Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":
24 de enero de 2021
Algo que pasa cada tres o cuatro años
22 de enero de 2021
Pesadillas
Soñé y pucha que fue largo el sueño, reunía todo lo que me aterra.
Estos últimos días he estado despertando varias veces por la noche: varias pesadillas, Birdo vomitando, temblores nocturnos e inusuales idas al baño. Una vez leí que había una diferencia entre "pesadillas" y "sueños inquietos"; si bien ambos son malos sueños, sólo la pesadilla te despierta. No recuerdo mucho las de días anteriores, pero me ha costado volver a conciliar el sueño y no es grato porque, además, estoy en medio de esos episodios de enfermedad rara y molesta: conjuntivitis y párpados pelados por stress. Si bien es frecuente que padezca enrojecimiento, picazón, alergia o cantidad de molestias en los ojos (ojitos verdes pu); ahora también se ven involucrados los párpados y llevo harto así, aunque estoy con cremitas -y extremando los cuidados-, llevo así desde hace más de un mes.
No estoy segura ahora mismo, pero puedo imaginar que cuando termine esto de los ojos, me quedarán cicatrices visibles: como cuando me han agarrado los abscesos, me dejó el rostro más asimétrico y se nota especialmente en la nariz (ahí me agarró dos o tres veces). Ahora mismo me veo los párpados "viejitos", el pellejo está enrojecido, se palpa más delgado, los surcos de expresión se han profundizado y tengo un aspecto más cansado. No es que me preocupen las cicatrices, de hecho me gusta tener marcas o evidencia de algo que me ha pasado en el cuerpo; me produce curiosidad describir esto que sucede ahora mismo y que, cuando sane, igual quedará para que cualquiera pueda verlo. Se me ha pasado la idea de que algún día escucharé: "tienes los ojos viejos, como si lo hubieras visto todo"... ay, me encantaría que me dijeran eso, pero estoy fantaseando mucho con Doctor Who.
He soñado hartas veces con este lugar -la cabaña donde vivo- y los sueños más aterradores tienen que ver con que alguien entra por el fondo el patio, botando las panderetas o haciendo una puerta ahí abajo para entrar cuando le plazca; compartir este espacio sin que yo pueda decir algo o sin que me percate hasta que ya hay mucha gente dentro y no es gente agradable. No sé bien por qué siento tanto miedo, quizás porque no me agrada invitar a gente no es amigx; incluso si has estado acá porque eras amigx y ya no lo eres, pues no te dejaría entrar de nuevo (jamás).
En esta pesadilla estaba mi familia y muchos amigxs que puedo nombrar, digamos esos que tengo más presentes en la memoria. Abajo pasaba algo, yo no quería bajar porque sí pasaba algo y no deseaba verlo porque me pondría a llorar. Di vueltas por la casa, pero no era esta casa, era mucho más grande y tenía lugares nuevos, grandes y llenos de chiches, como si reflejara a una Pía más grande con más recuerdos y objetos significativos que guardar. Abajo había ruido, traqueteo, voces. Pasó un rato largo, porque estaba oscuro y, cuando me decidí a bajar, ya era de día. Vi cosas lindas puestas ahí, banquillos de colores, rejitas de madera, estaba cambiado para mejor, limpio y despejado. Yo había decidido sacar lo que no era de este lugar, arrancando y soltando, quebrando incluso, llevando las cosas a otro lugar, apilando una sobre otra esos objetos extraños; los amigxs que estaban ahí hacían lo mismo. Mi padre dice que podría haber sido más fácil sacarlos "por la ley" y que la habíamos cagado sacando nosotros las cosas. Caminé hasta más abajo y me pasé por encima de una rejita baja que separaba el patio en dos, a la derecha había un apuerta abierta al terreno del lado, inmediatamente conectada había una casa (un living). Salieron dos niños, hermanos supongo. Me parece que estuve "discutiendo" con la dueña de casa del lado, la madre de la otra familia que se estaba instalando en el patio, ella estaba dentro de mi casa reclamando por sus cosas. No recuerdo los argumentos de la mujer, pero creo que yo no hablaba.
Me desperté asustada, pelear con extraños es algo que considero muy desagradable.
20 de enero de 2021
El lejano día en que me intoxiqué
Lo que más me quedó y recuerdo con cariño de mi odiada (breve y poca exitosa) época universitaria fue el gusto que adquirí por la botánica, a pesar de que nunca fui una buena estudiante. La única buena sensación que conservo en la memoria son las conversaciones con "la tía Gina", el herbario de la u, las clases de botánica y taxonomía vegetal, el laboratorio y las salidas a terreno en que había plantas -en ese orden, desde lo que más amaba, hasta lo que menos me agradaba-. Yo no tenía idea de que se podía ser/estudiar botánica, llegué a tomarlo como ramo porque me metí a una carrera que, según mi "orientador vocacional", llenaba mis expectativas e intereses (se suponía, porque cuando solicité una cita con el orientador, yo no quería ni estar viva). No quiero hacer muchas revelaciones acerca de esa época -y otras que siguieron a esa- porque no creo estar preparada para afrontar preguntas al respecto; hasta hace poco (un par de meses atrás) lo conté, pero entre que me sentí obligada y preparada, pero no llegué a contarlo completo porque no estaba preparada: han pasado 15 años y aún me cuesta hablar de eso.
Pasé años desastrosos y a mitad del tercero me cambié de carrera en vez de renunciar definitivamente: no reuní el valor para abandonar (siempre he sido muy cobarde) y, además, me tuve que convencer de que podía sacar una carrera (porque no quería aceptar que no era capaz). Acabé dando más "jugo" y, en año y medio, ya estaba fuera de todo mundo académico porque fui incapaz de continuar. No recuerdo cuándo exactamente, pero en alguna clase que apenas entendía y que aborrecía (como todos los otros ramos) me pasó algo que tengo tan claro en la memoria que, a veces, siento un poco de miedo porque fue una experiencia muy desagradable; recuerdo con menos claridad cosas agradables y lindas, cosas importantes o decisivas. Siento asco y miedo a la vez, por el recuerdo y por las sensaciones que me produce.
No dejé mis manuales de botánica y tampoco de ejercitar mi memoria (aunque me cuesta) viendo árboles y plantas, identificádolos e intentando recordar los nombres científicos, la familia y los detalles; cosa de no olvidar, cosa de no dejar que eso que me gustaba tanto desapareciera. En algún momento -en ese momento o quizás siempre- me atrajeron esas historias de venenos, esas plantas de las cuales nos había advertido la profe Gina, los lavados estomacales, los "viajes", lo que se podía hacer a partir de una planta y lo que podías provocar con ellas. No nací en un lugar guay de plantas tóxicas (peligrosas y realmente mortales), pero sí podía echar mano de lo que existe acá: ya sea traído desde el mediterráneo o alguna que otra nativa de América. Ni te imaginas lo que puedes encontrar creciendo salvaje al borde de los caminos más comunes que puedas recorrer. En esos años, deseando no olvidar y poner en práctica conocimientos básicos y curiosos, me decidí por la experimentación a lo bruto; en mi carne, en mi estómago.
No puedo recordar el nombre del ramo, no puedo recordar con claridad el rostro del profesor o el rostro de mis compañeros (sólo recuerdo a una chica que fue mi amiga en esos años), recuerdo la disposición de los banquitos; eran de esos que tienen una mesita integrada, ordenados de tal modo que había un pasillo más amplio en medio de dos grupos de banquitos perfectamente alineados, con un espacio destinado a encauzar a los alumnos hacia la única puerta del aula, esa puerta estaba a un lado del pizarrón, justo al lado del espacio que usaba el profesor para moverse de un lado a otro hablando cosas que no soy capaz de recordar (no recuerdo ninguna clase, mucho menos esa). Fui a clases, era la primera -creo-, tipín 14:00; me sentía bien aunque había estado bebiendo infusiones de veneno los dos días anteriores y ese mismo día en la mañana. Me senté lejos de la puerta y al lado de mi amiga. No alcancé a sacar cuaderno ni nada y apenas el profesor comenzó a parlotear, tuve que ponerme de pie y obligarme a arrastrar los pies hasta la puerta; en el camino, mi mano derecha colgando a un lado chocó contra el borde de algunas mesitas. Recuerdo cuchicheos, supongo que alguien que pretende salir apenas comienza la clase, pide permiso y no permite que su mano toque nada, quizás me demoré mucho en salir porque iba mareada, seguramente me movía muy lento y tenía la visión ligeramente borrosa, quizás iba pálida o tenía un aspecto terrible que no podía ocultar. Salí y nadie me siguió. Llegué al pasillo y me detuve para recuperarme un poco, el esfuerzo de salir de la sala intentando no llamar mucho la atención me dejó cansada. Si bien no sentía ganas de vomitar, pensé que debía hacerlo porque me aliviaría y podría estar sola si el incidente pasaba a más. El baño estaba más lejos, debía cruzar una parte del parque universitario y subir una escalerita. En esos años, debido al aumento de vendedores de marihuana y otras sustancias, en el lugar se podían ver varios guardias, especialmente atentos en horas de clases porque había menos gente. Cuando me asomé al parque, pude ver de reojo a cuatro o cinco guardias reunidos en círculo; decidí continuar mi camino apoyando mi mano derecha en alguna pared de algún edificio que albergaba salas de clase. Si continuaba caminando sin apoyo y llegaba a caerme, tendría a cuatro o cinco personas mirándome con asco, ellos estaban ahí para vigilar que su precioso parque universitario estuviera libre de "camellos": este pensamiento absurdo era el único que podía distinguir, además del deseo de llegar al baño. Me apoyé en la pared y, de seguro, continué caminando muy lento, porque oí a mi espalda algunos gritos que se repitieron mucho: "señorita", "señorita", "señorita". ¿Qué me delataba? no me vieron de frente y de espaldas tampoco veían mi rostro, la mano ni me servía para apoyarme porque me sentía débil y sirvió más para guiarme hasta el baño porque todo se veía borroso, poco definido y muy brillante. Oía el insistente "señorita" detrás de mí e intenté apurar el paso porque me aterraba que alguno se acercara. El "señorita" se volvió tan lejano que ya no importaba, estaba muy cerca de la escalerita del baño y ahí mi memoria falla, tengo un vacío breve entre la imagen de los peldaños y la imagen del cubículo del baño. Un recuerdo más nítido regresa y estoy sentada cerca de una taza de baño con ambas tapas abiertas-, con el trasero y las piernas en el suelo frío, con charquitos de agua cerca, cabeceando adelante y al lado. Nunca me ha gustado meterme los dedos a la boca (bajo ninguna circunstancia), pero sé dónde "tocar" y qué dedo meter para provocarme el vómito de tal modo que sea breve y efectivo, de modo que funcione sin tener que volver a intentarlo. Si bien me provoqué arcadas, no salió lo que esperaba, nada salió de hecho; pensándolo ahora, sólo bebí veneno y poco comí esos días, por supuesto que nada podía salir de mi estómago. Con la idea de que alguien vendría por mí, aterrada por la idea de que alguien me encontrara, pensaba en levantarme apenas me sintiera mejor. No pude levantarme en mucho tiempo, quizás me dormí un rato porque de otro modo no me cuadra el tiempo.
Cuando pude sostener mi peso sobre mis pies, sabiendo que ya no saldría nada de mi cuerpo a través de mi boca y sabiendo que tampoco tenía nada que orinar (lo intenté); me decidí a regresar a la sala. Me mojé la cabeza para espabilar un poco y retuve un sorbo de agua dentro la boca un momento para luego escupirlo. Tampoco tengo recuerdos de mi regreso a la sala, pero en la puerta volví a sentirme muy mal y me senté en el pasillo con la espalda apoyada en una pared. La clase duraba hora y media, estuve hora y media fuera de la sala; para mí no había pasado mucho tiempo, pero comprobé que había estado toda la clase afuera porque el resto de alumnos salió de la sala en tropel, pasando a mi lado, cuchicheando. Recreo, cambio de sala. La única amiga que tenía salió de la sala con los últimos alumnos, pude distinguirla de otros porque tenía un modo de caminar muy pausado. Yo seguía sentada en el pasillo, con las piernas flectadas y las manos sobre el estómago, los ojos medio abiertos. Pude saber con certeza que era ella porque se agachó frente a mí para hablarme, llevaba un chaleco tejido color rojo intenso y pude ver mi bolso colgando de su hombro; fue la única que se detuvo por mí. Me contó lo que había visto y me dijo que estaba preocupada, pero no me preguntó "por qué", sino "como te sientes". Gracias. Estoy casi segura que le pedí ayuda para ponerme de pie y no recuerdo nada más.
Estoy acá escribiendo esto, no caí al hospital por intoxicación. Si te preguntas por qué no bebo "agua perra", té de hierbas, infusiones o té con sabor es porque siento asco cada vez que percibo esos olores, incluso cuando otrxs lo beben. Ya a la mitad de esta entrada, comencé a sentir la guata un poco revuelta.
12 de enero de 2021
PD: me quedó pésima la cabecera del blog.
Por dármelas de "bakán", no escogí bien los colores de la cabecera del blog. Lo siento, queridx.