Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

13 de marzo de 2021

Ira de carretera

Hace un año -y poco más- me regalaron un vehículo; algo sencillito y fácil de conducir (gracias Tía, te quiero mucho). Algo sabía antes de que me lo regalaran, porque las noticias/cotilleos se esparcen más rápido que cualquier otra cosa. Yo me resistía a la idea porque pensaba: "pero ¿cómo? y ¿para qué?, me las arreglo perfectamente con mi bici y, definitivamente, no sería buena conductora. No tengo como para comprar algo así y tampoco es algo que desearía, no tengo medios para mantenerlo... blablabla". No conozco las razones para ser beneficiaria de este regalo porque no era yo la opción más obvia. Mi tía se aseguró, por meses, de arreglar para bien todo aquello que podría causar el rechazo del regalo: le habló a mi familia (¿les pidió permiso?), lo conversó con su familia (supongo, no lo sé), preparó el regalo (lo dejó impecable) y me enseñó a conducirlo (se notaba que confiaba plenamente en mí cuando se paró delante y me dijo cómo hacerlo avanzar). 

Conducir es algo que jamás me provocó la curiosidad suficiente como para pedirle a mi padre que me enseñara (en la familia, es el único que sabe conducir), tampoco se me pasó por la cabeza la idea de que algún día tendría un vehículo, pues no tengo poder adquisitivo y tampoco de ahorro. Cuando yo tenía 19, me encontré con una chica de 29 y me aconsejó que aprendiera pronto a conducir porque decía que, mientras más edad tuvieras al aprender, más temerosa era la persona y la probabilidad de sentir miedo "para siempre" era más alta; mi madrecita intentó aprender a condudir alrededor de los 40 y jamás pudo volver a intentarlo. 

Si bien escribí arriba que yo no era la mejor candidata, por otro lado sí lo era: soy una mayor de edad que no te imaginas que tomaría riesgos innecesarios en la calle (onda, hacer carreritas en la calle o sentirme atraida por las carreteras y los viajes largos); llevo años andando en bici por todos lados y conozco a nivel conductor las normas viales; no he estado jamás involucrada en accidentes con la bicicleta (sólo dos caídas absurdas y por descuido); no tengo la edad para no temer o para sentirme invulnerable -risitas-; trabajo dentro de la casa por lo que el vehículo no me serviría a diario como para estar expuesta todos los días a posibles accidentes; en fin, muchas razones por las cuales, creo, mi tía me escogió. 

Estuve un mes dando vueltas por los alrededores (Las Compañías), sin licencia, sola, aprendiendo sobre normas viales, recorriendo caminos que conocía a pie e intentando no ponerme nerviosa o sentir miedo, conociendo la lógica en la dirección de las calles y las carencias propias de las calles de sectores periféricos; me costó harto agarrar confianza -tal como decía la chica de 29- porque significa conducir algo mucho más grande, pesado y peligroso que una bici (tanto para el conductor como para las personas que te encuentras en el camino). Pasado el mes, fui a sacar licencia y salí a la primera; lo que fue un alivio. 
             
Llevo poco menos de dos años conduciendo. Uso el vehículo para ir a ver a personas que están lejos, a veces voy a dejarlas a casa, no se me ha ocurrido salir de la ciudad, voy a la casa familiar, voy a tomar tecito con mis amigxs. Me alegra poder ser útil -ir a buscar gente o ir a dejarla- porque uso poco el vehículo para "pasear" o para mi propio ocio; supongo que con mi mejor amigo, hemos viajado más por las calles que separan el lugar donde vivimos (porque vivimos lejos uno de otro). Antes de cualquier atisbo de toque de queda (octubre de 2019) agradecía mucho tener el vehículo, porque si lo deseaba, podía irme a la casa de mi amigo a las tres am. Desde entonces, me movía a la casa familiar y de regreso a donde vivo, con uno o dos gatitos en la mochila y con miedo de estar involucrada en un accidente, incluso temía que me pararan los pacos o los milicos (me produce asco siquiera verlos cerca) para pedirme "los papeles" (que, por cualquier cosa, están "al día"). Cuando ya se acercaba el final del verano del año siguiente y terminaba la feria del libro, estaba pensando en el modo de acostumbrarme bien a usar las horas del día en que nos permitían salir sin problemas. Me costó mucho dejar de salir de noche o madrugada, me dolió no poder disfrutar de las calles vacías e ir a la velocidad que yo quería y me parecía cómoda; me dolió dejar de ver a mi amigo a la hora que yo quería o tener que molestarlo cuando se me pasaba la hora y no podía volver a casa (me quedaba con él, aunque no me agrada quedarme en casa ajena); me dolía que mi familia me recordara constantemente que me fuera rápido porque ya la hora estaba cerca del toque de queda. Con el encierro, pues todo fue a peor con los tiempos fuera de casa, pero agradecí mucho tener un vehículo propio que me evitara usar alguna locomoción pública; me evitó perder tiempo esperando micro o coleto y enfermarme (incluso de resfríos comunes).  

Como he viajado en el vehículo familiar durante décadas de mi vida y le he puesto mucha atención a todo lo que sucedía en la calle o carretera; fue fácil moverme, aprender y conducir un vehículo propio. Lo que no sabía, era que también estaba aprendiendo a manifestar la infame "ira de carretera" y como entenderás, lo aprendí del único que sabe manejar en la familia: mi padre. Aparte de notar que en distintas ciudades las personas tienen una educación y comportamiento vial muy distintivo, también notas que la geografía y el estado de las vías es muy distinta dependiendo de la ciudad e, incluso, de la zona dentro de la ciudad en la que estés. Creo que acá es muy grato aprender a conducir, pues las personas son más bien "lentas" para trasladarse: dan la pasada (aunque sea contraproducente o absurdo hacerlo en ciertos lugares), tocan poco la bocina (aunque sea necesario), se toman la vida para estacionarse (aún en el centro, con tremendo taco detrás), se demoran en reanudar la marcha en los semáforos o disco pare (como que se ponen a hablar o se distraen con facilidad), se detienen en cualquier lado sin pensar que ese lugar no es apropiado porque estorba al resto de vehículos (autos, motos, bicicletas y peatones). 

Me he preguntado mucho en estos meses: ¿manejo bien? ¿soy respetuosa? ¿he sido impertinente? ¿he provocado la ira o miedo de otros conductores? ¿me temen los ciclistas o los peatones? ¿mi pasajerx siente confianza cuando conduzco? Con mi familia -en el vehículo familiar y con mi padre conduciendo-, nos hemos visto envueltos en dos accidentes de consideración: uno en medio del desierto, con una carretera de dos vías, sin quebradas o cerros alrededor y, por fortuna, sin otros vehículos en la carretera; otro, en medio de otra ciudad, en medio de unas vacaciones de verano. 

Cuando fue lo de la carretera éramos seis en el auto y nos hubiéramos matado todos si el auto hubiera dado "vueltas de campana" (eso lo supe después) o si hubieran estado otros vehículos en la carretera, pero no fue así, sólo zigzagueamos unas tres o cuatro veces hasta que el auto se detuvo perpendicular a la carretera, con el frente sobre la parte de la carretera en iba en dirección contraria y la cola (con el peso de cuatro pasajeros y las maletas) fuera del camino. En el norte, la carretera es de dos vías y en muchas partes está sobre el nivel del suelo -quizás un metro o algo así-, especialmente en las partes rectas de muchos kilómetros de largo, habiendo un desnivel breve de tierra entre la parte pavimentada y el resto del desierto: ahí quedó el auto y mi papá no pudo sacarlo con nosotros dentro, nos bajamos todos y, con mi hermano, empujamos desde atrás hasta que mi papá pudo regresar el auto a la carretera y del lado del camino que correspondía. En todo ese rato (20 minutos o media hora) no pasó nadie más por ahí. Yo acostumbro dormir en los viajes, siempre con el lado izquierdo de la cabeza apoyado en la puerta y ventana del asiento detrás del conductor; iba durmiendo esa vez, me desperté porque me golpeé la cabeza un par de veces -aunque no podría asegurarlo porque fue muy rápido-. 

Cuando tuvimos el accidente en otra ciudad -Iquique-, fue porque allá conducen muy rápido, las calles están llenas de autos abandonados porque es más barato comprar uno nuevo que mandarlo a reparar (lo que obstaculiza la visibilidad en casi todas las calles) y justo estábamos en una calle que daba con otra con una pendiente pronunciada: los tres factores y una mala decisión (acelerar antes de asegurarse de que no venía otro auto desde la calle perpendicular), hizo que un colectivo con pasajeros impactara de frente con la parte posterior izquierda del nuestro, el coleto se detuvo cruzado en la calle y el nuestro quedó a centímetros de impactar un poste de alumbrado público de madera. El coleto quedó echo pebre (se desarmó todo el frente) y el de nosotros quedó con una abolladura del lado del impacto. Mi papá, después de preguntar si estábamos bien, se bajó a dialogar con el conductor del coleto. Con mis hermanos comenzamos a reirnos muy fuerte y mi mamá estaba tiesa temblando adelante, al rato me dolió la cabeza muy re fuerte y, aunque no lo recordaba, de seguro con el impacto, mi cabeza chocó contra la puerta y no lo noté hasta que comenzó a dolerme mucho, pero seguía riendo. 

Dos accidentes vehiculares en treinta y tres años; ni siquiera sé cuántas décadas lleva conduciendo mi papá ¿es él un mal conductor? Yo he tenido dos accidentes... o más bien caídas feas en bicicleta; no he dañado a nadie ¿soy yo una mala conductora? 

Cuando apenas había comenzado a vivir en esta casa, me gustaba hacer celebraciones de todo tipo; año nuevo, halloween, cumpleaños. Me esforzaba harto para que la gente se sintiera feliz, que pudiera celebrar hasta el otro día pasando el mediodía, hacía galletas, pan, salsas y compraba dulces de muchos sabores; cosa que nadie se curara mal y pudiera celebrar hasta que quisieran irse. La última vez que hice algo, pues sentí la obligación de animar la madrugada porque la gente no se "veía feliz"; saqué una botella de absenta -que compré a medias con un amigo, para el lanzamiento de Teleidoscopio y que, para esa oportunidad, no consumimos- y casi que obligué a los presentes a beber: todo se transformó en un desmadre muy absurdo (acá el relato de esa curadera: Hoy recordamos el irrelevante origen de “Chicharrón” el chichón.). Esa fue una caída fea y me pegué en el mismo lado de la cabeza que en los accidentes en vehículo, pero contra el pavimento. La última vez que me caí mal en bici, iba a una feria (día del libro, plaza de armas); no había dormido en toda la noche y tuve que escoger si ir en vehículo o en bici. Pensé que me sentía tan cansada que si iba en vehículo y me caía, iba a morirme; por lo tanto amarré todo a la bici y, por el cansancio, me caí en una ranura con bordes metálicos dentro de una bencinera. Como llevaba tanto peso encima, la bici se sentía pesada: miré la rueda trasera para saber si estaba desinflada y, al mirar de regreso adelante, ya la rueda estaba dentro de la ranura y -me parece- que salté a un costado mientras la bici quedó al revés. Si no hubiera saltado a un costado, me hubiera pegado en la cabeza de frente y probablemente hubiera quedado medio inconsciente; como salté al lado, todo el peso de mi cuerpo lo recibió mi mano derecha (la palma y la muñeca). Esa vez me ayudó un tipo que trabaja en el semáforo y dos trabajadores de la bencinera; pararon la bici, recogieron mi mochila, me ayudaron a levantarme. Lo único que pensaba era que, a causa de lo espectacular que se vio la caída, esas personas fueron a ayudarme, porque cuando me había caído sin tanto show (un resbalón o cuando se me había caído algo de la bici, nadie se acercó e incluso más de alguien se rió de mí). La bici no "andaba", el tapabarro, la rueda y el canastillo delantero estaban tan chuecos que no dejaban que la bici avanzara; la dejé amarrada en la bencinera y cargué mis cosas como pude hasta un coleto. Llegué tarde media hora, evidentemente. Me bajé a una cuadra y media de la plaza de armas y me costó un montón llegar al lugar: me dolía tanto la mano que apenas podía tomar las cosas y me estaba doliendo el brazo. ¿Estaba quebrada mi mano? ¿tenía dañado el brazo? Ese mismo día, en la feria, me di cuenta que era un golpe y nada más. Estuve con la mano hinchada y delicada por poco más de una semana; no tenía nada de cuidado, sólo un machucón cerca de la muñeca. Le pedí a mi papá que fuera a desamarrar la bici y la llevara a casa porque yo no iba a poder arrastrarla hasta la casa. Mi tía estaba muy asustada porque pensó que me había caído conduciendo su regalo, no, si me hubiera caído en otro tipo de vehículo quizás hubiera muerto. Llegué a la feria, a duras penas y sola; misión cumplida, supongo. Yendo sola, sabiendo que me muevo sola, estando un poco decaída o cansada, pidiendo que la gente vaya -aunque sea un rato- a las ferias: me siento un poco más animada, acompañada y querida. Y eso me quitó un poco el dolor ese día; tengo una foto con Guise y Juanita, en que mi carita es de "ouch" -risitas-. 

¿Soy mala conductora? ¿mi pasajero siente confianza cuando voy conduciendo? 

Padezco de ira de carretera porque mi padre también la padece, porque he aprendido de él las normas viales y un modo impropio de expresarse al volante. Es extraño, porque no lo noté hasta que comencé a llevar a mi hermana y a mi madrecita: "ay, Pía, eres igual que tu papá". Sí, las mismas chuchás, las mismas palabrotas, los mismos improperios: dichas por lo bajo, masculladas o, a veces, a viva voz. Me estresa conducir de día porque, en serio, me da mucha rabia que los conductores serenense sean tan re-pavos, poco prácticos, poco decididos y leeeentos. Podría alguien decirme que no, ahí recuerda que he estado dentro de un vehículo en varias ciudades y, comparando, se nota mucho cómo conduce la gente. Ni amarrada podría conducir sintiéndome segura en Valparaíso o Iquique (la gente suele ser muy re cuática para conducir), en cambio sí podría hacerlo perfectamente acá, Coquimbo o Calama. No me he metido mucho en las carreteras, igual me da un poco de miedo; aunque me encantaría ir a Paihuano a ver a una amiguita que vive allá, ese será un viaje que haré sí o sí (algún día). 

No puedo escribir mucho más de mi experiencia de conductora, creo que hasta acá queda (mientras reúno más vivencias).

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