Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

29 de octubre de 2012

Doom

Bajé rápido en la bicicleta, me quedaban pocos minutos para llegar al centro, la hora se me pasó pensando frente a la pantalla apagada del computador. Pensé en usar googles para evitar que mis ojos lagrimearan, usé lentes de sol, mis ojos estaban rojos a pocas cuadras de mi casa. Me vestí normal, cómoda y urbana, reconociendo en mi suéter cierto aire hippie, eso iba a propósito. No llevé sostén, jamás lo ocupo, me molesta, nunca me acostumbré a usarlo como se debe -eso es lo que me dijeron. En la bicicleta jamás me detengo a mirar la siguiente calle perpendicular, escucho si viene un automóvil, lo que reduce mis posibilidades a la mitad, no podría escuchar un peatón o evitar una colisión con otra bicicleta; es lo de menos, mi amor por la vida humana acaba de desaparecer. Siento al aire frío en mis pezones, a través de los pequeños agujeros del punto en el suéter. Beso el aire, me duele el pecho, no me detengo. La mayor parte del camino es pendiente abajo, no tengo que pedalear, lo hago de todos modos, velocidad. Puedo perder fácilmente el control del manubrio, desde el choque está suelto, suena como la tuerca vieja del auto viejo que alguien chocó hace diez años. En el centro casi quedo reducida a hilos de sangre, una micro de izquierda a derecha y una camioneta de derecha a izquierda, colapso de una bicicleta en medio, casi. Pedaleo las últimas cuadras hasta la plaza de armas, pienso en que no tengo ganas de ir con el tránsito, bajo esquivando personas estúpidas y conductores asustados, mi bicicleta puede dañar el espejo retrovisor de sus preciosos vehículos. Entrando en la plaza, esquivando burbujas de jabón, alcanzo a escuchar un "hola", veo a un sujeto que conocí la noche anterior tirado en el pasto, regreso a saludarlo, me dice que mi bicicleta es muy vintage (creo que es el único "piropo" que ha recibido mi vehículo desde que lo adquirí). Espero unos momentos, me fumo un par de cigarros con la bicicleta al lado (¡uy, en bicicleta y fumando!), decido irme, decido caminar un tramo. Una chica de baja estatura se para frente a mí, no puedo irme porque la arrollaría, me pregunta si soy Pía Ahumada, le digo que sí con el rostro de alguien que no entiende el idioma en que le hablan. Me pide que me quite los lentes de sol, le pregunto por qué debo hacerlo, me dice "es que se está comentando", me asesina su explicación, me quito los lentes un momento, se va casi trotando con una sonrisa en la cara.  

5 de octubre de 2012

A mano, a máquina, en computador

Conversaba un día, el asunto comenzó con una simple pregunta "¿cómo escribes?"... por mi parte no entendí la pregunta, él entendió y me aclaró el asunto: me preguntaba qué prefería para escribir, si lo hacía a mano, en máquina de escribir o en computador. Yo sabía que él escribía a mano, incansablemente; desde que le conozco me llamó la atención el callo que tiene en el dedo medio, en la mano derecha [pequeños detalles que dicen mucho de una persona]. Dudé un poco si ser sincera o mentir, pensé que debía ser ambigua en mi respuesta, le dije que dependía de lo que tuviera a mano. No me gusta escribir a mano, siento que no puedo coordinar mi cabeza -mis ideas, el fluir de mi pensamiento- en simultáneo con el proceso motor de escribir; se me hace difícil, lento, muchas veces al intentar escribir más rápido, no tengo control de mi letra y luego no entiendo lo que dice, soy un estúpido y torpe desastre. Cuando escribo en el computador no me siento torpe, con poca frecuencia se me olvida lo que quería escribir, puedo plantear mejor mis ideas y exponerlas claras, además de corregir un texto completo sin ver aquellas molestas evidencias de mis errores, me gusta también que todas las letras que tengo al frente sean del mismo tamaño [pequeñas manías]. La máquina de escribir es uno de los inventos que más me gustan, el intrincado origen del teclado. Mi abuela me regaló una máquina de escribir cuando yo tenía seis o siete años, era una máquina actual -para la época-, liviana, muy baja, con el exterior plástico en color blanco y negro, era un máquina de escribir Olivetti  (modelo Venezia). En aquel tiempo no tomé mucho en cuenta el regalo, me parecía doloroso intentar escribir, incómodo, demasiado lento. Mi madre se encargó de descubrir casi todas las funciones "ocultas", ella me las enseñó. Con la llegada del computador a mi casa, muchos años después, me familiaricé con el teclado y retomé los intentos de escribir en mi máquina, me dolieron los dedos, sin embargo, no dejé de intentarlo. Sin notarlo, ya podía teclear en el computador mirando la pantalla. En mi primer año de universidad, no tenía computador, no tenía el ejercicio de escribir a mano y mi máquina de escribir esperaba en un rincón de la lúgubre habitación. Ahí, sola, me acostumbré por fin a escribir al ritmo de mis pensamientos, con errores al principio, pero no me preocupaba, siempre tenía ánimos de volver a escribir aquellas primeras cartas que escribí en mi máquina de escribir. Recientemente, retomé mis cartas a máquina, además de algunos borradores de textos; me siento feliz de ser una de las pocas personas que disfrutan escribiendo en máquina.