Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

11 de mayo de 2021

Tu rostro en una fotografía.

Cuando tenía unos diez años vivía en un campamento minero. En alguna vacación de verano, acá en La Serena, conocí el mall plaza; era la primera vez que estaba dentro de un centro comercial. Me enamoré de una cámara instantánea, algo que sabía que existía, pero que jamás había visto. No se parecía a las antiguas cámaras instantáneas, de esas Polaroids de las películas. Me gustaba tener fotografías, supongo que las cientos de fotografías familiares me habían transmitido la idea de que era importante tener esas imágenes, poseer instantes familiares o personales para recordar algún día que tus hijos nacieron y tuvieron cumpleaños, que tuviste otro look, que no tenías tantas arrugas o que te juntabas con otras personas. Hay muchas fotografías en la casa familiar, mi mamá tiene unos diez tomos de álbumes gigantes; todas aquellas fotos fueron tomadas con cámaras análogas, con rollo largo o de esos tubulares, enviados a revelar y, posteriormente, pagados y recibidos en una bolsita de papel en donde encontrabas los negativos y las fotografías, descubriendo que había algunas desenfocadas y otras veladas, algunas borrosas y otras descuadradas (esas las tomábamos nosotros de niños, jamás atinándole al centro, ignorando el circulito que podías ver a través de un pequeño recuadro transparente). 

Mi cámara instantánea era larga en sentido horizontal, de plástico morado transparente; tenía un rollo para diez fotos instantáneas y cuando saqué todas las fotos, no pude conseguir más rollos. La saqué mucho a pasear, buscando una escena única para inmortalizarla en una de diez posibilidades; según yo las usé bien... aunque tengo sólo tres de esas diez opciones y de una me deshice hace poco. Esa cámara la vendí a la mitad de su precio, sin rollo, a alguien en una venta de garage en que mi madre nos invitó a deshacernos de cachureos que no usábamos; ella vendió juguetes y nosotros chiches sin importancia; la única niña que quedaba en esa casa era mi hermana. A mi hermano le dio por botar todo lo que podía llamarse "juguete", yo conservé mis niñerías: tenía jueguitos de loza miniatura, un monito fosforescente con ojos locos y pingüinos de peluche... quería tener muchos pingüinos de peluche y no puedo recordar por qué me gustaban o por qué los quería. 

Antes de esa cámara instantánea tuve otra, una amarilla re-barata que tenía un gancho para ponerle flash; jamás pude conseguir el flash. Mandar a revelar el rollo, en ese tiempo, costaba alrededor de 3.500 y era imposible para mí hacerlo, es probable que mis padres pagaran por un rollo, pero terminé saliendo con la cámara al cuello sin rollo, imaginando que sacaba fotos que a mí me parecían importantes. 

Cuando llegué a La Serena, me puse a imprimir un montón de fotos que había recolectado: ya existían las cámaras digitales y algunos celulares tenían cámara (aunque las fotografías eran terribles). Entre esas fotos había muchas de mi rostro, desde muy cerca; no recuerdo por qué fotografiaba tanto mi rostro y en algunas casi no me reconocí. Pagué por 20 o 30 fotos en esas maquinitas en que llevabas un disquette o un pendrive, seleccionabas los archivos y salían las fotos impresas; cuando recibí mis fotos me sentí ridícula y comprendí que tener muchas fotos de un rostro que apenas reconocía como propio era un ejercicio muy estúpido, tampoco había señales o signos del lugar en donde fueron tomadas, no significaban recuerdos o viajes, sino expresiones faciales serias que no puedo recordar haber hecho y tampoco a propósito de qué puse aquel rostro serio. Creo que tengo una o dos de esas fotos, no recuerdo haberlas botado y quizás mi madrecita se las robó... ella acostumbra robar cosas que yo olvido o cosas que ella cree que no son necesarias para mí, en ningún caso pregunta, sólo se roba las cosas. De todos modos no me gusta mi rostro en las fotos, no es que me encuentre fea o algo así, simplemente es incomodidad; siento que arruino las fotos en donde aparezco con otras personas porque me pongo tensa cuando veo a alguien sacando fotos y pucha, la gente es imprudente, ahora todos tienen una cámara en el cel y sacan fotos sin preguntar y después las publican en rrss y esa, casi siempre, es mi madrecita; también se roba mi imagen sorprendida.

De mi época escolar conservo muy pocas fotografías propias, con los años las he ido mutilando hasta que pierden significado; muchas ya las deseché. Cuando vi El Club de la pelea, me encantó la idea del "sacrificio humano" y tenía todos mis identificaciones escolares, de transporte y ciudadanas pegadas en la puerta, encabezadas por un papel escrito a plumón que decía "sacrificio humano"; aún tengo todas las credenciales, tarjetas y carnet que he tenido en la vida (no he perdido ninguno, jamás). No tengo tesoros en álbumes que pueda mostrar, mis tesoros fotográficos están en mis diarios y nadie lee mis diarios (eso lo tendrán que pedir a mi albacea cuando me muera porque dependerá de él si salen o no al público); alguna vez compré fotos eróticas y pornográficas, también las tengo bien (res)guardadas. 

En 2009, en un viaje familiar, me di cuenta de que me agrada más sacar fotos que estar en las fotos, tomo la cámara o el cel y me pongo a enfocar a mi familia, les saco fotos y las guardo. Tengo un amplio archivo de fotos de las cosas que he hecho y en las actividades en las cuales participé, muchas de cuando llegué y de cuando dejé de sentir gusto al ser capturada en imágenes; están ordenadas y por mucho que se me ha estropeado el computador o el disco externo, aún las tengo ordenadas. Hay fotografías que no quiero y otras que no puedo ver, pero ahí están, son esas cosas que no escribí en el momento o que no pude poner en cuentos, que no alcancé a enviar a el o los interesados, gatos que murieron y amistades truncadas.

Ahora me saco pocas fotos a mí misma y subo menos, pero mi madrecita se ha empeñado en publicar mis imágenes infantiles en rrss; yo tengo bloqueada a mi madrecita de todas mis rrss, pero no falta la persona que me comenta que me vio de cinco años en una foto en un perfil y que mi madre no entiende que no DEBE hacerlo y ha hecho oídos sordos a mis peticiones de no subirlas porque no acostumbra a escucharme y mucho menos hacer caso a lo que le digo a propósito de mí; ahora, con mucha frecuencia, le digo "mamá, tú no me escuchas" y como tampoco me lee (porque le da miedo) pienso que peleará con mi albacea por todo aquello que jamás escribí aquí o en el blog de cuentos, por mis cartas, por mis diarios y por todo aquello que escondí de ella durante toda la vida. Si juntara todo lo de este blog -en volumen- harían una quinta parte de lo que tengo escrito (y guardado para mí). Lo tengo a modo de legado, porque pienso que lo que he publicado es triste contenido vacuo... me gusta pensar que todo el peso de lo que hago se lo llevan los escritos secretos y me gustaría morir con esa idea en la cabeza; aunque será difícil hacer llegar esas únicas posesiones que valoro. A veces pienso en un plan infalible para que todo esto llegue a quien debe llegar, sin peligro de ser perdido, desordenado, violado, robado o destrozado; aún no doy con el plan perfecto, pero he ido identificando personas que pueden contribuir sin sentirse obligadas, porque no lo sabrán hasta que tengan que hacerlo. 

Odio mi rostro en fotografías, odio que me tomen fotos porque sí, odio que mi madrecita suba fotografías de mi infancia a rrss, odio muchas cosas y las que amo no tienen que ver con imágenes. 

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