Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

8 de julio de 2020

Dar la espalda [Parte II]


Cuando hice mi primera prueba psu, el primer día; quedé enferma y desaparecí tres o cuatro horas, no quería llegar a casa porque sabía que me preguntarían y no estaba en condiciones de responder y mentir diciendo "me fue bien". Me metí al cine y acabé viendo alguna de harry potter, no me acuerdo cuál y no me interesaba verla, tampoco leí jamás los libros y tampoco vería o leería nada de eso. Ese primer día mi padre me llevó al colegio en donde debía dar la psu; por desaparecer ese día, al siguiente ni se ofreció a llevarme, me dijo "anda sola" y fui sola. Volví, creo; di la tercera prueba en la tarde. A las semanas, cuando vi el resultado, mi padre ya se había adelantado comprando el diario y buscando mi nombre, casi me caigo de poto cuando salía que mi puntaje era más que decente, creí que podría perfectamente postular y quedar, sólo llené cuatro "opciones" de diez cuadros a intentar. Cuando portulé mi padre me advirtió que no podía irme a estudiar más lejos que la serena, yo tampoco tenía el valor para ir más lejos; como que tampoco se me había ocurrido. ¿Qué haría con toda esa mierda que tenía en la cabeza acerca de la muerte? Nah, eso lo estoy pensando ahora, pero en ese entonces jamás se me vino a la mente. Postulé, quedé en la primera opción y ese año nuevo fue tranquilo porque nadie estuvo enojado o me webió. Vine a la serena con mi padre (a cargo mío) y el resto de la familia acompañando (como excusa de vacaciones), él me acompañó a hacer los trámites de la tarjeta financiera que te meten obligado y todo el show: me regalaron una agenda y parezco "emo" con esos lentes fotocromáticos y ese mechón de pelo tapando mi ojo derecho -así quede inmortalizada en los registros de la u y en la tarjeta estudiantil/financiera que aún conservo-. Meses después volvería a la serena a vivir en una pieza y me acompañaría mi padre (desde ese día dejó de fumar aunque lo hacía desde los 16) y mi abuela (porque era muy sapa ella). Viví en ese lugar y lo primero que aprendí fue a no temerle a las arañas, donde nací jamás vi una araña más grande que una arveja y en esa pieza eran del tamaño de una moneda de quinientos; la primera que vi me hizo gritar, las siguientes las encerré en frascos de plástico y observé cómo se morían de hambre; así se me quitó el miedo. Al lado vivía una muchacha con la misma historia, primer año, primera carrera, dieciocho cumplidos y sola en una pieza; hablé con ella una vez, desde entonces pocas veces me la topé. La señora que arrendaba estas piezas comenzó con hombres (pensaba que eran más "tranquilos") y terminamos dos muchachas viviendo ahí; eso dice mucho de la experiencia y de la práctica de "los tranquilos". 
La primera madrugada del primer día de clases me costó conciliar el sueño, de hecho dormí poco y me levanté a las 6:00 am por primera vez en mi vida por mis propios medios -hasta que cursé mi cuarto medio, mi madrecita me despertaba cada día-. Me vestí y entré por cualquier lado a la u, tuve que respirar hondo para atravesar el túnel, me daba pánico pasar por ahí sola y es que era la primera vez que estaba ahí y era la primera vez que sentía miedo por algo estúpido. La sala era una mierda de sala tan vieja que podría perfectamente ser parte de algo abandonado, olía a humedad y aterraba que estuviera en desnivel; siempre odié esas jodidas salas. Lo primero que llamó mi atención a las 7:40, esperando la primera clase, fue una chica rulienta de tez tostada y cuerpo pequeño, después yo la bautizaría como "SierraMorena", ahora no puedo recordar su nombre, pero recuerdo que era de ovalle. No recuerdo mucho de esos días, pero nos explicaron el nombre de cada lugar y las salas a las cuales debíamos movernos. No vi a nadie que hubiera visto antes y era un jodido alivio saber que no tenía la obligación de relacionarme con nadie a menos que yo quisiera. Acabé haciendo amistad por cercanía, terminé siendo amiga de los peores sacos de weas que he conocido en mi vida adulta. Al primer estúpido lo dejé copiarme en una prueba de introducción al cálculo y me condené; aprendí pésimas mañas y comencé a desear saber beber para disfrutar lo que se supone disfruta la gente de esa edad. Lo dejé copiarme porque me hacía recordar a mis amigos repitentes del colegio, pensé que sería igual a esos tiempos; no, estos copiones no tenían corazón. Me enteré de mucho que no quería saber (y que supe) porque preferí guardar silencio y escucharlos antes que contar de dónde venía; en ese entonces no sirvió de mucho ocultar en dónde había nacido, pero años después -ocultarlo- me sirvió para ganar muchas peleas con gente que creía ser guay. Yo ponía los 100 que completaban los 1100 que costaba una chela barata en el duna, porque yo era la única que manejaba calderilla. 100 y 100, 1000 y 1000, pasaron a ser 10000 gastados en vómitos. Si esa gente se hubiera convertido en algo importante, recordaría algún gesto y no lo recuerdo. Me acuerdo de vagar por la ciudad por la madrugada, comiendo cornetos o helados caros para una universitaria; recuerdo a una muchacha borracha consolada por un muchacho medio borracho, gritándome que yo era una weona de mierda por comer helado en la madrugada. La SierraMorena se hizo a amiga de la Rubia o al revés, quizás serían amigas de todos modos porque ambas eran de ovalle. Yo vivía cerca y me comencé a acercar porque me gustaba la Rubia y, weno, yo no tenía habilidades sociales como para saltarme la amistad, por lo tanto aproveché la amistad para estar cerca sin levantar sospechas... tampoco tuve valor y jamás pude reunirlo. La vez que estuve más cerca, me permitió bajar el cierre de su camisa de noche y juguetear con que vería su sostén talla grande; no pude ni bajárselo ni mirar. La odié cuando se fue y la odiaré siempre. Decidí largarme de agronomía porque fui infeliz ahí, porque ya había agotado todas las posibilidades y mi destino era el fracaso, no salir jamás, no avanzar jamás, no llegar a ningún lado. En esos años, además de sentirme innecesaria, me sentí estúpida al no poder retener mucho de cada clase a la cual asistía; inconscientemente me comporté como alguien con suerte porque odiaba con toda mi alma ser el centro de las tardes de estudio (si me fue bien en algún momento era porque en el colegio me pasaron las weás que, para algunos, eran nuevas) y me ofrecían comida o dulces para que les explicara la materia, pero me hacía la estúpida con suerte para que no volvieran a invitarme; tampoco hubiera sabido usar eso para mi propio beneficio, después me pasaría la cuenta, después alguien se fijaría en que yo estaba empastillada y no soportaba las mesas téclub de estudiantes y fotocopias y mierda y notas y horarios y casino atestado de universitarios (me da asco entrar en los edificios de la universidad, lo evito en tanto puedo y me trago el asco cuando debo ir por compromiso). 

Cuando decidí irme, desaparecer, no le dije a nadie y nadie me preguntó; me sentí aliviada. Pasé medio año mintiéndome en otra carrera, diciéndome "esta sí, esto es lo que quieres"; nah, paparruchas. Conocí a dos demonios mientras estaba ahí y estuve bailando con ellos harto tiempo, no quiero escribir más sobre eso. A pesar de asistir a la misma universidad y usar las mismas dependencias, jamás me volví a encontrar con ese piño agrónomo que conocí alguna vez; los que quedaban ya estaban estudiando en ovalle: alivio, jodido alivio. No te equivoques, yo sí conocí gente valiosa, pero no logré que fueran cercanos; los cercanos, los que consideraba amigos, eran un puñado de weones (¡wenos pal show!). No, no tuve amigos. No, no tuve amores. No, no quiero volver a ver a ninguno, jamás.         

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