“En general no había otra cosa que hacer en esas pensiones y
apartamentos baratos cuando se estaba arruinado, muerto de hambre y a punto de
terminar la última botella. No había otra cosa que hacer más que escuchar aquellas
discusiones salvajes. Eso te hacía darte cuenta de que uno no era el único que
estaba absolutamente desencantado del mundo, que uno no era el único que se
encaminaba hacia la locura”.
Muchas veces me quedé sola en la habitación que arrendaba con mi compañera
de carrera. Sin ningún peso no hay muchas cosas que hacer, me dedicaba a dormir
hasta tarde y a esperar que llegara el lunes para asistir a clases. Escuchar el
ruido de la gente, el movimiento del resto de arrendatarios y sus discusiones
era una actividad que no elegí, pero que me distraía de la situación y me
centraba en los asuntos reales que debía solucionar cuando regresara mi
compañera. Experimenté la soledad como una especie de viaje psicodélico, el
tiempo perdía su significado, el día y la noche se mezclaban, no dejaban
espacio para diferenciarlas. Me sentía perdida, loca, ausente, desgraciada.
1 comentario:
Recordé, no sé la causa un libro de Weirauch que no he leído nada, pero tengo una tentación inmensa de conseguirmelo para leerlo y empezar a morder a medio mundo, el libro era "Der Skorpion", ¿Te das cuenta que cada narrador tiene sus técnicas, su movimiento, un ritmo? Sigo exijiendo en la extensión.
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