Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

15 de abril de 2021

Aventuras de "tapioki"

Quizás no había mencionado acá algo sobre el tapioki*... si te lo preguntas, escribiré sobre el karaoke. Ayer una amiga me contó que extrañaba ir al karaoke y yo no tenía idea de que a ella le gustaba, claro, si jamás nos topamos en alguno y tampoco habíamos hablado de eso. En algún momento había uno -el Kaiser, en calle Eduardo de la Barra- y era ese no más, los demás bares eran solo bares; en ese tiempo hermoso en donde podías fumar dentro de los locales y podrías ser la súperestrella porque las personas que iban a aquel bar eran las mismas. Un amigo mío era amigo de una garzona del Kaiser y siempre nos atendían muy bien, ella me agradaba porque era muy linda y muy atenta conmigo -aunque yo no era su amiga-. Recuerdo que había una tarima y, si querías, podías subirte ahí a cantar. Fuimos mucho, creo que durante un año o algo más; después dejé la u y ya le perdí el rastro a mi amigo, también dejé de ir al karaoke (porque no tenía morlacos). Después, mucho después (creo) apareció el Kaiser Otto (En Balmaceda) y también pusieron un karaoke guay, con tarima, pantallas y todo. Fui harto ahí, para ese entonces había reanudado mis encuentros con este amigo y tenía otros, ahí fuimos a cantar después del lanzamiento de Teleidoscopio (el primer libro que no me publiqué, es del concurso editorial Manuel Concha), tengo varias fotos de ese día y es extraño, porque no tengo fotos mías en el karaoke. Seguí yendo con amigos de vez en cuando. Un día x apareció un caño en medio de la tarima y esas fueron las últimas veces que fui al lugar. Noté que ya había pasado esa época en que te podías subir al escenario a cantar, sin ser invitada a hacer -más- show en un caño que parecía fuera de lugar; te imaginarás que siempre un caño involucra un intento más bien triste de montarte una escena de exhibicionismo con evidente falta de coordinación y control del cuerpo, porque quien bebe se desinhibe y quien se suelta no piensa en el ridículo, vi a muchas chicas caerse o tropezar con los tacones, medio agarrándose del caño y medio siendo sostenida por el animador. No me gustó y no volví.

Por mientras, me encontraba yendo con frecuencia al CCHerrera (Balmaceda) porque siempre fue un lugar guay al que íbamos de vez en cuando... nah, igual un tiempo fuimos mucho. Ni recuerdo si siempre hubo pantalla y micrófono, pero lo recuerdo con esos elementos y la estrella gigante de cartulina en medio del salón, el escenario alto con una escalerita al costado, las cortinas de techo a piso y los espejos. A Nury la conocían hacía mucho y siempre le decían la poeta, se alegraban mucho de verla. Yo iba con amigos de bebidas, a Erick siempre le regalaban chelas de litro (se las mandaban otros clientes) y yo cantaba y cantaba porque si pedía tres o cuatro temas al hilo, me los ponían. En los momentos más guays de mis recuerdos, apenas entraba al local, ya estaban sonando algo que me sabía y me estaban trayendo el micrófono -incluso antes de sentarnos o pedir algo para beber-. Recuerdo varias noches estupendas y muchas más en que -con toda propiedad- me subía al escenario a cantar y cantar, hasta que perdía el aliento porque eran tres o más canciones seguidas (y eso que tengo aún mis pulmones muy potentes aunque fumo como carretonera... nacida en altura pu, a 2.870 metros sobre el nivel del mar; ese es uno de mis súperpoderes). Recuerdo una vez en que me subí al escenario con Toño (sobrino de Nury) y otro amigo (ay, no recuedo quién era, lo siento)... hicieron el papel de los bailarines de la Raffaella Carrà, meciendo una cortina detrás de mí haciendo de mar y, luego, levantándome como a la original; ese momento siempre será mi cielo dulce, el punto más alto (literal) al que llegué siendo una entusiasta y fan del karaoke. Después fui con un grupo de mujeres -todas parientes que llegaron a un café literario en donde participamos como Viajeros del Mary Celeste- y la pasaron muy bien porque se presentó una chiquilla en un número de café concert y las agarró pal leseo. De ahí fui mucho, con hartos amigos, con mi hermana y con gente después de la feria del libro en verano. Por falta de pega o porque ya no era lo mismo, dejé de ir al CCHerrera. 

Antes de todo esto, el karaoke comenzó a esparcirse por toda Serena. En cada local había una pantalla y un micrófono, en todos lados y cada noche podías pillarte a gente cantando. La última vez que fui a un karaoke estaba en Coquimbo en 2019, después del día de la música (creo); yo había ido a una feria y me encontré con una amiguita que estaba muy triste, conversamos todo el día, decidimos quedarnos en la noche en algún local y, cuando terminamos, la fui a dejar a su casa, de ahí me fui a mi casa y de ahí jamás volví a estar en un karaoke. 

Saliendo de esto, L., iremos a juntas a un karaoke.  


*En algún episodio de Los Rugrats, Angélica tenía una parlante y un micrófono, le decía "tapioki". Por algún motivo me gusta la palabra, es lo que hacemos en realidad: andamos por ahí y decidimos meternos a algún bar con un micrófono atravesado en la garganta con ganas de cantar a lo loco, para pegarte el show y disfrutar con tus amigos, para amenizar el pitcher, los cigarros (que ahora fumas afuera o en algún balcón, salita, patio a techo abierto o en la calle; todo improvisado para que la gente, en lo posible, no salga del local). Cuando pienso en las salas de karaoke en algún barrio japonés, en donde puedes estar con tus amigos y hacer un show privado, ahí la palabra "karaoke" tiene más sentido; me gustaría que existiera acá algo así.

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