Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

1 de septiembre de 2017

Cuando la amapola yace mustia.

La noche que pasó, desperté varias veces. Algunas por situaciones aterradoras en mis sueños y otras por mi gato que exige que despierte y le atienda. Estoy pasando por algo bastante malo, me he visto en la necesidad de romper mi corazón, lanzanlo a una caja con cientos de cartas y quemarlo. Es normal vivir tristeza cuando sientes que te abandonan, aunque más de alguien pensará que seis meses es exagerado para seguir en la misma situación. Me dijeron algunas palabras bastante hirientes, frases que iban envueltas en hastío u odio -no lo sé-. Por bastante tiempo me he visto atrapada por el silencio, mentir para que las personas no perciban mi tristeza y no agobiarlas con mi ánimo; el "agobio" es algo que puedo leer bastante bien en el rostro de las personas que conozco. Confié en que una persona (que conozco hace bastantes años) pudiera escucharme, sin intenciones de que "resolviera" mis problemas -sé bien que no tienen solución, sin embargo, hablar hace bastante bien-, luego de cientos de palabras que se cruzaron entre nosotros, luego de abrir totalmente mi corazón y describir con detalle cada sentimiento, cada pena, cada dolor; me ha dicho algunas cosas que me han acabado por destrozar. Al terminar de conversar, decidí acabar -de una vez por todas- con todo lo que teníamos en común, renuncié a muchas cosas que amé, boté muchas cosas que adoraba y me desharé de otras tantas que ya no me corresponde tener. Hasta el momento en que me dijeron esas cosas terribles, pensaba que otros también serían crueles conmigo, que todos reaccionarían con hastío; no, me soprendió un rotundo no. Un muchacho (que yo y unos amigos identificamos con un gato), no dijo nada al decirle "me iré caminando contigo", tampoco me dijo nada cuando le dije que había peleado con alguien, que por eso me sentía triste. Me dijo "¿me invitas un té?" y llegamos a mi casa, le ofrecí un té y él habló mucho, me hizo saber que un proyecto que tenía en mente estaba avanzando, que se estaba involucrando más y más con sus intereses actuales. Yo hablé poco, escuchaba e intentaba aportar en algo -aunque no es un tema del que sepa mucho-, llegamos a la casa alrededor de las 22:00, se fue a las 1:40 am. Me dejó una sensación de calor en el interior, me sentía aliviada, querida, necesaria. No importó que me sintiera triste, porque llenó cada lugar vacío con su compañía; no fue necesario preguntarme y obligarme a decir algo, simplemente acompañar.
Una vez, hace bastante años, me sucedió algo similar. Decidí ir a ver a alguien a quien extrañaba mucho, me urgía verlo y conversar con él, aunque sabía que pelearíamos. Lo vi, pero estaba ocupado con un grupo de personas. Me senté algunos metros más allá, fumé un cigarro mientras esperaba. En un estado casi de hipnosis, metida dentro de mi cabeza, pensando de un modo extraño, llegué a decirme: "Ey, en algún tiempo él se acercaría apenas te viera, él dejaría todo por ti, él se interesaría por lo que tenías que decirle. Ahora no, ahora eres un animalito al que no se debe poner atención, estás triste y te sobrepasa todo, sientes rabia y sanarte incluye jamás volver a necesitarlo". Me subí a mi bicicleta y pedalee a casa, lento, lento, bajando por diez o veinte cuandras. Me tomó bastante deshacerme de ese sentimiento de vacío, han pasado tres años o quizás más, me ha llamado tres veces. Las primeras dos para "mandarme a reparar un libro", a lo que respondí "llámame más tarde" -la primera llamada- y "no tengo tiempo para reparar libros, tengo mucho trabajo" -la segunda llamada-; él respondió: "no creí que después de tanto tiempo siguieras enojada". Una tercera llamada -este año nuevo-, al preguntar yo quien hablaba y escuchar que se identificaba, le colgué sin más, no volvió a llamar. Agradezco que jamás me lo volví a encontrar de frente en la calle y que sea fácil disuadirlo de marcharse cuando lo veo en la feria del libro. Al comprender que yo era innecesaria, desistí.
Ahora, con todas esas malas expresiones, con tanto odio de por medio, con el hastío marcando su rostro; sentí que tampoco era necesaria. Me prometí no volver jamás, con el tiempo no contestaré sus llamadas, renunciaré a todos nuestros proyectos comunes (ya dejé la mayoría, sólo queda uno), dejaré de hablarle y agradeceré no volver a encontrármelo de frente en la calle. Matarlo en mi cabeza, pensar que ya no existe.

No hay comentarios: