Antes de leer alguna entrada de "Cierto personaje acusado de alta traición":

23 de noviembre de 2010

De conversaciones inconclusas [X]

Siesta sobre el Fauno, en el bosque, en la tierra. Si la muchacha corre ¿la sigues aunque tus piernas apenas puedan sostenerte?, si la muchacha pierde su cordura ¿te harías cargo de ella?, me gusta que trencen mi cabello ¿lo harías la próxima vez que nos veamos?. Desperté un par de veces y fue por el frío que se colaba entre mis piernas, ya aclaraba y quizás algunos viajeros vieron mi piel relucir con la luz tenue del amanecer.

De amor y paranoias [XVI]

La fuerza del ojo, del ojo oculto, del ojo prohibido. Mientras hablabas traté de guardar en lo más profundo de mi memoria los ligeros cambios en tu voz, los gestos fuertes de tus manos, la imagen de tu frente tensa intentando deshacerte de todas las cosas que tenías metidas en el cuerpo. ¿Cómo es que me fascina esa voz fuerte que a veces sobrepasa tu templanza?.

22 de noviembre de 2010

Los ojos tristes de mis compañeras de cama IV

[IV, primera parte]

Al día siguiente regresé a la casa de la muchacha, el cuadro seguía allí, pero tenía una tarjeta diferente a la que yo había dejado. Me acerqué curiosa de lo que podía decir aquella linda misiva color rosa. ¡Te pillé! -saltó desde la puerta principal gritando-, yo di unos pasos atrás, me sentí mal por algunos momentos, mareada, extraña- ¡Yo también te amo! -seguía gritando la muchacha-, la besé para que se callara de una buena vez, rápida como una gata cazando me arrastró hasta su habitación. El techo era azul, las paredes eran azules, todas las repisas estaban sobrecargadas con figuras de acción, pequeños torsos desnudos de muñequitos musculosos, hombrecitos con bigotes, hombrecitos con peinados extravagantes, hombrecitos calvos; ¿qué hacía en la habitación de una chiquilla así?. Cuando me di cuenta ella estaba desnuda, no pude evitar mirar su entrepierna y el brillante caminillo que se extendía rapidamente por el canal que formaban sus piernas juntas. Gemía mientras estaba allí parada, yo comencé a asustarme y retrocedí hasta que mis piernas se doblaron cuando se toparon con el borde de la cama. Inevitablemente acabé recostado sobre la cama de la chiquilla y se lanzó sobre mi cuerpo y tiraba de mis pantalones. -¿Eres mujer?- esas palabras salieron entrecortada de su boca pintada de rosa, luego de un largo silencio agarró unas zapatillas que tenía cerca y comenzó a golpearme ¡por qué no puede enamorarse de mí un tipo como el Capitán Murciélago o El Santo Luchador?… salí corriendo. Jamás volví a entrar en la biblioteca de la ciudad, todavía me dan miedo las figuritas de acción, más si están en la repisa de una muchacha linda.

19 de noviembre de 2010

Los ojos tristes de mis compañeras de cama IV

En abril comenzó a soplar ese viento frío característico del desierto, con él se reavivaron mis ganas de encontrar el amor. Si en las calles se encontraban muchachas lindas con chaquetas largas y bufandas moteadas, en los lugares cerrados podía encontrar a mis queridas nenas con mucho menos ropa. Comencé por el cine, caminé por lo cafés, recorrí las galerías y terminé por encontrar un lugar perfecto en la biblioteca de la ciudad. Una muchacha delgada y de baja estatura miraba algunos cuadros que estaban apilados en la parte baja de una estantería, sus manos acariciaban el vidrio que cubría la imagen de un soldado de rostro manchado de hollín.
La vi salir de la biblioteca y la seguí hasta su casa. Al día siguiente regresé a la biblioteca y robé el cuadro del soldado. Salí corriendo de la biblioteca, algunas encargadas gritaban. Llegué a la casa de la muchacha y dejé el cuadro en su puerta -te amo, robé esto para ti- decía la tarjeta que acompañaba el presente.

[Continuará]

4 de noviembre de 2010

Ahora nos morimos de otras cosas [Rancagua - Machalí]

I.- ¡Qué majestuosa iglesia recortada en gris mientras el fondo se parte, azul y negro!.  

II.- Felicidad al mirar al cielo, sonrisas al caminar por calles desconocidas, edificios abandonados, vías del tren en mi camino ¡caballero vagabundo! ¡querido caminante!, el éxtasis en mi cuerpo -dentro de mi cuerpo- impulsando cada paso, cada nueva inspiración. 

III
.- Me perdí entre gajos de naranja, el aroma estaba alojado en mis ojos ¡naranja anaranjado naranja!. Por cada parpadeo había una gota más de lluvia ¿o no?.

IV
.- Sus voces corriendo en el aire, a algunas calles podía sentir la potencia de sus voces taladrando mis oídos. La imagen de unos muchachos perdidos en la niebla.

V.- Caminatas interminables, aburrimiento, vergüenza ajena y odio.

VI.- Retrasé un encuentro importante, me quedé vagando en las calles y fue culpa mía, no soporté escuchar a un par de imbéciles balbucear, fin del asunto.

VII
.- No hay mejor noche, no hay mejor momento. Las vías del tren a metros de nosotros, los insectos queriendo alimentarse de nuestros cuerpos, los árboles protegiendo nuestro refugio ¿¡qué demonios hacía yo ahí!?, por lo despreciable que soy no merezco toda esa gracia sobre mis hombros.

VIII
.- Odio odio odio odio odio odio. Si dicen a las 10:00, tiene que comenzar a esa hora, punto.

IX
.- Amigo Francisco -“el mago del vino”- y amigo “Juan Carlos” ¿cómo es que son más interesantes que la tropa de aspirantes a poetas que me rodearon durante días?.

X.- ¡Jodidos exhibicionistas!…

XI
.- Dos malditos días vagando por calles desagradablemente calientes. Viejos cagando a la vista de todo el mundo, un tipo con los calzoncillos sobre el pantalón y medio mundo enloquecido.

De conversaciones inconclusas [IX]

Lo siento caballero vagabundo ¿qué querías que hiciera?, no quiero deberle nada a personas que no conozco -eso es todo-. Quiero disfrutar los momentos contigo, no quiero que tus palabras sean solo para las personas que nos acompañan a beber [suspiro resignado], no quiero seguir siendo “la que postergan“, “la que olvidan”, “la que ignoran”; si lo piensas es todo muy simple, pero es difícil de solucionar. No quiero saber del mundo, de las cosas que pasan allí afuera, me atemoriza salir a las calles porque la gente sigue burlándose de mí.

De amor y paranoias [XV]

¿Cuantas veces, mi querido caminante, tus miradas se han cruzado con las mías?. Corriendo en un bosque, en un cerro de canal turbio, entre árboles y malezas, desde el puente al otro lado del camino, subir y bajar, buscar frutos en un camino sin final. No quiero saber del mundo, de las cosas que pasan allí afuera, me atemoriza salir a las calles porque la gente sigue burlándose de mí.