Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

27 de mayo de 2020

Dar la espalda [Parte I]

Sé bien que se cometen errores en cualquier cosa que uno decida hacer ¿cómo ignorarlo? Metí la pata cuando comencé a decir "me mandaron a estudiar", porque reconocía ante otros que yo no había tenido el valor de decirle a mi familia: "no estoy convencida de querer irme a estudiar a otra ciudad, aunque me enviaron a un colegio que me preparada adecuadamente para la vida universitaria". Siempre supe que mi familia hizo lo imposible para que entrara al "mejor colegio", me hicieron dar cinco pruebas de admisión y entré recién en séptimo básico; en la última vez me pusieron un profesor particular y mi mamá lloró cuando fui honesta al salir de la primera prueba: ahí me preguntó cómo me había ido y yo le dije que nos habían dado instrucciones, además de tiempo acotado. Le conté que había hecho lo que sabía y que quizás no había contestado todo bien. Ella lloró, creo. Ese recuerdo, en particular lo tengo así en la mente, pero no recuerdo bien la imagen; quizás sólo se enfadó o algo. Recuerdo también que caminamos desde el colegio a la casa (el colegio quedaba en la salida sur de la ciudad y nosotros vivíamos "arriba", al otro extremo, casi llegando al límite norte). En la segunda prueba tampoco sentí que me había ido bien, pero mentí; le dije "me fue bien". 
En séptimo básico entré al colegio soñado de mi familia. En séptimo básico comencé a usar unos binoculares (amarillos) de juguete para ver la pizarra. Ese mismo año, mientras le sostenía la puerta a una amiga mientras estaba en el baño, una chica de un curso mayor me miró con cara de desaprobación y me preguntó qué hacía un niño (yo) en el baño; tenía el pelo cortísimo y mi cuerpo no era de una mujer, ese año recién comenzaría a notarse mi "desarrollo". También ese año participé en una obra -una que estaba ambientada en el Jardín del Edén-, el grupo en que estaba era de puras niñas, todas tenían papel de hombre, excepto la que hacía de "Eva". Yo fui Adán y era la única que realmente me veía como un chico. Ese año fue la primera vez que me "escapé de casa" (pedí permiso para ir a un lugar y fui de todos modos aunque no me dieron permiso) y me subí al auto de un extraño, todo en una tarde; fue la primera vez que mi padre me pegó "un volador"; jamás volví a escaparme de casa ni a salir sin permiso.
En octavo básico comencé a usar lentes. En octavo se me perdió el libro de clases, me encargaron entregarlo a otra profesora y yo lo enganché descuidadamente en mi bolso; sólo noté que faltaba cuando la profe que debía recibir el libro, lo pidió; un profesor de otro curso lo había encontrado y no lo entregó, sino que esperó a que todo empeorara para decir "yo lo encontré en el patio". Ese año recibí una flor y una tarjeta en "San Chuquitín" (una festividad inventada en que se emulaba San Valentín); podías comprar una rosa y una tarjeta, entregarla a quienes organizaban y ellos se encargaban de entregarla a los o las destinatarias; cuando el mensajero entró por la puerta, yo miré con odio a las chicas populares -las que estaban más desarrolladas y que ya se maquillaban- imaginando que ellas recibirían algo; casi me muero cuando dijeron mi nombre y me entregaron una rosa, una tarjetita y un regalito; yo iba en octavo y el chico que había enviado las cositas estaba en tercero medio. Cuando iba en octavo básico la profesora jefa le pidió a una compañera de curso que le perforara la oreja, yo vi la sangre correr en esa oreja y ahora me pregunto por qué una adulta confiaría en una niña; en ese entonces no me lo cuestioné; mi único agujero en el cartílago de la oreja me lo hice a los 20, tampoco confiaba en mí misma cuando lo hice. En octavo básico, durante el viaje de fin de año a Iquique, sentí por primera vez ganas de "no existir"; nadie se juntó conmigo durante el viaje, me comí una lata de champiñones sentada en un muelle mirando al mar, nadie me vio comerlos. Ese año, creo, fue la primera vez que fui a un carrete; era la primera vez que me daba pánico mirarme en el espejo, quise robarle un scooter al dueño de casa y lanzarme calle abajo para saber si me moriría al caer, me preguntaba cuántos litros de sangre necesitaba perder para morirme; me detuvieron antes de lanzarme, no tuve el valor de correr una cuadra y lanzarme calle abajo. Ese año fue la primera vez que me quedé fuera de casa, dormí a los pies de la cama de una amiga, hecha bola como un gato; descubrí que sentía una incomodidad terrible al quedarme en casas ajenas; hasta hoy me cuesta quedarme fuera e intento evitarlo lo más que puedo. 
Cuando iba en primero medio jugaba a "los espiner" (los antiguos, esos que tenían una flecha y un disco aserrado, venían en las papas fritas y tenían imágenes de superhéroes) con dos amigos repitentes. La profe de química nos hizo armar hidrocarburos con plasticina y yo me negué por odiar la plasticina; como ya sabía sobre lo que nos hizo armar, al explicárselo, ella me dijo que se lo explicara a algunos de mis compañeros y después seguí jugando a los espiners en clase. En ese tiempo leí un libro de hipnosis y conocía la Teoría del Péndulo de Chevreul, me moría de ganas de hipnotizar a alguien; nos pidieron hacer una entrevista y conseguí que un amigo se dejara hipnotizar para "entrevistar a su subconsciente"; lo hicimos en su casa y me contó que él era una especie de militar y había una mujer ahí con él; no lo grabé porque me dio miedo; cuando lo desperté le dolía la cabeza y, según él, no recordaba nada de nada; no entregué la tarea porque de verdad sentí miedo; no volví a intentarlo en dos o tres años. Ese año los que llegaban primero a la sala tenían la manía de jugar a "quemar papel"; cuando llegaba la hora de comenzar la clase, ellos escondían esos papeles debajo de la tarima; un día se les quedó prendido alguno y comenzó a salir humo desde debajo de los pies de la profesora; a ellos los culparon de pirómanos y perdimos una clase completa; mientras esperábamos afuera, yo estaba sentada en una baranda en el segundo piso y un compañero de curso me empujó hacia atrás al tiempo que agarraba mis brazos para devolverme a la posición que ocupaba en un primer momento -me dio un jodido susto de muerte-. Ese año se suicidó un muchacho en el sector de básica (ambos sectores estaban separados por una reja); la profesora que nos tocaba a primera hora había visto el cuerpo, lo había juzgado como un muñeco y pasó de largo sin avisar a nadie, ya tarde se dio cuenta de que era un cuerpo muerto colgado; ella vio un muñeco azul; pasamos tres o cuatro horas encerrados en la sala mientras la profesora declaraba (supongo); después supimos que el muchacho era de otro colegio, que iba en media y que se había intentado suicidar hace poco; tenía el brazo partido y con yeso porque se había intentado colgar en la gruta y se había cortado la cuerda. Ese año también encontré un pájaro muerto, estaba tieso, era un canario o un lorito, no lo recuerdo bien; debió morir de frío en el desierto; a veces no es bueno escapar de la jaula. Ese año vendí resúmenes del libro "La edad prohibida" de Torcuato Luca de Tena; muy pocos en un curso de 40 leyeron el libro. En primero medio mis amigos jalaron "sal de fruta" (la pidieron para un experimento de química), me faltó valor para probarlo, pero me reí mucho ese día. Para ese entonces, la ciudad en donde estaba el colegio iba a desaparecer, se estaban haciendo los últimos preparativos "para cambiarse".   
En segundo medio me ofrecí para limpiar el laboratorio de química con una amiga, no pudimos resistir la tentación de ver el frasco con el feto (uno de, a lo menos, ocho meses); fue la última vez que pudimos ver ese feto. Era entretenido que mi profesora de química me pasara, sin preguntar, un montón de polvito de color morado brillante (permanganato de potasio); leí un libro en que decía que podías hacer explosivos con eso, pero después me di cuenta que el libro mentía, aún conservo un poco de ese permanganato de potasio. Un amigo se mordió un dedo hasta romperse la piel, sólo para ver su sangre en un microscopio; olvidó poner su sangre en un portaobjetos, depositó una gran gota de sangre directamente sobre la lamparilla y la profesora terminó limpiando la sangre con su bata blanca de laboratorio, nos retó a ambos. En segundo medio estuve en un bus que chocó de cola contra una casa, afortunadamente iba con mi hermana (que iba en primero básico), una compañerita del curso de mi hermana y el vecino (que iba en tercero o cuarto básico); los llevé a los tres de vuelta a casa y los entregué a cada mamá; como tres horas después me dio un shock y me puse a llorar; mi amigo repitente me consoló. En segundo medio, el primer día de clases me tocó en otra ciudad; cuando mi familia se cambió de casa a mediados de mayo, salí de una casa, fui al colegio en otra ciudad y regresé a una casa nueva en una ciudad distinta; mi familia no nos dejó faltar a clase, ese día se cambiaron de casa en un tris trás. En segundo medio pensaba mucho en morir, pero no en formas de hacerlo, sino en la idea de que no quería existir; desde ahí hasta que terminé el colegio se hizo más frecuente y más profunda esa idea. 
En tercero medio mi profe jefe le dijo a mi familia que, al parecer, yo estaba deprimida y que temía que me suicidara; mi familia me retó y no me preguntó siquiera si era verdad; si me hubieran preguntado, yo habría mentido sólo para mantener su atención lejos de mí. Ese año perdí a mi amigo repitente y lo volví a ver sólo una vez más, pero sentí celos de que abrazara con tanto cariño a otra compañera y a mí no. Ese año leí mucho, me hice amiga de la bibliotecaria y dejaba que hiciera la cimarra dentro de la biblioteca. Ese año mi papá me metió a un preuniversitario dentro del mismo colegio; llegaba a las 20:30 a mi casa y siempre arrastraba los pies. Ese años conocí a Aristóteles España y pensé que escribir no era una fantasía tan absurda. Hice un test de intereses para saber qué chucha iba a estudiar en la universidad, porque hasta ese entonces no sabía qué chucha quería hacer; me salió agronomía y la cosa más estúpida que he hecho fue hacerle caso a ese profesor; no quería orientarme, quería que yo fuera a la universidad como todos los otros que saldrían un año después; yo le hice caso sin saber lo que quería e ignoré mis propios gustos e intereses; yo omití mi propio juicio, yo me olvidé de mí e hice lo que querían que hiciera. Me odié por muchos años por esa decisión; no tuve el valor de decir: "siento miedo, no sé lo que deseo hacer de mi vida, siento miedo, necesito más tiempo para decidir". En tercero medio pensaba mucho en dejar de existir, pero tampoco en los modos de hacerlo, sino en lo que sentiría (si es que se sentía algo) si dejara de existir. Lloré mucho ese año. 
En cuarto medio todo eran pruebas y mierdas de ensayos de psu; no recuerdo mucho más. Creo que le dañé la mano a un weón x apretando sus dedos con la tapa de una pequeña hielera (laboratorio de química). Una profesora de química derritió una lado de su anillo de compromiso intentando demostrarnos que el oro era un buen conductor de electricidad. Creo que abrimos un cráneo de cabra y fue la primera vez que vi parásitos grandes.; creo que ahí comenzó el asco que le tengo al hedor del formol. Una chica de tercero medio se burló de mí en un carrete, me ofreció copete y me dijo que era jugo de cereza; un compañero de curso me tiró una colilla encendida directamente a la chaqueta, no pensé que me despreciaba tanto como para hacer algo así; hice un escándalo de borracha de mierda; confirmé mi pánico a los espejos; esa noche me quedé en esa casa y les hablé a mis amigas que yo veía mucha película casi porno española en el chv. Una compañera de curso, que debió quererme mucho, agarró a la muchacha que se había reído de mí: tomó del cuello a la chica cherry y la empujó al suelo, le vi las calzas porque su falda se levantó hasta más arriba de su cintura. Salí de cuarto e hice algunos libros para despedirme de algunas amigas; una de ellas estrelló el libro con un pedazo de torta, no fue a propósito; sentí pena y rabia, pero le dije que no se preocupara. A pesar de no haber participado activamente de ningún club o academia (tiempo libre), recibí dos regalos: uno de la biblioteca y otro de artes; un libro y un juego de lápices guays. Casi me vomito con la primera psu que di, me largué a ver una película después de eso; desapareciendo por más de tres horas. Mi única marca concreta en ese lugar es mi nombre en muchos libros de la biblioteca, última página, registro de préstamos. 

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