Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

16 de marzo de 2011

Los ojos tristes de mis compañeras de cama VII

Tenía miedo, las cosas no salieron para nada bien. La temporada que pasé encerrada en mi habitación me sirvió para comprender que la mayoría de los pasos que había dado en mi vida amorosa habían fracasado porque yo no correspondía al modelo de muchacha común, mi cabello descuidado, mis ojos tristes, mis manos hinchadas y algo magulladas ¿quién desearía dejarse seducir por una persona tan descuidada en su apariencia?… si existía gente linda, también existían personas feas, gente que se atraía porque no se sentía bien consigo misma ¡bien! una mínima oportunidad de pasar acompañada estas últimas semanas de frío. Mientras miraba el cielo recordé que a principios del invierno algo extraño había sucedido, un encuentro algo desagradable en una plaza, mientras dormía para dejar de mirar a las preciosas chicas que se paseaban por ahí. Regresé al lugar y fingí dormir, a las dos horas una mujer bastante extraña se acercó, llevaba una especie de capa sobre toda la ropa que tenía puesta, se recostó a mi lado y al rato se quedó dormida, olía a flores, a hierbas, a tierra húmeda, a lluvia ¡lluvia en el desierto!, mis ropas se saturaron del intenso olor a bosque, ella era el bosque que había venido a dormir a mi lado para alejar mis penas. No pude evitar el impulso de despertar a la mujer, la tomé de ambas manos y le dije que no se asustara, ella tenía los ojos de color violeta, su boca tenía sabor a canela, su piel tenía sabor a frutas, su entrepierna olía a flor silvestre. Apenas salían gemidos de su boca y eso me excitaba, ella abrió sus piernas como invitándome a deleitarme con todo aquello que guardaba dentro de su cuerpo, alcancé a percibir el ligero aroma de las amapolas y no pude resistirme a introducir dos de mis dedos para intentar alcanzar aquellas flores que crecían en su interior ¡algo tocó levemente mi dedo!, algo como un palillo palpando desde dentro lo que se aventuraba a molestarlo. Me asusté y saqué inmediatamente el dedo, estaba ennegrecido por alguna sustancia desconocida para mí, despedía un olor repugnante. La miré con desprecio y me levanté, desde su vagina se asomaba un dedo igual al mío, se movía quebrándose en cada falange ¿era acaso un dedo? ¿cómo era posible que una réplica de mi dedo se asomara por su vagina?. El temor se apoderó de mis piernas, no había nada más que hacer, dormí por dos días seguidos, todo aquello me había agotado. 

2 comentarios:

Cisne Gaseoso dijo...

A tus compañeras de cama, de ojos tristes, o de apariencia hippie, a esas con sabor a flores o a esas que son todas las mujeres en una...prueba a leerles poemas (de Alejandra Pizarnik, por ejemplo) en la cama.

O que te los lean ellas a ti.

Salud...

F.... dijo...

Un poema no está mal. Un toque en el rostro tampoco. podríamos colocar mil cosas en un cuerpo, ¿Y un cuerpo en las cosas?
Heráclito- Filosoía del lenguaje- el resto no importa.