Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

24 de junio de 2021

No aquí, no ahora

*Esta entrada se escribió el 24 de enero de 2021.

Yo sé que, para muchos, debe ser un momento intenso -por decir algo amplio, pero que no comprometa una emoción en particular-; asumo que sabes a qué me refiero, pero prefiero no nombrarlo porque aún es pronto para referirse a algo así. Me empuja a escribir algo más, algo que recordé a propósito de lo que acaba de acontecer.

Un sábado cualquiera, en el segundo semestre de mi segundo año de universidad, fui a carretear con los que yo consideraba mis amigos. Para todos ellos, era muy común reunirse en alguna casa arrendada, en ese tiempo los que vivían en casa (y no en pieza) era porque arrendaban con otros estudiantes; ese era el caso del lugar en que estuvimos ese sábado. Si bien a algunas de esas personas las consideraba amigos, muchos años después comprendí que esa cercanía que yo llamaba "amistad", ellos lo consideraban "conveniencia": si bebían, yo ponía las chauchas que no cubría el cheque sodexo; si comían, yo pagaba más de lo que comía; si carreteaban, yo era enviada a casa por jugosa y nijo me acompañaban; si estaba sola no importaba, pero si ellos estaban solos había que acompañarlos; si lloraba era sola, si ellos lloraban había que consolarlos. Vale, estoy siendo egoista o quizás estoy sobredimensionando los recuerdos y es que cada vez que pienso -en aquellos años y aquellos "amigos"-, me pego con la misma piedra ¿en dónde están esos amigos? de ninguna parte hubo jamás un ánimo de mantener contacto ni siquiera un trato amable o atento. Yo, por muchas cosas, me sentí herida o dañada y por lo mismo no me dolió salir de todo eso, abandonar y con eso dejar de ver a un montón de gente. A modo de conclusión, yo no entendía lo que era la amistad y ellos tampoco tenían un interés amistoso en mí (más allá de un interés "por defecto", porque no nos quedó otra que existir como compañeros de carrera).

Ese sábado y como yo estaba muy perdida en ese tiempo, no recuerdo nada más que instantes, lo importante es que llegué caminando al carrete porque vivía cerca y volví de madrugada a mi pieza, totalmente ebria. Ese carrete fue de los pocos en donde me fueron a dejar a donde vivía, aunque quedaba a un par de cuadras de distancia y me había ido sola en peor estado y desde mayor distancia (ya fuera porque no querían dejar el carrete por mí o porque yo me iba sin decir nada y me importaba medio carajo). Por esta "dejada en casa/pieza" y por lo que pasó después, recuerdo ese detalle. Como yo estaba muy borracha perdida, me dormí súper rápido y dormí casi todo el domingo, por la tarde/noche comenzó a sonar el celular (en ese tiempo nadie tenía rrss o mensajería instantánea). La Sierra Morena -una chica que era amiga de la Rubia- vivía a algunas cuadras de distancia, por lo tanto quedamos de reunirnos a medio camino, en la pieza de ésta última -que vivía en la pieza más grande, tranquila y que tenía una mesita en que podíamos sentarnos, las tres, cómodamente-. La noche anterior un compañero de carrera se había colgado (suicidado), era uno de los arrendatarios de la casa del carrete, uno de los chicos que me fue a dejar a mi pieza la noche anterior. 

Las chicas se sentían extrañas e inquietas (tanto o más que yo), debíamos hablar y lo hicimos, estuve ahí como seis horas -me parece que me fui alrededor de las 3 am. a mi pieza-. Ese chico no era mi amigo -ni tampoco pretendíamos serlo-, era muy amigo y cercano de los chicos con los cuales yo me juntaba, los mismos que me habían invitado al carrete, los mismos que tenían mucho (en serio mucho) en común con la mayor parte de los estudiantes que entraron un año antes a esa carrera. 

Recuerdo que la conversación en la pieza de la Rubia fue muy cálida, casi familiar, pausada, atenta, reflexiva; en todo momento la percibí honesta y a corazón abierto. No quiero que se malinterprete, no es que en otras oportunidades no hubiera sentido eso, pero la ocasión nos obligó a tomar -al mismo tiempo- una actitud particular, un hecho extraordinario que nos dejó perplejas y nos dejó una cicatriz que perduró durante algunos años más (hasta que dejé la carrera, un par de años después, aún se comentaba aquello). Esa noche me enteré de hechos que quizás no quería saber o de cosas que me hubiera gustado no escuchar; reconozco que no pude evitarlo, no pude decir "no", aunque me sentí incómoda cuando terminó todo y debía volver a mi pieza. 

El lunes nos enteramos de que la escuela (agro) facilitaría un bus gratuito para quienes quisieran ir al entierro (en Ovalle). Yo no deseaba ir, no quería ir, no tenía por qué ir, no conocía al chico, apenas habíamos cruzado palabras, apenas si conocía su nombre, apenas si conocía Ovalle. En ese tiempo era mi deseo contra el deseo de mucha gente, era mi "no quiero" contra el "debemos ir" de -por lo menos- 40 personas; en ese tiempo no tenía una razón de peso para negarme y dudo que yo misma lo entendiera; esto no pasa todos los días, esto no pasa a cada momento, esto no es natural, esto no debe pasar. Por supuesto y, como estarás acostumbradx, ya con muchos años más lo entendí mejor, puedo ponerlo en palabras y decirlo (en ciertos lugares y con ciertas personas), pero me sienta fatal hablarlo en el momento; lo vine a entender hace un par de años, con la muerte de la madre de un amigo muy muy querido. 

Me subí a ese bus y el ambiente estaba tan cargado (no de "energías", sino de mal ánimo) que era desagradable solo estar ahí. ¿Mencioné que llovía ese día? estaba nublado, muy frío y estaba lloviendo; no una lluvia pesada, pero todo estaba húmedo y seguía cayendo agua, a veces más fuerte y a veces más leve, pero todo estaba mojado en Ovalle, en el mismo lugar que las personas del norte escogen para vivir porque se parece -en clima- al desierto. Llegando a Ovalle, creo que caminamos un tramo hasta una casa familiar donde lo estaban velando, yo me negué a entrar y esperé en la cera del frente, ellos entraron serios y salieron llorando: "se ve en paz". Otro recuerdo, en una iglesia, una misa; me negué a entrar y me quedé mascando una marraqueta en la entrada de la iglesia; comí, mastiqué y tragué ese pan con rabia y desprecio, con hambre y hastío, sintiéndome obligada a quedarme hasta que eso terminara porque no sabía cómo volver al bus y tampoco tenía dinero suficiente para volver a Serena por mi cuenta. Aborrezco las ceremonias religiosas, las misas, los entierros, las oraciones, los cantos: me molesta todo de las iglesias y las creencias religiosas. 

De regreso, todos iban durmiendo; en mi hombro durmió ese chico que más consideraba "amigo". Yo ni dormí, el apuro por regresar a Serena me hacía tener los ojos abiertos y estar muy atenta a cada cosa que aparecía por el camino. Ovalle como ciudad no me agrada, se parece mucho a Calama; cuando me tocó ir dos o tres veces a la semana (por la carrera) odiaba tener que quedarme allá durante el día. Al parecer estuve viajando un semestre y acabé por decidir que eso era estúpido, estaba gastando recursos que no se convertirían en nada y yo sabía bien que no terminaría esa carrera: en esos años creí y le achaqué la culpa a la carrera (y me cambié en vez de renunciar definitivamente), pero debí, en ese entonces, intuir que era yo: mi incapacidad intelectual, mi falta de paciencia, mi repulsión a espacio educativos formales, mi pereza, mi falta de ambición, mi intolerancia a las rutinas, etc. 

A veces, después del entierro (y muchos años después), salía el tema de este chico; me incomodaba de sobremanera porque quienes lo mencionaban lo recordaban con dolor, aún se sentían mal con ese hecho, pero volvían a recordarlo con la misma intensidad de ese domingo en que supimos que se había suicidado. No tenía problemas con el dolor que sentían y manifestaban -entiendo que no puedes evitar que las personas sientan dolor, más si ellos eran muy amigos-, me provocaba cierta incomodidad que les fuera tan difícil aceptar que una persona había tomado su propia vida y que estaba muerto, que no volvería y que revivir ese dolor, en ese momento, era hacerse más daño. 

Si bien hace más de diez años que no tengo contacto con esas personas, me los imagino (todavía) hablando, de vez en cuando, de este chico; no sé si les producirá lo mismo, no sé si alguno de ellos va a ver a la familia o continúa yendo al cementerio. La vida sigue, de una u otra manera.     

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Cuando era niña, cada dos años, mi familia venía a vacacionar a La Serena; entre las salidas obligatorias estaban las visitas al cementerio (mi familia proviene de esta región, por lo tanto, los muertos están enterrados acá), las visitas a la familia de Coquimbo (no tengo muy clara la relación sanguínea, pero es una especie de familia extendida), la visita a familiares en el valle entre casas rurales y cementerios casi abandonados encima de algún cerrito (acá tampoco tengo muy clara la relación, aunque tampoco íbamos mucho para allá). 

En Coquimbo, íbamos a ver a una señora muy amable y siempre nos preparaba algo rico para comer, su casa era muy entretenida y mis padres siempre hablablan horas y horas con ella, se notaba que era una mujer muy querida. En algún momento dejamos de ir porque crecimos y los paseos ya no eran "tan familiares" (o sea, no íbamos todos juntos). Ella tenía un hijo y falleció muy al sur -creo recordar que en el mar, algo con un barco-. Mi papá me dijo en ese entonces -en estas ocasiones en que fallece alguien cercano a nosotros o alguien cercano a alguien que conocemos- que no mencionáramos eso, que no es necesario, que las personas sienten dolor y que nosotros no tenemos que recordarles constantemente que alguien querido ha muerto. 

Es una de las pocas veces en que mi padre nos ha enseñado algo "tan serio" -y útil a la vez-, ya que casi todo lo que nos ha enseñado, mostrado y explicado tiene que ver con cosas prácticas: saber caminar en la oscuridad sin caerse (por si se corta la luz), saber ponerle las pilas a la linterna con los ojos cerrados (para tener algo de luz en caso de catástrofe), no caer en pánico cuando hay sismos (mi madrecita, en cambio, le tiene terror a los temblores), tener cuidado con la electricidad, saber como funcionan las cosas más básicas de una casa (llaves, enchufes, interruptores, cálefon, visagras, etc.), arreglar pequeñas cositas que se rompen en casa y consejos para sentirse seguro en casa (despejar vías de escape, saber siempre dónde dejas las llaves, saber qué hacer en casi todos los casos en que se necesiten acciones prácticas/rápidas/eficientes, etc.). En otro aspecto, pues digamos que a mis padres no se les dan los asuntos de "anticipación", por llamarle de alguna manera, porque es difícil calificarlo bajo un solo nombre. Asuntos como: mis niños son adolescentes y es necesario conversar sobre sexualidad (jamás tuve "la charla"); mis niños no se ven tan felices como nosotros esperamos (weno, que se jodan porque tienen de todo); pensamos que están haciendo algo "malo" (violemos su privacidad y sapiemos su pieza a ver si encontramos algo, porque preguntarles ¡jamás!); creemos que alguien está bebiendo demasiado (organicemos una competencia de beber chela pa cachar cuánto aguanta, pero preguntar, hablar o manifestar preocupación ¡jamás!... true story). Por un lado ha sido bastante grato aprender por las mías: sin la censura familiar; sin cesgos morales, éticos o religiosos; sin restricciones ni límites; sin intervenciones; prácticamente sin opiniones. Ahora, el asunto con el "juicio", pues eso es notable: la lógica parece ir entre dos ideas que desembocan en una tercera que no tiene sentido. 1.- no hablamos de ti y tampoco te escuchamos porque no nos interesa y 2.- queremos saber de todo, pero no te preguntaremos; finalmente, 3.- como somos tu familia, tenemos la facultad de juzgar lo que haces -te guste o no-.

Esta entrada quedó escrita hasta acá y, un tiempo después, fallece otra persona que conozco (con la cual tampoco tenía ningún lazo particular).

*Esta entrada se reanudó el 7 de marzo de 2021.

Yo sé que, para muchos, debe ser un momento intenso -por decir algo amplio, pero que no comprometa una emoción en particular-; asumo que sabes a qué me refiero, pero prefiero no nombrarlo porque aún es pronto para referirse a algo así. Me empuja a escribir algo más, aunque esto no tiene mucho sentido tantos meses después. 

Esto, pocas semanas después, volvió a suceder. Fue distinto, no fue sorpresivo... al enterarme, pensé: "me alegro en realidad, es un alivio para ella". Por una amiga en común, me enteré de que me andaban buscando: ¿para qué? ¿por qué? Bueno, sabía por qué me estaban buscando, pero dudaba de las intenciones y "más vale prevenir que curar" (¿o no?); en realidad no fue haciendo de aquello mi consigna. Creo, profundamente, que las personas tienen el derecho de pasar el tiempo con quien se les de la gana, en cualquier circunstancia: cuando se está mal, cuando se está bien, cuando uno se enferma o cuando uno está sano. Cuando alguien te llama, te ve constantemente y quiere estar contigo -o tú mismo sientes ese impulso- pues se van afianzando las relaciones (de todo tipo). Si no sientes esa cercanía o interés, nunca te acercas y evitas relacionarte con estas personas; esto no debería cambiar cuando el contexto cambia, no puede cambiar ¿quién es el distinto acá? ¿cuáles son los motivos para cambiar de idea? No puedo concebir que alguien, de un día para otro, cambie de parecer: "hoy no me interesas, pero -de pronto y sin alguna causa que comprendas- mañana pretendo ser algo tuyo"... nah, a mí no.

Aparte de no creer (ni en mí misma), me apesta todo lo que tenga que ver con el compromiso obligado que sienten algunas personas al momento de fallecimiento de un tercero: esa gran mentira de que alguien te importa cuando se murió, pero no te interesó en vida, pero finges en el funeral, pero no le preguntaste cuando estaba vivo, pero lloras y vas a meterte en lo que debiera ser íntimo, pero jamás te permitiste una amistad con esa persona, pero ahora te duele y, diantres, ve a meterte porque sí. Gente: hacer algo por alguien, mientras puedes, es lo mejor y ese "mientras puedes" es en vida. No, no voy a ir a meterme; y si es que algún día voy a algo, voy a llegar tarde porque soy malísima en eso y me siento inútil porque no tengo idea de cómo actuar "pa bien"; asuntos como el dolor, el sufrimiento, la angustia, la pena, la rabia, me atemorizan cuando las siento y me remecen tanto cuando las veo en otras personas que me nublan todo sentido de practicidad; me comporto como una imbécil y no sirvo para eso, estorbo más que ayudo y ¿para qué? Ese dolor es de quien también lloró contigo cuando lo necesitaste. 

Quizás me fui un poco en volá, lo siento si perdí un poco el hilo de lo que estaba escribiendo. ¿Sabes? no quiero mentirme en esto, no quiero actuar según las expectativas, no quiero ir allá a mentir a la cara de quienes en realidad sufren con eso. No quiero verlos, no quiero darles explicaciones, no quiero que me digan que esperaban que yo estuviera ahí, no quiero verlos llorar, no quiero decirles estupideces porque no existe nada bueno para decir en esos momentos. 

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PD: A quien más conozco es a mí, nadie más puede decir que me conoce más que yo; lo mismo para cada unx de ustedes. Este blog tiene más de mí de lo que he dicho en la vida a alguna otra persona, parte importante de mí está acá -abierto y disponible para quien le interese-. No, no es un lloriqueo, estoy usando lo que sucede para escribir un poco al respecto. 

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Postdata 2 de algo que mencioné, pero de lo que no escribí en los párrafos anteriores:
Mi familia cercana es muy pequeña y me ha tocado "ver de cerca" la muerte muy pocas veces, la última vez fue mi abuela y digamos que me agobió un poco por la actitud del cura (que dijo puras weás -en serio- en la misa e hizo llorar a mi madrecita); por lo demás, pues todo muy como corresponde.

Hace algunos años la madre de un amigo -muy muy querido- falleció, yo comencé a donar sangre por ella y seguí donando sangre hasta ahora (voy en cuanto puedo, aunque no sea para alguien que conozca). Entre que me enteré por otros amigos cercanos y lo rápido que fue todo, no me planteé ir al funeral porque soy súper inútil y pensé que sería un estorbo más que una ayuda (incluso descarté mi presencia, que igual creo que es inútil en estos casos, en serio). Entre que pasó el funeral, algunos días después, otra amiga de este amigo me retó por mensaje: "oye ¿por qué no fuiste?" o algo así... me sentí muy rara, ni mi amigo exigió mi presencia, pero esa amiga me retó; fue extrañísimo porque yo justo estaba pensando en escribirle algo a ese amigo, pero no sabía ni qué deseaba escribirle. Puede que una semana después le escribiera diciéndole algo y disculpándome por no acompañarlo; nuestro trato siguió igual, creo que es de las pocas personas que me comprende bien y me escucha (aunque no esté de acuerdo con lo que digo). *No le digan que escribí de esto... si saben a quién me refiero.

Hace menos tiempo, el padre de un amigo falleció e igual fue bastante rápido todo, me enteré porque me mensajearon un montón y cedí ante la presión de ir (aunque era bastante lejos). No soy de llegar extremadamente tarde, a lo más quince minutos o algo así -a menos que existan circunstancias externas a mí, como el tráfico o falta de locomoción-. Recuerdo que "la hice laaaaaarga", me tomé tanto tiempo que apenas llegué casi al final, cuando ya las personas se retiraban; no entré tampoco hasta último momento porque me agobié mal. Esa vez preparé un paquetito con algo que creí sería más útil que mi propia presencia y me evitaba decir algo: entregar el paquetito, decir "espero te sirva" y "escribe", retirarme... sentí que fui útil de alguna manera y no interrumpí, creo.

En el patio hay cuatro gatitos enterrados: tres de una camada de gatitos recogidos de días y uno que vino a dar aquí envenenado (después me enteré que era la mascota de alguien). Yo hice lo que creí necesario hacer y si bien advertí a mi familia que había enterrado a los gatitos en el patio, no les dije dónde exactamente, pero sí les dije "por ahí, cerca de ese lugar x". Sabía que si les decía, los buscarían o terminarían desenterrándolos porque sí... ya, yo la paranoica -dirás-, yo la cuática -pensarás-; en las semanas que siguieron mi madrecita reformó partes del patio al azar (una parte bien linda que había arreglado ella misma) y cerca de los gatitos chicos; mamá ¿por qué chucha moviste ahí? estaba tan lindo todo, tú misma lo arreglaste y pensé que, por lo mismo, eso se quedaría así... (y por eso enterré ahí a los gatitos). No entiendo que los busque, no entiendo que quiera saber dónde están, no entiendo por qué chucha mueve constantemente las cosas que ella misma pone en algún lugar; de modo antojadizo, caprichoso, que no responde a una decisión práctica o siquiera a una decisión pensada. Lo mismo con el gato envenenado... puse plantas encima, hice un armazón con cañas para guiar las plantas y, de un día para otro, aunque había plantitas creciendo (ya no estaban las que trepan, pero sí había hartas con flores) arrancaron todo: las plantas, los brotecitos, el cuadrito que contenía el agua encima de las plantas y tiraron al olvido el armazón de cañas, quedó otra vez la tierra pelada y seca. ¿Por qué y para qué? Soy muy mala para esto. 

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