Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

20 de marzo de 2021

La primera vez

Hace muchos muchos años, antes de que saliera del colegio, me enteré de que existían los blog: en la tele salían notas de que "era la nueva moda" y entrevistaban a algunos santiaguinos que se entretenían escribiendo. En esos años mi cabeza -y supongo que la de toda una generación- estaba llena de cuentas de fotolog y no conocí a otros blogueros hasta mucho tiempo después. En esos años leía un blog de una chica santiaguina muy friki, en un blog amarillo de columna larga y centrada, llena de monitos kawaii y letra minúscula. Si bien no leí todas las entradas de su blog -según mi impresión, la chica escribía mucho-, de la temática del blog solo recuerdo que era personal. La entrada que más recuerdo fue aquella en que escribía sobre el día en que se graduó del colegio: la ceremonia, la fiesta, el apoyo familiar, las cosas que hizo, el asunto con los zapatos. Ella describía un día normal, pero con una actividad extraordinaria; describía un día lleno de cosas que hacer, pero con los matices propios del cansancio y las equivocaciones... no se parecía en nada a las películas. Yo anhelaba salir del colegio, no porque quisiera ese recuerdo o porque deseaba esa fiesta o esa cena: yo quería salir del colegio y no regresar jamás. Vi muchas películas durante mi época escolar y la gente (actores que no tenían 18 años) la pasaban muy bien, hacían locuras, complían algún deseo escondido, se declaraban, daban un discursito motivador, era una fiesta guay en que pasaban cosas que jamás volverían a pasar. Yo no sabía bien si aferrarme al recuerdo normal que había leído en el blog de esta chica friki o al recuerdo de una película cualquier en donde pasan cosas geniales porque sí; lo único que tenía claro, era que deseaba, más que nada en el mundo, salir de esa mierda de colegio y no volver a ver jamás a los otros estudiantes. 

Ya debía saber que todo ese show de las fiestas es un fiasco de lloriqueos y estupideces, una mentira que se sostiene con cada persona que asiste y avala esta mentira, pero aún guardaba esperanzas de pasarla ¿bien?... nah, mi idea era "pasarla normal". Recuerdo vagamente algunos hitos.
1.- Un paseo de curso al que no fui porque mi papá me dijo que no quería que fuera "así" (con cara de culo, supongo, porque él no cree que existan las personas deprimidas y alerta de spoiler: en ese tiempo pensaba mucho en lanzarme por una ventana desde un piso alto... "ideaciones suicidas" se llaman, lo aprendí años después... pero ¿cómo sabía que pensaba lanzarme de una ventana? ah, el profe jefe le dijo que temía que yo me suicidara porque me veía deprimida; mi padre me retó sin preguntarme, mi madrecita lloró y no dijo nada; nadie jamás volvió a hablar del asunto y fin).
2.- Una ceremonia en el gimnasio del colegio en donde recibí dos "reconomientos"... uno del profe de artes porque siempre iba a clases aunque sabía que el resto del curso se había puesto de acuerdo para no ir y uno de la bibliotecaria porque le ayudaba a arreglar la impresora y pasaba mucho tiempo con ella. Ambos premios eran algo que, supongo, ellos pensaron que me alegraría o sería significativo: me sentí como con las medallas de octavo. Ir a clases siempre -como corresponde- no merece un premio, saltarse clases en la biblioteca -con la complicidad de la bibliotecaria- no merece un premio. Evidentemente todos con los ojos como platos porque yo no destacaba en nada, no valía nada para el colegio, no era nadie, no tenía un grupo, no era querida entre mis compañeros, no estaba sacando buenos puntajes en la psu, no quería a mis profesores, no quería a nadie realmente y nadie debía quererme tampoco (ya, me quería Lucía, quizás, y algunas otras chicas que me dieron sus tarjetas de despedida).
3.- Una cena horrible en donde un espejo -de lado a lado, de piso a techo, de camino al baño- en un pasillo, me recordaba constantemente que odiaba mi cuerpo y mi cara, y que mi mamá no me dejó llevar mis lentes ópticos, por lo que todo se veía mucho más distorsionado y era asqueroso todo en ese lugar y que odiaba ese "vestido" -no, no usé vestido, sino una falda pantalón hasta los tobillos y una blusa con drapeado que cubría cada centímetro de mi piel, menos el cuello y las manos- que yo no quería usar porque no era la ropa que yo había escogido... me veía como la madrina gorda en una boda en que te invitaron porque eres la soltera y te da pena mostrar piel porque te ves fea y las chicas delgaditas y sabrosas te recuerdan que nadie debe verte el cuerpo porque te odias de verdad y te poner un ropa tan tan tan impropia de ti, ni el color te gusta, ni la tela, ni el diseño, ni nada. Comimos un trozo de carne horrible sobre una lechuga aplastada desde hacía horas, supongo que había algo más para comer, pero no lo recuerdo. Mostraron fotos -en una cutre presentación de ppt) de cuando éramos niños -digamos, de antes de esa nefasta época escolar en ese colegio- y mis ojos verdes en ojos grandes en cada foto y la sonrisa genuina que mostraba antes de que naciera mi hermano y hermana, los vestiditos confeccionados por mi madrecita y el luminoso mediodía en Chuquicamata hicieron que la gente presente (compañeros de curso, madres y padres) lanzara muchos "¡es la Pía!" y "ah". Yo, muerta de vergüenza, me preguntaba ¿para qué?, yo era un estropajo feo y triste comparado con esa feliz Pía infantil; creo que después le reclamé mucho a mi madrecita, que jamás me contó nada de esto y, obvio, las escogió a su gusto sin siquiera hablar conmigo -como había estado sucediéndome desde los tres años; enterándome de las dicisiones familiares cuando me empujaban a la puerta de los colegios el primer día de clases-.
4.- Una fiesta de fin de curso a la que no me dejaron ir por una pelea por un vestido (el que yo quería, mi padre lo calificó de "ridículo" y él decidió que yo no iría para hacer el ridículo y mi madrecita no dijo nada -como siempre- y ahí quedó el asunto)... parece que tampoco hablé con nadie después, por lo que jamás supe cómo había sido la fiesta.

Todo fue normal, como contaba la chica del blog. Yo envidiaba su capacidad de escribir (a los 18 años) tanto y tan bien, describiendo todo lo que le sucedió, contando a lectores desconocidos su noche especial. Pasaron muchos años antes de poder alcanzar la misma extensión de las entradas de la chica del blog amarillo, ejercicio constante e interés en el blog supongo. No tengo historias interesantes o extraordinarias que contar, por lo que los grandes hitos bloguísticos de livejournal o wordpress nunca fueron mis referentes, sino esa chica santiaguina del blog amarillo que contaba su vida normal en un blog que leían desconocidos.   

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