“Me miré en el espejo. Era fantástico. Tenía la cabeza completamente
vendada. Absolutamente blanca. No se distinguía nada salvo mis ojos, la boca y
las orejas, y algún que otro mechón de pelo en lo alto de mi cabeza. Me sentía oculto.
Era maravilloso.”
Cuando me siento triste o deprimida, me escondo, acomodo mi cabello
para que oculte mis ojos. Sentir que la gente no me está mirando o que no
existo para el resto el planeta, es maravilloso. En el colegio me quedaba horas
en la biblioteca, sola. Mis “cimarras” las hacía en la biblioteca, en los
aniversarios y fiestas me escapaba de las actividades porque deseaba ocultarme
de toda esa gente que murmuraba a mis espaldas. En más de alguna oportunidad quise
desaparecer.
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