Hay algunas experiencias que me brindan un profundo sentimiento de goce. Hace décadas (me encanta cuando puedo usar esta expresión), las buscaba forzándome a aguantar asuntos que no me gustaban para alcanzar una experiencia de goce, pero casi siempre terminaba tan exhausta que esa emoción intensa me duraba poquito -lo suficiente para sonreír, pero no para recordarla o disfrutarla-; ahí prefería volcarla o, mejor, transformarla en algo concreto como un cuento o una entrada en el blog. De este modo sería capaz de mantenerla en la memoria, aún si no alcanzaba a disfrutarla o entregarme completamente a esa experiencia; una descripción, una historia, una idea, cualquier prueba escrita de que yo lo había vivido. Hay un montón de entradas que quedaron "congeladas" porque pocas veces volví, no regresé a leer, no los modifiqué (o corregí), no las he buscado ni tampoco creo recordar la gran mayoría; ahí continúan. Hay otras tantas a las cuales regreso y regreso, vuelvo, uso, recuerdo, desempolvo, revivo y vuelvo a experimentar (aunque solo sea en la memoria, amablemente guiada por mis propias palabras que brindan al recuerdo una abreviatura del hecho que escribo). Es como ver el avance de una película, ver un "cortito" con el que piensas que quieres verla, pero no lo suficientemente bueno como para ir a verla; al final no es que no quiera verla, sino que no puedo verla... quizás no es un buen ejemplo.
Hoy, en particular, fui acogida por gente amable, fui oída como un igual, fui aceptada e integrada; todo sin esfuerzo, sin aguantarme cosas desagradables, sin estar buscando una experiencia de goce y la alcancé. Gracias.
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