"En algún tiempo lejano, mis textos incendiarios eran tomados como un ejercicio de inconformidad ejecutados impecablemente, en donde la crítica ardía como quemadura con ácido, permaneciendo la marca en carne viva; tiempo después, cuando quienes comentaban ya no eran cercanos, el único calificativo para los mismos ejercicios era "esto denota un estado de ego creciente, con tintes megalómanos, eres inmaduro y te comportas como un pobre desgraciado pataleando por atención". Acabó cuando todos dejaron de leer y escuchar, si lo piensas, todo termina cuando cierras tus sentidos al mundo exterior y las opiniones dejan de ser un aspecto relevante en lo que escribes".
Cesare D´Amico (1987), de su diario.