Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

17 de mayo de 2020

Chicas que escapan y chicos que insultan

En alguna oportunidad me sentí en confianza con alguien, tan en confianza que le conté algunas cosas (con harto detalle) porque sentí que podía contarle aquellas cosas que cuando me pasaron no comenté a nadie porque sabía que podían ocasionarme problemas y, en ese entonces, no me sentía capaz de afrontar los problemas que me traería. Ahora mismo me importa poco, creo que puedo hablar de eso sin sentirme extraña o fuera de lugar. Me acordé de esto porque hace algunos días revisaba mi video-diario (2007) y escuché -y vi- a la persona con que viví aquello que le conté a esta otra persona ¿se entiende? Yo conocí a alguien en 2007, le conté a otra persona de mi confianza (2010 quizás) algo sobre esa persona que conocí el 2007 y, viendo el video-diario, me acordé. No quiero mencionar a nadie porque, nah, esto es un jodido blog abierto. 
A mí me gustaba alguien en 2007 y llegamos a ser amigas, supongo... digo "supongo" porque, a pesar de que hacíamos cosas que hacen las amigas, ella se largó de un día para otro después de pedirme 30 lucas para su pololo con paperas, irse con él a Santiago y reaparecer meses después porque le habían puesto los cachos. Yo la quería, la quería tanto que me sobrepasé con algunas cosas: no fue algo violento de mi parte, sino que me tomé algunas atribuciones que no me correspondían y quizás se me fue la mano con algunas otras (gritarle que la amaba desde un lado a otro de la calle, después de haberme bebido tres terremotos; mirarla con deseo más que con cariño -de amiga-; hablar de ella como si yo tuviera alguna oportunidad -ella era demasiado heterosexual como para siquiera mirarme-; darle jugo en muchos sentidos -webiarla hasta el cansancio sólo para oírla reír o que me dijera "córtala"-: cosas así). Sufrí harto cuando se fue: aunque yo sabía bien que jamás me "pescaría", por lo menos podía verla todo el tiempo (estábamos en la misma carrera) y era lindo. Me gustó casi al momento porque parecía tener claro lo que quería, tan claro que yo aún recuerdo la historia que me contó y se me quedó en la cabeza porque yo no estaba ni pizca de convencida de lo que estaba haciendo; ella había peleado un año con su familia porque deseaba estudiar y a mí me habían "mandado" a estudiar. Vivíamos a unas cuadras de distancia y casi que nos topábamos en cualquier lado los primeros meses; comenzamos a conversar y terminamos siendo amigas. Conocí la pieza en que vivía (la tengo en mi video-diario) y su voz me sigue pareciendo linda; no tengo su rostro porque esquivaba constantemente la cámara. Me agradaba hacerla enojar o webiarla y, sin saberlo en ese entonces, caí en esa dinámica estúpida de roles: yo replicando un errado rol del chico malo y cayendo de trasero en la dinámica del dicho "quien te quiere te aporrea"... no recuerdo haber sido mala con ella (lo más cuático que hice fue pedirle permiso para bajarle un poco el cierre de la blusa que llevaba, en una disco, con no más de siete personas en todo el lugar), la webiaba harto eso sí y me gustaba que se enojara porque no era como si se enojara, no se veía ruda enojada. Mirándola a ella y a otra amiga, aprendí que para algunas mujeres lo único importante en un antro era "ligar": invitar a extraños a la mesa, bailar con esos extraños, conversar, pedirles cigarros y quién sabe qué más (no estaba lo suficientemente sobria para darme cuenta si pasaba algo más), además de tener la costumbre de volver sola a casa (independiente del estado en que estuviera). Me rompieron el corazón ellas y su dinámica rara, cuando me dejaron con un weón x desconocido, en la pieza de este weón x desconocido, pensando que yo me iba a follar a este weón x desconocido... cuando pude espabilar un poco salí de ahí corriendo, espantada, sola y con el corazón roto ¡pero esa es otra historia! Cuando ella desapareció con el loco que tenía de pololo, en algún lugar de Santiago, supimos que su familia la andaba buscando. Cuando apareció nuevamente, después de que le pusieron los cachos en Santiago, ella tuvo que volver con su familia y me dio una rabia de los tres mil demonios. Ella me había contado una historia digna de programa de tv, una historia de esfuerzo, de desear estudiar y superarse, de salir de "su pueblo" y ser alguien, de ayudar a su familia, de pelear con su familia para estudiar, de tener que aguantarse muchas cosas para poder mantenerse estudiando... y, de un día para otro, se había ido con un weón de mierda que apenas conocía, arrancarse con él y volver para darse cuenta que había perdido todo. Quizás sea complicado de entender si lo cuento así, pero sentí rabia al pensar que aquella historia eran paparruchas; sentí que me mintió siempre, que para ella no era importante el estudio -como decía-, que no estaba para nada convencida de estudiar, que irse tras un par de testículos era más importante que estudiar. De verdad sentí rabia por eso, sentí muchas ganas de gritarle. Yo sabía dónde vivía su familia, la dirección de su casa... como no la volví a ver después de que volvió a su casa en otra ciudad, con su familia, pues yo le escribía para quitarme el odio que sentía. Usé como excusa las 30 lucas que me pidió y un bolso que se llevó (jamás me devolvió ni lo uno ni lo otro); pero lo que yo realmente deseaba era decirle "yo te quería". Usaba de excusa la plata y el bolso, que los devolviera, que los quería de vuelta. No me respondió, nadie responde a cartas "reales" por correo y yo me cambié de una pieza a una casa. En 2009, quizás, se detuvo esa estúpida obsesión que tenía con ella, ya sabía que no me devolvería la plata y menos el bolso. Con un par de cartas (o quizás más, no lo recuerdo), le había escrito de todo: que la odiaba, que la quería, que me dolía, que ya no me dolía. Supongo que me olvidé o ya no podía pagar las cartas enviadas por correo "real"; una de dos, no puedo recordarlo. ¡Ah! otra vez nos desviamos. El asunto de la confianza: yo le conté todo lo anterior a otra persona, alrededor del 2010, cuando esta mujer que me gustaba ya había desaparecido en todo sentido: borré su dirección, perdí contacto con todas las personas que estudiaban la misma carrera, dejé de frecuentar lugares comunes y yo me había ido la carajo (en muchos sentidos). Le conté porque sabía que esa persona no me juzgaría, ni diría nada malo acerca de eso -que ya había olvidado en parte-, que no sería tema de conversaciones futuras, centro de burlas o de cuestionamientos. Dejé de ver a esa persona en 2018 (creo) y una de las cosas más feas que recuerdo haberle escuchado fue: "por eso la Xxxxx -la mujer esa- te dejó". Me dejó enferma, me dejó pensando. ¿Le había narrado la historia de una maldita acosadora? ¿era yo una estúpida obsesionada? ¿le hice daño? ¿por qué esa sentencia parecía un insulto en su boca? ¿estaba comparando mi yo a los 22 con mi yo a los 30? ¿había sido yo igual de imbécil todos estos años? ¿por qué referirse a algo que fue siempre platónico? ¿por qué? ¿por qué? ¿por qué? Sigo sin entender la mitad de todo esto y no siento mucho al respecto; ahora mismo me importa todo medio comino. Los recuerdos, la ira, ese enojo que incomoda: nada. Ambas personas se fueron y me dejaron con una sensación de vacío durante un tiempo, nada más. Ambos rompieron mi corazón de distinta manera y en distintas circunstancias, nada más. Queda poco de esa historia, de la historia con esta chica que me gustó apenas conocí. Si borro esa cinta del video-diario, borraré la imagen difusa de un rostro y la voz y la risa de alguien, la imagen de su pieza y de sus cuadernos, de su tele y su mesita, de su tazón favorito y sus lápices. Escribiré sólo lo que quiera recordar y el resto lo borraré; no quiero parecer una estúpida enamorada de un recuerdo. Cuando me muera no quiero que alguien más vea esa imagen, sólo quiero conservar esta parte de la historia.          

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