Esperé unos minutos en la estación,
luego decidí regresar. Creo que me demoré demasiado en volver, fumé mucho,
pensé mucho, creo que había sobrepasado por mucho mi límite del día. Al llegar
tenía hambre, la señorita preparaba desayuno, volví a comer. El último
acompañante comía junto a mí, me preguntaba sobre mi estado de ánimo, le
sonreí. Esperamos pacientemente el almuerzo, comimos, apenas compartimos unas
palabras. Luego, en el patio, crucé algunas palabras con el anfitrión,
estuvimos en desacuerdo en algunos puntos, no importó demasiado. Llegaba la
hora de irme, ambos serenenses dejamos la casa, tomamos un colectivo hasta la
estación del metro y bajamos a buscar el bus indicado. Me compré una última
cajetilla de cigarros, me fumé algunos. Subí al bus y estaba muy triste, lloré
hasta que salió el bus de Santiago. El último acompañante se quedó solo, no se
quejó ni un segundo. Llegué a La Serena por la noche, dormí todo el camino. Me
acosté y dormí muchas más horas de las normales, desperté triste. Seguí triste
el resto de la semana, el resto del mes, recuerdo los hechos y no me siento
satisfecha, siento dolor, no puedo escribir las misivas correspondientes, estoy
triste.
[Y final].
[Y final].