-Buenas tardes, son publicaciones de autores de La Serena.
-Ah, de La Serena ¿conocen al escritor Manuel Cabrera?
-Creo haber escuchado su nombre ¿podría decirme el nombre de algún libro de su autoría?
-Uy, tiene muchos libros, no sabría mencionarte uno...
-¿Podría decirme entonces si estuvo en algún grupo, taller o relación con alguna revista literaria?
-Era director de la revista Lapislázuli.
-Sí, conozco la revista, pero es difícil conseguir un ejemplar, los directores de revistas literarias no se encargaron de dejar ejemplares en las bibliotecas, casi no hay registros y, en La Serena, si no te mantienes vigente, desapareces.
-Él era muy conocido, entregaba un buen trabajo porque seleccionaba a los que publicaban en la revista, se preocupaba de entregar buena literatura.
-¿Usted no es de la idea de que cualquiera puede escribir?
-¿Sabes? tú no me entiendes así es que me voy, dame la mano, me voy.
-No, no la entiendo, reconozco que no entiendo lo que me quiere decir y quiero comprender, por eso le pregunto ¿en serio usted cree que sólo algunos tienen derecho a escribir y publicar?
-No, yo creo que todos pueden escribir.
-Ahora me dice que todos pueden escribir, pero recién me dijo que la selección del señor Cabrera aseguraba la entrega de una revista literaria de calidad, o sea, él tenía el derecho de escoger quien escribía bien o mal y usted avala esa decisión calificando su trabajo como "bueno"; por lo tanto, usted está de acuerdo con la idea de que no todos tienen el derecho de escribir.
-No, tú no me entiendes, me voy...
-Algo que puede ser bueno para mí, quizás a usted no le guste. Algo que para usted puede ser muy bueno, a mí me parece pésimo.
-No pienso seguir hablando contigo, sé como eres, te conozco, de negro... ya me voy, me voy.
Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":
4 de diciembre de 2014
2 de noviembre de 2014
Nuevas aventuras en la Laguna de Pía
*Relacionado
con entrevista a Claudia Hernández*
Nos juntamos para apoyar a Geko (un
dibujante autodidacta), nos reune la idea de entrevistar a Claudia, una mujer
considerada por nosotros interesante. Voy con mi hermana, pienso que es
importante que ella tenga la oportunidad de escuchar cómo se lleva otro tipo de
vida, una ocupación independiente, poco común entre los adultos que ella
conoce; Claudia es actriz, dramaturga, directora de teatro y poeta. Ya estamos
ahí, nos sentamos cerca de ella mientras responde las preguntas, para mí fue
interesante escucharla sin apuros, diciendo todo lo que tenía que decir. Yo iba
de “apoyo”, digamos “oyente”; quedé muy satisfecha con todo, aprendí muchas
cosas de esa mujer que a menudo saludo, pero que no conocía. De ahí, tomamos
unas cámaras de neumáticos y fuimos a inflarlas en la bomba bencinera,
caminamos mucho, un niñito en bicicleta nos regaló una tapita para que no
escapara el aire de la cámara. De regreso fuimos caminando por las vías del
tren que unen el camino del puente Libertador con el camino del puente
Zorrilla. De ahí a la estatua de “La Flor de Gabriela”. Bajar hasta el lago. Yo
me tiré de inmediato, me encantó el lugar, es hondo y está limpio, oscuro y
grande. Mi hermana sabía nadar, se tiró detrás de mí. También Daniel y Geko
(había escuchado que era un poco loco, pero no creí que no se tiraría), ninguno
sabe nadar. Claudia se subió a la cámara pequeña y remaba con las manos, se fue
flotando detrás de una isla de pastos largos en medio del lago. Decidimos
seguirla empujado a Geko dentro de la cámara grande. Mi hermana se cansó al
asomar de regreso, le dije que se tomara de mi cuello, se cargó tanto que
comencé a hundirme. Yo fumo y mucho, a pesar de eso tengo mayor resistencia al
agua que mi hermana, no me cansé en todo el rato, incluso empujé a Geko hasta
el lugar donde comenzamos la aventura. Me reí mucho, en serio, me encantó
compartir ese momento con personas que jamás había visto divertirse en un lugar
como ese. Mi madrecita comenzó a llamar “¿ya vienen de regreso?” caminamos
hasta la casa, de camino nos invitaron un completo. Llegamos cuando oscurecía,
mi madrecita tenía sobre la mesa un montón de panqueques, mi padre estaba
enojado. Yo no podía dejar de reír en mi interior, mis padres creen que uno es
totalmente dependiente de ellos, que no podemos ir a ningún lado más
interesante que al que ellos nos llevan. Comí un montón de panqueques, me gusta
ir a la Laguna de Pía.
16 de julio de 2014
Laguna de Pía
*Relacionado
con los “atentados” artísticos de F.A.R.C.*
Fui a la hora acordada, en el lugar
acordado. Me involucré sabiendo que no estoy del todo de acuerdo, lo hice de
todos modos ¿por qué? Recibí una invitación nada formal, en una mesa con
cenizas: había personas comprometidas y luego no quisieron colaborar (“no, yo
no hago eso”). Llegué con un amigo, a ambos nos invitaron, yo no entendí de qué
iba todo, era extrañísimo que nos invitaran, conscientes todos de que no teníamos
mayor comunicación entre nosotros o amistad, compromiso, rabia, ideas; no supe
la razón correcta, me invitaron e involucraron. Personalmente no siento
pertenencia con un lugar, ni con el lugar en dónde nací, ni las ciudades en que
he vivido. No tengo esa inquietud social por mi entorno –ni cuando era
estudiante lo sentía–. Creo que soy la personificación del desinterés… creo que
las personas, como último recurso, fingen estar informadas y hablan de todos
como si sólo los demás cometieran errores. Mira ¿sabes? vamos a reclamar contra
el festival de las artes, porque vienen puras personas de otros lugares, nadie
de acá, nadie que valga la pena ver. Vienes el día x a las xx:xx, caminaremos
por el puente, de negro, cargando bolsas llenas de bombitas de agua. ¿Un
atentado inofensivo? Sorprendentemente se juntan tres personas que no se
soportan, ni se hablan, ni se quieren. Veo y siento que todo es un error
¿rabia? Había que hacerlo, nada más. Tuve que enfrentarme, con miedo, a los
recuerdos de la noche anterior, sangre y reclamos, caminatas interminables,
tedio. Se veía pésimo, se notaba que quería largarse, yo no quería irme, quería
vivir eso que parecía emocionante. Caminé, intenté hacerlo relajada, no pude.
No recuerdo mucho de la caminata por el puente. Mis ideas vuelven claras cuando
comienzan a gritar; yo no podía gritar, nunca me ha gustado gritar. Del lado
opuesto escucho una sarta de garabatos “puta” “perra” “blablabla”. Nadie gritó
más que él, nadie hizo las cosas con tanta rabia como él. Me sentí cansada,
enferma. Creo que tiré mi bolso contra la escultura inútil. Fotografías, el
centro de toda la atención aquellos gigantes contra los que peleábamos. Calor,
sol, demonios escapando del hombre iracundo.
Hora y tanto después. El lago, un
pito, cigarrillos, vacas (sí, animales). Quiero tirarme al agua, cansarme más,
olvidarme de todos esos insultos que escuché. Me saqué el pantalón, me dejé la
camisa. Sólo un muchacho vio cuando me lancé. No quería comprobar qué tan hondo
era, todo el tiempo me mantuve a flote, a duras penas. Era la primera vez que
me atrevía a nadar, sin miedo, sin mayores esperanzas de avanzar. A medio lago
me pregunté ¿puedo?... fui hasta el otro lado, ahí donde jamás había ido. Toqué
las piedras, me devolví de inmediato. Nadé, el resto ya sabía que estaba metida
en el lago. Me esperaba el muchachito, me preguntaba si estaba bien… ¿para qué?
él no sabe nadar.
[Advertencia: lazos oníricos incluídos]
9 de julio de 2014
Fósforo
Encendía cerillos porque le parecía que la vida se iba en ello. Uno encendido, la llama que encendía el cigarrillo en la madrugada, cuando sentía ruido en las casas vecinas, cuando los automóviles comenzaban a encenderse para iniciar la huida de casa, nunca vio a las personas, nunca le importaron las personas, veía todo desde un lugar más alto, en donde también podían verla aspirar humo y botarlo despreocupada. El gato duerme, a veces, hecho un ovillo más negro que blanco. Tengo un palillo incendiario entre los dedos, una llama fuerte, amarilla. Deben mis ojos abrirse, mis pupilas dilatarse, quizás. Va por otro camino el asunto, recuerdos, recuerdos, "buen día" "mis disculpas" "gracias", miedo a que la vela, diminuta vela, se apague antes de tiempo. Maullido, mis dedos se tiznan, calor y una última llama azul eléctrico. Agito y boto. La próxima durará más tiempo entre mis dedos.
2 de julio de 2014
Teleidoscopio [Colección de notas y fotografías]
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Nota en Diario El Día [Sábado/28/Junio/2014] Consulta del periódico completo - Versión impresa |
![]() | ||||||||||||
Invitación a la presentación. |
![]() |
Fotografía de la presentación - Centro Cultural Iglesia Santa Inés. |
30 de abril de 2014
Un comentario de nulo interés.
Me tocó soportar a un hombre enojado, escuchar sus gritos
iracundos. Yo misma estaba muy enojada por todo aquello, por lo que dijo a
otras mujeres ahí sentadas; todos los presentes estábamos intentando pasar un
rato agradable. ¿Por qué quise participar en este evento? pues porque sentí que
debía probarme ante personas de otras regiones y ante las mujeres que conozco,
aquí en mi ciudad. En eventos anteriores conversaba con personas al azar, tres
de entre todos y les hacía las preguntas pertinentes. Ahora dije: me pararé
delante de todas esas personas que no conozco y presentaré lo que hago, lo que
escribo, lo que pienso. Evidentemente me planteé la posibilidad del fracaso
total, del rechazo, de recibir pésimos comentarios al respecto. No estaba
nerviosa, quién mejor sabe lo que hago soy yo, hablar de ello es fácil.
Reconozco que mi ponencia no fue del todo explicativa, me salté de una idea a
otra, estuve un rato dudando sobre algunos puntos [sonrisa] aún me perturba un
poco hablar delante de tanta gente. Al final de todo, sentí que mis ideas
fueron muy bien recibidas; ideas que para mí son de todos los días, para muchas
de ellas eran nuevas, accesibles e importantes. Alguien aparecerá y dirá
"te estás dando importancia que no tienes"; está bien, no soy la
única que ha hecho libros en La Serena; pero puedo decir que sí soy la única
editora de revista literaria que aplica nuevas ideas en la encuadernación de
las ediciones (y que, por supuesto, está trabajando ahora mismo en nuevas
ediciones). Volviendo al asunto del "hombre enojado": yo tenía un
discurso muy estudiado si alguien llegaba a interrumpir el evento en sí, alguna
ponencia o lectura... este incidente de odio se produjo mientras intentábamos
compartir un vino, fuera de toda formalidad, por lo tanto mis ganas de
intervenir eran nulas. Me dijeron "burradas", lo que pretendían ser
insultos los oí como chistes, me hacían reír. Personalmente me dio vergüenza
que aquel "hombre enojado" despotricara contra todo y todos, algunas
horas después de que se aprovechara de la concurrencia al evento para difundir
su trabajo con una sonrisa en la cara. Me lo imaginé mintiendo a todas las
mujeres a las cuales se acercó, sonriendo mientras pensaba que todas éramos
unas "weonas creídas" por participar de un evento en que nuestro
género sí era muy importante, en que nuestras visiones e ideas eran bien
recibidas, aceptadas y comentadas. Me parece que si alguien, quien quiera que
sea, va a hablar con tanta propiedad sobre un evento, por último debe estar
presente en gran parte del evento; no sólo en la inauguración (porque hay
cóctel) y en el cierre (porque hay vino).
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