Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

11 de octubre de 2020

Perdón que me emocione (no, mentira).

Otra vez pensando en el encierro. Otra vez en la incertidumbre e intentando no irme en la profunda porque sé que hay otros en peor situación. 
A pesar de ser enemigo de la rutina y la disciplina, he pensado en que es necesario un orden; bajo las circunstancias es necesario asirse a algo. Lo he evitado por mucho tiempo, décadas en que he escapado de hacer actividades con horarios determinados. Como si me da hambre, duermo si siento sueño, me recreo si necesito distraerme: esa fórmula funciona en tanto esté relativamente bien, en la medida en que siento que hago algo útil y debo hacerlo porque es parte de mi trabajo. No se trata de evitarlo porque me sea difícil -pues resulta que soy buena en tareas repetitivas-, se trata de que hay tiempos en que exploto y me voy a la chucha; soy capaz de abandonar cualquier cosa cuando me pierdo y si estoy sola es más fácil explotar en paz y que la responsabilidad de ese abandono de actividades sea tomado por mí -cueste lo que cueste-. 
Después del verano exploto, cada verano después de la feria del libro y me recupero después de septiembre, quizás porque me recuerda que he estado viva otro año completo. Cansancio, mucha calle, gente y horarios: me mata todo junto y, al finalizar el verano, detenerme a tomar aliento significa morirme un buen rato. Cero actividad, cosas que hacer arrastradas desde el verano, devolver y cuadrar la vida, desaparecer un buen rato y morirme unos meses.
De repente quisiera disculparme con todas las personas que me han pasado pegas y a las cuales no he devuelto ni una llamada; estoy en eso, aunque me tomaré mucho tiempo. De repente quiero llorar o pienso en que sería una buena ocasión de hacerlo, pero no he podido llorar... ni recuerdo cuándo fue la última vez.  

No hay comentarios: