv, una historia de esfuerzo, de desear estudiar y superarse, de salir de "su pueblo" y ser alguien, de ayudar a su familia, de pelear con su familia para estudiar, de tener que aguantarse muchas cosas para poder mantenerse estudiando... y, de un día para otro, se había ido con un weón de mierda que apenas conocía, arrancarse con él y volver para darse cuenta que había perdido todo. Quizás sea complicado de entender si lo cuento así, pero sentí rabia al pensar que aquella historia eran paparruchas; sentí que me mintió siempre, que para ella no era importante el estudio -como decía-, que no estaba para nada convencida de estudiar, que irse tras un par de testículos era más importante que estudiar. De verdad sentí rabia por eso, sentí muchas ganas de gritarle. Yo sabía dónde vivía su familia, la dirección de su casa... como no la volví a ver después de que volvió a su casa en otra ciudad, con su familia, pues yo le escribía para quitarme el odio que sentía. Usé como excusa las 30 lucas que me pidió y un bolso que se llevó (jamás me devolvió ni lo uno ni lo otro); pero lo que yo realmente deseaba era decirle "yo te quería". Usaba de excusa la plata y el bolso, que los devolviera, que los quería de vuelta. No me respondió, nadie responde a cartas "reales" por correo y yo me cambié de una pieza a una casa. En 2009, quizás, se detuvo esa estúpida obsesión que tenía con ella, ya sabía que no me devolvería la plata y menos el bolso. Con un par de cartas (o quizás más, no lo recuerdo), le había escrito de todo: que la odiaba, que la quería, que me dolía, que ya no me dolía. Supongo que me olvidé o ya no podía pagar las cartas enviadas por correo "real"; una de dos, no puedo recordarlo. ¡Ah! otra vez nos desviamos. El asunto de la confianza: yo le conté todo lo anterior a otra persona, alrededor del 2010, cuando esta mujer que me gustaba ya había desaparecido en todo sentido: borré su dirección, perdí contacto con todas las personas que estudiaban la misma carrera, dejé de frecuentar lugares comunes y yo me había ido la carajo (en muchos sentidos). Le conté porque sabía que esa persona no me juzgaría, ni diría nada malo acerca de eso -que ya había olvidado en parte-, que no sería tema de conversaciones futuras, centro de burlas o de cuestionamientos. Dejé de ver a esa persona en 2018 (creo) y una de las cosas más feas que recuerdo haberle escuchado fue: "por eso la Xxxxx -la mujer esa- te dejó". Me dejó enferma, me dejó pensando. ¿Le había narrado la historia de una maldita acosadora? ¿era yo una estúpida obsesionada? ¿le hice daño? ¿por qué esa sentencia parecía un insulto en su boca? ¿estaba comparando mi yo a los 22 con mi yo a los 30? ¿había sido yo igual de imbécil todos estos años? ¿por qué referirse a algo que fue siempre platónico? ¿por qué? ¿por qué? ¿por qué? Sigo sin entender la mitad de todo esto y no siento mucho al respecto; ahora mismo me importa todo medio comino. Los recuerdos, la ira, ese enojo que incomoda: nada. Ambas personas se fueron y me dejaron con una sensación de vacío durante un tiempo, nada más. Ambos rompieron mi corazón de distinta manera y en distintas circunstancias, nada más. Queda poco de esa historia, de la historia con esta chica que me gustó apenas conocí. Si borro esa cinta del video-diario, borraré la imagen difusa de un rostro y la voz y la risa de alguien, la imagen de su pieza y de sus cuadernos, de su tele y su mesita, de su tazón favorito y sus lápices. Escribiré sólo lo que quiera recordar y el resto lo borraré; no quiero parecer una estúpida enamorada de un recuerdo. Cuando me muera no quiero que alguien más vea esa imagen, sólo quiero conservar esta parte de la historia.          

13 de mayo de 2020

Comprendí algo y lo tengo atravesado - Parte II

No soy extremadamente simpática, tampoco soy la reina de la amabilidad ni del compromiso, me apesta pensar que estoy dando más de lo que recibiré; debe ser bilateral y punto. Por lo mismo intento no mostrar interés en el momento en que se presenta, dejo pasar un poco el tiempo para pensar si sería -realmente- bueno que yo participara. Así y todo, muchas veces me pasa que al violar mis reglas -saltar de entusiasmo al segundo-, termino achacada porque me mostré honesta y ni "me mearon" (como dice un amigo). La primera parte se trató de algo muy terrible para mí, sentir miedo no es algo que a nadie le agrade; esta segunda se trata de cuando muestras interés, pero no es correspondido o te mienten en la cara o no son capaces de decirte "no me interesa lo que haces".

Dos veces conocí a chicas interesantes -para mí- por casualidad. Una de estas chicas estaba en un carrete y es amiga de un amigo. La vi con revistas geniales (que ella sólo distribuía) y algunas otras cosillas que llamaron mi atención; le dije que me interesaba mucho lo que hacía, su material, lo que tenía. La invité (más de dos veces) a compartir algún espacio conmigo en alguna feria o actividad, me decía que sí, que sí, que sí, que sí, que sí. Cuando la conocí no dio señales de que yo no le agradaba, de hecho fue amable conmigo cuando conversamos. Aún no entiendo por qué jamás pudimos compartir un espacio y por qué, a pesar de mis invitaciones, no estuvimos jamás compartiendo espacio aunque ella misma me miró y me dijo "me interesa". En ese rato, en que a mí me hubiera gustado compartir con ella, nos encontramos en la toma de la colina (año 2018, toma feminista); no porque hubiéramos concertado una cita, sino porque a ambas -de seguro- nos invitaron de modo independiente. Ahí se hizo obvio que yo le importaba un comino y que jamás respondería a mis invitaciones porque yo misma soy la representación de lo que odia: no tengo nexos políticos, de activismo, de feminismo, de lucha; vendo weás que no le sirven a nadie, literatura de ficción, cosas inútiles; no parezco la típica persona que está ahí por necesidad, al parecer yo no necesito estar ahí; no debía estar en esa toma feminista porque jamás he llevado pañuelo y jamás me verás con un parche -de cualquier causa-; tengo pocas amigas mujeres y me cuesta tener un trato cercano con ellas... son todas y es ninguna, las tiro todas porque son las que me ocurren, las menciono porque cada una de esas cosas se me pasaron por la mente. Concluí que, por mucho que intentara, ella jamás respondería a mis mensajes y tampoco me iba a decir por qué no los respondía. 

A la otra chica la oí mencionar en una conversación, me hablaron de ella y quise conocerla de inmediato; aunque me pareció extraño no habérmela topado antes. La busqué y me dio la dirección de su blog. Yo tenía muchas preguntas porque vi muchas cosas y sentía muchas ganas de conversar, en serio me interesaba poder tener y mantener un contacto con ella. Lo mismo: sin siquiera conocernos, jamás respondió a mis invitaciones. Me aburrí de insistir y dejé de sentir ganas de conocerla. ¿Por qué chucha jamás me dijo que yo no le interesaba? No me di muchas vueltas con ella, pero terminé conociéndola por otra cosa, una weá nah que ver. Cuando la conocí, se me encendieron todas las ganas; estaba al frente y era muy interesante, pero no pasaba de eso. Aquella vez comprendí que yo era una weona estúpida por mirarla con ganas de conocerla, jamás estaríamos juntas en algún lugar. Me pregunto lo mismo ¿qué tengo que me dicen "me interesa", pero no me contestan a las invitaciones? Mis respuestas y las cosas que se me ocurrieron: no tengo nexos políticos, de activismo, de feminismo, de lucha; vendo weás que no le sirven a nadie, literatura de ficción, cosas inútiles; no parezco la típica persona que está ahí por necesidad, al parecer yo no necesito estar ahí; no debía estar en esa toma feminista porque jamás he llevado pañuelo y jamás me verás con un parche -de cualquier causa-; tengo pocas amigas mujeres y me cuesta tener un trato cercano con ellas... 

 
Respira un momento. Antes de que te aburras con esto, intenta continuar leyendo. 


¿Por qué me (casi) enfado si, después de tanto tiempo, no debería importarme? Como a muchos, me pasó que El Estallido "me pegó" distinto a las cosas que había vivido hasta ese entonces; confieso que con La Peste me percaté de que soy muy mala adaptándome a los cambios bruscos. Ahora puedo definirlo bien y, en cierto sentido, es bueno; puedo poner en palabras lo que me incomoda y las consecuencias que trae en mi diario vivir (que sólo me incumbe a mí, por lo demás). 

Soy de aquellas que cree que no somos copos de nieve -único, auténticos, especiales-: soy de aquellas que cree que sólo le importas a quien te quiere -y el querer no es gratuito, se gana con sangre-; soy de aquellas que cree que ser amable es importante, pero serlo no te hace importante. 

Si no somos especiales, pues debieran existir muchas personas que son como uno; lugares comunes, gustos, tratos, gestos, causas, pensamientos, intimidad, amistades, objetivos, etc. ¿En qué punto llegas a un trato simétrico con alguien? en que el interés se devuelva con interés, cuando la palabra "me interesa" valga algo, cuando te digan a la cara que no eres de interés, que no les interesa juntarse contigo, que no cree que hagas algo bueno, que no les agradas. Me incomoda y llego a enojarme porque siento que fui estúpida, me siento muy estúpida. No somos iguales, estoy por debajo de todas esas chicas que hacen algo, que llevan bandera, que son esto o aquello, que reclaman, patean y gritan. Me siento estúpida porque no podría caer en ningún lugar, porque no estoy haciendo nada de lo que debería hacer. Algo sobre mí: aunque me esté muriendo, no pediría ayuda; aunque me estuviera muriendo no alcanzarías a escucharme. No me agrada que la gente sepa mucho de mí, me gustaría poder acercarme a alguien de interés y que -a esa persona- le sea imposible juzgarme por las cosas que he hecho antes. Estoy muy consciente de que muchas personas me odian por esto o aquello: especialmente por usar espacios municipales, formales, gubernamentales, oficiales, universitarios (no en toma) y así, pero ¿por qué no usarlos? ¿acaso digo que los odio, pero luego estoy ahí? ¿estoy siendo inconsistente y por eso soy molesta para ellos? ¿hay algún requisito que desconozco para que la gente pase por alto mi trayectoria y vaya directamente a mi trabajo (para odiarme con razones, por último)? ¿Por qué esas chicas estaban felices cuando mostré interés, pero no fueron capaces de ser honestas conmigo? ¿por qué no me dicen directamente lo que les causa rechazo en mí? Sé que una de ellas se siente perfectamente integrada en algún grupo de personas, en más de alguno de hecho; pide ayuda y ahí va la gente; dice algo y ahí le responden; alumbra todo lo que hace y ahí la leen. Yo no, yo soy una pobre weona que no dice "me muero" o "necesito equis cosa". ¿Las necesito? sí; ¿las pido? no. Ay, me fui a otro lado, lo siento. 

Sé bien que sólo puedo esperar que me quiera aquel a quien yo quiero: ojito, esto no va solamente para gente muy muy cercana. De todos modos me duele un poquito saber que me odian sin conocerme o sin indagar un poco en mi trabajo, mis labores y mis antecedentes literarios (por último). Siento que a veces mi corazón se agrieta cuando me pasa esto, cuando siento que no soy bienvenida, cuando la gente me miente, cuando la gente me invita y yo voy y después no se junta conmigo porque no (sin dar razones). A estas alturas y vomitando un poco todo esto, creo que esto va más como catarsis; no podría concluir nada más de esto.   

Siento que algo importante es tener un buen trato con quienes conoces, pero no es que tengas un buen trato con todas las personas que se crucen en tu camino. Si soy amable y siento interés es porque siento que debo ser amable con alguien que me provoca interés; estoy mostrando un lado amable y agradable que me cuesta mostrar... creo que me duele mostrar ese lado y no ser correspondida. Me duele invitar y no obtener respuesta, me duele que la gente me muestre un falso interés, que me mientan directamente y me hagan deshacerme en planes que jamás se concretarán. 

Lo tenía atravesado y, cuando me se atravesaba algo, lo escribía y se aliviaba un poco; espero que se alivie un poco.