Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

31 de agosto de 2020

Sobre los deseados y los no deseados [Parte I]

Debate en clases de filosofía y psicología.
Yo estaba en tercero o cuarto medio, el profe siempre nos proponía un tema y nos pedía situarnos a uno u otro lado del aula para saber de qué lado estábamos (a favor o en contra); no me agradaba estar con un puñado de gente que decía estar "a favor" o "en contra" -lo encontraba demasiado sencillo- y solía sentarme al fondo de la sala y decir abiertamente: "estoy en medio" o "estoy sentada acá, pero estoy de acuerdo con tal y tal". Después de elegir un lugar, comenzaban a tomar la palabra para explicar por qué estaban ahí. No recuerdo el tema de cada debate (tengo la impresión de que fueron muchos), pero el del aborto me impactó y aún recuerdo algunas cosas porque quienes hablaron de modo más duro, eran mis amigas. Yo sabía que estaba a favor del aborto, pero no sabía bien la razón: o sea, ni siquiera tenía un buen argumento o alguna razón de peso, tampoco había hablado de eso con nadie abiertamente, jamás había escuchado el término "feminismo" (en serio), incluso me había topado con algunas campañas "pro-vida" sin siquiera sospechar que se trataba de eso -la famosa carta del feto abortado, escrita a mano y leída por todo el curso; el típico trabajo de biología en donde se ven imágenes de fetos mutilados detallando el resultado según qué tipo de aborto se practicaba-, sí sabía qué significaba a nivel biológico, sabía que pasaba de modo natural también (toda madre tiene una historia de pérdida en su vida fértil) y poco más -datos sueltos-, eso era todo lo que sabía del aborto. No importaba mucho si yo hablaba o no, porque, como escribí arriba, poco sabía. Así me dediqué a escuchar atentamente lo que decía el resto (a favor y en contra), yo intuía lo que dirían algunas de mis amigas porque conocía sus creencias religiosas, particularmente de dos que eran mormonas (aunque la única certeza que tenía acerca de esas dos era lo que siempre decían "el plan de Jesús para nosotros es que tengamos familia e hijos"). El profe igual hacía preguntas y algunos respondían según su lado. En algún momento una chica dijo: "una vez escuché que una mujer embarazada odiaba tanto a su bebé y le hablaba de mal modo o lo insultaba, y el bebé nació sordo" (o ciego, no recuerdo con tanto detalle). Ahí saltaron varios dudando de la historia, a mí me dio un poco de risa -pero ni pensar en reírse-. Luego el profe tira otra pregunta: ¿qué pasa cuando la madre no quiere al bebé, qué debe hacer si no lo quiere? Ahí mi amiga mormona dice: "bueno, aunque no lo quiera, debe tenerlo, no tiene que abortar, ya verá si lo regala por último". A mí me dejó impactada y no fui la única. Me parece que sonó muy brusco eso de "regalar un bebé" y, claro, la gente comenzó a pedir la palabra y hablar a lo loco sobre la imposibilidad de "regalar bebés". Yo creo que nadie sabía bien lo que sucedía después de 1.- abortar y después de 2.- parir un bebé no deseado; razón por la cual nadie pudo dar buenas razones en favor o en contra del aborto. Ahora, si lo vemos desde un punto de vista objetivo, nadie cambiará de opinión con un pobre debate escolar; creo que este tema sólo se reflexiona cuando te toca vivirlo (de cerca o de lejos), ahí es donde realmente importa lo que pienses y lo que decidas hacer. 
Cada mujer que desea un embarazo no está pensando en que lo "perderá", hasta que pasa; tampoco piensan que padecerá de alguna enfermedad, hasta que pasa. Cada mujer que se embaraza es quien debe pensar qué quiere con esto, cómo lo toma, qué hace y qué no; se espera que no esté sola, se espera que sea una buena experiencia. ¿Me importa? no. ¿Debo opinar al respecto? no. 
Tuve la buena oportunidad de ser invitada a dos "baby shower" (antes de cumplir los 20) a pesar de todo; digo, la gente suele creer que si no quieres tener hijos, odias a los niños y no te gustaría estar involucrada en esos asuntos. La primera vez fue en el colegio -tercero medio, me parece- y todas las chicas del curso fueron invitadas, menos mi mejor amiga (porque tuvo una rencilla con la embarazada). Esta chica y su madre estuvieron embarazadas casi al mismo tiempo y era súper extraño celebrar un baby-shower en su casa, mientras madre e hija lucían panzas prominentes. Yo estaba en el colegio y, a pesar de haber leído acerca del embarazo adolescente, jamás imaginé que una compañera de curso -a los 17- pariría una guagua; ella perdió el año escolar porque su embarazo fue desagradable, faltaba mucho a clases porque pasaba con náuseas y era evidente que se sentía extraña en clases (los escolares de otros cursos la miraban harto y no de buena forma). En el baby-shower creo que fue la última vez que la vi, tampoco la vi al año siguiente en el colegio. En primer año de u me junté con un grupo de amigas y organizamos un baby-shower doble; dos compañeras de carrera estaban embarazadas, me parece que fue en octubre. Yo no acostumbraba a pensar mucho en embarazo y cosas así, también me impactó saber que esas chicas que no pasaban los 19 estaban embarazadas; pensé que perderían el año y era poco probable que retomaran sus estudios. En el baby-shower nos esforzamos harto para que fuera una celebración agradable y divertida, habían hartas mujeres ahí, casi todas las del curso. Yo la pasé genial y comí harto (como siempre). Ambas nos contaron las circunstancias en que se dio el embarazo: una historia fue lo que yo pensaba "típica" en primer año, sexo a lo loco con alguien al azar y embarazo no deseado; la otra era triste, la chica -un año antes- había perdido un embarazo de ocho meses y ahora deseaba, con todo el corazón, no tener problemas. Yo quedé enferma con ambas historias, sorprendida; por todo el prejuicio que arrastraba, mi opinión era bastante dura en ese momento, pero no la hice pública y seguí relacionándome con una de las chicas, la que siguió con sus estudios.    

Los mitos asociados.
Quizás recuerdes, siendo un escolar, haber leído una cartita que hacía llorar a la mayoría (creo que se la daban sólo a las chicas, pero no me consta): esa carta del bebé abortado. Quizás no te llegó en papel escrito a mano, sino como cadena a través de mail. Comienza enganchando con lo emocional (un feto hablando a su mamá, diciendo que espera nacer luego para conocerla) y lees lo que está sintiendo el feto antes del aborto en primera persona, luego comienza a describirte que le están haciendo daño y terminas llorando porque apela a las emociones y es fuerte; todo el rato usa eufemismos, pero alcanzas a vislumbrar que describe la lenta y progresiva mutilación de sus miembros. Arriba describí también ese típico trabajo de biología sobre el aborto y cómo se ve el feto dependiendo de cada procedimiento médico; mi profe encontró este trabajo bajo su escritorio y lo leyó mientras yo curioseaba también (en ese tiempo yo cursaba séptimo básico), recuerdo las imágenes -fotografías a color- y las descripciones -breves, pero precisas-, también que la profe dijo: "no tenía idea de que así se veía un feto después de un aborto". Yo no leí más sobre el tema y tampoco pensé mucho sobre eso, me parecía de poca importancia y ajeno, tampoco alcanzó a picar mi curiosidad, así es que por mucho tiempo no indagué más, pero en algún momento, cuando tenía un proyecto de cuentos relacionados con la teratogénesis (alrededor de los 25 años) comencé a leer de todo y me topé con varias joyitas de las que no se habla o es incómodo conversar.   

Bebés en cajas de mantequilla: la película (1995). 
Acá te dejo una reseña sobre la historia real, el libro y la película: Butterbox babies, por si no conoces nada del caso. Quizás no te suene de nada, pero yo vi esta película en la tele y no tuve problemas con mi familia (mi madrecita me censuraba las películas que eran "subidas de tono", o sea, en las cuales había sexo explícito o situaciones sexuales varias); en general podía ver películas en donde la gente se mataba, pero no si tenían sexo. En esta película vi algunas cosas que no entendí en el momento, pero que digerí con facilidad; digamos, creí que era una película no más y eran bien triste, pero ok, en esos años qué iba a saber que eso pasó, continúa pasando y pasará en el futuro. Muchos años después recordé la película y la busqué, ahí me enteré de que todo eso estaba basado en un hecho real y se parecía mucho a la opinión de mi amiga sobre el aborto "si no quieres al bebé, regálalo" (no importa qué pase, debes tenerlo igual); esa casa de cuidados para madres embarazadas funcionaba como un orfanato ilegal, quisiera o no la madre, se vendían niños y otros tantos murieron ahí. No me extenderé acá porque ver la película es más descriptivo y al final es para ilustrar un poco sobre lo que estoy escribiendo acá. A pesar de haber digerido bien la película, debió sorprenderme en su momento; yo acostumbraba ver dos películas a diario en la tele, a lo largo de muchos años durante cada día de mi vida escolar, por lo que recordar una en particular, entre cientos de otras, debe significar que algo extraño sentí al verla. 

¿Es aceptable no desear a un niño enfermo? 
Hace un par de años vi a una mujer joven en la tele hablando sobre la sensación de tener a un niño "con problemas" (no recuerdo si tenía síndrome de down o si era autista); ella decía, muy apesadumbrada, que le cargaba cuando sentía que debía responder "es un angelito" cuando la realidad era distinta; igual cuando le decían "es un angelito de dios" o algo por el estilo, porque sabía que nadie decía que tener un niño enfermo era una carga, que era difícil, que era terrible -en algunos casos- y era peor cuando sabes que ese niño jamás encajará en ningún lugar. Hablemos de este país absurdo en donde nadie se hace cargo de una educación apropiada para niños sanos y en plenas facultades físicas y mentales; imagina a dónde van a parar esos niños distintos, esos "angelitos de dios" que son apartados todos los días. Recuerda esos casos que han llegado a ser mediáticos porque los padres reclaman, a viva voz, que se discrimina y margina a sus hijos. Me quedo con la impresión de que en nuestro país el punto es: ya que debes tener a un hijo, pase lo que pase antes, durante y después del embarazo, pues tenlo y ve tú cómo te las arreglas con la guagua, pero debes decir que lo amas porque es inaceptable decir algo malo de los hijos que has parido (jamás será una carga, un problema o un hijo no deseado).
Hay algunas cosillas/artículos (este es uno que resume la idea) que se comentan en rrss sobre países en donde el aborto es legal, eso de que no están naciendo niños distintos (o sea, niños a los cuales se le puede diagnosticar enfermedades mientras se están gestando), la polémica va con grupos ultra conservadores (los que pelean son de países distintos al citado en la noticia) que publican cosas como esta: "Triste verdad. Las noticias celebrando 'la terminación del 100%' de los niños con Síndrome de Down. Los niños con Síndrome de Down deben ser queridos, no terminados". 
Sitúate acá: vives en un lugar en donde el aborto es legal, no hay personas que se opongan al aborto (de parte del estado, de la religión o de las personas), el procedimiento es calificado como algo "regular" (como cualquier intervención médica) y te asegura que no habrá consecuencias físicas para ti; nadie te juzgará, nadie se interpondrá en tu decisión, nadie te dirá nada la respecto; no debieras sentir culpa porque las circunstancias están siempre a tu favor. Imagina que te sometes a un control médico de rutina y te dicen que tu hijo tiene altas probabilidades de nacer con una anomalía cromosómica y te informan de qué se trata y que pronóstico tendrá el niño en caso de nacer. Pregunta incómoda: ¿escogerías parir a ese niño? Otro detalle, si escoges tener a tu hijo, te dan todo el apoyo necesario para que tenga una vida plena y llena de oportunidades, el estado se encarga de asegurar una calidad de vida excelente para cada uno de sus ciudadanos. Al final, en estas circunstancias particulares, quien toma la decisión es la madre. ¿Existen realmente las condiciones para tomar esta decisión de este modo? no. Por cada situación "ideal" que describí arriba, existe una contraparte y, en medio, todos los matices que imagines. La propuesta acá es imaginar distintas situaciones y es necesario que estos temas se hablen más, con tus amigas, con tu pareja, con amigos, con la familia. Me parece interesante que esto sea algo "del día a día" y no de "momentos", no sólo para debates escolares o para juzgar, insultar o atacar a alguien; sea lo que sea que pienses al respecto, habla con tu entorno.
***
Llegando a esta parte de la entrada, me di cuenta de que estaba tomando un carácter distinto. Creo que esta entrada, más que cualquier otra, puede servirle a alguien. Ahora mismo me siento inútil, el concepto de "comunidad/comunitario" parece impregnarlo todo y yo me encerré sola; el entorno llama a organizarse, a colaborar, a luchar; yo me encerré sola. Quizás esto no es mucho y quizás tampoco sea una ayuda activa, pero creo que a alguien podría servirle; por eso la continuaré en la misma línea. 
PD: También decidí publicarla en dos o tres partes, se viene larga.       

28 de agosto de 2020

Me he reído mucho - 330 entradas (publicadas, borradores y programadas).

Pucha, algo breve porque estoy entrampada con algunas entradas que requieren de mucho más tiempo y tardaré en terminar. ¡Saludos Viajerx!
He estado viendo muchas cosas, me he dado el tiempo de hacerlo y disfrutarlo: lectura compulsiva de manga (japo), manhwa (coreano) y manhua (chino), me acostumbré a leer las páginas de webtoon, estoy escuchando y viendo formatos "podcast" (en Youtube y Twitch), también tracalada de weás que me da pena reconocer. Me he reído mucho, como hace tanto tiempo no lo hacía. Se ha borrado ese límite con la vergüenza y hago muchas cosas que no son tan típicas de mí, además de otras que son típicas, pero que las hago de modo obsesivo. Hace mucho que no sentía tampoco la excitación que me eriza el espinazo cuando confío en algo o tengo una nueva buena idea. Me siento eufórica de repente y, a pesar de la mala situación en que todos vivimos, no me he sentido triste; de hecho, pensé que todo esto sería más catastrófico y no, no ha sido así. ¡Saludos Viajerx! 
Me río, me retuerzo de la risa y pego grititos de emoción, me levanto y bailo, chupeteo un trocito de chocolate, salgo un rato y entro de vuelta (como el gato). Retomé algunos gustitos que había relegado al recuerdo y me gustó volver a "meterme" en ese mundillo, me sigue gustando y es tan satisfactorio saber que te producen las mismas sensaciones placenteras que te producían en el 2007. 
Ay, el frío me mata. 

26 de agosto de 2020

Lo que no se habla

Estaba viendo algunos videos por youtube y me he topado con algunos interesantes, especialmente algunos que vienen a resolver y exponer en definiciones precisas esas respuestas que he debido encontrar, recoger e incorporar un poco "a la fuerza" -ya sea con intención, casualidad o experiencia-; estos videos vienen a concluir estas cosas que yo intuía, pero que me son difíciles de definir porque no me he dado el tiempo para indagar un poco más o no supe en dónde encontrar la respuesta exacta. Y es raro considerando mi edad, pero no tanto considerando que los misterios de la sexualidad me fueron desvelados a través de libros; en fin, información que no tenía intención más que la de educar, según la época en que fueron publicados, sin prejuicios ni límites. 
Mi primer maestro de sexualidad fue una enciclopedia sesentera, de varios tomos, que estaba en la biblioteca del colegio. Quisiera contar que fue porque sentía dudas respecto al sexo y al cuerpo, pero fue más simple y no tenía que ver con las inquietudes respecto a mi desarrollo, yo quería resolver una duda que surgió por un libro de poesía. En ese tiempo (y como todos, porque somos igual de pésimos para escoger qué poesía comenzar a leer) leí a "los malditos", el librito tipo monografía que resaltaba por lo breve y el cotilleo ("salseo literario" para los nativos digitales); además de una selección de poemas de los autores, te contaba un poco de la vida de esos autores. Ahí caí de rodillas ante algo que no conocía y comencé a preguntarme sobre la denominación "sodomía" (ya todos sabemos a qué autores me refiero, guiño-guiño), para luego hacerme una fanática total de los cotilleos y de la pornografía. Voy muy rápido, me devuelvo un poco y lo explico para que no se malentienda. 
Cuando leí sobre estos autores, usaban mucho el término compañero (como símil o eufemismo de pareja) y luego viene la misteriosa palabra "sodomía"; de ahí, me costó conectar ambos y encontrar la respuesta. Lo evidente es el diccionario, pero el concepto iba más allá de lo anacrónico de la palabra y la definición de la rae no alcanzó a resolverme la duda. Según decía el librito en que descubrí esto, la sodomía estaba penada por ley. Consultando otros libros, concluí que era casi un insulto decirle a alguien "sodomita" y confirmé mis sospechas recordando que jamás había escuchado la palabra en contextos corrientes o cotidianos. Con muchos más años encima comencé a oír la palabra, pero no en contextos corrientes, sino en conversaciones literarias y en griteríos religiosos; aún ahora me parece que es extraño usarla. En ese entonces no sabía bien qué intentaba encontrar, por lo que manoseé muchos libros antes de encontrar algo que me guiara mejor. Del diccionario, me pasé a los libros que hablaban de biología y de ahí a la enciclopedia de sexualidad, la más actualizada que encontré en esa biblioteca era del 64 -me parece-; pensé que, aunque fuera vieja, me serviría porque supuse que el "funcionamiento" del cuerpo no ha cambiado desde que el humano es humano (error mío que después descubrí). Poco encontré respecto a "sodomía" y menos a "homosexualidad", aunque por ahí aparecía alguna referencia o advertencia (sí, advertencia) y, de repente, te mandaban al apartado "el sexo extraño" o "desviaciones y parafilias". Mi curiosidad y morbo se volvieron incontenibles y esas denominaciones, lejos de disuadirme, me provocaron muchas más ganas de indagar en libros, enciclopedias, revistas, literatura, ensayos y, finalmente, internet. 
Ya he escrito que experimenté un despertar sexual más bien tardío (comparando con mis compañeros de curso y mis amigas de la misma edad, que eran las únicas personas que conocía además de a mi familia); más o menos a partir de los 19 me sentí con plena libertad para relacionarme con otros fuera de la casa familiar y lejos de cualquier persona que conociera; no quiero decir que antes fuera yo un ser asexuado sin interés en el sexo, simplemente me permití tiempo para estar segura de lo que quería hacer y de qué forma quería hacerlo; a propósito de esto, estando segura de lo que deseaba creo que tuve pocas experiencias nefastas relacionadas al sexo y me alegro por ello (de nuevo comparando con compañeros -de u esta vez-, porque era lo único que conocía en ese entonces). Lo siento, me fui por las ramas y este es otro tema que puedo desarrollar en otra entrada.
Como eran enciclopedias del año "de la pera", había muchas cosas que existían en mi época de colegio, pero que no aparecían en el libro; por ejemplo, el método anticonceptivo más nuevo que aparecía era el diafragma; otro ejemplo, la homosexualidad estaba en un apartado junto al fetichismo. Me llamaba la atención que las mujeres fotografiadas eran muy curvilíneas, algo que yo veía "entero e´ rico", pero que no se correspondía con la realidad en que yo estaba desarrollándome; las chicas del colegio eran delgadas (menos curvas y más desaliñadas) y preferían ropa que dejaba poco a la imaginación; se llevaba ropa ceñida y todo era a la cadera; faldas plisadas a medio muslo y camisas de piqué a la cintura; a todas se les notaba que llevaban sostén y eso que, en esos años, no era común que las escolares usaran sostén con relleno (con esas "esponjitas" que prácticamente cubre la teta y oculta siempre los pezones, además de hacer que el busto se vea más redondeado y menos natural). Ahí estaban las dos primeras revelaciones: la forma de un cuerpo deseable cambia según la época (te puede tocar o no, puedes moldearlo o no, incluso puedes modificarlo o no); y cada cuerpo es distinto, pero no es menos deseable si su forma no se corresponde con el canon de la época. Eso debió asegurarme amor propio y autoestima, pero en ese tiempo sólo lo supe, mucho después lo viví y confirmé esos descubrimientos; ahora tampoco impera un autoestima alta, pero me siento en paz con mi cuerpo. Tercera revelación: a pesar de que algunos comportamientos eran tratados como "anormales" (digamos, poco frecuentes o extraños) no me pareció algo que debiera ignorar, rechazar u odiar; al contrario, porque cuando uno es adolescente, la mejor forma de hacer que te interese algo es prohibírtelo. De leer información publicada, pasé a navegar libremente por la internet y comencé a recibir información sin filtro: certezas, mentiras, experiencias, testimonios, artículos pseudocientíficos, videos, foros, porno, gift. Todo era nuevo y todo me fue útil, aún lo subjetivo, impreciso o falso. Desde los 16 a los 18 descubrí un gusto que define mucho de mí ahora mismo, es algo que no puedo dejar y que me encanta. Desde los 18 a los 23 descubrí cosas por búsquedas aleatorias y me paseé por cualquier lugar sin distinguir o discriminar contenido; no le puse límites a mi curiosidad. Participé de un foro y posteé más de 300 mensajes en dos meses; comprendí que hay muchas personas que comparten mis gustos y que es grato hablar con alguien en la misma jerga. Consumí casi todo lo que tenía relación con mis gustos y no pagué por ese contenido (bueno, pagaba por una pieza que contaba con conexión), sin saberlo estaba formándome... no de modo ordenado ni constructivo, avanzaba de forma torpe y tropezaba mucho, pero estaba cuajando lo que soy ahora. No es secreto que siento mucho interés por esos rarxs marginadxs, disidencia sexual, contenido yaoi y literatura queer; mucho de lo que escribo tiene personajes inspirados en aquello que me gusta. Ya te habrás percatado de que no me formé con prejuicios con respecto a nada que tenga que ver con sexualidad, aprendí de libros y no de mi familia, amigos, creencia religiosa, etc.; veo todo con ganas de explorar y continuar formando gustos a partir de la experiencia. 
Hace un par de años -quizás o puede que sea menos-, casi me vi en la obligación de aclarar algunos temas con mi familia (mamá y papá). No recuerdo bien por qué comenzamos a hablar, pero me parece que cuestionaron el hecho de que fuera muy reservada con mi vida íntima, asumo que también les parecía raro que a mis treinta jamás les hubiera presentado alguna pareja, también algo con los nietos o mi desinterés en tener hijos; a grandes rasgos, porque jamás hablo tantas horas con ellos y no puedo retener todo. 
Les conté que como ellos mismos eran súper reservados con la intimidad y no demostraban muestras de afecto en público, pues que no esperaran que yo fuera distinta; me cuesta mucho ser cariñosa en público, quizás es timidez o aprendizaje por imitación, ve tú a saber. Les dije que me hubiera gustado aprender de ellos sobre sexualidad, por último para saber qué pensaban o qué sabían, pero que lo había aprendido de libros antes de preguntarles porque jamás se me ocurrió "preguntarle a mamá sobre eso" (por el mismo ambiente familiar de ocultar lo íntimo); a lo que me padre respondió "si para eso son los libros"; ok, irresponsabilidad total de su parte y eso me enfadó mucho. ¿Cómo esperaba que yo cumpliera con sus expectativas si nadie me enseñó?: a mis 16 me amenazó con echarme de la casa si quedaba embarazada, jamás me habló nadie de anticonceptivos o sexualidad responsable, jamás nadie me habló de ITS, les provocaba cuidado decir siquiera SIDA ¿En serio pretendía evitar el tema hasta que yo saliera de casa y ya no tuviera la obligación de hacerse cargo de mi educación sexual? Mal ahí, familia. 
Algo más: me hubiera gustado tener a alguien a mi lado la primera vez que fui al ginecólogo, porque sabrás que es del terror ir la primera vez (y esa sensación extraña no se alivia con pocas visitas) y también me hubiera gustado que me acompañaran cuando fui al primer PAP, porque me sentí un poco mal al salir y llegué pálida a la casa; claro, mi madrecita estaba en otra ciudad y tampoco le hubiera pedido acompañarme porque, otra vez, ese acostumbrado secretismo familiar era algo que me impedía pedir algo así; tampoco estaba dispuesta a pedirle a alguien que me acompañara porque no contaba con amigas mujeres y si no tenía pareja ¿pues quién quedaba? Acá usar la misma regla que cuando voy al baño: avisas que vas y no dejas que nadie te acompañe, porque son asuntos que no quiero compartir.
También tuve que decirles que no había presentado a nadie en casa como "mi pareja" porque en realidad no había tenido ninguna y joder ¿por qué debería presentar a alguien en casa? ¿para qué tener algo formal con alguien si realmente no te interesa establecer una familia y, mucho menos, tener hijos? No, los únicos que pisan la casa en donde vive mi familia son amigxs y, de esos, sólo algunos conocen a mi familia; tampoco es algo que hago con frecuencia, me carga presentar a gente nueva en la casa (prefiero que se conozcan sitios públicos, como en eventos o lecturas) y me apesta aún más que me presenten con familias ajenas (razón por la que evito, por todos los medios, ir a la casa de mis amigos; a menos que la familia no esté o vivan solos). 
Otro punto acá: no tengo prejuicios relacionados a lo que ofrece la sexualidad. Me parece que para el gusto los colores y nunca ha sido tema, para mí, definirse como "esto" o "lo otro", declarar abiertamente que soy "acá" o "allá", mis preferencias o gustos; no siento que sea necesario porque no estoy viviendo en la casa familiar, lo que haga no le incumbe a nadie y tampoco debo rendir cuentas o dar explicaciones. En casa, mi padre especialmente, acostumbraba a hablar burlonamente de lo que él denomina gays (cito: "en cada familia hay un homosexual y un chalao"). Si bien me produce un poco de repelús el tono en que lo dice, prefiero no conversar sobre eso porque es perder el aliento en algo inútil. Tampoco es que conversemos de eso o nos pregunten (a mí o a mis hermanos) nuestras preferencias y gustos, orientación sexual o si nos cuidamos; nuevamente ese pudor y creo que también miedo a las respuestas. Ellos son una familia muy bien constituida, altamente funcional y correctísima para la crianza: los buenos se acuestan temprano y duermen por la noche, los buenos son los de comportamiento apropiado y que visten correctamente; los buenos no padecen de enfermedades mentales y no se deprimen; los buenos son heterosexuales, forman familias y crían niños sanos. Por supuesto que no quiero discutir con ese monstruo de rectitud, cuando lo único a mi favor es el hedonismo con preferencias abiertas a la experimentación.     
Si no quiero parejas, sería natural pensar que tampoco quiero hijos; sé que la ausencia de uno no te impide tener el otro, pero en mi caso me niego a ambos. Y esto es muy contrario a lo que vi en mi familia: mi madrecita fue muy cariñosa con cada uno de nosotros, incluso demasiado complaciente. Yo sé bien que hizo todo aquello que consideró bueno en favor de cada uno; es probable que por lo aprendido a través de mi madre, yo misma sea una potencial buena madre. ¿Por qué entonces no desear hijos? No tuve traumas (nadie me tocó un pelo en toda mi infancia), nadie abusó de mí (no tuve ningún encuentro con pervertidos), procuraron que me educara en los mejores colegios (me cambiaron de colegio tres veces), siempre me iban a buscar y a dejar a cualquier lugar (aunque tampoco salía tanto), cuidaron de mí hasta los 18 en casa y lo hacen hasta hoy que estoy fuera de la casa familiar (tengo 32). Creo que al retrasar un poco las decisiones sobre lo que deseamos ser de adultos nos da el tiempo suficiente para saber qué es lo que deseamos sin cometer tantos errores y sin tener que pasar por tantas  pellejerías; es lo que pasa con la gente de mi edad y algunos más jóvenes (algunos años menos). Ya el sueño dorado no es conformar familia, casarse y procrear, sino desarrollarse profesionalmente (o en algún oficio o pasatiempo) y viajar (a veces no, pero casi siempre se apunta a "conocer más"); además aprendimos, a través de la familia, que quien tiene hijos no disfruta nada. A muchos nos dijeron: "nosotros nos sacrificamos por ustedes (por los hijos)" o "nosotros dejamos de hacer x cosa por ustedes (de nuevo, los hijos)". ¿Cómo pretenden hacernos entender -ahora- que conseguir lo sueños y tener familia son decisiones compatibles? Sé que se puede, ok, ¿conoces a alguien que disfrute de realizar sus sueños y tenga pareja y familia? yo no. Hay dos asuntos que me disuaden también de la idea de pareja o hijos. Cuando la gente que empareja y llega a comprometerse formalmente (se casan, por ley o por iglesia), la siguiente meta es la de tener hijos; he escuchado historias en que los casados son acosados para comenzar a "ponerse en campaña" y algunas otras historias que cuentan de hijos que fueron concebidos bajo presión, sin haberlo decidido bien o no estando preparados para esa experiencia (sensaciones que repercuten en el apego que se tiene con esos hijos). Me disuade también la idea de que es -casi- norma que quien pare es quien más dedica tiempo a la crianza y no suena para nada atractivo ese panorama. No tengo mucho más argumento, me mueven otro tipo de metas y listo. No acostumbro a pelear con nadie por esto; realmente, que tengas o no ganas de hijxs, no me incumbe, después de todo no soy yo la que lo pariré.  

24 de agosto de 2020

Cuando compras un pasaje a cualquier lugar

Hace algunas semanas compré dos pasajes y pasé algunos minutos escogiendo el destino. Había destinos exóticos, onda medio oriente o islas del Pacífico. Yo iba de página en página y compré a dos destinos, de un lado a otro y, de ahí, de regreso. Fue bien grato comprarlos y podía ver el destino, las fotografías que te dan más ganas de viajar.
Hoy (22 de agosto) recordé esos pasajes comprados, estaban los detalles y la hora; me hice la weona un rato para perder los pasajes (cuando sales del país debes estar en el aeropuerto tres horas antes) y ya eran 45 minutos para que saliera el avión. Mi familia andaba dando vueltas por ahí y ellos también arreglaban las maletas. Al viaje iba mi familia también (mamá y hermanos), no sé por qué; según yo, compré el pasaje sólo para mí. Tomamos el avión y el viaje se me hace corto, puedo entretenerme viendo las nubes y no recuerdo mucho más.
El lugar, a pesar de ser un destino escogido al azar, era un sitio que yo conocía. Hay un café muy lindo con paredes exteriores y divisiones interiores que son de rejillas diagonales, como para que algunas plantas volubles se agarren con zarcillos y con sus flores cubran la base. El café es prácticamente un pasillo delgado, pero se alcanza a pasear dentro porque es largo, puedes recorrer de lado a lado dentro de una cuadra cualquiera. Al salir, las calles son de adoquines. El sol siempre está en el cielo y es agradable el clima.  

¿Cómo es que sueñas una vez (hace semanas) que compras un pasaje a dos destinos aleatorios y luego sueñas con esos pasajes y viajas? Anécdotas de viajes que dan repelús.

PD: no me gusta viajar, lo evito todo lo que puedo.



22 de agosto de 2020

Lo que llaman "hater" - Aventuras antofagastinas [Parte II]

Aún no tengo claro si fue culpa del lugar o era porque sentía más confianza en mí, quizás porque iba acompañada o porque era un lugar en dónde nada podía pasar “a más”. Antofagasta, el paraíso de las teiboleras. Antofagasta y su imposible Feria del Libro Independiente. Antofagasta y su extraña forma de invitarme, devolverme y volver a invitarme. 

                                                                              ***

No soy alguien que haga amigos fácilmente, me sale mejor cuando se me acerca gente extrovertida porque (casi que) me acosan y yo sólo recibo atención, así no tengo que parecer interesante o sacar algún tema; me rindo ante la insistencia porque aunque yo no crea ser interesante, hay algunos que sí me califican de interesante y desean conocerme o lograr entablar amistad conmigo. En la vida "normal" -digamos, la vida corriente que vivo en los lugares que más conozco- me muevo casi sin poner atención a las personas; razón por la cual muchas veces paso de largo o no saludo en la calle, voy pensando en otra cosa, voy en piloto automático. En otros lugares me pasa que estoy mucho más atenta a todo alrededor, especialmente en las ferias del libro fuera de La Serena (cuando voy las primeras veces), precisamente porque no conozco y debo poner atención porque no sabría dónde acudir en caso de que me sienta mal o me pase algo malo. Estar atenta me hace parecer seria y antipática, estar todo el tiempo alerta evita que me comporte como alguien a agradable y, muchas veces, cuando me acerco a conversar o hablar con alguien me sale forzado o poco natural, incluso algunas veces digo cosas estúpidas porque no me siento cómoda en la situación. Durante las ferias en otras ciudades, acostumbro moverme sola. Rechazo los ofrecimientos: "te espero en el terminal", "te voy a buscar en cuanto llegues" o "vámonos juntos" (ésta última en caso de que, en el mismo bus, vayan más personas que se dirigen a la misma feria). No es de "pesada" ni quiere decir que me caigan mal, simplemente me agrada moverme a mi ritmo, según mis tincadas y me detengo mucho a mirar cosas y a fumar, con frecuencia me desvío del camino o me siento un rato porque sí. Siento que pocas personas pueden acompañarme de buen modo a una feria, o sea, funcionar a ritmo de feria sin tirarse al litro desde el primer día. Sí, sé bien que es imposible que en todas las ferias pase lo mismo, pero me ha pasado harto toparme con este comportamiento y no me siento lo suficientemente segura como para carrerear o salir con gente que no conozco (o conozco poco). Hace algunos años viajaba con un compañero de labores y era grato saber que lo más importante -para ambos- era estar en la feria, atender apropiadamente y rendir al 100% para agradecer la invitación del organizador. Cuando comencé a viajar sola, comprimí todas las malas experiencias fuera de mi ciudad  para comprender las causas y, por mi bienestar y seguridad, decidí acotar al mínimo mi interacción con personas que no conozco. Acá otra historia que pasó en alguna versión de la Feria Independiente de Antofagasta.
Recuerdo este detalle por lo que pasó después, pero no recuerdo por qué me acerqué a conversar con un sujeto x (también estaba a cargo de un módulo en la feria, era de Santiago, me parece) y tampoco recuerdo tanto de la conversación, pero fue durante el día. Creo que dije algo como: "a mí no me agrada mucho la imagen que te pintan de la Mistral en La Serena, porque no abarca toda la obra ni le hace favor alguno destacando su parte más conocida, como que intentan ocultar ciertos detalles incómodos o difíciles de manejar"; digo algo así porque en serio no recuerdo bien qué le dije. Debí quedar un poco de estúpida porque tampoco supe argumentar apropiadamente y me basaba prácticamente en el show que se armó por el libro de cartas con Doris. En ese tiempo, el dichoso libro se había publicado hacía poco y me había topado con mucha gente disgustada; yo, por esos años, frecuentaba grupos literarios de gente adulta (personas sobre 50 años). Dale, pensé que si estaba diciendo algo estúpido, la persona me lo diría o agregaría algo más para completar -de algún modo- la idea. 
Algunos puntos que quiero agregar para que se entienda mejor el contexto de la historia. A la feria de  Antofagasta nos invitaban con todo (pasaje de ida y vuelta, más estadía); la mitad de las personas que iban a la feria se quedaban en una hostal y el resto, en otra. Como éramos tantos, yo prefería levantarme tipo 7:00 am, para no tener que esperar por el baño, ducharme tranquila, desayunar y demorarme todo lo que quisiera, llenar mi termo con té, escribir un rato, fumar tranquila y caminar a la feria (e incluso pasear un rato) para estar justo media hora antes de la apertura (arreglar los libros con calma, beber un café y fumar otro rato); en fin, evitar toparme con alguien en el baño y en el camino a la feria. En esos años también viajaba con este compañero de ferias, así es que nuestro camino era de la feria a la hostal y de regreso. 
Me parece que esto pasó los últimos días de feria, en la noche del penúltimo día; esa noche salimos con una amiga que vive en Antofagasta y volvimos al hostal de madrugada. En todos los lugares que me he quedado en Antofagasta, siempre hay algún techo al que puedes subir y fumar o conversar, un balcón o un espacio en donde no molestes con el humo. Como llegamos de madrugada, debió ser tipín 5:00 am, decidí no dormir porque no me creía capaz de levantarme un par de horas después. Voy a prepararme un té y subo al techo a fumar un rato; pienso que demás puedo estar dos horas ahí. Apenas me asomo sobre las últimas escaleras, el mismo sujeto x -el de la conversación que describí antes- estaba instalado y ebrio. Este sujeto continuaba bebiendo y me parece que estaba con otra persona, pero se fue al rato, dejándonos solos en el techo. Ya debían ser las 6:30 o algo así. Creo que por cansancio no percibí que el tipo andaba en modo hater, o sea, parecía que cada cosa dicha estaba envuelta con fuego. Puede que en algún momento la conversación se me hiciera insostenible o que me sintiera muy vulnerable para continuar siquiera sobre el techo, fui a ducharme y a arreglar mis cosas (era el último día de hospedaje, había que dejar la pieza antes de las 12:00 y cuando terminara la feria nos iríamos directo a tomar el bus). Me moví lo mínimo e intenté no hacer ruido, las tres personas en la habitación se habían acostado de madrugada (casi siempre nos tocaba compartir la habitación con dos personas más, afortunadamente siempre eran personas tranquilas). Mientras desayunaba, el sujeto volvió a webiarme. Torpemente estaba intentando prepararse un té o algo, se sentó frente a mí. Yo escribía una postal y debí detenerme abruptamente, terminar rápido e irme. Sentí mucha tristeza, me sentí muy mal y podía ser el trasnoche o algo más, pero me molestó mucho toda la situación. Salí con unas bolsas de tela colgando, a buscar el tren porque eso lo había planeado el día anterior; pregunté y me dijeron que el tren había pasado temprano; no lo pillé "arriba" (cerca del cerro), sino "abajo" (cerca de la estación, a metros del mar). 

Luego de escribir esto me acordé que tengo la postal que escribí para la ocasión y hay detalles que se aclaran, me entero también que esto pasó en 2014 (wow); transcribo tal cual.

[6:42] 29 / 11 / 2014 - Fin Feria del Libro de Antofagasta
Decidí esperar hora y media a que amaneciera, cometí el error de dejar pasar el rato con un par de borrachos ególatras. Cuando me aburrí bajé a ducharme, ahí me siguió uno, le pedí que bajara la voz, luego le dije que no quería conversar con él; se "chorió" porque no lo dejé hablar. Me levanté y se fue escaleras abajo "tus hijos me van a leer... si tus hijos son inteligentes" ¿por qué les da por insultarme en base a suposiciones por mi aspecto o preferencias de relación con las personas? ¿acaso callar alaridos lastimeros o no querer hablar con un borracho me hacen merecedora de insultos? -.-.-.-.- Mientras comía mi pan con manjar y té, apareció el "insultador gratuito", borracho, trasnochado y odioso. Me preparo para ir a ver el tren, ojalá pue... [interrupción muy desagradable] [7:45] Estoy en Plaza Colón, fui a ver el tren, pero pasó más temprano. Guardé las cosas en el domo, pedí un cigarrillo. Se burló cuando lo increpé "estaba tranquila escribiendo, ahora tengo que irme" -le dije-. "La poeta" -me llamó-. "Gusto de escribir postales, yo no me creo nada". Él, ese odioso, me dijo que le había gustado lo que leí y ahora insultaba parte de lo que hago. Me siento triste, pero sé que estoy susceptible por el trasnoche.


21 de agosto de 2020

Divagaciones

Me siento extraña y no quiero pensar en que alguien pensará "sí, obvio, todos nos sentimos extraños". Es agosto y todos estamos, de un modo u otro, atrapados. El tiempo que ahora tenemos nos permite pensar en lo que ignoramos durante años por comodidad. He escuchado que muchos piensan en disculparse por algo o en buscar a viejos conocidos, reencontrarse con familia o con amores. Al único a quien he buscado es "al Dudán" y, déjame contarte, está tan lindo como lo recuerdo; le puse un "me gusta" en una foto de un gato y él hizo lo mismo con una foto de Birdo; no lo sigo y él tampoco sigue mi cuenta; aquello fue un "me gusta" de cortesía. No debe recordar quién soy, no me parezco en nada a la chica que conoció y con quien compartió espacio durante todo un año escolar. Ese "Dudán" es el único chico/amor imposible que recuerdo con mucho cariño; es como soñar con Doctor Who: inalcanzable (obvio) y aún metalero (su sueño era ser cantante de metal y lo consiguió). Con mi hermana he hablado sobre algunas cosas que ella no sabía y me encanta que le provoquen risa; es como si le estuviera contando chistes y es grato saber que algo de mi vida es graciosa para alguien tan importante para mí. Por asuntos que están fuera de mi alcance y comprensión, mi hermana está muy cerca de mí ahora y me siento más responsable por ella; no en un sentido de hermana, sino de amiga y confidente. Mi madrecita estaría orgullosa porque dos de sus tres hijos tienen una buena relación y no estaremos solas cuando ella no esté. Por el mismo incidente que me es ajeno, el otro hermano (ese que no nos agrada mencionar por su nombre), terminó relegado a "ese hermano"; nosotras afianzamos un lazo que se fortaleció mientras estuvimos solas durante dos semanas (comenzando el 18 de octubre). Cuando pienso en mi familia, pienso en alguna figura linda, como esas estructuras conformadas de muchas piezas de origami (kusudama) -hasta la palabra es bonita-. 

No, no voy a ningún lado con esto. No, esto no lo diré y tampoco espero que lo leas dándole más importancia de la que tiene ("a tomar por culo, chaval").  

Debería estar escribiendo algo para finalizar el taller de narrativa de Los Viajeros, debería, sí, y he estado pensando en algo lindo y apropiado, pero cuando pienso en "escribir/leer/literatura" sólo se me viene la idea de "decepción" a la cabeza. Quizás (y es evidente) es el encierro y la imposibilidad de ver a quien amas, quizás es no poder comer en la misma mesa que tu familia -aunque a veces me enloquezcan-, quizás la prohibición de salir cuando te dan ganas o la ansiedad persistente que ya no se calma con cigarros; ve tú a saber. Piensa también en que he dedicado tiempo y esfuerzo contándole a la gente que escribir es el infierno; ahí, cuando veo esos rostros de decepción, es cuando toca prender otro cigarro. Ahí queda todo suspendido, ahí queda la felicidad o la emoción, ahí queda esa idea o ese manuscrito, ahí quedan las ganas y el entusiasmo. 

En 2005 abrí mi primer blog y no tenía expectativas, no pensaba que alguien leería mi basura. En 2007 lo cerré y abrí éste, le metí mano hasta que dominé todos los aspectos importantes (principalmente html y skins), luego fue acostumbrarse a cada cambio de interfaz. Nunca quise tener un livejournal o un tumblr, tampoco un canal de youtube u otra plataforma, sin embargo, las rrss me atraparon mal (facebook e instagram). Lo que puedo decir es que tengo este blog desde el 2007 y, en algún momento, se me hizo necesario dividirlo y nació una especie de blog beta literario: acá iba lo personal, allá iban los cuentos. En algún momento llegué a administrar cinco blogs más sus respectivas rrss y era entretenido porque cada uno cubría una necesidad, con el tiempo me deshice de algunos y otros volvieron a ser administrados por las personas que los crearon. Ahora tengo tres míos y uno de mi madrecita (abandonado porque no sabe cómo porras entrar y ahora prefiere instagram). En este blog hay, por lo menos, una entrada por año desde el 2007; mis lectores no pasan de los 8 por entrada y sé perfectamente quienes son, aunque no dejen señales evidentes en cada visita. En algún momento quise convertirme en alguien público (el personaje dentro del blog, no yo), pero cuando conocí a un verdadero bloguero conocido, me di cuenta de que jamás llegaría a serlo y la idea terminó desintegrándose en mi cabeza algunos días después. Por maña o manía, tiendo a cambiar los fondos de pantallas (de todas las pantallas que tengo) cada poco tiempo; también lo hago con el blog, me preocupo de que todo combine y sea a tono, cambio todo y me toma tiempo dar con el color correcto, pero me encanta que -cada cierto tiempo- se vea distinto y depende mucho del ánimo y de la frecuencia con que actualizo las entradas. Me agrada que la gente me comente personalmente tal o cual entrada, porque tengo contacto directo con esxs amigxs y se encargan de hacerme saber si les gustó, puedo también agradecerles personalmente y eso no es algo que todos puedan hacer. Este blog no ha sido muy popular a pesar de los años que tiene, tampoco lo será en el futuro. Cuando conocí a ese "verdadero bloguero conocido" comprendí algunas cosas que no pude siquiera intuir en 2007 (mientras me preocupaba de no cagarla, mientras aprendía a "enchular" mi blog) y conocerlas me aseguran que en este blog las entradas nuevas jamás tendrán más de 8 visitas. No es un blog en donde se venda o promocione un personaje, tampoco soy alguien que escribe algo transcendental, acá no hay verdades ni cosas útiles, aquí no existen los métodos correctos para hacer algo; tampoco pretendo hacer nada de lo anterior. 

Tendemos a esconder lo que consideramos malo (aunque lo hagamos), porque tememos (en secreto o públicamente) que se nos juzgue. Acá no me avergüenza lo que escribí (de lo que está publicado desde el 2007), aunque sí siento algo parecido a la vergüenza por las faltas de ortografía, faltas de coherencia o cohesión, faltas de sentido común o desatinadas rabiosas; en todo caso nada para borrar u ocultar alguna entrada. Creo que algunas veces (no lo recuerdo bien) he tenido que disculparme por escribir algo y recibir reproches en persona, pero no recuerdo haber cambiado la entrada... creo; no recuerdo todo desde 2007, no recuerdo mucho de cuando escribí esto o aquello, pero leerlo suele remover mi memoria -hasta cierto punto- y me permite revivir ciertos momentos; a veces es intenso y me duele el pecho por las emociones revividas, otras veces me cuesta recordar lo que me llevó a escribir la entrada y no paso de recordarlo como una anécdota ajena. No tengo control sobre lo que soy capaz de recordar y lo que no, he descubierto que no tiene que ver con lo significativo del momento, sino con sensaciones particulares; me es más fácil recordar cuando algo dolió (y, a veces, es jodido). 

Siento mucha vergüenza cuando leo manuscritos o borradores de cuentos (algunos de ellos fueron a dar al otro blog), ideas estúpidas que no supe llevar a buen puerto, algunas tonterías que imaginé como piedras preciosas y sandeces que no pude evitar. Esto no tiene un propósito, recuerda eso. 

Cuando me he sentido más triste, es cuando más escribo: esto va para cuentos, blogs, rrss, diarios y cartas. Cuando me he sentido más sola, es cuando más escribo: esto va para cuentos, blogs, rrss, diarios y cartas. Si mi estado de ánimo y físico no se encuentran bien, comienzo a divagar pesado y se nota harto en los cuentos; más nonsense, más dolor, más pitiadas, más dolor, más dolor, más divagaciones. Ve y visitas las del 2007, ve y mira las del 2009, ve y mira las últimas. No hagas caso, no espero que te pegues ahí leyendo weás que no tienen valor. 

Te conté que esto no tiene un propósito y no lo tiene, mis disculpas si llegaste acá pensando en que te dejaría algo que te permitiera descubrir alguna cosa. Al final, esto y todo lo que hago es inútil, nada cambiará eso. 

12 de agosto de 2020

Negarse por obstinación.

El acto de bailar es algo tan maravilloso como difícil de explicar ¿qué demonios le pasa a la gente? Me gusta bailar y no creo que debamos decir "éste baila bien" o "éste da pena bailando", ninguno de los que sudan el alma en una pista de disco es profesional, tampoco es el lugar para darse ínfulas de tal (no es el lugar apropiado amigx, a nadie le interesa más que su propio trasero). No recuerdo que se me haya ido la vista tras alguien que destaque por sus movimientos en la pista, pero sí detrás de chicas lindas que tienen cara de "saber moverse". Me siento muy bien cuando saco a alguien y se levanta enseguida, ese momento en que nos situamos en la pista y ya vamos meneando las caderas o los hombros. No siento vergüenza cuando alguien se niega o me dice que no quiere, insisto porque qué diablos ¿acaso estoy pidiendo algo imposible? Si no encuentro a nadie dispuesto a hacerlo conmigo, pues voy y bailo sola; me ha pasado un par de veces y no me ha disuadido de ocupar espacio ahí, bailando como me place. 

Puedo decir que tengo recuerdo viejísimos en donde estoy bailando sola, uno en donde yo debía de tener 9 o 10 años, bailaba en un camping, sola, mientras los adultos preparaban carne para tirar a la parrilla. En el colegio, no tengo recuerdos de carretes o fiestas en las que bailara; creo que la vergüenza de ser una persona creciendo pudo más que el simple gusto por bailar. En la universidad me vi arrastrada a un par de discos de moda, pero no podía sentirme segura ahí, pasan cosas desagradables cuando bebes y bailas a gusto. Ya más grande fui por primera vez a una "disco alternativa" (disco gay) y ahí, de verdad, fue donde mejor la pasé. Si había dinero, bebía como si el mundo fuera a acabar; si no había daba lo mismo: de todos modos me dejaba los pies en la pista. Ya más grande esos deseos de moverme se convirtieron en breves meneos en pubs y locales de tragos, estaban de moda los karaokes y pasé de "bailar porque sí" a "cantar porque sí"; durante algunos años me sentí como una súperestrella, a veces entraba en el local predilecto y me pasaban el micrófono de inmediato, terminaba de sacarme la mochila y la música ya estaba sonando. Me gusta cantar también, especialmente aquellas canciones que no te imaginas que puedan salir de mí: persona ambigua y desaliñada que fuma como carretonero. Adoro, en secreto, que me miren con el rostro sorprendido. Ya mucho más mayor, en aquel año importante que comencé a conocer a los mejores amigos que tengo hasta hoy, fui a esas fiestas "raras" en los panificadores, luego me topé con una que no pudo realizarse y, finalmente, a una en alguna toma de la u (en un estacionamiento); recuperé esa emoción que sentía cuando era pequeña, esas ganas de bailar tremendas que sólo sientes y que hace que te muevas sin parar hasta que te quedas sin aliento. 

Entre cantar y bailar, entre todo eso que pasa en medio de ayer y hoy, bailaba también en casa, en las pequeñas reuniones/carretes que hacía en mi casa. A veces encontraba con quién bailar, a veces la gente sólo se movía intentando no desentonar. Hay uno con quien siempre quise bailar, pero nunca me decía "sí" cuando le preguntaba. Era de esos que piensa "la risa abunda en la boca de los tontos" o "bailar es para los estúpidos"; fue lamentable, para mí, no poder transmitirle esa alegría que yo sentía al bailar. No importa, jamás importa si sabes cómo o qué hacer, nadie te va a mirar, a nadie le importa realmente. Ahí siempre había un "no" y cuando se repite esa respuesta, dejas de preguntar e invitas a otros, bailas sola. Bailar es bailar, bailar no te obliga a nada y me molesta cuando la gente usa el baile con otras intenciones; por eso dejé de frecuentar las discos de moda del barrio inglés, por eso dejé de ir a discos hétero, por eso dejé de ir a pubs hétero. Cuando era más joven, digamos entre la media y los primeros años de u, deseaba más que nada tener amigos, de esos de verdad, de esos a los cuales eres capaz de dar lo que te pidan porque ellos te darán lo mismo; sin sentir que deben pedir algo o sin esperar algo a cambio. Deseaba mucho tener a alguien a quien abrazar y querer, a quien contarle mis problemas y escuchar los suyos. Durante hartos años me equivoqué mucho al escoger a las personas que estaban cerca de mí y sólo me di cuenta cuando me fui y no sentí la necesidad de despedirme de nadie; hay una que extraño (Johanna, una chica que conocí en Cafilo), pero ningún otro u otra me remueve el corazón ("la rubia" me es indiferente ahora, pero siento que no llegué a considerarla amiga, sino sólo como interés sexual). A esta persona que yo tanto invitaba a bailar se negó mucho y era imposible provocarlo para que bailara, incluso se veía molesto cuando yo insistía. Bailar es bailar, bailar no hace daño, bailar no es de tontos, bailar es hacerlo y ya. Dejé la u y fui a trabajar sin ninguna expectativa, dejé lo conocido para lanzarme a "la vida" -como le dicen-. Aprendí rápido todo el "teje maneje" y comprendí algo que no tenía cómo saber hasta ese momento: me di cuenta de que la vida es miserable. Mi odio al sistema laboral viene de esos meses en ese lugar, fue poco tiempo y lo único que puedo rescatar es a un amigo que conocí ahí. 2012, desde ese año nos conocemos y es mi mejor amigo, es con quien he tenido una relación larga y muy enriquecedora. 2012, es el más "viejo amigo" que tengo y el mejor. 

Bailar. Bailo y no me importa, me gusta y ya. Ese que nunca quiso bailar conmigo me preguntó hace algunos años si quería bailar con él... ¡anda a tomar por culo! -eso lo pensé-, no -eso lo dije-. Ya pues ¿qué onda? mis invitaciones no valen nada porque ese baile no servía para nada, pero cuando él quiso aprender a bailar (con intenciones de usarlo en otro interés) había que seguirle la corriente. No, jamás, me niego. Bailar es genial, bailar me ha destrozado los pies y me ha hecho ejercitar partes de mi cuerpo que jamás se mueven, me ha hecho reír y doblarme por el esfuerzo, me ha permitido ser coqueta en un contexto distinto. 
Tengo un compañero de baile que las hace todas, incluso las que yo no puedo ¡me encanta! lo amo por eso; incluso tenemos un límite similar, por lo que podemos escaquearnos juntos de la pista, alejarnos para tomar un respiro, beber hasta que la garganta nos pique y continuar bailando dignos, como si estuviéramos en los veinte. Me gusta también invitar a chicas con menos edad porque me recuerdan a la chica tímida que era en el colegio, me gusta invitar a desconocidos, me gusta invitar a quien quiero, me gusta invitar a Nury y a Guise, me gusta bailar con Los Viajeros: si algún día les pregunto, párense y démosle hasta perder el aliento.
No importa mucho si no entiendes el juego, hay dos alternativas: seguir el juego o fingir que lo sigues, ambas son vías para disfrutar el juego, el baile o lo que sea. 
En la u conocí a dos chicos fantásticos, un par de Quijotes que tenían una vida formal -estudiantes de la u- y una vida secreta -escritores-; alcancé a vislumbrar un fragmento de esa vida secreta y fue una bocanada de vida para mi existencia en vías de marchitez. A uno de ellos le gustaba la música clásica y me preguntó qué música escuchaba... creo que fue la primera vez en que puse sonidos a mis pensamientos: la música disco -respondí-, es un placer culpable, ya sabes, no tiene contenido, pero no importa porque está hecha para bailar. Para mi sorpresa, ese muchacho no se burló ni nada, no emitió ninguna respuesta, sólo sonrió. Música disco, la música que te hace sentir feliz; nada más. 
Una vez bailé con una muchacha que llevaba un pene plástico entre las piernas y, mientras mi vista se iba del pene a su rostro -por lo extraña de la situación-, bailé, bailé e hice gala de mi disfraz, agité las mangas y contoneé caderas, piernas y todo lo que pudiera moverse. Bailé y grité y me excité y bailé y bebí. Yo era una dominatriz con un traje inspirado en los yukatas, llevaba una fusta y cadenas, iba maquillada y todo porque el baile requería ese atuendo y esas ganas. Claro, salí echa bolsa y emocionalmente agotada porque esa noche pasaron muchas cosas, me llevaron a casa en la parrilla de mi bici porque apenas podía sostenerme sobre mis pies y algo dentro de mí se había quebrado ¿mi voluntad? ¿mi ánimo? ¿mi corazón? Ve tú a saber, pero creo que la noche estuvo tan cargada de emociones y el baile me agotó de tal manera que yo terminé siendo un estropajo sin voluntad. Al final bailé como si ni hubiera mañana y me trajeron a casa y me sentí feliz. Bailar, sólo bailar.
No te confundas, no bailo para sentir esto a aquello, no provoco nada en mí, no busco nada distinto. 

Lloren, rían.

Muchas veces he quedado un poco dañada al pensar que mi oficio no tiene valor alguno, muchas otras me siento terrible porque le he dicho a otros que el oficio es un horror. Hace un tiempo comencé a reunirme con personas que no conocía, para escucharlos e intentar resolver sus dudas, quizás intentando guiarlos mejor al momento de escribir o publicar. Recuerdo con detalle a un muchacho que llegó a mí por intermedio de un amigo común. Le dije que le cobraría con café y cigarros (y le expliqué que sin esos insumos me era difícil concentrarme, además de presionarlo un poco diciéndole que yo no tenía plata); noté que ganaba un buen dinero -por su forma de vestir, hablar y el local que había escogido- por lo que culpa no sentí (ten en cuenta que mis cigarros salen 4 lucas y más dos tazas de café, la reunión le salió sobre 6 mil pesos). Me contó que yo le había hecho un libro a una de sus conocidas y recordé todo apenas mencionó el título del libro. ¿En serio no podía ser otra amiga u otro libro? 

La chica ésta, su amiga, contactó conmigo porque estaba desesperada; encargó un servicio de imprenta y le dijeron que sacarían su libro tal cual estaba, o sea, sin corregir. Se lo dijeron muchos meses después de que ella hiciera "el trato", pero pensaba que pagando a una imprenta podían, antes de publicarle el libro, corregirlo. Cuando pasaron algunos meses, la chica preguntó cuándo le entregarán sus libros y le dicen que, de sacarlo, lo harán tal cual (sin corregir). Yo me esperaba que ese fuera el problema y me lo confirmó. A pesar de verse complicada con el asunto (punto que se hubiera resuelto con un simple "adelante"), ella se negaba a que su libro saliera tal cual ella lo había mandado ¿por qué? Se supone que cuando buscas una editorial ya todo lo que es proceso creativo, edición y corrección ya se ha hecho (lo mínimo que debe hacer un autor al terminar su libro); ahora, claro, una editorial también leerá el original y si le interesa publicarlo, editará lo que considere necesario y corregirá en caso de requerirlo (aunque se recomienda que el original esté lo más pulcro posible). ¿Acaso ella estaba consciente de que su original no estaba listo para ser publicado? ¿acaso sabía con certeza que tenía errores o que no estaba suficientemente pulido? Entre mil cosas que me contó, mencionó que ella viajaba mucho fuera del país, por lo tanto, si yo tomaba el trabajo, prácticamente debía hacerlo según mi criterio y sin poder tomarme el tiempo que requiere una publicación (según cada caso, puede ir de dos a seis meses e incluso más). Me dijo que su libro debía salir en cinco semanas o algo así. Le pregunté por qué tenía tanto apuro y me dijo que su secretaria ya había agendado un lanzamiento, pensando en que ya tendría la publicación en la mano para esa fecha. Si me conoces, sabrás que después de cada respuesta de su parte, yo le hacía recomendaciones y le daba consejos al respecto.

Lamento haber tomado ese trabajo, me espantó cada vez que soltaba algo nuevo, me asusté con cada cosa que decía. Terminé tomando el trabajo (por plata y sin ninguna otra motivación), le dije mis condiciones y el precio, además de mencionarle que ella debía gestionar las copias, que a mí no me interesaba promocionar su libro; ella no tuvo problemas con lo que le dije, sólo deseaba que alguien se lo publicara rápido. El manuscrito ya era una basura tremenda y ¡no! no estoy siendo mala; es el peor original que ha pasado por mis manos. Debí cobrarle mucho más por todo el tiempo que me tomó corregirlo ortográficamente y darle algo de sentido, además de tener que aguantarme una historia absolutamente vacía. Cuando acepté la pega, no pensé que su original exhibiera tantas falencias e incoherencias imperdonables. Rabié mucho con eso, gritaba cada tanto y maldecía cada tres palabras. Ella parecía estar consciente de que su original tenía errores, pero no tenía idea de cuántos horrores había ahí; estaba segura de lo escrito (incluso orgullosa), pero no podía justificar las incoherencias; ella sabía que su original no estaba listo para ser publicado, pero sabía que "con plata salta el monito” (y yo era ese monito fumeta con dificultades financieras). Vale, la plata compra cigarros y los cigarros mitigan la ansiedad, el hambre, el deseo, las molestias, los nervios, la rabia y todo eso que perjudica a la gente que no puede pagarse un psicólogo porque se gasta su plata en cigarros; todo bien, continué avanzando para entregar el libro a tiempo. Lo hice y cumplí con el plazo, pero me costó un montón de mensajes por whatsapp y explicaciones que rebotaban en ella, me debieron salir decenas de canas nuevas y mi paciencia se fue al carajo. Llegué al punto de necesitar hablar con alguien sobre el asunto, porque no podía lidiar sanamente con ese monstruo. Para darte un par de ejemplos: más de veinte pitias ortográficas por página (el infierno), cambios de narrador a cada momento por capricho (otro nivel de infierno), total falta de coherencia y cohesión (acá una puerta con fuego que debí abrir con las manos desnudas). Mucho después de esa terrible experiencia, me queda escribir estos textos descargando los últimos recuerdos que conservo de aquello. 

Siempre caigo en la paranoia y me pregunto si, en algún momento, fui tan ingenua como esa autora; no como insulto para ella, sino reconociendo ingenuidad pura, el no saber qué demonios significa escribir y qué implica publicar. Si en algún momento hice algo absurdo por capricho o impulso, si creé algo terrible que decepcionó tanto a alguien como para que le salieran canas y rabiara, para que tuviera que conversar con alguien más porque el asunto la tenía enferma. Si he metido tanto la pata para que alguien llegara a odiarme por eso. Dejando mi corazón bien resguardado: hice todas esas cosas y me convierten en una persona terrible.

No puedo decir que me he esforzado por algo en la vida, soy de las que decido teniendo por guía el gusto y el placer. No siento pasión por lo que hago y me cuesta sentirme atraída hacia actividades que no tienen relación con los libros. Me puse a escribir porque es el oficio de los "sin aptitudes", de aquellos que no pueden dibujar o que no pueden hacer música, o que no entienden el arte y la música, o que no les interesa en absoluto aprender algo más de lo aprendido a los seis años. Soy de esos pasivos que consumen libros como gominolas, que se sientan a sufrir con un libro en las manos mientras el mundo sigue girando y las personas crecen para hacerse mejores seres humanos. Exploré el mundo a través de historias, pero no me interesa vivir esas historias ¿viajar? no, ¿salir? no, ¿vivir? no.

Decepción. 

Por años, desde el 2005 como una afición y desde 2009 como algo serio, escribí porque sí; sin ambición, sin miedo. Ahora, además de escribir sin ambición ni miedo, lo hago sin esperanzas, sin testigos y sin recompensas. He recolectado muchas experiencias con el tiempo y lo único que realmente poseo dentro de mí, es una mezcla parecida al vómito y no puedes sacar nada de ahí sin ensuciar tus manos (y todo huele fatal). Mientras crecía, más me dedicaba a la escritura y la pasé mal durante mucho tiempo -incluso ahora quedan cicatrices de aquello-, pero creo que fue fundamental tragar todo eso para centrarme en lo importante: escribir. Por lo mismo mi visión no es optimista y si me preguntas seré sincera, no saco nada con mentir y decir que todo es lindo, que la escritura sana o que es un pasatiempo genial, que existe la inspiración o que escribir cura el alma o algo por el estilo, que existe el talento o que la escritura transforma realidades. ¿Quieres oír algo motivador? pregunta a Tomás, a Guise o a Juanita. Escribir no te dará lo que quieras, porque debes saber que la literatura no te dará nada, pero tú tienes el deber de darle algo a la literatura (si no se lo das, te lo va a quitar).

Alguna vez, durante una cogorza química que duró siete días o más, me acosté sobre el pasto húmedo y les dije a Los Viajeros: cabros, mátense. En ese tiempo nos juntábamos en la plaza de armas y, constantemente, debíamos hablar con desconocidos que se acercaban a curiosear. Esos Viajeros fundaron las bases de lo que somos hoy. 

Alguna vez, mientras ocupábamos una pieza en el centro de La Serena, mientras jugábamos a "presentar en vivo", mi voz comenzó a enturbiarse y sentí vergüenza. Decidí, a la fuerza, replantearme lo que estaba haciendo y el papel que interpretaba en todo eso. Esos Viajeros transformaron las bases y las ordenaron.

Alguna vez, mientras nuevos Viajeros ocupaban una sala de reuniones de la biblioteca regional, yo estaba de pie mirando hacia abajo desde el cuarto piso. Pensé mucho en lo que estaba haciendo y no podía dejar de mirar abajo y preguntarme si debía sobrepasar el límite que me separaba de la caída. Esos Viajeros dieron objetivos al Mary Celeste. 

Alguna vez, mientras sentía que me perdía gracias a la desesperación, el Mary Celeste convocó a su más reciente viaje. Esos Viajeros, ustedes, le han dado nuevo rumbo al viaje. 

Cuando pienso en mí a través de la mirada de Mis Queridos Viajeros, pienso en que los he conocido a todos y cada uno, desde el primer día, desde que decidimos llamar Mary Celeste a nuestro barco.

El muchacho amigo, ese que me pagó la charla con cigarros, ni siquiera tenía un manuscrito, él me citó para que yo le contara cómo comenzar a escribir. Estuve alrededor de cuatro horas con él y le dije todo, respondí a cada pregunta e intenté darle ánimos para tomar un lápiz y comenzar a escribir, pero cuando terminamos, su rostro no era el mismo. Pude leer la palabra "decepción" escrita en esos ojos, los mismos ojos que hacía un par de horas parecían brillar por la emoción. Tomé mis cigarros y me fui a casa a seguir fumando. 

Lo que yo piense sobre todo esto es irrelevante, es un modo de sentirme mejor o un modo de hacerme daño, quizás una manera de conocer a otros o de intentar lidiar con aquello que me molesta; en cualquier caso persigue un objetivo egoísta y, por lo mismo, no importa. Creo que el camino es muy largo para detenerse a pensar en el bienestar o en la felicidad, basta con seguir, ya sea sobre el Mary Celeste, en otro barco o incluso nadando; de algún modo nos veremos. Siempre estaré ahí, de algún modo sé que cada Viajero regresa algún día. 

*Escrito para la última sesión de Los Viajeros, Sexto Viaje. 

9 de agosto de 2020

Enfermedad III

De ahí en más, después de padecer en el carrillo y la nariz, sabía más o menos que esperar y qué hacer, no es algo que no vea venir y es bueno saberlo; ya no me asusto ni me hago más daño por desconocimiento. Entre la infección de la nariz y la siguiente en el mismo lugar, pasaron varias en la comisura de los ojos, pero pude evitar que se propagaran con una crema antibiótica. Fueron quizás tres o cinco más que no pasaron a mayores, algunas en los párpados y otras cerca de la nariz. Un día o dos, quizás tres días e incomodidad. Nada grave, nada de lo que debiera preocuparme más de la cuenta.

A pesar de haber pasado caminando cientos de veces por el mismo peladero -para acortar el camino dirección a mi casa-, jamás me había tocado ver y vivir algo tan impactante, no me eché a llorar porque quizás estaba pensando en la forma adecuada de caminar las cuadras que me faltaban para llegar a la casa. A medio peladero, oí unos maullidos que parecían salir de un gato muy pequeño; me es imposible pasar de largo cuando escucho un maullido (me agrada acariciar gatos). Me costó ver de dónde venía el maullido, no veía gatos, pero sí un agujero y harta maleza que entorpecía mi búsqueda. Dejé la bicicleta a un lado y prendí la linterna del celular. La subida de siempre, la que uso cuando voy en bici, está en medio de dos calles poco transitadas por vehículos; me alertó que un auto se detuviera y, al parecer, alguien estuviera observándome. Entre que buscaba la fuente del maullido y ese auto que se detuvo sin razón aparente, me sentí nerviosa. ¿En dónde estaba el gatito que maullaba de ese modo? ¿estaba llorando o gritando? ¿estaba herido o se había perdido? Busqué harto porque esperaba encontrar algo más grande y sólo uno... debí llorar. Había tres gatitos de apariencia similar arrastrándose sobre la panza y uno maullaba; estaban cerca uno de otro, estaban cerca también del agujero. No sabía qué hacer, creí que les haría daño si los llevaba en las manos y me quité la chaqueta. Mi chaqueta tiene un gorro mucho más grande que mi cabeza, pensé que ahí podría ponerlos para llevarlos a casa. Los tomé con mucho cuidado porque pensé que les haría daño y los dejé dentro; el que maullaba dejó de hacerlo. Busqué un rato en el agujero y cerca de la pared, entre las acelgas salvajes y la maleza; esperaba con todo mi corazón que no hubieran más gatitos tirados o alguno muerto. Me amarré la chaqueta al cuerpo dejando el gorro colgando sobre mi torso, de modo que pudiera verlos y vigilar que no cayeran a la calle. Tomé la bicicleta y fui a casa lento. 
Al llegar, no sabía qué mierda hacer. Llamé a mi tía (que vive en la casa de al lado) y me retó. Pensó que había robado esos gatos, que quizás la mamá gata estaba cerca y que yo me los había llevado de caprichosa; me retó harto y me dijo que debíamos ir a buscar a la mamá. No, no había nada, esos gatitos fueron tirados ahí. Los metí en una cajita con una toalla de monitos y fuimos a buscar a la mamá gata. Regresé al peladero e intenté ver si había más gatitos. Mi tía se puso a golpear puertas para preguntar si alguien tenía una gata preñada o si alguien había "perdido" esos gatitos. La única señora que nos abrió la puerta, dijo que esos gatos llevaban seis horas gritando en el mismo lugar; en, por lo menos, seis horas nadie hizo nada; la señora esa tampoco hizo algo y es que se justificó diciendo que estaba chata de hacerse cargo de animales que traía su hija. Vieja de mierda -pensé-. Esos gatos fueron tirados por alguien y era un conchesumare, regresamos a casa y caminamos más allá, unas calles más al norte. Mi tía me llevó donde una señora que cuida animales abandonados, su casa parece un refugio y no es parte de ninguna institución o de los animalistas, simplemente es una señora que cuida bichitos que fueron abandonados. Me dijo que esperara que se muriera alguno. Ella ya estaba cuidando tres que tenían dos meses, creo; tampoco yo quería dejarlos en otro lugar, decidí que los cuidaría hasta que murieran o pudieran ser adoptados. Me dio las indicaciones mínimas para que sobrevivieran un poquito más, me dio un guatero y le dio de comer a dos... el tercero sangraba de nariz y hocico, por lo tanto no comió y ese era el que quizás moriría; me prestó el guatero, me prestó una mamadera y un poco de leche en polvo para gatitos. No recordaba haber visto gatitos tan pequeños, con los ojos cerrados y con el cordón umbilical aún adherido a la panza; mucho menos había visto alguno así abandonado. Ya con el guatero, parecieron calmarse. Al otro día llegué con los gatitos a la casa de mi familia. Parecían estar bien o mejor -dentro de lo malo que era su pronóstico-. Devolví lo prestado y mi tía me regaló las mismas cosas, pero nuevas ¡gracias! yo no tenía un jodido peso para comprar nada.
Me tocaba ir a una presentación del libro de una amiga y dejé a los gatitos a cargo de mi madrecita. Ya la nariz me molestaba el día anterior, el borde superior de la fosa nasal derecha. Entre que me molestaba el cuerpo y me sentía fatal por esos gatitos, entre que deseaba que crecieran rápido para darlos en adopción y mis obligaciones, en medio de la presentación del libro, mi madrecita me llamó para decirme que un gatito había muerto. Ya tenía la piel sobre la infección medio desprendida, ya tenía enrojecida toda la nariz y un poco hinchado el rostro, tenía alergia y mis ojos estaban rojos, ya apenas podía contener el llanto. Me fui al baño y lloré mientras intentaba hacer -a punta de apretones rabiosos- que la infección saliera de una vez; acabé sacando el cacho de piel medio desprendida y se podía ver claramente que debajo tenía la carne echa gelatina, un trozo turgente de color blanco lechoso y brillante se asomaba casi en la punta de mi nariz y no podía ocultarlo. Ese trozo de infección no se iría de ahí aunque lo apretara con todas mis fuerzas, la pena tampoco y tendría que aguantarme la alergia porque no se alivia automáticamente. Pasé por casa a recoger a los gatitos y, al otro día, enterré al que había muerto. Lloré harto y la infección era lo de menos, seguí quitando la costra e intentando sacar el pus apretando mi nariz; nada. Creo que estuve dos semanas intentándolo y la cicatriz que quedó es visible hasta hoy, las infecciones que he padecido volvieron mi rostro aún más asimétrico (han pasado nueve meses o algo así); si me miras de cerca y de frente, lo notarás. 
A la semana, otro de los gatitos murió, ese era el más grande. El más pequeño, el que sangraba por nariz y hocico estaba muy sano; le dije a mi hermana que no le pusiera nombre porque se encariñaría y no quería quedarme con ese gatito, sí o sí lo daría en adopción; sólo estaba esperando a que tuviera tres o cuatro meses para que se fuera más fuerte y tuviera menos posibilidades de morir. El bicho éste parecía que se había tragado una pelota más grande que su cabeza, pasaba hinchado todo el tiempo y parecía que quería comer hasta reventar; se le cayó el cordón umbilical, se rasgaron sus párpados y pude verle los ojos, creo que le agradaba mi olor a pucho porque gemía menos cuando yo estaba cerca y lo alimentaba o limpiaba, sólo lo asumo porque no sobrevivió mucho tiempo desde que se abrieron sus ojitos. En medio, desde la muerte del primero y el segundo, caí en la desesperación en algún momento. Pedí ayuda, y eso pasa en muy contadas ocasiones, pues no me agrada hacerlo, prefiero morirme antes de pedir ayuda para mí. Mi desesperación era porque creí, que en mis manos, esos gatitos morirían antes que en manos de alguien más; me contactaron con dos chicas que eran todo corazón mientras hablaban conmigo, pero que no estaban dispuestas a concretar esa ayuda: les pedí que se hicieran cargo de los gatitos por un tiempo porque yo era una bruta sin sentido del orden y de la responsabilidad, ambas dejaron de hablarme y me frustré mucho, me dolió y finalmente dejó de importarme. 
Me ha costado terminar esta entrada, siento tristeza de sólo recordar esto y me cuesta hacerlo de modo cronológico. 
El gatito que quedó vivo estuvo viajando en una caja o en una mochila desde la casa en que vivo a la casa familiar y de vuelta por muchas semanas. El 18 de octubre, por fin, mis padres viajarían lejos y me quedaría con mi hermana, sólo con ella. Mi plan era sacarla a pasear, hacerle de comer lo que ella quisiera y ver monitos a toda hora, fumar en casa sin sentir la necesidad de esconderme. El 18 explotó todo y el resto de mi familia estaba en Santiago. El 19 debían salir fuera del país y nosotras nos quedaríamos acá, esperando que pudieran llegar al aeropuerto sin contratiempos. El 20 ya todo se había ido al carajo y conversaba con mi hermana, compartíamos videos y no podía dormir bien y tampoco podía dejar de fumar -uno tras otro, uno tras otro-. Descubrimos una manera de estar juntas esas semanas -sin dejar de venir a la casa donde vivo y hacerme cargo de Birdo- y pasé muchas noches allá con ella porque me daba miedo dejarla sola, no porque pensaba que le iba a pasar algo o que no pudiera afrontar algún contratiempo, sino porque ella era la única familia que tenía cerca y me sentía la única responsable por ella. Pasamos mil mierdas los primeros días, pensaba que se me perdería entre la multitud y que le pasaría algo malo, siempre bajé al centro con ella y yo iba resguardada en una fachada sólida de terrible sobriedad, seria y valiente ante cualquier cosa (careta que perdí en varios momentos porque sentí miedo, uno tipo de miedo que jamás había sentido). Si hubiera estado sola, no me hubiera importado morirme ahí; nadie reclamaría nada. A la semana, unas amigas de mi hermana se quedaron algunos días en la casa y, tal como llegaron, se fueron. Por un problema de sobreventa de pasajes, bajamos juntas al terminal a las 12:00, pero acabamos con pasajes para las 23:00. Después del show para que les reasignaran pasajes, nos topamos con una chica rubia que parecía estar en problemas. Afortunadamente una de las amigas de mi hermana hablaba fluido el inglés. La chica era alemana y estaba estudiando en Santiago por medio de un intercambio. Había viajado a La Serena y, en día anterior, había recogido a un gatito de meses en Coquimbo. Cuando la vimos, ella iba al terminal a cambiar su pasaje; el gatito estaba mal y ella no quería dejarlo botado en La Serena, pero tampoco podía llevárselo. Acabamos decidiendo llevarnos al gatito con nosotras y la chica, por supuesto, dejó de llorar y de sentirse mal por el gatito. Mi hermana pagó un veterinario y, con medicamentos, mejoró considerablemente. Subió de peso, comenzó a jugar como un gatito normal y se sanó su ojito (tenía un párpado caído por una infección). Teníamos a dos gatitos (de semanas de diferencia) que debíamos cuidar, más perro y gato de la familia, además de mi Birdo. Creo que cuidar esos bichitos fue un buen remedio para no caer en el dolor, cuidarlos era tener un motivo para llegar de regreso a salvo y a la hora para alimentarlos. Dos semanas y algunos días después, mi familia regresó sin problemas y fue un alivio. Pasaron algunas semanas más y ya todos estaban encariñados con ambos gatitos (el que quedaba vivo de la camada y el que recogió la alemana). El gatito coquimbano estaba más que sanito y crecía notablemente; el que yo recogí era pequeño y mostraba algunas dificultades al caminar, se recogían sus deditos al apoyar la patita en el suelo, a veces parecía que le faltaba el aire y siempre estaba hinchadito, dormía un montón. 
Los gatitos que murieron los enterré en el patio, en agujeros que cavé contiguos, debajo de la ventana de mi pieza; ahí no crece maleza y siempre está limpio, pensé que ahí a nadie se le ocurriría poner alguna planta o intervenir de algún modo la tierra, por eso los enterré ahí. Cuando bajaba al patio me preguntaba si el gatito -el que quedaba de la camada- se acordaría de los otros o extrañaría la presencia de los otros, me preguntaba si los había visto antes de morir o si recordaría el olor que tenían; me hacía muchas preguntas y sentía pena porque no fui capaz de mantenerlos vivos. Algunas veces dejaba a los gatitos en la casa familiar y a mi padre le encantaba el gatito coquimbano, jugaban y el gatito andaba webiando por ahí; a mi madrecita le gustaba el que recogí yo porque era hembra y era tan chiquito, además le seguía siempre y el perro hacía de guardaespaldas, a ese gatito le gustaba mirar al cielo y extendía sus patitas hacia arriba, intentando tocar el sol. Estoy a punto de llorar, voy por un cigarro, no quiero llorar. Sigue, no estoy llorando. 
Al gatito coquimbano lo ofrecí "en adopción" con unas fotos y su breve historia, pedía mucho que fuera alguien conocido quien lo adoptara y, afortunadamente, fue así; mi hermana me acompañó a dejarlo porque quería asegurarse de que acabaría en un buen hogar. Gracias Ared, le diste un buen hogar y ahora ese gatito está vivo y sanito.
Me quedaba el pequeño y, con las semanas, comenzamos a notar que estaba algo mal con él: era muy pequeño y crecía muy poco, se cansaba y le faltaba el aire, tenía su patita tullida. Lo llevé mucho al veterinario y todo lo pagó mi tía, muchas gracias. En noviembre, cuando el gatito tenía fácil dos meses y tanto, cabía en la mano y aún parecía una cría de semanas. En noviembre, decidí dejar al gatito en la casa familiar y estuvo ahí cuatro días, dos por una feria a la que debía asistir y otros dos porque me invitaron a Paihuano (me vieron deprimida y me invitaron para sacarme de acá). Cuando llegué a La Serena, fui a buscar al gatito y ese fue el último día que puse tomarlo entre mis manos y acercarlo a mi pecho. Al otro día el gatito estaba muerto, el mismo día lo enterré y soñé muchos días con él. Aún siento mucho dolor cuando pienso en eso. Sentí rabia también y mi tía me preguntó si sentía que mi madrecita había hecho algo mal, quizás pensaba que yo le echaba la culpa a mi madre por la muerte del gatito. No tía, no es eso. No me siento mal por su muerte, no le echo la culpa a nadie, menos a mi madrecita. Me sentía mal porque la única certeza que tenía, con respecto al gatito, era que ese día fue su último día; pude haberlo pasado con él en vez de irme a Paihuano o más días si no hubiera ido a la feria. No sentía culpa porque entiendo la muerte, entiendo que nos morimos todos los días y entiendo que ese gatito vivió poco, pero vivió mejor. Morir de frío a las horas de haber nacido era peor que morir después de haber recibido amor y cariño y cuidado de una weona fumeta y de su familia. Haber muerto en el peladero sin haber tenido opción o morir en una casa en donde yo estaba pensando en adoptarlo, en cuidar de ese gatito porque estaba enfermo y quizás no iba a tener mucho más tiempo. Ese gatito se murió un día antes de navidad. Ahora sí estoy llorando. Ese lugar en donde están enterrados no tiene maleza y siempre está limpio, nadie pisa ahí y nadie sabe dónde están más que yo. Todo lo que tuve de ese gatito terminó en la casa de la señora que me enseñó a cuidarlos, le llevé todo y lloré todo el camino de vuelta.   
                

1 de agosto de 2020

Si no está roto, no lo repares.

Conozco a varias personas y en dos he reconocido un comportamiento similar al mío; a uno lo conocí joven y puedo decir que quizás sólo estaba perdido; al otro lo conozco hace harto rato y ya es un adulto, hemos permanecido cerca durante años y sencillamente nos observamos con cariño. 

No tengo sueños, objetivos ni nada que me guste hacer realmente, sin embargo, disfruto todo, adoro hacer algunas cosas y las hago porque me produce placer hacerlas. Los libros se han llevado mucha de mi atención y quizás escogí dedicarme a eso porque me permite estar sola, no tener que soportar compañeros de trabajo, horarios, viajes desde la casa al trabajo y de vuelta, reconocimiento, competencia, falsa amabilidad, camaradería, cuchicheos, complicidad con el jefe por mejor trato, insultos, humillaciones, felicitaciones, ascensos, fiestas de fin de año, diplomas de peor empleado, regaños, accidentes laborales, etc. Soy terrible con los plazos (de cualquier tipo), manejo mi tiempo de modo ridículo, no tengo consciencia de lo que separa "responsabilidad" de "negligencia". Nunca he sido capaz de levantar un dedo por algo que quiero, me tomo años para hacer algo en mi beneficio. Tengo la cabeza llena de estupideces que no sirven y lo único constante han sido los libros y el cigarro; gana el cigarro con amplia ventaja. No me interesa viajar, no me interesa salir de la rutina, no me interesa hacer cosas nuevas; me basta con existir a punta de impulsos -casi caprichos- porque así puedo sentir algo de tranquilidad. ¿Tranquilidad de qué? ¿Momentos de paz que te saquen de qué situación catastrófica, mija? Si usted hace nada, mija. Si usted es un lastre para todos, mija. 

Soy la que evitó convertir 12 años de educación en un proyecto de profesional. Soy la que escapó de casa sin ningún propósito, pero con la excusa de ir a la universidad. Soy la que se tomó cinco años y medio para decidirse a dejar de dilapidar el dinero familiar, además de aceptar que no quería nada que la universidad pudiera ofrecerle. Soy la que no soporta una jornada laboral que dure más de una hora continua. Soy la que refunfuña por lo bajo cada vez que le molesta algo, pero que llora cuando le dicen lo molesta que es. ¿Quieres saber verdades? ¿Para qué, mija? ¿Por qué, mija? ¿con qué propósito?

Tengo memoria suficiente para retener datos útiles a nivel práctico, pero soy incapaz de responder preguntas (o solucionar problemas) que incluyan convertir datos sueltos en algo elaborado; soy, fundamentalmente, alguien que puede reparar -no siempre con éxito- cosas que puede ver y tocar. Soy estúpida y estoy vacía, no fui capaz de deshacerme de las malas ideas en cinco años y medio, en catorce años, en siete años; las revivo y siempre salen de algún modo. No, no soy para nada inteligente y poseo muy poca capacidad de retención, me cuesta hilar ideas sin distraerme y termino una décima parte de los proyectos que comienzo. No familia, no fui capaz de terminar el proyecto de persona funcional e independiente que auguraba la excelente crianza recibida. Yo misma soy un proyecto inconcluso que jamás acabará algo y está bien, para mí lo está porque se me han permitido los caprichos y yo me he aprovechado durante ¿qué? doce o trece años. Envidia, nah. Celos, nah. ¿Enfermedades? ¿quebradas de hueso? ¿operaciones quirúrgicas? ¿accidentes? ¿conmociones? ¿Alguna vez quisiste agarrar del cuello a alguien y te tragaste esas ganas? ¿Alguna vez te tragaste las ganas de empujar a la calle a alguien para que lo atropellaran? Yo, yo no. Acá no, ahí tampoco. Quizás por eso la epifanía del mes anterior fue: "estás vacía". No hay sueños ahí, no hay deseos de tener algo o de viajar a algún lugar, no hay celos, no hay envidia, no hay deseos, no hay aspiraciones; no hay, no existe. Tu cabeza está vacía, eso te hace inútil. Recibes caridad de tu familia porque les inspiras pena y eso es todo, deja de lado el cariño y la sangre, deja todo a un costado. 
Estoy mintiendo, lo estoy haciendo todo el tiempo; digo que no quiero atención, digo que no esto y esto otro, digo que me importa o que no, digo que no volveré a hacerlo o que sí lo haré. ¿De verdad importa? ¿Quieres saber verdades? ¿Para qué? ¿Para qué?

 La última vez me trajeron hasta la casa y gracias, gracias de verdad.