Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

8 de marzo de 2021

Tirando tejos y petardos - Aventuras antofagastinas [Parte III]

 Aún no tengo claro si fue culpa del lugar o era porque sentía más confianza en mí, quizás porque iba acompañada o porque era un lugar en dónde nada podía pasar “a más”. Antofagasta, el paraíso de las teiboleras. Antofagasta y su imposible Feria del Libro Independiente. Antofagasta y su extraña forma de invitarme, devolverme y volver a invitarme. 


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Cuando se hizo el primer slam poético en la Feria del Libro Independiente, pocos se inscribieron y quedó la tandalá -como volvió a ocurrir el año siguiente y por eso dejó de realizarse-. Esa primera versión fue aburrida, ya que se disputaban el premio un puñado de santiaguinos histriónicos versus un puñado de antofagastinos muy tímidos. Nadie sabía muy bien de qué iba un slam -aunque en las bases se describía todo el proceso- y asumo que los que se inscribieron tampoco estaban muy convencidos; provincia, feria independiente, primera versión, poca convocatoria, poco interés. Yo me pasé un par de veces por el escenario, pero se sabe que no me gusta la poesía y no me dieron ganas de quedarme; igual se escuchaba desde el módulo que nos asignaron, pero -según yo- no había nada interesante ahí.

Ya en la noche del último día, la organización nos invitó a una celebración en un lugar amplio, tan amplio, que dentro del lugar estaban haciendo un asado. En ese tiempo percibí una especie de boom del veganismo (pues, para mí, sólo en aquel momento fue muy evidente), o sea, casi todos los invitados de editoriales eran veganos o vegetarianos y, como estarás imaginando, se sintieron profundamente ofendidos por el mega asado que se estaba cocinando dentro del lugar. En algún rato se notó porque, de un momento a otro, sólo quedaron unos pocos editores, los que trabajaron como "tramoyas" en la feria y algunos miembros de un círculo literario de Antofagasta. 

La tendalá de ese slam se relacionó con la participación mayoritaria de hombres y la mínima participación de mujeres; con esa queja, se organizó un mini slam de mujeres en la celebración/finalización de la feria. Se inscribieron 5 mujeres, creo recordar: tres antofagastinas (Beatriz, Tania y Aída del Círculo de Artes Manuel Durán), una boliviana (Iris, que venía de Arica, por Editorial Cinosargo) y una serenense (yo pu ¿quién más? -risitas-). Con una mínima cantidad de personas y poquísimo público interesado en este repechaje de slam aunque hubo quejas unánimes (todos los vege/veganos se habían ido a otro lado), comenzó esta primera versión abreviada y exclusiva del gran slam femenino... no alcanzaba ni pa eliminatorias, así es que se fue al "aplausómetro". 

Yo hice trampa (acá el texto, aunque ha sufrido varias modificaciones a los largo de los años: Sexotopia), nijo leía poesía porque no escribo poesía; la hice "parecer" poniéndole histrionismo, sacando la voz de cantante de country y usando una lectura que acá provoca que me malcalifiquen y me presenten como "poeta" -a todo esto, odio a los que me presentan como poeta ¡porque asumen que escribo poesía sin haber leído nada de lo que escribo!-. Gané pu, me gané cien lucas. Igual fue bien triste todo, porque a quienes debiera interesar una lectura (en este caso, editores y escritores que venían con editoriales) no estaban, además parece que quedó mucha comida y copete; yo esperaba que la gente que se había quejado, por último, se quedara a escuchar. No puedo negar que estaba contentísima con esas cien lucas, aunque duraron menos que un candy; me los gasté en los dos días siguientes y en puras weás. 

Al bajar del escenario -mucho más improvisado que aquel de la feria- me felicitaron y me sentí muy feliz (aunque, claro, no era para sentirse así, éramos cinco en total y nadie tenía ganas de escucharnos o siquiera se quedó). A los minutos se me acercó un hombre mayor, más o menos de mi estatura, medio calvo y corpulento; supuse que era un antofagastino parte del círculo de artes -porque jamás he generado, en lecturas, el interés de ninguna editorial- y conversé, en tono amable, un rato con él... hasta que comenzó a tirarme los tejos y comencé a sentirme muy incómoda. Me molesta mucho que la gente quiera creer que lo que uno lee es cierto, a tal punto de que los convence de que te conocen y son capaces de actuar movidos por esa creencia. Creo que me fui de mala manera porque yo sabía hacia dónde iba esa conversación y me incomodó mucho, me sentí extraña. Cerca de la puerta, me pilló otro grupo -unxs chicxs mucho más jovenes- y una chica comenzó a hablarme, ella tenía las piernas muy largas, muslos gruesos en medias negras y un shorcito de mezclilla, polera anudada a la cintura, pelo muy largo y negro, piel tostada. No alcancé, de inmediato, a darme cuenta del tono que iba tomando la conversación, hasta que me tocó la pierna de modo sugerente: también me estaba tirando los tejos. También me sentí incómoda y me fui, también de modo poco amable*. 

En menos de una hora, había quedado patidifusa por los efectos inesperados de leer un texto y ganar un slam poético con un cuento, aunque no era eso lo que estaba pensando en ese momento. En el rato, pensaba que me sentía terriblemente incómoda y decidí que no leería más ese texto -aunque sí lo leí en alguna oportunidad mucho después-, salimos de ahí y fuimos a lo de siempre: dormirse temprano para levantarse temprano a la mañana siguiente. 

*PD: Un creador tiene la capacidad de crear y, en este caso, escribir de lo que se le cante y lo mejor es que puedes escribir lo que desees, creas o no, conozcas o no, lo vivieras o no. Lo único que puedo decir de ese texto es que me di cabezazos para que el lector sea incapaz de definir el género del personaje que narra; esa noche confirmé que había cumplido el objetivo, punto para mí.         

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