[Original: 1/enero/2011]
Ambos salieron de su casa tomados de las manos, tenían los nudillos blancos por la fuerza con que se aferraban uno al otro. El último día del año es una ocasión importante para salir a celebrar o lo que sea -follar en las calles, beber hasta caer inconsciente, matar a alguien-. En su mano libre llevaban botellas, ella de vodka y él de pisco. Caminan y deciden quedarse a esperar el espectáculo de fuegos artificiales en un lugar alto, oscuro, perdidos en un lugar que nadie quiere visitar a esas horas de la noche. Los abrazos se adelantan a los sonidos de las explosiones y es que nadie quiere esperar, la deliciosa sensación de que todo regresa a cero, de que se merecen segundas oportunidades, la ilusión de que las cosas malas desaparecerán porque te abrazas con tus enemigos. Los pequeños amantes no se abrazaron porque no tenían esperanzas, sabían que no valía la pena celebrar un nuevo año.
Ambos eran niños que escaparon para embriagarse juntos, ambos tenían botellas medio vacías en sus manos y sus cuerpos apenas si se habían desarrollado lo suficiente, pero tenían la fuerza suficiente para empuñar botellas y estrellarlas en la nuca del otro para acabar con todo como corresponde. El último día del año es un día para recordar, aunque ocurra por la noche, aunque no todos sean felices, aunque no todos estén vivos.
Ambos eran niños que escaparon para embriagarse juntos, ambos tenían botellas medio vacías en sus manos y sus cuerpos apenas si se habían desarrollado lo suficiente, pero tenían la fuerza suficiente para empuñar botellas y estrellarlas en la nuca del otro para acabar con todo como corresponde. El último día del año es un día para recordar, aunque ocurra por la noche, aunque no todos sean felices, aunque no todos estén vivos.
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