Una vez, hace muchos años, conocí a una chica, Mara; ella fue la persona que mayor
puntaje sacó al ingresar a la carrera que ambas y 58 jóvenes más estudiábamos.
Siempre me pareció una mujer retraída, absurdamente tímida, yo la buscaba con
la vista y estaba detrás de un árbol repasando los apuntes para la siguiente
clase. Una vez la envidié terriblemente, tanto, que parecía que mis ojos
querían quemarla y me dolió, además de avergonzarme al punto de sentir náuseas;
aquella vez bebíamos en un bar, muchos de la carrera, un sujeto un par de años
mayor intentó “hacerse” el simpático conmigo, yo le rechacé, al rato estaba con
Mara, riéndose y besándose. Podrías pensar que sentía envidia por el hecho de
que ella lo había aceptado, pero yo no y ahora ambos disfrutaban juntos… lo que
a mí me perturbó era el hecho de que ella podía desenvolverse exitosamente en
un carrete después de clases sin sentirse miserable; ella amaba estudiar,
adoraba la universidad y disfrutaba estando con sus pares. Abandoné la
universidad y con ello a todas las personas que conocí, borré de mi vida a
todos, los 59 estudiantes que entraron ese año conmigo. Un día, años después, la
vi comiendo en un local de comida chatarra en Las Compañías, cerca del lugar en
que ella vivió su infancia y cerca de donde yo vivía la etapa más lúgubre de mi
vida; me dije ¡esa chica es profesional! ¿qué chucha hace en un local de Las
Compañías comiendo chatarra a las once de la noche? la odié en secreto, era
evidente que para ella yo era una desconocida y no sacaba nada con hablar sobre
ella con mi acompañante. Hace un año o más, leí sobre ella en un periódico
local, estuvo involucrada directamente con la limpieza, mejoramiento y
maravilloso rescate de parte del canal Jaramillo, comenzando con un “peladero”
cercano al hogar donde creció; ella usó su título para ganar un fondo y ayudar
a su comunidad, regalando un parque que de seguro disfrutarán sus hijos algún
día. No veo egoísmo en todo esto y agradezco que ella usara su “cartón” para
esto, lo agradezco porque lo que ella hizo, no lo había hecho nadie más a esa
escala. ¿Estamos aquí para cambiar el mundo?
“La vida de ustedes los seres humanos, es tan insignificante, viven tan poco, que no
importa en realidad lo que hagan, no alcanzan a hacer nada, sus vidas no
valen”: lo escuché en un programa de dibujos animados y me dije, está bien, es
cierto, me resigno a morir sin haber hecho nada. ¡Para tu carro! ¡para el
jodido carro! No se trata de ser inútiles, es que bajamos los brazos demasiado
pronto, decidimos heredar nuestras esperanzas para que la próxima generación
haga algo, solucione lo que nosotros no pudimos.