Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

28 de marzo de 2013

Me quemé el culo en un disturbio

    Bajé en bicicleta a dejar a un amigo, desde la Colina al centro, en medio de la bajada nos detuvimos para pasar al lado de una línea de fuego en el piso, había gente prendiendo sillas y quebrando piedras, personas descontentas. Pasé con la bicicleta en mano, el amigo iba a mi lado. Dije algunas cosas a propósito del fuego, algo como "a todos les gusta el fuego" "esta gente está enojada" "wawawawa [sonidos ininteligibles]", mi amigo tenía miedo, supongo que le aterraba ser atacado por gente enfadada que prendía fuego al camino. En bajarlo sobre la bicicleta, desde la rotonda hasta la cárcel, hicimos minutos, luego caminamos al centro. Se subió a su colectivo, me subí a mi bicicleta. Tomé calle Pení hasta Cisternas, allí los carabineros desviaban el tráfico, comenzaba el "webeo". Pedaleé un par de cuadras, ni un auto ni peatones. Luego, me habló un carabinero desde la calle, en medio de cuatro o cinco más, "no avance, es peligroso". Me devolví, les saludé y pregunté si habían empezado los disturbios, me miraron con cara de no entender... supongo que, para ellos, el disturbio había comenzado hacía horas. Avancé curiosa, nunca había visto de cerca algo así. Más allá había un camarógrafo, lo saludé y pregunté por el asunto, me dijo que le lanzaron piedras por andar con cámara, también que era algo sobre el día del joven combatiente (aunque la fecha era otra). Esperé una hora parada, mirando. Escuché lo que gritaban detrás de las rejas, cinco o seis hombres tirando piedras desde dentro de la universidad. Pasó un camión tirando agua, los apedrearon y tiraron bombas molotov, los carabineros tiraron un par de lacrimógenas que chocaron con las rejas. De regreso insultos, "pacos aweonaos". En diez minutos volvieron a tirar lacrimógenas, esta vez cayeron dentro de la universidad. Un par de chicas estilo punk se acercaron, les dije que no pasaran más allá porque estaba la "embarrá", ellas se quedaron mirando conmigo; se acercó un carabinero "no pueden estar acá". Le dije que estaba esperando que todo acabara para subir a Colina, él me dijo que me fuera, que tenía para rato. ¿Un par de horas?... yo creo que más. ¡Demonios! Me subí a la bicicleta y tuve que ir lentísimo hasta el sushi (en calle El Santo), llevaba los frenos cortados. Me llamó la atención que aquellas personas iracundas no podían decir una frase sin decir "conchetumare" en medio, de hecho lo que mejor se les escuchaba eran las palabras malsonantes. Gritaban a los carabineros que eran unos cobardes ¿acaso era sensato que un carabinero sin protección se acercara a los disturbios? creo que lo matan a piedrazos. Además gritaban que tirar lacrimógenas era un gasto (de dinero) que todos pagábamos; si ellos se manifestaran sin violencia ¿serían necesarias las lacrimógenas? Mientras aquellos iracundos muchachos gritaban consignas, los carabineros en el frente esperaban órdenes en silencio, los que estaban detrás se reían, conversaban como si nada, nos les interesaba más que salir rápido de allí. Lo último que recuerdo haber escuchado, era algo así como "con piedras resistiremos hasta el final"... desde que bajé al sushi y volví a subir a la rotonda, pasaron un par de horas, ninguno de ellos resistió hasta el final, ni siquiera los curiosos. Tuve que respirar el aire viciado, aguantar mi nariz y ojos irritados, además de esquivar vidrios y pequeñas brasas. 

*Este texto no tiene por objetivo la defensa ni el reclamo por nada, no se fijen.

25 de marzo de 2013

Sólo sushi, sola

   Me pasé por "feisbuk", me saludó un amigo lejano. Conversamos un momento. Me preguntó cuántos libros había escrito, yo le respondí que ninguno, luego yo le pregunté cuántos había escrito él... no hubo respuesta. ¿Se enojó? no lo sé, no sé de sus ideas sobre el mundillo, no tuve muchas oportunidades de conversar con él. El asunto es que, en este día, siento que soy una jodida masita rosa, fumeta y vaga. Amigo lejano que me habló por "feisbuk", no me hiciste un favor.

19 de marzo de 2013

Hoteles, bares y libros

Me detuve a hojear una revista, esperaba por mi dentista. En las páginas centrales había un artículo sobre los bares de Manhattan, el sujeto que narraba era un escritor estadounidense. ¿Qué pasó con la bohemia literaria? ahí se decía que algunos escritores se habían desanimado por la prohibición de fumar dentro de los bares, también que los nuevos escritores habían cambiado el alcohol por los pasteles y el café. El sujeto esperaba encontrar algunos “colegas” en su recorrido, quizás vio algunos escritores (¿cómo saberlo?), pero dijo no conocer a ninguno, creo que se identificaba con una vieja, vieja escuela, algo que los novatos olvidaron en algún momento. Leyendo el artículo, recordé los bares de La Serena, el nulo espacio literario en nuestras calles; la incomodidad se apoderaba de mis pensamientos ¿por qué no existe aquí un bar, local o café, que ofrezca recitales literarios periodicamente? ¿qué tanto éxito tendría un local así, aquí? Seguí leyendo. Los esfuerzos del narrador se desviaron a los hoteles, pequeñas curiosidades, datos, mensajes literarios en las cabeceras de las camas (“los escritores jamás se van solos a la cama”), mensajes a las mucamas (“por favor, sacuda el polvo de mis libros”), pequeños carteles en las perillas de las puertas (“no molestar, en esta habitación se escribe una novela”) y carteles de bienvenida (“aquí se escribe la gran novela americana”). Todos sabemos que, en algunos de los hoteles de Manhattan, se han escrito novelas famosas, algunos escritores se han alojado exclusivamente para acabar sus novelas, ahí se alcoholizaron y jodieron, fumaron y corrigieron sus obras, algunos se suicidaron, otros simplemente murieron. Recuerdo los nombres de Anaïs Nin y F. Scott Fitzgerald, aunque habían muchos más vivos y del ámbito literario actual. Luego de los hoteles, aparecieron en el artículo las infaltables librerías. El sujeto recordaba sus andanzas y narraba sobre las librerías noventeras, antes de Kindle y las Tablets, tiempos en que el libro impreso era el rey de calles y calles de librerías. Me llamó la atención lo de “más de 3 kilómetros de libros”, esbocé una pequeña sonrisa. En una última vista al artículo, vi las fotografías, sí parecían imágenes tomadas en Manhattan, en la isla del desencanto. El autor finalizaba diciendo que cada uno de nosotros, los escritores, debíamos buscar un lugar para ir, algo que, a nuestros ojos se le pareciera a NuevaYork.   

  

18 de marzo de 2013

Explosiones misteriosas

            Mientras hablaba por teléfono celular, me encontré mirando un montón de ropa desperdigada por la acera y el borde de la calle; me emocioné tanto que le dije a mi interlocutor lo que había encontrado. Me acerqué curiosa, había muchos calcetines hermanados hechos bola, bufandas, pañuelos, pantalones, blusas, vestidos ¡oh! maravillosas cosas perdidas. Me quedé embelesada mirando, seleccionando, manoseando todo lo que llamaba mi atención. ¿Por qué estaba todo así? parecía que un automóvil había chocado haciendo estallar los sacos con ropa, dejándola esparcida en un perímetro circular. ¿Alguien había puesto una bomba de aire dentro del saco? ¿estalló desde dentro dejando todo tirado? Mis pensamientos se interrumpieron por un par de mujeres con demasiado maquillaje, ellas iban a beber, estoy segura. Pasaron, me vieron, se burlaron “¿te parece si vemos si algo nos sirve?” se fueron riendo. A mí no me dio vergüenza, no me sentía mal; siempre me detengo con curiosidad frente a las cosas que alguien más ha olvidado.