“Fuimos hasta el bulevar y entramos en un almacén que vendía chicle.
Compramos varios paquetes y nos lo metimos en la boca. A él le preocupaba que
su madre lo descubriera. A mí no me preocupaba nada. Nos sentamos en un banco
del parque mascando chicle, y yo pensé, bueno, ahora sí que he encontrado algo,
algo que me va a ayudar en los días venideros”.
Henry se refiere al alcohol, él lo probó muy joven y no lo dejó en toda
su vida. Apenas dejé de vivir con mis padres, el alcohol fue un modo fácil de
evadir mis problemas y la soledad, no puedo decir que bebiera demasiado, pero
prefería “tomar” antes de juntarme con alguien a conversar. No es un asunto que
me guste contar, pero de hecho nunca lo negué o traté de ocultarlo. Tal como a
Henry, no me importaba ser descubierta, nunca intentaba tapar el olor ni
parecer particularmente preocupada por las consecuencias de mi actuar. En
primera instancia solucionó mis problemas, pero a medida que corrían los meses
mi ánimo fue decayendo y como no, pues el alcohol brinda ayuda momentánea, pero
te la cobra de modos extraños. Henry nunca dejó de beber, nunca se arrepintió y
muchos de sus relatos están íntimamente relacionados con sus borracheras, yo
dejé de beber sola y muchos de mis relatos están basados en madrugadas
acompañadas de alcohol.
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