El viento es más fuerte aquí que en nuestra ciudad, aquí levantas la voz dejándote llevar por discusiones poco serias, mirando al desconocido que no dará su brazo a torcer. El viento me trae tu voz, a través de las paredes, de los vidrios estropeados. El árbol que tanto odias me observa y me invita a montarlo, a utilizar como escaleras sus tumores y cicatrices, contemplando el desorden que desatas ahí abajo, con tu voz alta y tus enemigos rondando, observando, provocándote. Me senté algunos minutos sobre las tablas que, encajadas en la bifurcación principal del tronco, hacían de asiento; allí esperé tu aparición, pero aquellos desconocidos te retenían, siempre lo hacen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario