Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

29 de marzo de 2011

Las sorpresas que trae el gato [II]

Al muchachito le encantaba vagabundear por las plazas de cualquier lugar, dormía en preciosos jardines en que parejas de jovencitos se recostaban mientras pensaban qué harían a continuación con el dinero de sus padres. Cada uno de ellos era egoísta, todos miraban al muchachito con un poco de miedo, con un poco de asco, el temor a una vida despreocupada, el temor a dormir junto a los perros. El muchachito encontró un pequeño trozo de carbón y decidió que un par de bigotes dibujados en su rostro lo convertiría en un animal más, dormiría con otros animales y se lamería con paciencia a la vista de las parejas que a esa hora disfrutaban de un paseo en el parque. Una mujer mayor se acercó con cuidado y acarició al muchachito porque creyó ver en él a un gato perdido, el muchachito se sintió extasiado por las caricias tan puras que la mujer le regalaba, se durmió disfrutando el gris del cielo.

22 de marzo de 2011

III. La amante de los árboles

Una mujer bastante mayor de brillantes cabellos blancos se acercaba cariñosamente a un árbol joven de aspecto limpio, un árbol en una plaza céntrica de la ciudad. Pensé que la ubicación del árbol era la razón del inesperado acercamiento de la mujer, pero el encuentro fue mucho más allá de lo que pude imaginar en aquel momento de dedicada observación. La mujer se acercaba más al árbol y yo procuraba disminuir la distancia entre mis pasos, la observación detallada es indispensable en este tipo de eventos. Extendiendo los brazos formando una cruz con su cuerpo, ella abrazó al árbol en que asomaban algunas flores amarillentas, la mujer reía e imprimía fuerza en ese simple gesto de amor. Mis ojos se enamoraron de esa sonrisa tan sincera que podía leerse a muchos metros de distancia, esa sonrisa quitó de mi mente todas las cosas malas de ese día.

16 de marzo de 2011

Los ojos tristes de mis compañeras de cama VII

Tenía miedo, las cosas no salieron para nada bien. La temporada que pasé encerrada en mi habitación me sirvió para comprender que la mayoría de los pasos que había dado en mi vida amorosa habían fracasado porque yo no correspondía al modelo de muchacha común, mi cabello descuidado, mis ojos tristes, mis manos hinchadas y algo magulladas ¿quién desearía dejarse seducir por una persona tan descuidada en su apariencia?… si existía gente linda, también existían personas feas, gente que se atraía porque no se sentía bien consigo misma ¡bien! una mínima oportunidad de pasar acompañada estas últimas semanas de frío. Mientras miraba el cielo recordé que a principios del invierno algo extraño había sucedido, un encuentro algo desagradable en una plaza, mientras dormía para dejar de mirar a las preciosas chicas que se paseaban por ahí. Regresé al lugar y fingí dormir, a las dos horas una mujer bastante extraña se acercó, llevaba una especie de capa sobre toda la ropa que tenía puesta, se recostó a mi lado y al rato se quedó dormida, olía a flores, a hierbas, a tierra húmeda, a lluvia ¡lluvia en el desierto!, mis ropas se saturaron del intenso olor a bosque, ella era el bosque que había venido a dormir a mi lado para alejar mis penas. No pude evitar el impulso de despertar a la mujer, la tomé de ambas manos y le dije que no se asustara, ella tenía los ojos de color violeta, su boca tenía sabor a canela, su piel tenía sabor a frutas, su entrepierna olía a flor silvestre. Apenas salían gemidos de su boca y eso me excitaba, ella abrió sus piernas como invitándome a deleitarme con todo aquello que guardaba dentro de su cuerpo, alcancé a percibir el ligero aroma de las amapolas y no pude resistirme a introducir dos de mis dedos para intentar alcanzar aquellas flores que crecían en su interior ¡algo tocó levemente mi dedo!, algo como un palillo palpando desde dentro lo que se aventuraba a molestarlo. Me asusté y saqué inmediatamente el dedo, estaba ennegrecido por alguna sustancia desconocida para mí, despedía un olor repugnante. La miré con desprecio y me levanté, desde su vagina se asomaba un dedo igual al mío, se movía quebrándose en cada falange ¿era acaso un dedo? ¿cómo era posible que una réplica de mi dedo se asomara por su vagina?. El temor se apoderó de mis piernas, no había nada más que hacer, dormí por dos días seguidos, todo aquello me había agotado. 

14 de marzo de 2011

Los ojos tristes de mis compañeras de cama VI

La amistad jamás ha sido mi fuerte, mucho menos con mujeres ¡esas maravillosas fuentes de amor!. Resignada a perder un mes más buscando una pareja estable mi amistad con Carola, una rubia de proporciones mayores , avanzó más rápido de lo que había podido adivinar. Como por arte de suerte, todas las cosas se dieron para que le propusiera arrendar una pieza conmigo, la economía de ambas se iba a pique, nos convenía a ambas compartir habitación, y así convencí a Carola de que viviera conmigo. Los meses no favorecieron nuestra amistad, de hecho la complicó, no hay nada más desesperante que tener a una mujer a tu lado y no poder atreverte a nada por temor a perder su amistad -que es lo único que posees en los momentos de escuchar su pausada respiración por las noche-, no es agradable pasar los días esperando sucesos que jamás sucederán. Esa muchachas rubia, mí rubia, era una de esas mujeres con eternos problemas con los hombres, que uno, que otro, que dos o tres corriendo detrás de ella; el encanto de una rubia risueña es difícil de ignorar, yo ya había caído en sus redes cuando escuché ciertos comentarios de parte de gente que nos conocía a ambas. De estar loca ¿yo?… quizás, de ser de trato difícil ¡sí!, de ser una ebria malagradecida. ¡Ella y sus jodidos problemas con hombres!. Desapareció de mi vida como la última hoja de otoño, ella jamás dijo algo al respecto aunque yo la valoraba y la quería como una amiga.

Las sorpresas que trae el gato [I]

[Comienzo de la segunda parte] [A la primera parte]

El sujeto se despidió muy contento, sus palabras eran las de alguien que estaba seguro de lo que decía, se iba a paso rápido agitando su mano y calificando al muchachito de “poetiso” ¡y qué cara tenía el muchachito!, una débil risa se le escapó cuando dejó entrever sus dientes, así decidió no darle importancia al sujeto que minutos antes le había ofrecido vino y una manta para el frío que comenzaba a afectarle las articulaciones. La palmera bajo la cual se cobijaba le permitía admirar el extenso terreno cubierto de césped, algunas otras palmeras disminuían la panorámica que tenía del cielo, sus manos comenzaron a entumirse. Guardó el cuaderno que siempre le acompañaba y se alejó a paso lento, a esas horas de la noche y después de haber pasado varios días a la intemperie lo único que necesitaba era una cama para descansar; se decidió a caminar al oriente.

5 de marzo de 2011

De conversaciones inconclusas [XIII]

No quería recibir todo aquello. Esa visión del pajarillo posado sobre las ramas, casi oculto, jugueteando. El cielo que parecía abrirse para recibir todas aquellas miradas curiosas desde la tierra. El árbol de valvas con pequeños resquicios de flores moradas "árboles posados sobre pájaros".
La brisa se llevaba la gracia de mi atuendo, el mar sobre mi torso agitándose con cada paso, el leve cosquilleo del sol sobre la piel descubierta. Empuñé las manos sosteniendo las olas del vestido, él se fue.
Caballero vagabundo que caminaba en dirección contraria, le observé todo el tiempo, jamás miró atrás. Mirando su chaqueta negra pude adivinar el ancho contorno de su espalda, vi que balanceaba los brazos flojos, él siempre tiene actitud alegre y divertida.

2 de marzo de 2011

De amor y paranoias [XIX]

El muchachito loco y borracho se levantó porque intuyó que el tren pasaría frente a él, se acercó a las líneas y cerró los ojos para sentir en sus entrañas el golpeteo de un orgasmo ¡el sonido cosquillear a través de sus pies!.
El joven rostro de facciones tranquilas esperando el paso del tren, con los brazos extendidos al cielo, respirando cada vez más rápido y el tren a pocos metros de su cuerpo; el árbol quieto, el árbol joven, el árbol acariciado por las brisas anuales.
La hambrienta tierra gemía por recibir un nuevo hijo...
El muchacho loco y borracho saltó esquivando por poco el paso del tren, su rostro estaba húmedo por el sudor, sus piernas temblaban. Bajo la protección de quien le observa se queda dormido ¿en realidad duermes mi querido caminante?.
 Las calles estaban vacías, en la madrugada sólo los suicidas cruzan los puentes.

[Final de la primera parte]