Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

16 de septiembre de 2020

Sueños y la incapacidad de encontrar las ganas de dormir

Me gusta escribir mis sueños, especialmente cuando se presentan con una trama clara: saber dónde, quién, por qué, qué y todas las reglas. De mis sueños han salido muchas historias que ahora son cuentos o escenas que vi y que sólo puedo escribir para recordar (a veces me gustaría poder dibujarlos, pero el dibujo se me da fatal). Tengo alrededor de cien páginas con relatos oníricos, hace muy poco decidí darles un espacio adecuado y ordené todo con números, esperando pasarlos a una libreta que esté a la altura de lo que está escrito; encontré una -que me regaló mi madrecita hace años- y que es perfecta para tal propósito. 
Sueño con cosas geniales a veces, escenarios tan coloridos que ya quisiera mostrarlos a otras personas. Cosas alucinantes que aparecen sin tener relación directa con la trama, pero que llenan cada espacio de ese viaje. Pienso que el escenario de cada sueño es un fragmento de un mundo mucho más grande, conectado por detalles que aparecen al fondo: una pared -la cual vi desde el otro lado, en otro sueño-, un camino -por el cual se puede llegar a otro lugar con el cual he soñado antes-, un viaje -que se completa de uno a otro sueño-, un arma -que usé en otro sueño-, una persona -que conocí antes en otro sueño- y así. Cuando pude colocarlo en palabras, aunque con poco éxito, pude decir que ese mundo de sueños estaba dentro del mundo que conocí, pero era la cubierta interior del mismo -por lo tanto ese mundo onírico era más pequeño que el real y podía ser explorado, mapeado y explorado en su totalidad-. A veces, cuando me he dormido con un problema que debo resolver, encuentro la solución en imágenes: una encuadernación, una solución a una maqueta, una disposición que me ha costado cuadrar. A veces hay inventos (digamos, cosas que no me consta que existan) y me gustaría poder hacerlos, diseñarlos y armarlos; no son objetos útiles o que resuelvan un problema, sino objetos que responden a lógicas más complejas, solucionan un problema ficticio que también se presenta en sueños. Muchas veces desempeño trabajos extraños o muy alejados de lo que soy, a veces debo salvar a alguien y a veces debo escapar; siempre tengo una misión o un objetivo bien definido, cosa que no me pasa en la vida. Por casualidad, programando la alarma para que suene cada tres minutos, soy capaz de recordar con detalle lo que sueño y estuve usándolo para escribir cuando se me acababan las buenas ideas; no entiendo por qué tres minutos, pero funciona a la perfección: tres minutos entre dormir y despertar, pudiendo recordar tramas complejas con lógicas propias. 
Ahora mismo llega la hora en que se supone debo dormir y no quiero, no siento el tipo de cansancio que desemboca en el acto de dormir, me resisto hasta que el frío comienza a provocarme dolor en los pies o cuando pienso en que si me quedo despierta me fumo los cigarros del día siguiente. Si hay algún detonante -ganas de escribir en cualquier soporte o plataforma- alrededor de la medianoche, me quedo hasta que termino. Me gustaría que no sentir ganas de dormir fuera efectivamente porque mi cuerpo no necesita o requiere dormir, pero siento apaleado el cuerpo y, a la vez, la cabeza me chispea, los dedos se me van al lápiz, al teclado o a la pluma y me aguanto el dolor en el trasero durante tres o cuatro horas porque la mesa es muy baja y el banquito muy alto y paso demasiado tiempo encima intentando acomodar las piernas y escribo, escribo hasta que considero que he terminado y dejo de hacerlo, y ojalá no me pille otro detonante porque ahí agarro algo más y comienzo hasta que se agote y decida que es suficiente y que tengo la boca muy quemada. 
Es evidente que el encierro ha sido la causa principal, pero no entiendo cómo; ahora mismo estoy viviendo en las mismas condiciones que hace tres años. Ha cambiado la frecuencia de la interacción humana y las escapadas nocturnas, las relaciones sociales en ambientes artísticos; el resto es igual. No comprendo totalmente las causas, tampoco quiero pensar en eso porque no me incomoda experimentarlo e intentar usarlo para conseguir algo más. Lo único que puedo identificar como algo molesto y, a veces, insoportable, es el silencio; si me quedo un rato en el exterior, intentando oír algo que no provenga de mi casa, parece que estuviera realmente sola. No me produce mucho saber que estoy sola, pero cuando el pensamiento se va por un mal lugar siento repelús; a veces pienso que si no hay ruido, estoy sola y, por lo tanto, la gente de los alrededores ha muerto. 

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