¿Es aceptable no desear a un niño enfermo?
Hace un par de años vi a una mujer joven en la tele hablando sobre la sensación de tener a un niño "con problemas" (no recuerdo si tenía síndrome de down o si era autista); ella decía, muy apesadumbrada, que le cargaba cuando sentía que debía responder "es un angelito" cuando la realidad era distinta; igual cuando le decían "es un angelito de dios" o algo por el estilo, porque sabía que nadie decía que tener un niño enfermo era una carga, que era difícil, que era terrible -en algunos casos- y era peor cuando sabes que ese niño jamás encajará en ningún lugar. Hablemos de este país absurdo en donde nadie se hace cargo de una educación apropiada para niños sanos y en plenas facultades físicas y mentales; imagina a dónde van a parar esos niños distintos, esos "angelitos de dios" que son apartados todos los días. Recuerda esos casos que han llegado a ser mediáticos porque los padres reclaman, a viva voz, que se discrimina y margina a sus hijos. Me quedo con la impresión de que en nuestro país el punto es: ya que debes tener a un hijo, pase lo que pase antes, durante y después del embarazo, pues tenlo y ve tú cómo te las arreglas con la guagua, pero debes decir que lo amas porque es inaceptable decir algo malo de los hijos que has parido (jamás será una carga, un problema o un hijo no deseado).
Hay algunas cosillas/artículos (este es uno que resume la idea) que se comentan en rrss sobre países en donde el aborto es legal, eso de que no están naciendo niños distintos (o sea, niños a los cuales se le puede diagnosticar enfermedades mientras se están gestando), la polémica va con grupos ultra conservadores (los que pelean son de países distintos al citado en la noticia) que publican cosas como esta: "Triste verdad. Las noticias celebrando 'la terminación del 100%' de los niños con Síndrome de Down. Los niños con Síndrome de Down deben ser queridos, no terminados".
Sitúate acá: vives en un lugar en donde el aborto es legal, no hay personas que se opongan al aborto (de parte del estado, de la religión o de las personas), el procedimiento es calificado como algo "regular" (como cualquier intervención médica) y te asegura que no habrá consecuencias físicas para ti; nadie te juzgará, nadie se interpondrá en tu decisión, nadie te dirá nada la respecto; no debieras sentir culpa porque las circunstancias están siempre a tu favor. Imagina que te sometes a un control médico de rutina y te dicen que tu hijo tiene altas probabilidades de nacer con una anomalía cromosómica y te informan de qué se trata y que pronóstico tendrá el niño en caso de nacer. Pregunta incómoda: ¿escogerías parir a ese niño? Otro detalle, si escoges tener a tu hijo, te dan todo el apoyo necesario para que tenga una vida plena y llena de oportunidades, el estado se encarga de asegurar una calidad de vida excelente para cada uno de sus ciudadanos. Al final, en estas circunstancias particulares, quien toma la decisión es la madre. ¿Existen realmente las condiciones para tomar esta decisión de este modo? no. Por cada situación "ideal" que describí arriba, existe una contraparte y, en medio, todos los matices que imagines. La propuesta acá es imaginar distintas situaciones y es necesario que estos temas se hablen más, con tus amigas, con tu pareja, con amigos, con la familia. Me parece interesante que esto sea algo "del día a día" y no de "momentos", no sólo para debates escolares o para juzgar, insultar o atacar a alguien; sea lo que sea que pienses al respecto, habla con tu entorno.
***
Llegando a esta parte de la entrada, me di cuenta de que estaba tomando un carácter distinto. Creo que esta entrada, más que cualquier otra, puede servirle a alguien. Ahora mismo me siento inútil, el concepto de "comunidad/comunitario" parece impregnarlo todo y yo me encerré sola; el entorno llama a organizarse, a colaborar, a luchar; yo me encerré sola. Quizás esto no es mucho y quizás tampoco sea una ayuda activa, pero creo que a alguien podría servirle; por eso la continuaré en la misma línea.
PD: También decidí publicarla en dos o tres partes, se viene larga.
Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":
31 de agosto de 2020
Sobre los deseados y los no deseados [Parte I]
28 de agosto de 2020
Me he reído mucho - 330 entradas (publicadas, borradores y programadas).
26 de agosto de 2020
Lo que no se habla
24 de agosto de 2020
Cuando compras un pasaje a cualquier lugar
Hace algunas semanas compré dos pasajes y pasé algunos minutos escogiendo el destino. Había destinos exóticos, onda medio oriente o islas del Pacífico. Yo iba de página en página y compré a dos destinos, de un lado a otro y, de ahí, de regreso. Fue bien grato comprarlos y podía ver el destino, las fotografías que te dan más ganas de viajar.
Hoy (22 de agosto) recordé esos pasajes comprados, estaban los detalles y la hora; me hice la weona un rato para perder los pasajes (cuando sales del país debes estar en el aeropuerto tres horas antes) y ya eran 45 minutos para que saliera el avión. Mi familia andaba dando vueltas por ahí y ellos también arreglaban las maletas. Al viaje iba mi familia también (mamá y hermanos), no sé por qué; según yo, compré el pasaje sólo para mí. Tomamos el avión y el viaje se me hace corto, puedo entretenerme viendo las nubes y no recuerdo mucho más.
El lugar, a pesar de ser un destino escogido al azar, era un sitio que yo conocía. Hay un café muy lindo con paredes exteriores y divisiones interiores que son de rejillas diagonales, como para que algunas plantas volubles se agarren con zarcillos y con sus flores cubran la base. El café es prácticamente un pasillo delgado, pero se alcanza a pasear dentro porque es largo, puedes recorrer de lado a lado dentro de una cuadra cualquiera. Al salir, las calles son de adoquines. El sol siempre está en el cielo y es agradable el clima.
¿Cómo es que sueñas una vez (hace semanas) que compras un pasaje a dos destinos aleatorios y luego sueñas con esos pasajes y viajas? Anécdotas de viajes que dan repelús.
PD: no me gusta viajar, lo evito todo lo que puedo.
22 de agosto de 2020
Lo que llaman "hater" - Aventuras antofagastinas [Parte II]
21 de agosto de 2020
Divagaciones
No, no voy a ningún lado con esto. No, esto no lo diré y tampoco espero que lo leas dándole más importancia de la que tiene ("a tomar por culo, chaval").
12 de agosto de 2020
Negarse por obstinación.
Lloren, rían.
Muchas veces he quedado un poco dañada al pensar que mi oficio no tiene valor alguno, muchas otras me siento terrible porque le he dicho a otros que el oficio es un horror. Hace un tiempo comencé a reunirme con personas que no conocía, para escucharlos e intentar resolver sus dudas, quizás intentando guiarlos mejor al momento de escribir o publicar. Recuerdo con detalle a un muchacho que llegó a mí por intermedio de un amigo común. Le dije que le cobraría con café y cigarros (y le expliqué que sin esos insumos me era difícil concentrarme, además de presionarlo un poco diciéndole que yo no tenía plata); noté que ganaba un buen dinero -por su forma de vestir, hablar y el local que había escogido- por lo que culpa no sentí (ten en cuenta que mis cigarros salen 4 lucas y más dos tazas de café, la reunión le salió sobre 6 mil pesos). Me contó que yo le había hecho un libro a una de sus conocidas y recordé todo apenas mencionó el título del libro. ¿En serio no podía ser otra amiga u otro libro?
La chica ésta, su amiga, contactó conmigo porque estaba desesperada; encargó un servicio de imprenta y le dijeron que sacarían su libro tal cual estaba, o sea, sin corregir. Se lo dijeron muchos meses después de que ella hiciera "el trato", pero pensaba que pagando a una imprenta podían, antes de publicarle el libro, corregirlo. Cuando pasaron algunos meses, la chica preguntó cuándo le entregarán sus libros y le dicen que, de sacarlo, lo harán tal cual (sin corregir). Yo me esperaba que ese fuera el problema y me lo confirmó. A pesar de verse complicada con el asunto (punto que se hubiera resuelto con un simple "adelante"), ella se negaba a que su libro saliera tal cual ella lo había mandado ¿por qué? Se supone que cuando buscas una editorial ya todo lo que es proceso creativo, edición y corrección ya se ha hecho (lo mínimo que debe hacer un autor al terminar su libro); ahora, claro, una editorial también leerá el original y si le interesa publicarlo, editará lo que considere necesario y corregirá en caso de requerirlo (aunque se recomienda que el original esté lo más pulcro posible). ¿Acaso ella estaba consciente de que su original no estaba listo para ser publicado? ¿acaso sabía con certeza que tenía errores o que no estaba suficientemente pulido? Entre mil cosas que me contó, mencionó que ella viajaba mucho fuera del país, por lo tanto, si yo tomaba el trabajo, prácticamente debía hacerlo según mi criterio y sin poder tomarme el tiempo que requiere una publicación (según cada caso, puede ir de dos a seis meses e incluso más). Me dijo que su libro debía salir en cinco semanas o algo así. Le pregunté por qué tenía tanto apuro y me dijo que su secretaria ya había agendado un lanzamiento, pensando en que ya tendría la publicación en la mano para esa fecha. Si me conoces, sabrás que después de cada respuesta de su parte, yo le hacía recomendaciones y le daba consejos al respecto.
Lamento haber tomado ese trabajo, me espantó cada vez que soltaba algo nuevo, me asusté con cada cosa que decía. Terminé tomando el trabajo (por plata y sin ninguna otra motivación), le dije mis condiciones y el precio, además de mencionarle que ella debía gestionar las copias, que a mí no me interesaba promocionar su libro; ella no tuvo problemas con lo que le dije, sólo deseaba que alguien se lo publicara rápido. El manuscrito ya era una basura tremenda y ¡no! no estoy siendo mala; es el peor original que ha pasado por mis manos. Debí cobrarle mucho más por todo el tiempo que me tomó corregirlo ortográficamente y darle algo de sentido, además de tener que aguantarme una historia absolutamente vacía. Cuando acepté la pega, no pensé que su original exhibiera tantas falencias e incoherencias imperdonables. Rabié mucho con eso, gritaba cada tanto y maldecía cada tres palabras. Ella parecía estar consciente de que su original tenía errores, pero no tenía idea de cuántos horrores había ahí; estaba segura de lo escrito (incluso orgullosa), pero no podía justificar las incoherencias; ella sabía que su original no estaba listo para ser publicado, pero sabía que "con plata salta el monito” (y yo era ese monito fumeta con dificultades financieras). Vale, la plata compra cigarros y los cigarros mitigan la ansiedad, el hambre, el deseo, las molestias, los nervios, la rabia y todo eso que perjudica a la gente que no puede pagarse un psicólogo porque se gasta su plata en cigarros; todo bien, continué avanzando para entregar el libro a tiempo. Lo hice y cumplí con el plazo, pero me costó un montón de mensajes por whatsapp y explicaciones que rebotaban en ella, me debieron salir decenas de canas nuevas y mi paciencia se fue al carajo. Llegué al punto de necesitar hablar con alguien sobre el asunto, porque no podía lidiar sanamente con ese monstruo. Para darte un par de ejemplos: más de veinte pitias ortográficas por página (el infierno), cambios de narrador a cada momento por capricho (otro nivel de infierno), total falta de coherencia y cohesión (acá una puerta con fuego que debí abrir con las manos desnudas). Mucho después de esa terrible experiencia, me queda escribir estos textos descargando los últimos recuerdos que conservo de aquello.
Siempre caigo en la paranoia y me pregunto si, en algún momento, fui tan ingenua como esa autora; no como insulto para ella, sino reconociendo ingenuidad pura, el no saber qué demonios significa escribir y qué implica publicar. Si en algún momento hice algo absurdo por capricho o impulso, si creé algo terrible que decepcionó tanto a alguien como para que le salieran canas y rabiara, para que tuviera que conversar con alguien más porque el asunto la tenía enferma. Si he metido tanto la pata para que alguien llegara a odiarme por eso. Dejando mi corazón bien resguardado: hice todas esas cosas y me convierten en una persona terrible.
No puedo decir que me he esforzado por algo en la vida, soy de las que decido
teniendo por guía el gusto y el placer. No siento pasión por lo que hago y me
cuesta sentirme atraída hacia actividades que no tienen relación con los
libros. Me puse a escribir porque es el oficio de los "sin
aptitudes", de aquellos que no pueden dibujar o que no pueden hacer
música, o que no entienden el arte y la música, o que no les interesa en
absoluto aprender algo más de lo aprendido a los seis años. Soy de esos pasivos
que consumen libros como gominolas, que se sientan a sufrir con un libro en las
manos mientras el mundo sigue girando y las personas crecen para hacerse
mejores seres humanos. Exploré el mundo a través de historias, pero no me
interesa vivir esas historias ¿viajar? no, ¿salir? no, ¿vivir? no.
Decepción.
Por años, desde el 2005 como una afición y desde 2009 como algo serio, escribí porque sí; sin ambición, sin miedo. Ahora, además de escribir sin ambición ni miedo, lo hago sin esperanzas, sin testigos y sin recompensas. He recolectado muchas experiencias con el tiempo y lo único que realmente poseo dentro de mí, es una mezcla parecida al vómito y no puedes sacar nada de ahí sin ensuciar tus manos (y todo huele fatal). Mientras crecía, más me dedicaba a la escritura y la pasé mal durante mucho tiempo -incluso ahora quedan cicatrices de aquello-, pero creo que fue fundamental tragar todo eso para centrarme en lo importante: escribir. Por lo mismo mi visión no es optimista y si me preguntas seré sincera, no saco nada con mentir y decir que todo es lindo, que la escritura sana o que es un pasatiempo genial, que existe la inspiración o que escribir cura el alma o algo por el estilo, que existe el talento o que la escritura transforma realidades. ¿Quieres oír algo motivador? pregunta a Tomás, a Guise o a Juanita. Escribir no te dará lo que quieras, porque debes saber que la literatura no te dará nada, pero tú tienes el deber de darle algo a la literatura (si no se lo das, te lo va a quitar).
Alguna vez, durante una cogorza química que duró siete días o más, me acosté
sobre el pasto húmedo y les dije a Los Viajeros: cabros, mátense. En ese tiempo nos juntábamos
en la plaza de armas y, constantemente, debíamos hablar con desconocidos que se
acercaban a curiosear. Esos Viajeros fundaron las bases de lo que somos
hoy.
Alguna vez, mientras ocupábamos una pieza en el centro de La Serena,
mientras jugábamos a "presentar en vivo", mi voz comenzó a
enturbiarse y sentí vergüenza. Decidí, a la fuerza, replantearme lo que estaba
haciendo y el papel que interpretaba en todo eso. Esos Viajeros transformaron
las bases y las ordenaron.
Alguna vez, mientras nuevos Viajeros ocupaban una sala de reuniones de
la biblioteca regional, yo estaba de pie mirando hacia abajo desde el cuarto
piso. Pensé mucho en lo que estaba haciendo y no podía dejar de mirar abajo y
preguntarme si debía sobrepasar el límite que me separaba de la caída. Esos
Viajeros dieron objetivos al Mary Celeste.
Alguna vez, mientras sentía que me perdía gracias a la desesperación, el
Mary Celeste convocó a su más reciente viaje. Esos Viajeros, ustedes, le han
dado nuevo rumbo al viaje.
Cuando pienso en mí a través de la mirada de Mis Queridos Viajeros,
pienso en que los he conocido a todos y cada uno, desde el primer día, desde
que decidimos llamar Mary Celeste a nuestro barco.
El muchacho amigo, ese que me pagó la charla con cigarros, ni siquiera tenía un manuscrito, él me citó para que yo le contara cómo comenzar a escribir. Estuve alrededor de cuatro horas con él y le dije todo, respondí a cada pregunta e intenté darle ánimos para tomar un lápiz y comenzar a escribir, pero cuando terminamos, su rostro no era el mismo. Pude leer la palabra "decepción" escrita en esos ojos, los mismos ojos que hacía un par de horas parecían brillar por la emoción. Tomé mis cigarros y me fui a casa a seguir fumando.
Lo que yo piense sobre todo esto es irrelevante, es un modo de sentirme
mejor o un modo de hacerme daño, quizás una manera de conocer a otros o de
intentar lidiar con aquello que me molesta; en cualquier caso persigue un
objetivo egoísta y, por lo mismo, no importa. Creo que el camino es muy largo
para detenerse a pensar en el bienestar o en la felicidad, basta con seguir, ya
sea sobre el Mary Celeste, en otro barco o incluso nadando; de algún modo nos
veremos. Siempre estaré ahí, de algún modo sé que cada Viajero regresa algún
día.
*Escrito para la última sesión de Los Viajeros, Sexto Viaje.
9 de agosto de 2020
Enfermedad III
Me ha costado terminar esta entrada, siento tristeza de sólo recordar esto y me cuesta hacerlo de modo cronológico.
El gatito que quedó vivo estuvo viajando en una caja o en una mochila desde la casa en que vivo a la casa familiar y de vuelta por muchas semanas. El 18 de octubre, por fin, mis padres viajarían lejos y me quedaría con mi hermana, sólo con ella. Mi plan era sacarla a pasear, hacerle de comer lo que ella quisiera y ver monitos a toda hora, fumar en casa sin sentir la necesidad de esconderme. El 18 explotó todo y el resto de mi familia estaba en Santiago. El 19 debían salir fuera del país y nosotras nos quedaríamos acá, esperando que pudieran llegar al aeropuerto sin contratiempos. El 20 ya todo se había ido al carajo y conversaba con mi hermana, compartíamos videos y no podía dormir bien y tampoco podía dejar de fumar -uno tras otro, uno tras otro-. Descubrimos una manera de estar juntas esas semanas -sin dejar de venir a la casa donde vivo y hacerme cargo de Birdo- y pasé muchas noches allá con ella porque me daba miedo dejarla sola, no porque pensaba que le iba a pasar algo o que no pudiera afrontar algún contratiempo, sino porque ella era la única familia que tenía cerca y me sentía la única responsable por ella. Pasamos mil mierdas los primeros días, pensaba que se me perdería entre la multitud y que le pasaría algo malo, siempre bajé al centro con ella y yo iba resguardada en una fachada sólida de terrible sobriedad, seria y valiente ante cualquier cosa (careta que perdí en varios momentos porque sentí miedo, uno tipo de miedo que jamás había sentido). Si hubiera estado sola, no me hubiera importado morirme ahí; nadie reclamaría nada. A la semana, unas amigas de mi hermana se quedaron algunos días en la casa y, tal como llegaron, se fueron. Por un problema de sobreventa de pasajes, bajamos juntas al terminal a las 12:00, pero acabamos con pasajes para las 23:00. Después del show para que les reasignaran pasajes, nos topamos con una chica rubia que parecía estar en problemas. Afortunadamente una de las amigas de mi hermana hablaba fluido el inglés. La chica era alemana y estaba estudiando en Santiago por medio de un intercambio. Había viajado a La Serena y, en día anterior, había recogido a un gatito de meses en Coquimbo. Cuando la vimos, ella iba al terminal a cambiar su pasaje; el gatito estaba mal y ella no quería dejarlo botado en La Serena, pero tampoco podía llevárselo. Acabamos decidiendo llevarnos al gatito con nosotras y la chica, por supuesto, dejó de llorar y de sentirse mal por el gatito. Mi hermana pagó un veterinario y, con medicamentos, mejoró considerablemente. Subió de peso, comenzó a jugar como un gatito normal y se sanó su ojito (tenía un párpado caído por una infección). Teníamos a dos gatitos (de semanas de diferencia) que debíamos cuidar, más perro y gato de la familia, además de mi Birdo. Creo que cuidar esos bichitos fue un buen remedio para no caer en el dolor, cuidarlos era tener un motivo para llegar de regreso a salvo y a la hora para alimentarlos. Dos semanas y algunos días después, mi familia regresó sin problemas y fue un alivio. Pasaron algunas semanas más y ya todos estaban encariñados con ambos gatitos (el que quedaba vivo de la camada y el que recogió la alemana). El gatito coquimbano estaba más que sanito y crecía notablemente; el que yo recogí era pequeño y mostraba algunas dificultades al caminar, se recogían sus deditos al apoyar la patita en el suelo, a veces parecía que le faltaba el aire y siempre estaba hinchadito, dormía un montón.
Los gatitos que murieron los enterré en el patio, en agujeros que cavé contiguos, debajo de la ventana de mi pieza; ahí no crece maleza y siempre está limpio, pensé que ahí a nadie se le ocurriría poner alguna planta o intervenir de algún modo la tierra, por eso los enterré ahí. Cuando bajaba al patio me preguntaba si el gatito -el que quedaba de la camada- se acordaría de los otros o extrañaría la presencia de los otros, me preguntaba si los había visto antes de morir o si recordaría el olor que tenían; me hacía muchas preguntas y sentía pena porque no fui capaz de mantenerlos vivos. Algunas veces dejaba a los gatitos en la casa familiar y a mi padre le encantaba el gatito coquimbano, jugaban y el gatito andaba webiando por ahí; a mi madrecita le gustaba el que recogí yo porque era hembra y era tan chiquito, además le seguía siempre y el perro hacía de guardaespaldas, a ese gatito le gustaba mirar al cielo y extendía sus patitas hacia arriba, intentando tocar el sol. Estoy a punto de llorar, voy por un cigarro, no quiero llorar. Sigue, no estoy llorando.
Al gatito coquimbano lo ofrecí "en adopción" con unas fotos y su breve historia, pedía mucho que fuera alguien conocido quien lo adoptara y, afortunadamente, fue así; mi hermana me acompañó a dejarlo porque quería asegurarse de que acabaría en un buen hogar. Gracias Ared, le diste un buen hogar y ahora ese gatito está vivo y sanito.
Me quedaba el pequeño y, con las semanas, comenzamos a notar que estaba algo mal con él: era muy pequeño y crecía muy poco, se cansaba y le faltaba el aire, tenía su patita tullida. Lo llevé mucho al veterinario y todo lo pagó mi tía, muchas gracias. En noviembre, cuando el gatito tenía fácil dos meses y tanto, cabía en la mano y aún parecía una cría de semanas. En noviembre, decidí dejar al gatito en la casa familiar y estuvo ahí cuatro días, dos por una feria a la que debía asistir y otros dos porque me invitaron a Paihuano (me vieron deprimida y me invitaron para sacarme de acá). Cuando llegué a La Serena, fui a buscar al gatito y ese fue el último día que puse tomarlo entre mis manos y acercarlo a mi pecho. Al otro día el gatito estaba muerto, el mismo día lo enterré y soñé muchos días con él. Aún siento mucho dolor cuando pienso en eso. Sentí rabia también y mi tía me preguntó si sentía que mi madrecita había hecho algo mal, quizás pensaba que yo le echaba la culpa a mi madre por la muerte del gatito. No tía, no es eso. No me siento mal por su muerte, no le echo la culpa a nadie, menos a mi madrecita. Me sentía mal porque la única certeza que tenía, con respecto al gatito, era que ese día fue su último día; pude haberlo pasado con él en vez de irme a Paihuano o más días si no hubiera ido a la feria. No sentía culpa porque entiendo la muerte, entiendo que nos morimos todos los días y entiendo que ese gatito vivió poco, pero vivió mejor. Morir de frío a las horas de haber nacido era peor que morir después de haber recibido amor y cariño y cuidado de una weona fumeta y de su familia. Haber muerto en el peladero sin haber tenido opción o morir en una casa en donde yo estaba pensando en adoptarlo, en cuidar de ese gatito porque estaba enfermo y quizás no iba a tener mucho más tiempo. Ese gatito se murió un día antes de navidad. Ahora sí estoy llorando. Ese lugar en donde están enterrados no tiene maleza y siempre está limpio, nadie pisa ahí y nadie sabe dónde están más que yo. Todo lo que tuve de ese gatito terminó en la casa de la señora que me enseñó a cuidarlos, le llevé todo y lloré todo el camino de vuelta.
1 de agosto de 2020
Si no está roto, no lo repares.
La última vez me trajeron hasta la casa y gracias, gracias de verdad.