Hace un montón de tiempo, en una tierra lejana, me quedé con una idea fija en la cabeza. No encuentro el sentido para contar la historia completa, por lo tanto dejaré las pistas mínimas para situarse.
Cuando era menor de edad, mientras cursaba los últimos años escolares, papá proclamó algo que hirió mi corazón y mamá apoyó esa idea guardando silencio (y llorando mucho); en la mente adolescente -que tenía en aquel entonces- concluí que ambos compartían la misma idea y por eso ambos estaban del mismo lado manifestando algo que, en ese momento, terminó rompiendo mi corazón. En varias oportunidades posteriores (varias veces en varios años), manifesté mis emociones a mamá esperando que ella me escuchara, solo eso, no deseaba que me hiciera sentir mejor, que me aconsejara, que resolviera por mí, que me dijera algo motivador o que me diera la razón; insisto, sólo necesitaba que me escuchara. A los veintiocho -después de ingerir algo parecido al ácido-, decidí no volver a hablar sobre este tema con mamá (ya había descartado hablarlo con alguien más de mi familia) porque comprendí que siempre había recibido la misma respuesta y continuaría recibiéndola, decidí que era mejor dejar de insistir porque pensé que ella debía sentirse agobiada, cansada o molesta. Desde mis veintiocho no volví a siquiera mencionar el tema y después, cuando necesitaba hablar, lo escribía o lo comentaba a algún amigo (a la "pasá", livianito y riéndome para que nadie se sintiera responsable de algo así). Cumplí treinta y tres este año, pasé 16 años pensando que papá y mamá -ambos- pensaban igual, pasé 16 años pensando que la razón por la cual mamá no me escuchaba era porque no creía en lo que yo le decía, pasé todo ese tiempo escuchando la misma respuesta cada vez... se suponía que respondía lo mismo cada vez porque lo que me decía (respondía) era concordante con lo que ella pensaba.
Yo no puedo (no soy capaz de) revivir la pena que me provocó darme cuenta que mamá no me escuchó en 16 años; después de todo, en ese tiempo, yo era mayor de edad y, le dijera o no, era mi responsabilidad lidiar con eso. Quizás lo que me molesta o no me permite pensar con claridad es que lamento mucho que esa Pía menor de edad se quedó con una idea errada sobre mamá y ese asunto. En ese año, mamá también rompió mi corazón guardando silencio.
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