Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

5 de octubre de 2012

A mano, a máquina, en computador

Conversaba un día, el asunto comenzó con una simple pregunta "¿cómo escribes?"... por mi parte no entendí la pregunta, él entendió y me aclaró el asunto: me preguntaba qué prefería para escribir, si lo hacía a mano, en máquina de escribir o en computador. Yo sabía que él escribía a mano, incansablemente; desde que le conozco me llamó la atención el callo que tiene en el dedo medio, en la mano derecha [pequeños detalles que dicen mucho de una persona]. Dudé un poco si ser sincera o mentir, pensé que debía ser ambigua en mi respuesta, le dije que dependía de lo que tuviera a mano. No me gusta escribir a mano, siento que no puedo coordinar mi cabeza -mis ideas, el fluir de mi pensamiento- en simultáneo con el proceso motor de escribir; se me hace difícil, lento, muchas veces al intentar escribir más rápido, no tengo control de mi letra y luego no entiendo lo que dice, soy un estúpido y torpe desastre. Cuando escribo en el computador no me siento torpe, con poca frecuencia se me olvida lo que quería escribir, puedo plantear mejor mis ideas y exponerlas claras, además de corregir un texto completo sin ver aquellas molestas evidencias de mis errores, me gusta también que todas las letras que tengo al frente sean del mismo tamaño [pequeñas manías]. La máquina de escribir es uno de los inventos que más me gustan, el intrincado origen del teclado. Mi abuela me regaló una máquina de escribir cuando yo tenía seis o siete años, era una máquina actual -para la época-, liviana, muy baja, con el exterior plástico en color blanco y negro, era un máquina de escribir Olivetti  (modelo Venezia). En aquel tiempo no tomé mucho en cuenta el regalo, me parecía doloroso intentar escribir, incómodo, demasiado lento. Mi madre se encargó de descubrir casi todas las funciones "ocultas", ella me las enseñó. Con la llegada del computador a mi casa, muchos años después, me familiaricé con el teclado y retomé los intentos de escribir en mi máquina, me dolieron los dedos, sin embargo, no dejé de intentarlo. Sin notarlo, ya podía teclear en el computador mirando la pantalla. En mi primer año de universidad, no tenía computador, no tenía el ejercicio de escribir a mano y mi máquina de escribir esperaba en un rincón de la lúgubre habitación. Ahí, sola, me acostumbré por fin a escribir al ritmo de mis pensamientos, con errores al principio, pero no me preocupaba, siempre tenía ánimos de volver a escribir aquellas primeras cartas que escribí en mi máquina de escribir. Recientemente, retomé mis cartas a máquina, además de algunos borradores de textos; me siento feliz de ser una de las pocas personas que disfrutan escribiendo en máquina.       

1 comentario:

Fernando Vargas dijo...

A MANO, a máquina a computador. Las formas que se utilicen para escribir para muchos no importa, es un resultado es eso, en cambio de eso pienso en la práctica de hacerlo y volverlo un delirio, al menos en el papel, al trazarlo, ves que es tuyo, sientes, como en un poema de Nietsche que la tinta absorve el papel y no es al revés. La máquina está bien, no podemos llevarlas a todos lados, pero su tác-tác para algunos es excitante. Su texto sobre "la escritura amatoria con gatos" es así, con referencia a eso. El lápiz es indómito, la máquina no, los juegos posibles con la forma se complican. ¿No es acaso una penetración a mano, a máquina, a computador? Por mi parte, los dildos, lo voyeur, el sexo por webcam, tiene su característica, su morbo. Algunos prefieren follar por delante o detrás, y todo eso es una ética, el manejar el lápiz o la letra metálica. Hay errores, es verdad, el caso es saber utilizar lo que tenemos entre las manos, por eso, el tamaño no importa... al igual en los textos.