Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

27 de mayo de 2020

En verano se rieron de mí cuando estaba presentando.

Con un nudo grueso en el estómago, decidí participar en un conversatorio en la Feria del Libro de La Serena 2020. Me costó harto decidir y me costó mucho más juntar valor para subirme al escenario. Siempre pido una presentación extra (hay una que es obligada y gratis, para pagar el uso del módulo), esta vez aparte de la "gratis", participé en otra y pedí una para mí. En la mía no sabía qué mierda iba a hacer, la pedí casi por inercia; porque quería despedirme y no podía dejar pasar ese escenario: la costumbre, el fin de la trilogía (2016, 2017 y 2019) y luego el vacío, algo en que puedo convocar a mis amigos; no sé la razón exacta, pero estoy segura de que es una mezcla de todas y hay mucho más por ahí oculto. La primera, por pésima suerte, fue de la Red Feminista del Libro. Nada, yo en blanco, con atacazos de incertidumbre y haciéndome joder a punta de cigarros y café. Nada, yo en nada, esperando que todo se acabara pronto y dejar de ver a todo el mundo: a los escritores que odio, a esos que me dan náuseas, a esos a quienes temo, a esos que no espero ver, a esos que me joden el puto verano. No quería ni estar en la feria, pero no tuve el valor de decidirme a tiempo y decir "no, maldita sea, no quiero, no quiero hacerlo este año"; la decisión no sólo implica que yo diga "no", he estado tantos años que ese "no" significa perder mucho y no estaba preparada, aunque me sentía mal no quería perder eso y tampoco asumir todo lo que vendría si renunciaba. En fin. El conversatorio de la Red fue algo que poco pudimos coordinar, yo no moví un dedo y fui estúpida para negarme, terminé diciendo que sí, que yo iba, que blablabla (si nadie me detuvo es porque tuve suerte, mi torpeza e indecisión se notaban a leguas). Temblando me subí y me costó un montón mantener la atención sobre lo que hablaban las otras dos mujeres a mi lado, aunque yo sabía bien por dónde iba la presentación. Me costaba mucho hilar ideas, me costaba un montón hablar sin tropezarme en mis palabras, me sentía terrible ahí arruinando la presentación; quería huir. Bueno, todo pasa rápido realmente. Las presentaciones suelen ser de menos de una hora y se pasa rápido cuando la responsabilidad de hablar recae en otros, para mí suele ser "meter la cuchara" de vez en cuando, ser graciosa y parecer espontánea, eso esperaba. Nah, maldita sea. Me dio más vueltas el estómago revuelto y casi me revienta la cara cuando, en primera fila, alguien pregunta y atrás muchos aplauden. Lo sentí como un puto ataque personal y después corroboré que no fue así, era producto de mis nervios; amplifiqué esa pregunta y la imaginé como una lanza... estúpida de mí. Yo respondí a las tres preguntas, me parece, no lo sé, todo es nebuloso y no puedo recordar con detalles. Pasaron las tres preguntas y salí corriendo de ahí, fue pésimo. 

Ahora, esto pudo no haber sido una weá tan terrible y no la recordaría del todo si no se hubieran reído de mí mientras hablaba en el escenario. La misma mujer de la primera fila que hizo la primera pregunta, le hizo un comentario a la otra que estaba a su lado y se rieron juntas: yo justo la estaba mirando y creo que me puse roja y comencé a perder el poco vuelo que había agarrado mientras hablaban las otras mujeres que presentaban. Algo evidente es el nervio antes de la presentación, algo menos obvio y esperado es perder los estribos porque alguien se ríe de ti en tu cara mientras estás presentando. Creo que me fui a la chucha de ahí en más, no puedo decir que estaba bien ese día (ya te lo conté), pero me sentía capaz de seguir el hilo y, por último, hablar algo. ¿Qué tenía de gracioso lo que estaba hablando? ¿en serio se tenían que reír de mí en ese momento? ¿por qué un miembro mujer de la Red Feminista del Libro de la Región de Coquimbo se reía de otro miembro mujer de la Red Feminista del Libro que estaba presentando en ese momento? Te cuento. A raíz de mi fobia, del miedo que siento por la mierda que tuve vivir con los que se hacen llamar "poetas", casi siempre digo: "yo la pasé mal", "los escritores jóvenes...", "a mí me pasó que..." Aún me pesan esas cosas, todavía me duelen algunas, todavía recuerdo algunas y siento tristeza, siento rabia porque fui cobarde, porque sentí y siento miedo, porque muchas veces no hice nada y cuando decidí que debía hacer algo fui bruta y violenta y, finalmente, tuve que marginarme y perdí algunas cosas también. Me recupero, apuesto por agruparme con algunas mujeres que no son de mi generación. Presento en verano, aunque no me siento bien. Se ríen se mí. En la mesa post presentación (que no recuerdo si fue el mismo día más tarde u otro día), esa que se reía decía en la mesa que le había causado gracia que me refiriera a mí como "joven" o que me sintiera de ese grupo. Que le había comentado a la mujer a su lado que "ella (yo) no es tan joven". Le quería meter unos piñazos, la quería insultar y decir que se metiera el discurso feminista por la raja, que se olvidara para siempre de la palabra sororidad y que se abstuviera para siempre de hablar en mi presencia... no, lo que se me pasó por la cabeza fue mucho más real y a mí me dolió, a mí me marcó y a mí me sigue dando vueltas en la cabeza, a mí no me ha abandonado ese recuerdo tan de mierda. ¿Quieres saber? ¿quieres saber por qué me jode tanto? Yo tenía 24 y me retrasé muchas horas antes de ir a una reunión con los editores de Escarnio, habíamos quedado en ir a casa de un poeta a pedirle un pendrive con archivos porque teníamos una edición "hermana" (se sacaría una edición especial con el mismo contenido, pero con el estilo propio de cada revista), el sujeto no había querido pasarnos los archivos y nosotros tuvimos que decidir ir a su casa a buscarlo. Como yo llegué horas atrasada (no recuerdo por qué), les dije que lo compensaría yendo sola a la casa del poeta a recoger el pendrive. ERROR. Caminé desde el centro hasta unas cuadras antes de Cuatro Esquinas por calle Cisternas, conocía el lugar. En esa casa había una habitación/taller en donde era frecuente que este sujeto invitara a sus amigos, ahí estaban los papeles, las impresiones, el computador, weás para hacer su revista y una cama. Este sujeto estaba bebiendo vino y se negaba a pasarme el jodido pendrive, me ofreció vino y me siguió ofreciendo. Yo no debía estar ahí porque el archivo podía enviarse perfectamente por mail. Yo no debía estar sola ahí porque se suponía que yo iría con los otros dos editores. Yo no debía estar bebiendo porque no quería, pero en ese momento era importante no verme como una niña y por eso bebí. Yo no debía estar ahí porque me daba mala espina este weón, aunque en ese momento trabajábamos con él. ¿Sabes por qué me jode tanto? ¿sabes por qué me molesta tanto? Me ofreció vino y llegó un momento en que intentó empujarme a la cama ¡empujarme! Le exigí el puto pendrive y salí corriendo de ahí, no recuerdo si lloré al salir o más allá, mientras recorría calle Cisternas caminando hacia el norte. En algún lado se detuvo un motociclista y le pedí que, por favor, me llevara (le ofrecí hasta cuatro lucas); no habían colectivos pasando por esa calle y me sentía tan mal, como que no iba a alcanzar a llegar a mi casa; el motociclista se negó todo el tiempo, me dijo que no tenía otro casco. Ya amigo, gracias (después pensé que el amigo quizás estaba muerto de miedo de que yo le hablara en esas condiciones); demás que puedo arrastrarme hasta mi casa. Sentía frustración, ira, vergüenza. Me hice hartas preguntas ¿yo había sido sugerente? ¿había insinuado que deseaba sexo? ¿había hecho -sin saberlo- algún gesto incitador? ¿había cometido algún error en pedir el pendrive? No, no, no, no no no, nononono. Nada porque justamente no quería nada más que el pendrive.

 ¿Sabes por qué me molesta? ¿sabes? Esa mujer no sabe por qué me duele tanto y por qué me niego a dejar de hablar de "los jóvenes" o "los chicos", esa mujer no sabe que aún pienso en eso y me da asco, esa mujer no se imagina lo que me marcó y lo que me dolió y lo que lloré. Esa mujer no sabe la fobia que siento al pensar que a alguno de mis amigxs le pase algo similar sólo por desear ser escritores. Al escucharla contar como chiste por qué se había reído de mí en la presentación, no tuve ganas de insultarla ni de agarrarla a puñetazos, no tuve ganas de callarla, ni de decirle que jamás volviera a usar la palabra sororidad, ni que dejara de estar en un grupo de mujeres feministas; tuve ganas de decirle que no se riera, que no sabía lo que yo había pasado en la casa de su hermano.      

Decidí marginarme voluntariamente y no he renunciado, pero me hace falta poco para mandar todo a la mierda. Me estoy volviendo a caer en un pozo bien profundo y ya dejé hartas cosas la última vez que me pasó. ¿Qué hacer?      

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